sábado, 4 de abril de 2015

Lo Cotidiano y lo Universal 27


 Lo  Cotidiano y lo Universal  27

 En la ecología del yo entran sus proyecciones  en la dinámica   grupal y comunitaria.
  A mayor desarrollo personal, más integración del amor y el desapego y menor tendencia a la posesividad de los logros  y a responsabilizar a  los otros  de los  fracasos.  Esta  fábula de Iriarte abre caminos jóvenes de todas las edades.

LA MÚSICA DE LOS ANIMALES

  Iriarte


Cuando se trabaja una obra entre muchos, cada uno quiere apropiársela si es buena, y echa la culpa a los otros si es mala


Atención, noble auditorio,
 
que la bandurria he templado,
 
y han de dar gracias cuando oigan
 
la jácara que les canto.

 
En la corte del león,

día de su cumpleaños,

unos cuantos animales

dispusieron un sarao;
 
y para darle principio
 
con el debido aparato,

creyeron que una academia

de música era del caso.



Como en esto de elegir

los papeles adecuados

no todas veces se tiene

el acierto necesario,

ni hablaron del ruiseñor,
 
ni del mirlo se acordaron,

ni se trató de calandria,

de jilguero ni canario.

Menos hábiles cantores,

aunque más determinados,

se ofrecieron a tomar
 
la diversión a su cargo.



Antes de llegar la hora

del canticio preparado,
 
cada músico decía:

«¡Ustedes verán qué rato!»

Y al fin la capilla junta

se presenta en el estrado,

compuesta de los siguientes

diestrísimos operarios:
 
los tiples eran dos grillos;

rana y cigarra, contraltos;

dos tábanos, los tenores;

el cerdo y el burro, bajos.

Con qué agradable cadencia,
 
con qué acento delicado
 
la música sonaría,

no es menester ponderarlo.

Baste decir que los más

las orejas se taparon,

y por respeto al león

disimularon el chasco.


La rana, por los semblantes,

bien conoció, sin embargo,

que habían de ser muy pocas
 
las palmadas y los bravos.

Salióse del corro, y dijo:

«¡Cómo desentona el asno!»

Éste replicó: «¡Los tiples

sí que están desentonados!»

«¡Quien lo echa todo a perder

-añadió un grillo chillando-

es el cerdo!» «¡Poco a poco!
-
respondió luego el marrano-:
 
nadie desafina más

que la cigarra, contralto».

«¡Tenga modo y hable bien! 
-
saltó la cigarra-; es falso:

esos tábanos tenores

son los autores del daño».



Cortó el león la disputa,
 
diciendo: «¡Grandes bellacos!

¿Antes de empezar la solfa

no la estabais celebrando?
 
Cada uno para sí

pretendía los aplausos,

como que se debería

todo el acierto a su canto;

mas viendo ya que el concierto

es un infierno abreviado,

nadie quiere parte en él,

y a los otros hace cargos.

Jamás volváis a poneros

en mi presencia: ¡mudaos!,
 
que, si otra vez me cantáis,

tengo de hacer un estrago».


¡Así permitiera el cielo
 
que sucediera otro tanto

cuando, trabajando a escote

tres escritores o cuatro,
 
cada cual quiere la gloria,

si es bueno el libro u mediano,

y los compañeros tienen

la culpa, si sale malo!