Revista Co Incidir treceava parte
María Alicia Pino (Malicia)
Pensó que alcanzaría a llegar esta vez. Olvidó partir.
DESPEDIDA
DE NOELIA; CAMINO A UN FUNERAL
(Carta a la fundación Rayun Down por la partida de la
Noe)
Preparé a la Constanza pasadito de las 3 de la tarde. Dije: "hay que
salir por lo menos con una hora de anticipación". Yo me conocía muy bien
el trayecto. Vivimos un par de años en

Huechuraba antes de separarnos. Así que retornar por las mismas estaciones,
a un mismo destino, era un desafío que sólo en medio de los vagones logré
comprender.
Luciano fue recordando de a poco los detalles, el rincón con el barco de
madera, la escalera mecánica, las micros apostadas esperando vernos llegar, el
cerro
que cambiaba de color cada tres
meses, muralla amarilla que hoy
nos
saludaba de lejos. Ambos con
Luciano acordamos que hacía
muchos años no veíamos
pasar los
rostros del barrio subiendo y
bajando escalinatas. Acordamos
que ya
había pasado mucha agua
por nuestros ojos.
Esta vez ascendíamos los peldaños hacia otro destino.
Todo se dio fácil. La micro
nos esperó y dejó frente al gran jardín. Quería
estar con ustedes en un espacio amplio, con el cielo de testigo, con el viento
murmurando que Noelia estaba detracito de los pájaros que miraban desde la
rama. Que ella sonreía con esa húmeda ternura, con las pupilas vivas, con las
manos llenando el termo, con las

tacitas blancas recién lavadas, con los pequeños regalos guardados en la
caja transparente, con la paciencia y el silencio que ahora estaban entre las
rosas, entre
los llantos.
Luciano dijo: "qué lugar tan
hermoso" cuando serpenteamos
la
entrada al parque del silencio. Nos
dijeron que estaban al otro lado, allá
donde el fuego devuelve al cielo tanto esfuerzo por existir; los años de
infancia, los recuerdos, la memoria, la hora justa de nacer, la sonrisa de la
madre, el asombro de asir entre los dedos un pedacito de vida nueva que mirará
desde el escritorio llegar a las madres nuevas con esos pedacitos de vida que
intentan intentar.
Noelia estaba
en los brazos del
fuego, como una
lámpara, como un
trozo de
oro, en la
alquimia de la existencia, siendo parte de la vasta e incomprensible
existencia, reina del milagro, semilla de amor que hoy viaja hasta el centro de
Dios.


No alcanzamos a llegar. Ya se habían ido. La Constanza tenía ganas de
volver a la casa, pero los tres preferimos recorrer el barrio antiguo y
respirar algo del pasado como una despedida. Noelia quiso que descansáramos del
recuerdo desandando los mismos caminos. Descansamos. Los niños por fin tuvieron
una tarde distinta, esa que me cuesta tanto darles en medio de la exigencia y
la soledad. Fuimos
felices ayer. Ella traía esa
felicidad.
Pudimos llegar donde partía la Noe, aunque fuese más tarde.
Sé que ella ya no es esclava
del tiempo. Sé que ella está
latiendo siempre
frente a la
ventana blanca de la sala
nuestra; sé que ella disipará
nuestras
dudas en las peores
tardes, sé que ella sonreirá cada
vez que se abra esa
puerta, y que las escaleras, por donde transitan los niños, la llevarán al
cielo. Estará con nosotros siempre, porque ella bajará el cielo hasta nosotros,
buscando a sus niños de ojitos rasgados para llevarlos hasta el patio, el patio
de los niños del

silencio, donde les contará la historia de cómo elige Dios a sus ángeles y
por qué se los lleva tan temprano.
En medio de mi corazón, siempre Rayun