REVISTA CO INCIDIR
18
AGOSTO 2015
Tercera parte
Draco Maturana

Spring
HABÍA UNA
VEZ UNAS CALLAMPAS....
Estábamos de vacaciones. El día era hermoso, radiante después de varios
días de lluvia. El abuelo lleno del imparable entusiasmo de sus sesenta años
arrastró a la familia, que quizás habría preferido quedarse remoloneando en
casa, a la aventura de buscar callampas
al bosque. Sus hijos con algún escepticismo discutieron que quizás no sabrían
distinguir las callampas buenas y deliciosas de las venenosas, tradicionalmente
temidas. El abuelo fue tajante: yo las conozco, durante mi infancia comíamos
casi todos los domingos unas deliciosas sopas de callampas que recogíamos en
bosque cercano y, por lo demás, para los que tengan dudas, la prueba es muy
simple: es bien sabido que un gato no va a comer una sopa de callampas
venenosas y aquí hay un gato. Es cosa de ofrecerle a él primero. Con toda esta
discusión y los inevitables recuerdos
del abuelo, contagiados por su entusiasmo, ya estaban el bosque y entre
risas y carreras recogieron las callampas soñando desde ya con la deliciosa
sopa que haría abuela.
Llegó la hora esperada, la sopa humeaba sobre la mesa y su olor delicioso
invadía la casa. Al sentarse, algún escéptico recordó la prueba del gato.
Ceremoniosamente se le sirvió un poco de sopa, sopa que el gato lamió hasta el
fin con gran entusiasmo. Hicieron los honores a la sopa, luego vino la entretenida sobremesa...y alguien
notó que el gato se estaba comportando de manera muy extraña: se quejaba y se
andaba escondiendo en los rincones. Cundió el pánico y todos partimos a la
posta de urgencia del pueblo cercano.
Allí nos hicieron un lavado de estómago y volvimos desagradados y tristes a la casa...Cuando
llegamos, la gata había tenido gatitos.
EL
PAISAJE ASESINADO
El
aire frío da a mi cara una tensión de cuero, a mis pulmones un latigazo
picante, a mi nariz una extraña sensación entre dolorosa y caliente.
Sé
que éste instante que es casi de gozo, se transformará en dolor: primero
en los dedos, en la punta de los dedos, luego en otro, distinto en las
canillas y, por último, el más temido, en las rodillas, sentado inmóvil
en mi banco en la clase.
Pero
aún tengo delante de mí el camino hasta la escuela. Como cada día hago un plan
para disfrutarlo. Pienso, si corro un poco primero, puedo juntar calor y
pararme en los sitios que ya he elegido y espiar los tesoros que llenarán mi
corazón durante el día: dos palomas que estarán, como siempre, acurrucadas bajo
un alero; la rosa que abrió ayer y que espero, esté aún como una llama, en
el jardín abandonado; mi rostro que siempre me espera cuando me asomo por
encima de la baranda que protege el canal... cuando estoy revisando mi plan, a
punto de partir e inhalo con fuerza el aire frío, justo al empezar mi carrera,
veo que algo brilla en el suelo, entre las coronas blancas que adornan hoy cada
brizna de pasto ¡Hay escarcha!. Olvido todo, Hoy pisaré la escarcha.
Corro hasta el primer charco que encuentro,
está cubierto por un vidrio opaco, me detengo. Lo comienzo a pisar suavemente.
Quiero escuchar con claridad el chasquido que hará al romperse. Súbitamente el
hielo se estremece, cruje, veo nacer de mi zapato, con suaves crujidos un sol
de líneas, de líneas rectas. Todo fue justo medido, sin mojarme. Corro hasta un
nuevo charco, está cubierto de un velo transparente, ahora con menos
cuidado, lo piso con fuerza. Pedazos de hielo saltan, se deslizan unos sobre
otros. Más allá me espera otro, casi un vidrio, salto sobre él bufando como un
potro. Para mi deleite, pienso que junto al canal me espera un charco grande
que suele atravesar casi de lado a lado el camino. Me olvido de todo y
corro hacia allá, decidido a llegar por la parte alta del borde del camino y
saltar al medio, correr el riesgo de mojarme los pies. Pero, ¿qué puede
importarme frente a la gloria de sentirme un pequeño dios parado en medio
de una tormenta de crujidos y rayos de trozos de escarcha que saltarán en todas
direcciones rodeando mis zapatos, poderosos creadores de todo ese torbellino?
Ya
nada puede detenerme, quiero ser el primero en llegar allí.
Estoy
llegando a mi destino, de lejos veo el charco brillar aún intacto, preparo mi
salto, un nuevo goce me invade. Un jirón azul aparece entre las nubes,
inundando de color el cielo y luego un sol enorme rojizo velado aún entre las
nubes, apenas sobre la recién visible cordillera.
Lanzado en medio de mi salto, miro hacia
abajo, durante un instante no entiendo, mi corazón se encoge con el golpe de la
sorpresa... un abismo se abre bajo mis pies... estoy en el borde del mundo tan
temido por los marineros de Colón... sólo veo un espacio de una belleza
sobrecogedora… ya no puedo detenerme, me encuentro volando hacia una
caída sin fin al cielo, al sol... quiero hacer eterno ese instante, que ya sé,
destruiré en forma implacable. Quiero salvar ese cielo, esas nubes, ese sol
inmenso… que ahora destruyo, un quejido primero, luego el estallido de
hielo y agua barrosa que salta en todas direcciones.
Quedo inmóvil, aterrado por la destrucción, en un instante de ese espacio
infinito… invadido de pena por la belleza irrecuperablemente borrada, perdida.
El
agua, que empieza a filtrar por mis zapatos, y los gritos de mis compañeros, me
arrancan de la poza.
Una
vaga tristeza me acompañó aquel día.
Luego,
poco a poco, el paisaje asesinado desapareció en mi olvido.
Sudelia Astroza
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UNA HISTORIA
ORIGEN DE UNA FAMILIA
En un amanecer de
enero de 1914, nace en Quellón, una niña, hija de madre soltera.
Para evitar comentarios de los habitantes del
lugar, sus abuelos, Modesto Triviños y Andrea Aguilar, la reconocen como hija y
la bautizan con el nombre de Elvira.
Un tiempo después, su madre la deja viviendo con sus abuelos para ir a
trabajar a Puerto Saavedra, donde conoce a un joven evangélico con quien
posteriormente se casa.
Elvira creció en
el amor de la familia, recibiendo educación y cuidados.
Después de 10 años de ausencia, regresó a la isla la mamá de Elvira, que
ya tenía varios hijos, y sin importarle el dolor de sus padres, se la llevó con
ella para que cuidara a sus hermanos.
Así se encontró en
un lugar desconocido, integrándose a una familia con costumbres diferentes.
Pasó de la misa dominical al culto evangélico, de una casa amplia con huertos y
animales, a una estrecha casa de pueblo. Pero más allá de estos cambios, había
algo que la insegurizaba, las constantes miradas de su padrastro, hombre
religioso y estricto. Luego, las miradas fueron acompañadas de roces casuales,
y con el tiempo, en ausencia de su madre, la sentaba en sus piernas para
acariciarla bajo la falda.
El acoso fue cada
vez más frecuente y menos oculto, al servir la mesa, sentía la mano subiendo
por sus piernas. Hasta que una noche sintió abrirse con violencia la puerta de
su dormitorio, no alcanzó a incorporarse, cuando él la tomó con violencia para
perpetrar la brutal violación, en medio de súplicas y ruegos con gritos
desgarradores pidiendo ayuda, ayuda que no llegó. En vano esperó la presencia
de su madre que se encontraba a sólo metros del inhumano ataque.
Entonces lloró
amargamente, hasta que la lluvia que golpeaba con fuerza el techo de la casa,
le trajo el recuerdo de Quellón y sus abuelos; a diferencia de otra veces, esos
recuerdos no la fortalecieron como antes había sucedido, y volvió a refugiarse
en el llanto hasta la mañana siguiente, en que se encontró con la mirada
inquisidora de su madre que no sólo ignoró lo sucedido, sino que desde
entonces, la consideró su rival.
En medio de este
creciente clima de desamor, unos años después, su madre muere durante un parto.
Y así, durante
años, el terror se apoderaba de ella cada noche, porque en cualquier momento,
su padrastro entraba en su habitación sin que nadie la protegiera.
Debido a estos
abusos, Elvira tuvo tres hijos, dos hombres y una mujer.
Sólo su hermano
adolescente comprendía su dolor y le prometía que cuando trabajara, se irían
juntos de la casa. Sin embargo, el joven muere producto de un accidente al caer
de su caballo, quedando así truncada la esperanza tan soñada por ella.
En una visita a su
amiga Blanca (una señora mayor), esta le cuenta que conoce a un hombre muy
bueno, Carlos Astroza, viudo, con siete hijos, y le propone conocerlo a
escondidas de su padrastro. Del mismo modo, habló con Carlos y le explicó la
situación de su amiga, y juntos concertaron una cita.
El encuentro fue
en el campo, un día de semana a las cuatro de la tarde, donde frondosos Ulmos
dividían un terreno de otro.
El universo juntó
allí a Elvira y Carlos. Testigos de ese momento, fueron los lirios del campo y
las aves del cielo. Se miraron en medio del silencio y luego hablaron de cosas
vagas, mientras se observaban como presintiendo el uno en el otro, la certeza
de un destino común.
El segundo
encuentro fue un mes más tarde en el mismo lugar. Entonces Carlos le propuso
irse lejos para vivir juntos. La fecha la sabría por medio de la señora Blanca.
Mientras tanto, él arreglaría la situación con sus hijos.
Cuando llegó ese
día, Elvira tuvo sentimientos encontrados, el día tantas veces soñado estaba
ahora ahí, era el presente, lo sintió en el corazón. En ese momento recordó que
los tres niños estaban encargados con la vecina y sintió inseguridad y culpa.
Agitada, tomó un bolso, puso en él algunas prendas y salió de la casa cerrando
con fuerza la puerta. Atrás quedaban años de abuso y dolor.
En la estación de
ferrocarriles de Temuco, la esperaba Carlos con tres de sus hijos, Segundo,
Elena y Alberto de dos años. Tomaron el tren Valdiviano hasta Reumén, donde
vivía Alfonso, hermano de Carlos. Se quedaron ahí varios días, hasta que
encontraron un trabajo en el fundo Coliguacho, a siete kilómetros de Futrono.
Así nació la
familia Astroza Triviños.
Antonio Vergara

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Cantalao
(Isla Negra), 15 de julio de 2015
Dr.
Luis Weinstein
Editor General
Revista Internacional Digital
“Co.incidir”
Estimado amigo Luis:
Conforme
lo conversado personalmente, vengo en solicitar en nombre de la Asociación
Internacional del Libre Pensamiento “AILP”, el incorporarnos al grupo de amigos
y colaboradores regulares de su interesante Revista Co.incidir, donde
evidentemente coincidimos en varios de vuestros enunciados, que nos son
propios, que la definen como: “palabras e imágenes donde se encarnan
sentires amistosos, deseos de diálogo entre quienes transitando por caminos
sociales, por puentes interpersonales, por los rigores de la ciencia, por
desfiladeros filosóficos…”
Como muy breve historia, que
ampliaremos en futuras comunicaciones y trabajos, debo informar que en
septiembre de 1904 se reunió en Roma el Primer Congreso Internacional
del Libre Pensamiento. En su programa se sostenía que
el librepensamiento es un método para buscar la verdad, corregir
errores y adquirir conocimientos con total emancipación de todo dogmatismo. No
es una doctrina sino un método de búsqueda de la verdad. Para el librepensador
no hay dogmas, prejuicios, tabúes ni libros sagrados.
Teniendo
clara la importancia de este hecho histórico, el Libre Pensamiento Francés
propuso a diversas organizaciones mundiales concertar esfuerzos sobre los
derechos del hombre y la búsqueda de la verdad, compartiendo la necesidad
de dirigir las iniciativas hacia el laicismo y la libertad absoluta de
conciencia.
En el
mes de Agosto del 2011, con asistencia de 150 delegados de los cinco
continentes, se realizó en Oslo, Noruega, el 1º Congreso de esta nueva organización
con el nombre de Asociación Internacional del Libre Pensamiento.
La sede
central de la AILP se encuentra en París, Francia, con legalización en dicho
país y alcances mundiales. Su primer directorio fue elegido en Oslo, el que se
encuentra vigente.
En
espera de la aceptación de esta petición, le saluda,
Antonio
Vergara Lira
Director
Internacional de la AILP y Portavoz para Latinoamérica.
Sección: SOBRE-AMIGOS, C
O

QUE ES EL
LIBREPENSAMIENTO
El librepensamiento se ha definido como
la teoría que la inteligencia humana debe ir tan lejos como pueda en la
indagación de la verdad y que no puede estar limitada por las ataduras de
dogmas diversos.
Los librepensadores
juzgan por sí mismo las cosas y busca afanosa e incesantemente la verdad.
Rechaza toda creencia que antes no haya sido procesada y aceptada por el
entendimiento humano. No admite como verdadero sino aquello que se presenta al
juicio crítico de la razón en forma tan “clara y distinta” (utilizando
los conceptos de Renato Descartes) que no quepa la más mínima duda.
Sostienen, que la
autoridad suprema para la búsqueda y calificación de la verdad y para la
apreciación de la moralidad de las acciones es, para cada persona, su propio
juicio. Reivindica la confianza en el poderío de la ciencia, del saber y de la
inteligencia humana para descubrir los secretos del hombre, de la naturaleza y
de la sociedad.
En consecuencia, rechaza
los conceptos inmutables e imperfectibles impuestos al ser humano por
autoridades ajenas a su propia conciencia. Todos los conocimientos del hombre
deben pasar por su libre examen y reflexión.
Esto hace de él un hombre
auténticamente libre, no sometido a prejuicios ni a dogmas.
Para el librepensador no
hay cosas misteriosas, arcanas ni esotéricas, sino simplemente no descubiertas
todavía por la ciencia.
Los librepensadores se
nutren del pensamiento crítico para el análisis reflexivo y racional de la
realidad, tanto en el plano individual como en el colectivo. Esta coherencia y
rigurosidad se refleja en un comportamiento libre de prejuicios y tabúes, es
decir, tolerante y racional.
El librepensador tiene espíritu
indagador y autodidacto, la diversidad de culturas le enriquece, disfruta la
vida con gran intensidad, es irreligioso, considera que la religión es asunto
privado de sus adherentes y seguidores, profesa una moral laica, ejerce y
defiende su derecho de apostasía, impugna el Estado confesional, no es adorador
de las tradiciones, profesa el pacifismo, se siente ciudadano del mundo,
rechaza los fundamentalismos de derecha o de izquierda y quiere formar una
sociedad de “buscadores de la verdad”.
R. Borja C.
Centro Cultural “Valentín Letelier”
Miembro fundador de la AILP.