miércoles, 12 de agosto de 2015

Co incidir Agosto 2015. Tercera parte


REVISTA  CO INCIDIR  18
  AGOSTO 2015
  Tercera parte

Draco Maturana
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Spring

HABÍA UNA VEZ UNAS CALLAMPAS....

Estábamos de vacaciones. El día era hermoso, radiante después de varios días de lluvia. El abuelo lleno del imparable entusiasmo de sus sesenta años arrastró a la familia, que quizás habría preferido quedarse remoloneando en casa,  a la aventura de buscar callampas al bosque. Sus hijos con algún escepticismo discutieron que quizás no sabrían distinguir las callampas buenas y deliciosas de las venenosas, tradicionalmente temidas. El abuelo fue tajante: yo las conozco, durante mi infancia comíamos casi todos los domingos unas deliciosas sopas de callampas que recogíamos en bosque cercano y, por lo demás, para los que tengan dudas, la prueba es muy simple: es bien sabido que un gato no va a comer una sopa de callampas venenosas y aquí hay un gato. Es cosa de ofrecerle a él primero. Con toda esta discusión y los inevitables recuerdos  del abuelo, contagiados por su entusiasmo, ya estaban el bosque y entre risas y carreras recogieron las callampas soñando desde ya con la deliciosa sopa que haría abuela.
Llegó la hora esperada, la sopa humeaba sobre la mesa y su olor delicioso invadía la casa. Al sentarse, algún escéptico recordó la prueba del gato. Ceremoniosamente se le sirvió un poco de sopa, sopa que el gato lamió hasta el fin con gran entusiasmo. Hicieron los honores a la sopa, luego  vino la entretenida sobremesa...y alguien notó que el gato se estaba comportando de manera muy extraña: se quejaba y se andaba escondiendo en los rincones. Cundió el pánico y todos partimos a la posta de urgencia del pueblo cercano.  Allí nos hicieron un lavado de estómago y volvimos  desagradados y tristes a la casa...Cuando llegamos,  la gata había tenido gatitos.

                                               
EL PAISAJE ASESINADO

El aire frío da a mi cara una tensión de cuero, a mis pulmones un latigazo picante, a mi nariz una extraña sensación entre dolorosa y caliente.
Sé que éste instante que es casi de gozo, se transformará en dolor: primero en los dedos, en la punta de los dedos, luego en otro, distinto en las canillas y, por último, el más temido, en las rodillas, sentado inmóvil  en mi banco en la clase.
Pero aún tengo delante de mí el camino hasta la escuela. Como cada día hago un plan para disfrutarlo. Pienso, si corro un poco primero, puedo juntar calor y pararme en los sitios que ya he elegido y espiar los tesoros que llenarán mi corazón durante el día: dos palomas que estarán, como siempre, acurrucadas bajo un alero; la rosa que abrió ayer y que espero, esté aún como una llama, en el jardín abandonado; mi rostro que siempre me espera cuando me asomo por encima de la baranda que protege el canal... cuando estoy revisando mi plan, a punto de partir e inhalo con fuerza el aire frío, justo al empezar mi carrera, veo que algo brilla en el suelo, entre las coronas blancas que adornan hoy cada brizna de pasto ¡Hay escarcha!. Olvido todo, Hoy pisaré la escarcha.
Corro hasta el primer charco que encuentro, está cubierto por un vidrio opaco, me detengo. Lo comienzo a pisar suavemente. Quiero escuchar con claridad el chasquido que hará al romperse. Súbitamente el hielo se estremece, cruje, veo nacer de mi zapato, con suaves crujidos un sol de líneas, de líneas rectas. Todo fue justo medido, sin mojarme. Corro hasta un nuevo charco, está cubierto  de un velo transparente, ahora con menos cuidado, lo piso con fuerza. Pedazos de hielo saltan, se deslizan unos sobre otros. Más allá me espera otro, casi un vidrio, salto sobre él bufando como un potro. Para mi deleite, pienso que junto al canal me espera un charco grande que suele  atravesar casi de lado a lado el camino. Me olvido de todo y corro hacia allá, decidido a llegar por la parte alta del borde del camino y saltar al medio, correr el riesgo de mojarme los pies. Pero, ¿qué puede importarme  frente a la gloria de sentirme un pequeño dios parado en medio de una tormenta de crujidos y rayos de trozos de escarcha que saltarán en todas direcciones rodeando mis zapatos, poderosos creadores de todo ese torbellino?
Ya nada puede detenerme, quiero ser el primero en llegar allí.
Estoy llegando a mi destino, de lejos veo el charco brillar aún intacto, preparo mi salto, un nuevo goce me invade. Un jirón azul aparece entre las nubes, inundando de color el cielo y luego un sol enorme rojizo velado aún entre las nubes, apenas sobre la recién visible cordillera.
Lanzado en medio de mi salto, miro hacia abajo, durante un instante no entiendo, mi corazón se encoge con el golpe de la sorpresa... un abismo se abre bajo mis pies... estoy en el borde del mundo tan temido por los marineros de Colón... sólo veo un espacio de una belleza sobrecogedora… ya no puedo detenerme, me encuentro volando hacia  una caída sin fin al cielo, al sol... quiero hacer eterno ese instante, que ya sé, destruiré en forma implacable. Quiero salvar ese cielo, esas nubes, ese sol inmenso…  que ahora destruyo, un quejido primero, luego el estallido de hielo y agua barrosa que salta en todas direcciones.
Quedo inmóvil, aterrado por la destrucción, en un instante de ese espacio infinito… invadido de pena por la belleza irrecuperablemente borrada, perdida.
El agua, que empieza a filtrar por mis zapatos, y los gritos de mis compañeros, me arrancan de la poza.
Una vaga tristeza me acompañó aquel día.
Luego, poco a poco, el  paisaje asesinado desapareció en mi olvido.












Sudelia Astroza
Joven y niño
 
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UNA HISTORIA
ORIGEN DE UNA FAMILIA
En un amanecer de enero de 1914, nace en Quellón, una niña, hija de madre soltera.Para evitar comentarios de los habitantes del lugar, sus abuelos, Modesto Triviños y Andrea Aguilar, la reconocen como hija y la bautizan con el nombre de Elvira.Un tiempo después, su madre la deja viviendo con sus abuelos para ir a trabajar a Puerto Saavedra, donde conoce a un joven evangélico con quien posteriormente se casa.
Elvira creció en el amor de la familia, recibiendo educación y cuidados.Después de 10 años de ausencia, regresó a la isla la mamá de Elvira, que ya tenía varios hijos, y sin importarle el dolor de sus padres, se la llevó con ella para que cuidara a sus hermanos.
Así se encontró en un lugar desconocido, integrándose a una familia con costumbres diferentes. Pasó de la misa dominical al culto evangélico, de una casa amplia con huertos y animales, a una estrecha casa de pueblo. Pero más allá de estos cambios, había algo que la insegurizaba, las constantes miradas de su padrastro, hombre religioso y estricto. Luego, las miradas fueron acompañadas de roces casuales, y con el tiempo, en ausencia de su madre, la sentaba en sus piernas para acariciarla bajo la falda.
El acoso fue cada vez más frecuente y menos oculto, al servir la mesa, sentía la mano subiendo por sus piernas. Hasta que una noche sintió abrirse con violencia la puerta de su dormitorio, no alcanzó a incorporarse, cuando él la tomó con violencia para perpetrar la brutal violación, en medio de súplicas y ruegos con gritos desgarradores pidiendo ayuda, ayuda que no llegó. En vano esperó la presencia de su madre que se encontraba a sólo metros del inhumano ataque.
Entonces lloró amargamente, hasta que la lluvia que golpeaba con fuerza el techo de la casa, le trajo el recuerdo de Quellón y sus abuelos; a diferencia de otra veces, esos recuerdos no la fortalecieron como antes había sucedido, y volvió a refugiarse en el llanto hasta la mañana siguiente, en que se encontró con la mirada inquisidora de su madre que no sólo ignoró lo sucedido, sino que desde entonces, la consideró su rival.
En medio de este creciente clima de desamor, unos años después, su madre muere durante un parto.
Y así, durante años, el terror se apoderaba de ella cada noche, porque en cualquier momento, su padrastro entraba en su habitación sin que nadie la protegiera.
Debido a estos abusos, Elvira tuvo tres hijos, dos hombres y una mujer.
Sólo su hermano adolescente comprendía su dolor y le prometía que cuando trabajara, se irían juntos de la casa. Sin embargo, el joven muere producto de un accidente al caer de su caballo, quedando así truncada la esperanza tan soñada por ella.
En una visita a su amiga Blanca (una señora mayor), esta le cuenta que conoce a un hombre muy bueno, Carlos Astroza, viudo, con siete hijos, y le propone conocerlo a escondidas de su padrastro. Del mismo modo, habló con Carlos y le explicó la situación de su amiga, y juntos concertaron una cita.
El encuentro fue en el campo, un día de semana a las cuatro de la tarde, donde frondosos Ulmos dividían un terreno de otro.
El universo juntó allí a Elvira y Carlos. Testigos de ese momento, fueron los lirios del campo y las aves del cielo. Se miraron en medio del silencio y luego hablaron de cosas vagas, mientras se observaban como presintiendo el uno en el otro, la certeza de un destino común.
El segundo encuentro fue un mes más tarde en el mismo lugar. Entonces Carlos le propuso irse lejos para vivir juntos. La fecha la sabría por medio de la señora Blanca. Mientras tanto, él arreglaría la situación con sus hijos.
Cuando llegó ese día, Elvira tuvo sentimientos encontrados, el día tantas veces soñado estaba ahora ahí, era el presente, lo sintió en el corazón. En ese momento recordó que los tres niños estaban encargados con la vecina y sintió inseguridad y culpa. Agitada, tomó un bolso, puso en él algunas prendas y salió de la casa cerrando con fuerza la puerta. Atrás quedaban años de abuso y dolor.
En la estación de ferrocarriles de Temuco, la esperaba Carlos con tres de sus hijos, Segundo, Elena y Alberto de dos años. Tomaron el tren Valdiviano hasta Reumén, donde vivía Alfonso, hermano de Carlos. Se quedaron ahí varios días, hasta que encontraron un trabajo en el fundo Coliguacho, a siete kilómetros de Futrono.
Así nació la familia Astroza Triviños.









Antonio Vergara
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Las Oréades
 
 



Cantalao (Isla Negra), 15 de julio de 2015
Dr.
Luis Weinstein
Editor General
Revista Internacional Digital “Co.incidir”

Estimado amigo Luis:
Conforme lo conversado personalmente, vengo en solicitar en nombre de la Asociación Internacional del Libre Pensamiento “AILP”, el incorporarnos al grupo de amigos y colaboradores regulares de su interesante Revista Co.incidir, donde evidentemente coincidimos en varios de vuestros enunciados, que nos son propios, que la definen como: “palabras e imágenes donde se encarnan sentires amistosos, deseos de diálogo entre quienes transitando por caminos sociales, por puentes interpersonales, por los rigores de la ciencia, por desfiladeros filosóficos…”
Como muy breve historia, que ampliaremos en futuras comunicaciones y trabajos, debo informar que en septiembre de 1904 se reunió en Roma el Primer Congreso Internacional del Libre Pensamiento. En su programa se sostenía que el librepensamiento es un método para buscar la verdad, corregir errores y adquirir conocimientos con total emancipación de todo dogmatismo. No es una doctrina sino un método de búsqueda de la verdad. Para el librepensador no hay dogmas, prejuicios, tabúes ni libros sagrados.

Teniendo clara la importancia de este hecho histórico, el Libre Pensamiento Francés propuso a diversas organizaciones mundiales concertar esfuerzos sobre los derechos del hombre y la búsqueda de la verdad, compartiendo la necesidad  de dirigir  las iniciativas hacia el laicismo y la libertad absoluta de conciencia.
   
En el mes de Agosto del 2011, con asistencia de 150 delegados de los cinco continentes, se realizó en Oslo, Noruega, el 1º Congreso de esta nueva organización con el nombre de Asociación Internacional del Libre Pensamiento.
La sede central de la AILP se encuentra en París, Francia, con legalización en dicho país y alcances mundiales. Su primer directorio fue elegido en Oslo, el que se encuentra vigente.

En espera de la aceptación de esta petición, le saluda,

Antonio Vergara Lira
Director Internacional de la AILP y Portavoz para Latinoamérica.


Sección: SOBRE-AMIGOS, CDescripción: C:\Users\usuario\AppData\Local\Temp\Rar$DI02.652\Logo AILP español fondo blanco.jpgO
QUE ES EL LIBREPENSAMIENTO

El librepensamiento se ha definido como la teoría que la inteligencia humana debe ir tan lejos como pueda en la indagación de la verdad y que no puede estar limitada por las ataduras de dogmas diversos.
Los librepensadores juzgan por sí mismo las cosas y busca afanosa e incesantemente la verdad. Rechaza toda creencia que antes no haya sido procesada y aceptada por el entendimiento humano. No admite como verdadero sino aquello que se presenta al juicio crítico de la razón en forma tan “clara y distinta” (utilizando los conceptos de Renato Descartes) que no quepa la más mínima duda.
Sostienen, que la autoridad suprema para la búsqueda y calificación de la verdad y para la apreciación de la moralidad de las acciones es, para cada persona, su propio juicio. Reivindica la confianza en el poderío de la ciencia, del saber y de la inteligencia humana para descubrir los secretos del hombre, de la naturaleza y de la sociedad.
En consecuencia, rechaza los conceptos inmutables e imperfectibles impuestos al ser humano por autoridades ajenas a su propia conciencia. Todos los conocimientos del hombre deben pasar por su libre examen y reflexión.
Esto hace de él un hombre auténticamente libre, no sometido a prejuicios ni a dogmas.
Para el librepensador no hay cosas misteriosas, arcanas ni esotéricas, sino simplemente no descubiertas todavía por la ciencia.
Los librepensadores se nutren del pensamiento crítico para el análisis reflexivo y racional de la realidad, tanto en el plano individual como en el colectivo. Esta coherencia y rigurosidad se refleja en un comportamiento libre de prejuicios y tabúes, es decir, tolerante y racional.

El librepensador tiene espíritu indagador y autodidacto, la diversidad de culturas le enriquece, disfruta la vida con gran intensidad, es irreligioso, considera que la religión es asunto privado de sus adherentes y seguidores, profesa una moral laica, ejerce y defiende su derecho de apostasía, impugna el Estado confesional, no es adorador de las tradiciones, profesa el pacifismo, se siente ciudadano del mundo, rechaza los fundamentalismos de derecha o de izquierda y quiere formar una sociedad de “buscadores de la verdad”.

R. Borja C.
Centro Cultural “Valentín Letelier”
Miembro fundador de la AILP.