Boletín del Esperanza 16 , segunda parte
EL SILENCIO DONDE NACE LA
CALMA
Matías Andrés
Cepeda Monsalvo
A veces siento ganas de ir a mi
Silencio, es un Silencio elegido por mí. En él encuentro calma, la calma que a
veces pierdo en mi realidad.
Es un arte construir en armonía y
ese arte necesita especialmente de este Silencio.
Ahí voy varias veces en mi día, a
encontrar la calma.
En mi Silencio disfruto.
En mi Silencio escucho cómo se
calla mi enojo y nace un canto de libertad. La libertad de sentir lo que yo
decido sentir.
A veces el Silencio permite
escuchar nuevos sonidos, sonidos que sólo se escuchan en Silencios como estos,
algo que muchas veces no nos permitimos. Vivir desde ese lugar no nos traerá
fácilmente la calma.
En el Silencio nace la vida
profunda, la música de la vida.
No entiendo la vida sin este
Silencio, el Silencio donde nace la calma

¡SOY NATURALEZA!
Julio
Monsalvo
Veía a la
Naturaleza por fuera. La Naturaleza era lo que me rodeaba, los bosques, las
aves, los ríos… ¡y no me preguntaba qué era yo!
Sentir “¡Soy Naturaleza!”, fue una luz que iluminó mi ser.
Es la vivencia más
bella que he vivenciado y se lo debo especialmente a los Pueblos Originarios.
La Vida me ha
regalado el “serestar” con Pueblos Originarios en el Norte Argentino.
En 1976 llego con
mi familia al Oeste Chaqueño, buscando un “exilio interno” ante el terror
represivo impuesto por el gobierno militar.
Nos ampara una institución ecuménica que
propicia proyectos destinados al Pueblo Originario Qom.
Me zambullo en un
escenario en donde se manifiesta lo multicultural con todos sus coloridos.
Familias de
inmigrantes provenientes en su mayoría de Europa del Este, dedicadas al
comercio y a la producción algodonera.
Comunidades
criollas con los cautivantes matices que ofrecen las influencias santiagueñas y
salteñas
Y el fascinante
mundo del Pueblo Originario Qom con el que tenemos contacto cotidiano.
Lentamente
aprehendo que las diferencias entre culturas tienen raíces muy profundas.
La relación día a
día con el Pueblo Qom, me hace comprender que las raíces de cada cultura son
los valores.
Descubro estos
valores en la medida que percibo que las actitudes y las expresiones en el
lenguaje, evidencian distintas maneras de ver el mundo.
Con diversos grados de intensidad conozco
también a los Pueblos Originarios Wichí, Mocoví, Pilagá y Guaraní, con la
singularidad de sus idiomas, costumbres e historias.
Me voy dando
cuenta de la similitud de sus valores esenciales los cuales generan actitudes
respetuosas, tales como pedir permiso al río y al monte para obtener los
alimentos, compartir lo que se obtiene, tratar a sus niñas y niños con ternura
y sin violencia.
El gran
descubrimiento que transforma mi vida personal, es el “sentido de pertenencia”
de todos estos Pueblos. Sentido de pertenencia a la Naturaleza, pertenencia a
la Vida.
Este sentido de
pertenencia lo hallo también en otros Pueblos Originarios en diversas partes
del mundo.
Alayna Watene
representa al Pueblo Maorí, de Aotearoa, en la I Asamblea Mundial de Salud de
los Pueblos, realizada en Bangladesh en diciembre de 2000.
Aotearoa significa
“Tierra de la larga nube blanca”. Es la manera que poéticamente los maoríes
llaman a su Tierra. El invasor la llamó Nueva Zelanda.
Allí está Alayna
con su bandera roja, blanca y negra. En algún momento de su discurso expresa: “No sé de dónde salió el dicho ‘pienso
luego existo’... No nos gusta... Comparto lo que dice mi Pueblo: Pertenezco por
lo tanto soy”.
También encuentro
este sentido de pertenencia en las familias campesinas criollas de nuestro
Norte, especialmente en las mujeres campesinas, en las queridas “doñas”, como
se dicen y se llaman entre sí con respeto y cariño.
Doña Santa, en
Fortín Olmos, nos decía: “¿Por
qué arrancar una planta de raíz? A ella la hizo Dios al igual que a mí. Es tan
importante como yo. Es mi hermana. Tengo que ir con cariño, explicarle que le
voy a sacar un cogollito para hacer un tecito para mi ahijadita”.
Una “Doña” también
del Norte, nos recibe en una oportunidad con esta reflexión: “…lo primero es ver si el suelo está vivo…
si el suelo no está vivo ni hablar de salud… Con suelo vivo tendremos plantas
sanas, animales sanos y también personas sanas…”
Estas sencillas
palabras han sido para mí la mejor definición de Salud de los Ecosistemas, la
salud de la casa con su mundo de relaciones.
El Ecosistema
Planeta Tierra, nuestra casa, está enfermo y grita de dolor por las agresiones
que le infligen algunos seres humanos de la cultura dominante.
Cultura que desde
hace más de 500 años, impone al mundo su modelo civilizatorio con la lógica
utilitarista del tener y acumular.
El hombre de esta
cultura, y subrayo “hombre” como género, al perder el sentido de pertenencia a
la Naturaleza, se cree el centro de todo, se pone fuera de la Vida y no ve a la
Naturaleza sino como “una bodega de recursos” que está a su disposición.
Es la cultura del
paradigma antropocéntrico, con mayor propiedad debería llamarse androcéntrico.
Esta cultura, como
todas, produce conocimientos a los que llama ciencia. Esta ciencia asociada con
la tecnología, tiene como objetivo manipular y controlar. Permanentemente
procura maximizar la eficiencia de la explotación.
Francis Bacon, uno
de los “padres” de esta ciencia, expresaba que debíamos “subyugar a la naturaleza, presionarla para que nos entregue sus
secretos, atarla a nuestro servicio y hacerla nuestra esclava”.
La tala de bosques
y múltiples contaminaciones, están provocando una acelerada desaparición de las
especies vivas. Hoy una de las especies en peligro de extinción es la especie
humana. La explotación inexorablemente conduce a la exclusión y a la extinción.
Sin embargo, este
paradigma científico ha entrado en crisis desde hace ya más de 100 años.
La Física Cuántica
nos enseña que el Universo no es una suma de objetos independientes, que no
funciona como una máquina, sino que todo es una red de relaciones.
“Las propiedades de las partes sólo pueden
comprenderse a partir de la dinámica del todo. En última instancia no existen
las partes. Lo que llamamos una parte es simplemente una configuración en
una red indivisible de relaciones”, afirma Fritjof Capra, uno de los
eminentes científicos que propugna el cambio de paradigma de la ciencia.
El encuentro con
el sentido de pertenencia de los Pueblos Originarios y de las mujeres
campesinas y con los descubrimientos de la Nueva Ciencia, nos genera
alborozadas esperanzas. Recuperar el sentir que somos Naturaleza, vida dentro
de la Vida, significa volver a la ética de nuestros Pueblos Originarios, la
cual nos lleva a tener actitudes solidarias, amorosas y respetuosas.
Una Revolución
Mundial por la Vida está en marcha. Millones de seres humanos están vivenciando
el cambio del antropocentrismo al biocentrismo, es decir, de sentir al “hombre”
como centro de todo a sentir a la Vida como centro.
Otro mundo posible
ya está amaneciendo.
¡Vamos hacia La
Internacional de la Esperanza!
¡Hasta la Victoria
de la Vida Siempre!