lunes, 29 de octubre de 2018

Fábulas para fábulas 5



EL PARTO DE ELLA MISMA


La montaña empezó a sentir contracciones íntimas.
 Al principio, distanciadas, confusas, opacas. Luego, cada vez más cercanas, más nítidas, más brillantes hasta tomar en ritmo encantador…. Uno, dos, tres y la pausa amable, entera, comprensiva.

    ¿Recuerdas? La querían ayudar, palpándole la nieve, aquellos valles, las mesetas conocidas. Era tiempo de parto, aunque el sol se distraía y las amapolas enrojecían como siempre.

Urgencia en el respirar. Aquel sonido anhelante. El llamado de las entrañas se hacia presente creciendo, tibio, vivo.

    Entonces, el tiempo se ensanchó y, relajándose, la montaña nació de nuevo, mientras, como un ratoncillo gris, se alejaban los años gastados.