miércoles, 25 de abril de 2018

Multiversidad sin Fronteras 28

Multiversidad sin Fronteras 28

Esperanza 3

María Zambrano 1

Descripción: aría Zambrano (1904-1991)
María Zambrano (1904-1991)
«El hecho de la cultura humana se funda en la esperanza, y la esperanza revela un nacimiento incompleto en una realidad inadecuada y aun hostil. Cosa que se hace visible en algo previo a toda filosofía, a toda ciencia, algo que es común a todas las religiones -verdaderamente religiones-, y que se encuentra también en los mitos de la antigua Grecia y, sobre todo, en las almas que acudían a los ritos de purificación y en el horror del nacimiento. El hombre ha sentido el horror de su propio nacimiento al mismo tiempo que la nostalgia de un mundo mejor perdido, se llame Paraíso, Edad de Oro, o se manifieste en un origen divino del hombre, como en el mito de Dionysos y los Titanes; en cualquiera fábula, o relato sagrado, alienta el doble sentimiento que tiene la humana criatura cuando parece despertar acá abajo: horror de haber nacido, nostalgia de lo perdido.
Y ante este horror descubre dos salidas: desnacer a la manera de Buda y todas las religiones que quieren ante todo borrar el hecho del nacimiento y anularlo. O existir, nacer de nuevo, ser engendrado nuevamente; de donde ha salido toda la cultura occidental, desde Grecia. La Filosofía en Grecia trata de engendrar al hombre, haciéndole nacer a la conciencia, como es visible en Sócrates, Platón y Plotino; también en los estoicos y en toda la Filosofía de preparación para la muerte, pues el “esstar maduro para la muerte” de Platón y los estoicos, no es sino un segundo nacimiento, como después veremos más de cerca.
Y de la nostalgia de una realidad perdida, al par que del anhelo y la necesidad de hacerse un mundo, se desprende algo que es como una medida, ese algo incorruptible que hay en el fondo de cada uno y que jamás puede ser engañado; lo que nos avisa de lo monstruoso de la realidad que nos rodea y más aún de la construida por el hombre mismo, lo que se queja y se rebela. Este fondo insobornable de todo hombre, por plagada de errores que esté su vida, es lo que no puede jamás acallarse y protesta de toda iniquidad. Un fondo de pureza que rebosa en felicidad cuando encuentra algo adecuado y semejante, y que es, al par, la medida no engendrada, por cuya exigencia no podemos detenernos en parte alguna. La exigencia por la cual el hombre, sumergido en la historia, es capaz de disentir de ella y de apetecer salir de ella, como apeteció salir de la naturaleza.
Todas las creencias y también las ideas, que se refieren al orden del mundo, la figura de la realidad, están sostenidas por la esperanza. El hombre, que es al mismo tiempo algo fallido y solitario, necesita hacerse una realidad entera donde vivir. Por eso edifica una objetividad. Objetividad que es la estabilidad vigente, el orden que a todos llega y cobija, que todo lo ordena y aquieta.
La esperanza se dirige también al tiempo, en el que transcurre nuestra vida, pues este tiempo recobrado sería nuestra cumplida unidad. Mas también aquí hay el desnacer y el renacer; el desprenderse del tiempo y el querer recogerlo todo entero. La esperanza que quiere borrar el tiempo y la que se vuelve angustia de recogerlo en su dispersión de instantes idos uno a uno. (…)
Esperanza del pasado, esperanza que se fija en el recuerdo para alimentarse ávida de recobrarlo todo. Y es que en la esperanza está, sin duda, todo lo que nos lleva a dirigirnos hacia una totalidad, sea del tiempo, del mísero tiempo de nuestra, sea de la hermosa totalidad del mundo, de la universalidad del universo.