El Regalar 9
Felipe
Vargas escribe este regalo que toca el
fondo del Ser y es un símbolo de que
AlbertoValente es ya un nombre de la Internacional de la Esperanza.
O
somos amor o no somos nada
Escrito para Alberto Valente
Conocí
fugazmente a Alberto hace casi dos años, y de inmediato me llamó la atención
por ser parte de la cofradía de locxs que buscan el sentido y el amor de la
vida, parte del grupo de Amigxs de Lucho, por tanto alguien que tiene algo de
sentir, algo de pensar y algo de decir. Recuerdo que canté frente a él aquellas
memorables canciones “Inconsciente Colectivo” y “Yo vengo a ofrecer mi corazón”
Toda esa música no puede estar más presente hoy.
Han
sido tiempos espirituales, a veces pienso que digo espiritual cada vez que no
me quedan más palabras para explicar lo que me pasa, pero lo pienso mejor y no
es así. En realidad espiritual es a la vez sensible, despierto y lúcido incluso
en la incertidumbre y la niebla. Desde que fui padre por primera vez parece que
partió este viaje, este viaje del espíritu. He conocido los extremos de mi ser,
me he caído mejor y peor como nunca antes, y veo aquella sintonía que a veces
solo nos enseñan las niñas y los niños, desde lo cotidiano, desde lo presente,
aparece lo sustancial, lo heredado, lo eterno. Luces y sombras. Ahora
encontrarme con mi padre, con mi madre, también contempla una compasión (no
olvidar el amor y la rabia de siempre), la compasión de saber que dieron lo que
podían dar. Acá todas y todos queremos dar lo mejor, incluso a veces no es
necesariamente bueno, pero es lo preciso, ni más ni menos. Así de importante.
Quizás
el mayor desafío del último tiempo, quizás el primer paso a la compasión es la
integración, no sé si cualquiera, Lucho habla de la integración, pero ahora yo
haré una interpretación libre: Abrazamos la integración, porque asumimos la
complejidad humana, nadie es demonio ni santo, sino más bien una constante
tensión que a veces tiene más de un lado que de otro. Esta complejidad invita a
dejar los prejuicios, a adentrarse en los mares profundos del temperamento, del
trabajo del alma, de las caídas y las iras, del amor y el desamor. Integrar me
permite ser menos duro, menos simple, menos dogmáticos, hay en efecto no una,
sino miles de miradas y creencias dan a la humanidad su calidad de humana.
Siempre considere que el extraño Meursault en toda su indolencia y desconexión,
poseía una inmensa humanidad, quizás no la llamada tradicionalmente humana,
pero necesaria de abrazar, de integrar.
No
recuerdo exactamente cuándo, pero fue el momento preciso, en el que leo un
correo de Alberto, en el que habla de un comentario de Facebook de un amigo,
que dice algo así:
“Verguenza sentimos muchxs por la
desaparición del ángel Santiago Maldonado, Nadia Rojas y de tantxs otrxs
hermanxs de especie que en este preciso momento les está ocurriendo lo mismo en
todo el mundo...Ya no me sale, como en otros tiempos, odiar y desearles lo peor
a esos gendarmes o policías que realizan el trabajo sucio, lo único que deseo y
realizo día a día, es cruzarlxs en lo cotidiano y decirles ¿qué carajo
haces-hiciste hermanx? e intentar así, tocarles el corazón, de eso se trata mi
militancia, para eso camino la calle, para eso voy a las cárceles, villas,
etc...La figura del enemigo ya se está borrando en forma completa de mi
diccionario...ya me leí todo que tenía que leer para entender cómo funciona
esta máquina enferma, y a la única conclusión que llegué, es que como especie
nos olvidamos que "o somos amor o no somos nada"...
Siento
indigno agregar más, pero no puedo evitarlo desde la emoción, creo que en
efecto no estamos en tiempos de construir más violencia ni resistencia entre
humanos, es preciso llegar al alma, aquella vulnerable, aquella dispuesta a
sentir, pensar y escuchar, nadie puede ser indiferente a esta máxima, hoy, en
este mundo nada tiene sentido sino abrazamos a la primicia del amor, es lo
único que realmente queda, en este mundo de extinción, de excesos, de crueldad
y de ambición, solo abrazar que sin amor seremos estériles y vacuos, se avanza
a la construcción humana de la sociedad, mientras se tortura y se viola: desde
el Estado, la clase política y empresarial, desde todas las posibilidades de
violencia solo queda afrontar una sola verdad que nos sostiene.
Hoy
Alberto está muerto, su alma dio su último respiro hace pocos meses, pero su
espíritu comulga en mi propia construcción espiritual cada vez que pienso que
en efecto, o somos amor, o somos nada. Solo resta dar las gracias.
Felipe
Vargas