sábado, 26 de noviembre de 2011

Conversando sobre la Amistad(52)

Conversando sobre la Amistad(52)
Matías Casanova, líder juvenil integrador y visionario, entrega este testimonio de un amigo de la alegría y el sentido positivo de la salud y la vida y de su propuesta de revolución del amor y el cuidado.
A propósito de Patch Adams en Chile…
Por Matías Casanova, Interno VII año Medicina, Universidad de Valparaíso
El mismísimo Hunter “Patch” Adams visitó la soleada región de Valparaíso hace un par de días, en una escueta pero intensa visita en que en menos de 10 horas realizó 2 presentaciones en universidades, una intervención en el Hospital base de la ciudad y el infaltable almuerzo con los pasteles del congreso nacional. Todo un desafío para un hombre de 66 años, que viene recién llegando de otro país y en una ciudad por lo demás convulsionada y lacrimonageada por marchas e intolerancia.


Con su atuendo habitual (un traje de payaso tipo ropa americana de los años 70), convocó a más de 400 universitarios en cada sesión, en su mayoría de las áreas de la salud. Al principio de cada sesión los asistentes pensamos que Patch había fallecido o algo, por la música tipo funeral de persona querida que eligieron los organizadores, con una serie de fotos de fondo que supongo buscaban inspirar emoción hasta el llanto. Luego 3 ó 4 largos discursos de agradecimiento y alabanzas, por fin se invita al invitado al escenario, donde el evento toma otro cariz, ahora basado en el humor, la alegría, la conversación intensa y el jugo conciente. Tengo la sensación que los organizadores vieron la película de Robin Williams y no se preocuparon de averiguar que es lo que realmente hace Adams. Pero también me hace pensar en cómo uno puede distanciarse bien harto de la esencia de algo o

alguien en la medida que se cifren más expectativas sobre ese algo o alguien. Lo dice el mismo Patch: “en una intervención yo no tengo expectativas; no pretendo hacer reír a una persona, simplemente me concentro en estar ahí con ella”. Una enseñanza milenaria llevada a la terapéutica y payasismo contemporáneos.
Su discurso es fuerte y claro, cambiar el gusto por el poder y el dinero, por el amor como tal y el cuidado del otro (“revolution of love and care”). La propuesta parece ser simple y el trabajo también; después de todo y a diferencia de lo que usualmente plantean las doctrinas políticas más radicales con respecto al necesario cambio político, esta es una revolución en la que no se necesita que mueras en una protesta, ni llevar una vida llena de sacrificio, sino que lo pases real y realmente bien.
Pero sin engaños.
Pues Patch, como muchos maestros, dan en el clavo al decir que este camino es el más difícil de todos, pues significa ponerse en directa conexión con eso con que nadie más que nosotros puede conectarse: el Uno Mismo. “Justo a mi me tocó ser Yo” decía Mafalda y lo cita recurrentemente uno de esos maestros a quien aprecio mucho; y es que ser Yo, le trae no solamente la seguridad, la alegría, el buen humor, sino que además las inseguridades, las penas, las rabias no manejadas. No obstante parece ser el camino, el de conocerse a si mismo, y es por algo que ha sido una de las prédicas más duraderas a lo largo de la historia humana. Entender que es un trabajo complejo, que nunca termina, es una cosa. Sin embargo, también hay que entender que hay que empezar en algún momento. Ya con pequeños “granitos de arena”, actos sencillos, se empieza a notar una sensación distinta frente al mundo, y sobre todo frente a lo que nos parece mal de él. La desesperanza, la violencia, la inequidad, el egoísmo, todas emociones básicas del ser humano llevadas al extremo hasta transformarse en enfermedad, y a las cuales los que hemos elegido profesiones del área salud nos veremos enfrentad@s día a día. Lo he visto como casi médico, casi a diario, casi con todo profesional que he conocido en nuestros centros de salud.
Lo que hace inspirar hondo de todo este cuento es que conocer al Dr. Hunter Adams es creer que es posible que cualquiera de nosotros pueda hacer una obra tan integradora, remecedora, ecuménica y honesta como la de él. Basta creer en uno, estudiar mucho, trabajar lo justo y no rendirse.
La razón que nuestro invitado ilustre tenga un hospital comunitario es porque se dio cuenta que no podía hacer la medicina que él quería hacer en un centro de salud convencional. El poder del sistema es fuerte, nadie lo puede negar. Y no obstante, recibe cartas de todo el mundo en donde la queja más frecuente es la desesperanza de estudiantes, médicos y muchas profesiones del área de la salud, frente a nuestra medicina actual. El consejo es simple y avasallador: “si no te gusta, haz una distinta, donde sí te sientas plenamente seguro de lo que haces, donde puedas hacer no lo que te enseñaron solamente sino por lo que entraste a estudiar en primera instancia”.
No me cabe absolutamente ninguna duda que existen muchos Patch Adams en nuestro Chilito querido, en nuestra Latinoamérica querida, en nuestro (aunque cueste) querido mundo. La única diferencia es que casi nadie sale en una película de Hollywood.
A ellos, a ti que lees estas letras con cierta desconfianza o compartida emoción, la invitación es a puro encontrarse.
Si Patch Adams me dio la impresión de ser un ejemplo de clown, un buen humorista, un maestro de la espontaneidad? La verdad, no tanto. Más me quedo con la imagen de un político revolucionario, una de esas pocas personas que mediante el trabajo con uno mismo ha logrado intervenir en lo que lo circunda, de forma Esencial. Que ha llevado a la práctica la necesidad del cambio de paradigma, con simpleza, visión de familia y teniendo claro que aquí venimos a gozar, y en este momento hay mucha, demasiada gente que no está gozando.