viernes, 14 de agosto de 2015

Julio Monsalvo, desde Formosa, Argentina.

 Esperanza y Alegremia

De Julio Monsalvo
Desde Formosa
Argentina

La columna editorial del sitio www.altaalegremia.com.ar

Carta 182: 13/08/15

JAMÁS NATURALIZAR LO QUE NO DEBE SER

        Hace una semana compartía mis recuerdos del 6 de agosto de 1945 cuando tenía 7 años y me enteraba de la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima.
        Entre otras cosas, mencionaba la primera plana del Diario “Crítica” de Buenos Aires, de su edición del  8 de Agosto, destacando dos grandes titulares:
·        La bomba mató 100.000 nipones
·        Ha desaparecido toda vida humana, animal y vegetal en la zona de Hiroshima
        A 70 años de este horrible crimen, siguen lluvias de noticias dando cifras de muertos y heridos en guerras, en naufragios de inmigrantes, en accidentes viales, en atentados, por contaminación… en fin…
        Lo que no debe suceder jamás, es que naturalicemos estos hechos que impiden el derecho a la vida.
        “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, expresa la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, a poco de finalizar la llamada 2da. Guerra Mundial.
        Cada ser humano a quien se le ha negado el derecho a la vida, por bombas, hambre, degradación de su hábitat, injusticias de todo tipo, es un grito que debemos escuchar.
Siempre tener presente que tras “cada número”, hay un ser a quien se le ha amputado el derecho a vivir.
Cifras de muertos y heridos que nos traen las noticias, son mucho más que números, son dolores y son sueños que se tronchan,
        Este 6 de agosto, el diario Página 12, de Buenos Aires, nos acerca el testimonio de  Shoji Mukai, hoy de 87 años, sobreviviente de Hiroshima:

        Yo tenía 17 años. No entendíamos qué había sucedido porque nadie sabía qué era una bomba atómica. Las calles estaban llenas de cadáveres quemados. No podía ni caminar, no había espacio y, sin querer, pisé un montón de cuerpos. De abajo salió un brazo y se agarró de mi pie. Era un herido que estaba muriendo debajo de los cadáveres carbonizados. Justo ese día Hiroshima había convocado a todos los estudiantes secundarios a limpiar la ciudad. Todos ellos murieron. Hiroshima tiene muchos ríos y yo vi todos esos ríos llenos de cadáveres
        (http://www.pagina12.com.ar/diario/principal/index.html)
                              .     
        Que este testimonio llegue a toda la Humanidad. No naturalizar la guerra. No a la indiferencia.
Predomina esta cultura que no respeta la vida en ninguna de sus formas. Con toda propiedad debería llamarse “cultura de muerte”.
Sin embargo somos millones y millones los que amamos la Vida. El ciclo biológico que transitamos es la oportunidad de aportar a la construcción de la Cultura de la Vida con acciones cotidianas por la paz, la solidaridad. la fraternidad.
        Acciones personales y acciones colectivas en los más diversos y multifacéticos ámbitos.
        En el lugar que estemos, cada acción por la Cultura de la Vida, es una chispa que alimenta el fuego de la vida.
Es anti-natural que seres humanos destruyan a otros seres humanos.  Las niñas y los niños llegan al mundo con sonrisas, ternuras, con sed de amor y de alimento. ¿Por qué no “volver a ser humanos”?

Hasta la Victoria de la Vida Siempre!
                                                                Julio





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