lunes, 2 de diciembre de 2013

Conversando desde la Amistad (378)


Conversando desde la Amistad(378)
 Diálogo y Cambio socio cultural
 Buscando la Amistosofía (52 )
Envía Claudio Schuftan desde Vietnám



Por Rodrigo Arce Rojas*

24 de noviembre, 2013.- El pensamiento de Paulo Freire no solo es inspirador en el campo de la educación si no que también desarrolla a profundidad el valor del diálogo transformador. La acción dialógica desde la perspectiva de Freire es fundamental en la medida en que todavía subsiste en ciertos sectores de la población dudas sobre el valor del diálogo en contextos de asimetría, desigualdad e inequidad producto de su deslegitimación por diversas razones entre las que podemos mencionar: uso del diálogo como herramienta dilatoria, incumplimiento de acuerdos, acuerdos alcanzados bajo presión, entre otras.
La desvalorización del diálogo, aunado a una cultura confrontacional ha llevado a que ciertos sectores de la población conciban al diálogo como debilidad, como contubernio, como funcionales a los grupos de poder. A ello se suma una desconfianza estructural de todos contra todos, la débil gobernanza, la devaluación de la política y los políticos, entre otros factores. Por ello el legado de Paulo Freire resulta no solo vigente sino revitalizador respecto a los verdaderos alcances del diálogo.
Empecemos delimitando la conceptualización del diálogo desde la concepción de Freire. Para el autor el diálogo “refiere al encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos orientado a transformar la realidad”. Al incorporar la palabra solidaridad recupera el valor y la dignidad de todas las personas que se predisponen a entrar en comunión. Es una invitación para abrir la mente y el corazón a las razones de cada uno y entrar en un acto valiente de revisar tus creencias y tus posiciones, pero también es la búsqueda horizontal y fraternal para encontrar nuevos caminos que transitar. Transformar la realidad tiene un profundo sentido porque nos está diciendo que no se refiere a imponer una realidad sobre la otra sino de transformarnos mutuamente y encontrar una nueva realidad de sostenibilidad y justicia.
Ahora bien, este ideal de comunicación y de relacionamiento podría ser visto como la construcción de un discurso justificatorio para avalar las asimetrías. Nada más alejado de la realidad, puesto que en el proceso de transformación del diálogo se logra también la liberación de las ataduras que impiden reconocernos inclusivamente como parte de la misma humanidad. Por ello Freire delimita claramente lo que no es diálogo. Nos dice entonces que el diálogo:
No puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro.
No es un simple intercambio de ideas.
No es discusión guerrera entre dos sujetos que no aspiran a transformar el mundo y no buscan la verdad.
No puede ser un instrumento para conquistar al otro.
Por lo tanto, el autor nos plantea que no hay diálogo:
Si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres.
Si me creo autosuficiente, si no hay humildad.
Si no existe una intensa fe en los hombres, en su poder de hacer y rehacer; de crear y recrear.
Si mantengo la desesperanza.
Si no existe en los sujetos un pensar verdadero.
Freire se pregunta: ¿Cómo puedo dialogar…?
Si veo la ignorancia en el otro nunca en mí.
Si me veo diferente y virtuoso y subestimo al otro.
Si me siento parte del grupo de elegidos que tienen la verdad.
Si creo que la transformación del mundo es solo responsabilidad de una élite.
Si me cierro a la contribución de los otros.
Si temo la superación.
Encontramos en la perspectiva de Freire que el diálogo no es ingenuo. Nos advierte claramente que hay grupos interesados en el uso antojadizo de la comprensión y la armonía en incluso realizan procesos de capacitación instrumentalizados. Así mismo enfatiza que hay que ser conscientes de los procesos de penetración cultural en una lógica de dominio y de conquista. Al influjo de estos procesos los grupos ven la realidad desde la óptica de los dominadores e incluso se llega a casos en los que los propios grupos reconocen la “superioridad” de estos grupos.
Por ello una apuesta por el diálogo no se remite a espacios coyunturales si no que se busca su institucionalización, la generación y consolidación de una cultura del diálogo. No implica subestimar los derechos humanos sino que la resignifica hacia el ejercicio de la ciudadanía activa. Tampoco obvia otros espacios y mecanismos de acción colectiva solo que la inscribe en una propuesta basada en la fuerza argumentativa, la solidaridad, la sostenibilidad y la justicia.
Qué interesante caer en cuenta sobre la vigencia del pensamiento Freire en tiempos donde la conflictividad se convierte en signo de nuestros tiempos. Un débil entendimiento del diálogo no nos permite ver su potencial transformador. Por el contrario, apelando a los propios principios del diálogo es posible contribuir en la generación de acuerdos aspecto consustancial de la buena gobernanza.
Bibliografía:
Freire, Paulo. S.f. Pedagogía del oprimido. Disponible en: en: http://www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf