lunes, 6 de junio de 2011

Alamedas para la Renovación Ed Minga 1984

Alamedas
para la Renovación
Créditos
Alamedas
para la Renovación

a Beco Baytelman,
libertario y fraternal,
muerto en -de- el exilio,
cuya alegría generosa sigue con
nosotros y nos renueva.
a Marco González,
compañero de trabajo,
que en este momento
se encuentra preso,
por ser joven y por luchar
por la transformación de la sociedad.

AlAmedAs
pArA lA renovAción
La renovación es otra palabra gastada. Se llenó de la
misma herrumbe, igual empapamiento de vacío, que los términos
libertad, amor, desarrollo, sentido, asombro, de las voces que
nos hacen humanos y que ganamos y perdemos día a día.
Próximo a la muerte, desprendido, grande, un trabajador
de la salud, un hombre valeroso y constructivo, ensanchó
nuestro futuro, comunicándonos que se abrirán las grandes alamedas...
Las grandes alamedas de la creación de todos, del ser humano
en permanente desarrollo, en relación de iguales, libre,
dando amor, dándole sentido a la existencia, aunque vengan
momentos grises y amargos. Siempre más temprano que tarde.
Esas grandes transformaciones ya empezaron. Tenemos
vida, capacidad de conocer, de conocernos, de amar. Existe el
arte, la ciencia, la búsqueda de lo trascendente, la apertura a la
complementación, la amistad, el amor, la desalienación.
La vida, sin embargo, tiene su mitad oscura, la permanente
compañía de las situaciones límites, del dolor, de la muerte,
del sufrimiento, de la culpa, del conflicto. Frente a esa sombra,
a la negación, a la inercia disminuye el resplandor del arte, la
lucidez del conocimiento, el arrojo para abrirse al infinito, para
salir de sí, para llegar al otro, no cabe más que una renovación
permanente.
Renovación es el cultivo tenaz, desde la autocrítica y la
crítica, la disciplina diaria del descubrir la sombra, el confor-
mismo, la separación de los otros, la distancia frente a nuestra
magia y a nuestra salud.
Renovación es el nacer permanentemente, a través de
integrar nuestro desarrollo y el de otros, la razón, los afectos,
la imaginación, la serenidad, la intuición, el cuerpo, el cuerpo
grande, el de la naturaleza, el yo grande, la humanidad.
Hay muchas, infinitas alamedas para la renovación.
Veamos algunas. La política, el hacerse cargo de la vida. Tiene
un aspecto transitorio, sombrío, de búsqueda de dominio, de
poder. Su fondo, sin embargo, es el hombre, cada ser humano,
actualizando sus capacidades. No el poder sobre seres humanos.
La vida, la conciencia, la creación, la belleza con que cada ser
humano da forma, da sentido a la realidad.
La política se proyecta sobre ese todo que por ahora llamamos
Estado, pero, querámoslo o no, se vive en los pequeños
grupos, se extiende a lo ancho del planeta, ocupa el escenario de
nuestras fantasías, especulaciones, razonamientos, es dimensión
básica de los vínculos más significativos.
La renovación requiere legitimarse en el corazón del
debate político, permitir que las consideraciones sobre la creatividad,
el amor, el asombro, la calidad de la vida, discurran
fraternalmente junto al acopio de cifras, a la marejada de las
grandes construcciones urbanas, al germinar de los campos, los
aires y los mares.
No hay renovación sin el auténtico diálogo, es decir, la
fecundación mutua, la integración de las grandes corrientes del
pensamiento y del quehacer humano. ¿Puede el socialismo científico
postergar su reencuentro con su hermano, el camino, lleno
de altibajos, derrotas y esperanzas, de las utopías concretas en el
terreno de la convivencia, la imaginación o el trabajo? ¿Debe
seguir el gran aporte del cristianismo, el amor, tiritando, de alle-
gado, fuera? ¿Es demasiado pronto para dar una gran bienvenida
al psicoanálisis y el existencialismo, fuentes remecedoras de
autoconciencia humana? ¿No nos muestra el lugar cotidiano de
cada militante que la poesía se encarna, se hace indispensable,
amante, en la profundidad del compromiso?
Después del 11, en este siglo sacudido por Hiroshima y
la carga nuclear que ahora es un millón seiscientas mil veces
más grande, estremecidos por el increíble satanismo nazi, por el
vuelo de las revoluciones culturales, por la Revolución de Octubre
y los tristes descubrimientos del 20º Congreso, necesitamos
renovarnos. No de palabra, de pequeña coyuntura. Renovarnos
integralmente.
Hay una imperiosidad radical de avanzar en el conocimiento
del hombre, el protagonista de los cambios. Hay que
mirar creativamente el conjunto de aportes, de núcleos de concepciones
y prácticas para una gran política, integrando, no sólo
procurando entendimiento para relaciones de fuerzas provisorias,
el socialismo, la autogestión, la ecología, el feminismo, el
psicoanálisis, el existencialismo, las tecnologías apropiadas, la
tradición racionalista, el cristianismo, la sustancia del pensamiento
oriental, el desarrollo del cuerpo, las luchas libertarias en
salud, educación, cultura, el dominio del arte...
En este texto adelantamos algunas alamedas de las muchas
que están configurando nuestra época de grandes transformaciones.
Empezamos con la base de la renovación, la pregunta.
El hacer nuestro a Sócrates y su convicción de que una vida no
examinada no merece ser vivida.
Nos internamos en las grandes líneas del autoritarismo,
asiento de nuestras limitaciones caracterológicas, clave para entender
la increíble sumisión a un sistema que mutila al hombre,
nuestra crisis moral, nuestro apagón cultural, nuestra pérdida
de asombro, nuestro horror.
Enfocamos la salud como una gran meta colectiva y, también,
como alameda que permite la participación en las grandes
transformaciones y en el vivir pleno, con sentido, de cada cotidianidad.
Terminamos por esbozar algunas líneas de la política de
promoción humana, libertaria, planetaria. La política renovada,
integral.
Es una política multidimensional, de compromiso y de
razón. Nos gustaría que pudieran integrar el juego y que tú
multiplicaras este texto inventando formas de jugar y crecer con
preguntas y colores.
I
Preguntas

La Pregunta es Libertad. (1979)
En toda estación,
pregunta.
Con viento y estrellas y fuego,
con miedo,
cuando viajan las hojas,
pregunta,
si hay destierro helado,
si sueña el sol silvestre,
si tú desapareces,
pregunta.
Si tengo el nudo inmenso,
dime que pregunte.
Si la marea regala mirar íntimo de sus ojos,
si silencian los fulgores del amor,
pregunta,
en los brotes plenos humeando poesía,
en la muerte nieve nada,
pregunta.
La pregunta es libertad.
Es la estación del niño
cuando asombran sus preguntas:
por qué rítmico, insistente,
de dónde vienes tú, redondo,
qué hay más allá, más allá, más allá...
pregunta en ola interminable,
por qué,
después,
de dónde,
tú,
yo,
qué hay más allá, más allá, después,
sencillo preguntar.
Y tú huyes,
pides ayuda,
te rindes, transas, mientes, hieres.
Por qué
no das la mano a estas preguntas
y las acercas a las tuyas,
como el río al mar.
Cuando llega la estación del amor,
con todos sus colores,
pregunta,
con asombro, con tu miedo,
por qué nosotros,
por qué no el otro, por qué él,
por qué nosotros y no todos los otros.
Cuando respiras grande y pequeño,
cuando se acerquen a la poesía,
cuando empiece el huracán del cosmos,
si el cuerpo se transforma en mirada,
cuando el tercero acecha peligroso, implacable,
si el nudo duele desde la sombra y antaño,
pregunta,
aunque abrume como tajo brutal de amapolas,
pregunta hasta las primeras vertientes
donde ciega la luz porque nace tu certeza.
Colectivos, hermanos, amigos, compañeros,
con números y sitios,
no ahoguen la pregunta con órdenes y letras,
con grandes y pequeños.
Vamos a jugar y preguntemos,
tomemos la pala y preguntemos,
busquemos la verdad y preguntemos,
vamos a la lucha y preguntemos.
Preguntas a la tierra y al amigo,
preguntas a la ciudad y al compañero.
Pregunta, y no vaciles, a tu hermano,
con preguntas se hace el colectivo,
la libertad pregunta su camino.
Pregunta, en la estación del miedo,
cuando el miedo recorre hasta las últimas galerías
donde quieren apresar al infinito.
Si hay furor de relámpagos
en acantilados surgentes, cuando el pesar estalla
como el más oscuro de los astros,
pregunta.
Pregunta, por ejemplo,
por las palabras vivas de los amigos muertos,
pregunta, dónde están,
las más queridas, las últimas, las más de ellos,
el gesto luminoso,
la pregunta que nunca le hiciste,
la melodía única en sus ojos,
pregunta,
desde tu raíz trizada,
desde tus inmensas tormentas, pregunta
la pregunta para darles nuevos amigos,
pregunta la pregunta que pueden sembrar.
Quién eres tú
¿Quién eres tú?
Tú contestas segura, entero,
hablando
de ese nombre, esa cifra, ese lugar, ese poder,
esa costumbre.
¿Quién eres tú?
Más adentro, sacándote esas rebanadas de fuera,
¿tu cuerpo?
Supongamos que sí,
allí esa piel, esa humedad, lo blando del ojo,
lo que se adivina del hígado, la sangre,
la magia de tus fluidos nerviosos. Sin embargo,
¿en qué parte estás tú?
Qué significa que eres,
qué es ser,
qué es ser tú.
Vamos, pliegue tras pliegue,
despertando de este hechizo pálido,
de siempre,
de sentirnos normales,
familiares,
en nuestro mundo,
sin misterio,
sin preguntarnos por esa situación tan extraña
de que seamos,
de que tú seas tú...
de que no sea insólito lo cotidiano,
de que no vivamos en pregunta permanente,
de que exista un “qué”.
Tú distingues, claro,
entre vigilia y sueño,
entre ser y nada,
entre lo normal y lo extraño,
entre magia y razón,
Tú admites una zona de penumbra
para otros, iniciados, lejanos.
Tú sientes fluir las situaciones,
reales, cercanas, poseídas, sin dudas,
familiares.
No te extrañas,
los misterios pasarán,
la ciencia irá llegando a los sitios menos
accesibles,
en todo hay leyes, hay razones,
basta conocerlas.
Tú misma eres una constelación de hechos,
de momentos, de trozos de vida,
fácilmente explicable.
Si vuelvo a preguntarte
quién eres tú:
te pondrás inquieta, inquieto,
te defenderás, no tienes tiempo,
te evadirás, no cabe esa pregunta,
escogerás un mito,
una palabra grande como espíritu u hombre.
Sin embargo, ¿quién eres tú?
Pasan los días, te desvaneces
y transcurres sin encarar el problema,
sin reconocer lo misterioso,
de ser tú,
de estar aquí.
Así creces, comes, haces el amor, trabajas,
te relacionas,
como si no existiera esa interrogante:
quién eres tú,
quién eres tú,
quién
ahora,
detrás de ese mirar, de ese mover los ojos, sonreír,
de esa inquietud.
Cierra ahora los ojos,
trata de sentir la pregunta,
advierte cómo te va transformando.
Después de hacer tuya la pregunta,
caminará contigo
y no serás la misma,
ya no te vivirá la vida,
vivirás tu vida,
su meollo, su secreto.
No el salirse hacia la pesadez constringente,
el guiar incesante, Sísifo, el cuento del idiota,
no esa poesía coagulada, muerta,
la explicación lista,
el misterio inteligente, creencia opiácea.
No, el misterio de quién eres,
el misterio de que pudiste vivir sin
preguntarte
quién
eres.
El misterio de que yo te lo pregunte a ti,
porque también lo vivo yo
y se produce un misterio
maravilloso
en el encuentro
en el misterio
de nosotros dos.
En el misterio
somos finitos, no sabemos, somos frágiles,
somos infinitos,
nos confundimos con lo que no sabemos
haciéndonos a nosotros mismos.
Es un viaje
muy sencillo,
preguntarse
quién soy yo,
dejar hundirse las palabras,
ahora muy lentamente,
más, mucho más seguros
habiendo encontrado el tú,
ahora
¿quién
soy
yo?
Siento un remolino,
como si yo mismo dijera
perplejidad,
en forma de saludo,
bello crepúsculo, dirigiéndose al caos.
Sin embargo,
tal vez porque antes te pregunté a ti
quién
eres
tú,
siento, también,
que digo
buenos días, cosmos,
con una claridad alegre,
como cuando el ser humano conoció sus deseos
y los vio tan propios como una pregunta
y empezó a tener un lugar en la realidad,
un nuevo universo,
que tú y yo ayudamos a continuar
cuando preguntamos
quiénes somos nosotros
perdiendo el miedo,
el vértigo de navegar
donde no se topa fondo de familiaridad,
donde se desvisten los límites,
las costumbres, los sitios, los tiempos,
donde estallan los poderes
y se reconcilian la muerte con la vida.
Quién eres tú,
si lo preguntas
cuando existe el tú de ti al tú,
tendrá un sentido
como si la tierra, el fuego, el aire, el agua
asumieran su sensualidad.
Será un estremecer las miradas
atónita ante la verdad del encuentro.
Quién eres tú
va construyendo religiosamente,
artísticamente,
voluptuosamente,
los grupos más hondos y más cristalinos.
Entre tú y tú,
dentro de ti,
entre nosotros,
vamos haciendo el grupo
preguntando,
como si habláramos fraternalmente
con un resucitado,
o con un visitante de otro mundo,
aceptando el misterio
de quienes somos,
el misterio de olvidarnos del misterio,
el misterio de crecer compartiendo
preguntas.
Tenemos que escoger.
Si no preguntamos quién soy yo
y sólo vivimos los pequeños racimos,
lejos del vendaval de los acantilados,
permaneceremos en el jardín sin compromiso,
en la suave familiaridad,
en lo opaco, en los límites.
No hay dos, hay muchos árboles desnudos,
si nos hacemos grupo, si elegimos ser humanos,
avanzando pregunta adentro,
hasta aceptar el no saber,
hasta empezar a inventar el mundo
tal como quisiéramos que fuere,
no sabiendo cómo es,
no sabiendo si es, queriendo que sea.
Empecemos creando el grupo,
ya que somos misterio,
juguemos a que se adivina
haciendo pequeños mundos
como mejor podamos hacerlo.
Los mundos están dentro de ti,
entre todos tus yos,
tienes que hacerlo hablar,
conmovidos por las preguntas.
Después vamos construyendo
misteriosamente,
grupos en que se pueda tener familiaridad
con los misterios,
grupos en que se goce de lo familiar
sabiendo que es un regalo maravilloso,
grupos que sean verdaderas religiones,
grupos a los que puedas tratar de tú,
grupos que puedan ser
como quieran que sea el mundo.
¿Quién eres tú?
Contesta mientras alguien está torturando
y cree querer.
¿Quién eres tú?
Siente la pregunta cuando muere el niño
que ya sonrió.
¿Quién eres tú?
Aunque seas otro,
aunque sea una forma estupenda de subversión;
no importa que existan planetas de miel,
no esperes que te lo pregunte
un ovni confundido,
o que las mariposas inicien un canto alborozado,
contesta
estrechando la otra mirada
en brotes de colores nuevos;
contesta haciendo nido con migas de aurora,
no digas que sabes porque nadie sabe,
junta la pregunta tuya
con la mía, con otros tús de verdad.
La respuesta es fábula,
simple,
tu mano dando la mano,
justificando el mundo y los otros mundos
con ese mundo que se llama grupo.
La pregunta es un vuelo
que lleva hacia el grupo.

MiLitancia en La Vida
Junté estos textos, sencillos, sin géneros,
entre cartas, manifiestos,
ideas o poesías,
escritos para amigos y compadres,
en años disímiles,
y me podrías preguntar
por qué
hablo de militancia
en la vida,
y recuerdo a Gustavo, Alicia, Claudio,
Carmelo, otros cercanos, ahora digo Armando,
que no están viviendo,
porque murieron, los mataron
o los hicieron desaparecer.
La vida y la muerte
en el camino largo
se acercan.
Hay muchas muertes y muchas vidas,
pero, cristalino, al fondo abisal del compromiso
hay una vida definitiva, militante, libre,
naciendo, de siglo en siglo,
emergiendo de la muerte,
esa gran madre,
cuyo lugar,
la vida militante
va ocupando
en cuerpo, tiempo y crepúsculos,
proyectos y límites
y sentir.
La vida y la muerte
próximas,
con Jorge, Rodrigo, Lumi, Carlos,
en que yema la vida en la vida,
cuando la pregunta esencial
se convierte simplemente en sol.
La militancia en la vida,
me parece,
tiene mirada a los ojos de la muerte,
sin rehuirla,
es deshielo para el exilio,
exilio de la calle, del trabajo, de la casa,
exilio del país,
exilio en el interior del cono sur,
exilio dentro de ti mismo.
Militancia en la vida es calor y preguntas
en el camino a vencer todos los exilios.
Militancia en la vida
es el encuentro de la poesía y el trabajo,
encuentro de tu proyecto y el socialismo,
encuentro de tu salud y la de todos.
Dije socialismo y no lo dudo,
militancia en la vida es socialismo,
socialismo entre tú y tú,
socialismo dentro de ti,
socialismo de cultivo arduo, lento y leal,
socialismo con magia y muy abierto,
socialismo con el cuerpo, con el tacto,
con las vísceras,
socialismo con el querer
hasta encontrar los multiversos
de todas las ternuras,
socialismo con imaginación, verde,
desbordante morada, precisa,
socialismo con la naturaleza, palabra al oído,
de rosa a rosa,
socialismo silbar de montañas con mares
y con minas,
socialismo jugando, plenitud
en benignos zarcillos.
No sé si lo piensas tú,
el proyecto de vida se hace militancia
en la honradez del borrador esforzado,
en la guerra finita por comer,
por mantenernos vivos,
guerra prolongada, infinita
por llegar a regalarnos mutuamente
nuestros sueños,
insurrección, con todos los colores,
hasta no avergonzarnos, sectarios,
si la historia sigue más allá del hombre.

aLgunas Preguntas
Para La renoVación
1
¿Qué sientes al pensar que los humanos somos radicalmente
iguales y, al mismo tiempo, profundamente diferentes?
¿Podrías conversar con una persona cercana y tratar de ver
con ella, mirándose a fondo, existencialmente, si es cierto
que ustedes son iguales y, a la vez, diferentes? ¿Podrían preguntarse
si eso es universal?
2
Pascal pone en una nota de sus Pensamientos: “El Hombre
Dependencia, deseos de independencia, necesidades”. ¿Eso
te dice algo a ti, ahora?
3
Octavio Paz nos propone: “Merece tus sueños”. ¿Quién de
tus más cercanos se acerca a ello?
4
Neruda expresó en su Alturas de Machu Picchu: “¿Fuiste
también el pedacito roto de hombre inconcluso?”. Alguna
vez apuntó también a una “tentativa del hombre infinito”.
¿Te sientes parte de una “tentativa” para que el ser humano
sea más completo?
5
¿Cuáles son para ti las necesidades más radicales que la sociedad
actual no puede satisfacer?
6
¿Cómo haces tu autocrítica, con quiénes, cuándo, sobre qué
áreas? ¿Por qué la llevas a cabo?
7
¿Qué tienen de común los que no toleran las contradicciones,
las ambigüedades, las frustraciones?
8
Piensa brevemente en la historia de tus prejuicios. ¿Cómo
se han ido sucediendo en tu vida? ¿Cómo se explican?
9
¿Cuáles son tus lados más conservadores, cómo puedes interpretarlos,
qué piensas de su origen?
10
¿Cómo describirías a una persona autoritaria?
11
¿Cómo te explicas que existan las tendencias autoritarias?
¿De dónde vienen?
12
¿Qué diferencia haces entre rigidez y disciplina?
13
Sugiere una pregunta que ayude a mantener viva y fresca la
lucha por una sociedad de hombres libres.
14
¿Es lo mismo provocar ambigüedades que avanzar en ser
capaz de tolerar la ambigüedad?
15
¿Qué diferencias existen entre la disciplina de una orquesta,
el respeto de un maestro por un discípulo y las relaciones
de subordinación autoritaria?
16
¿Qué perspectivas te permiten asumir las ofensas personales
y tratar de no concentrar tu energía en dar vueltas
alrededor de heridas a tu amor propio?
17
¿Qué cosas se pueden hacer a diario para convertir una relación
entre padres e hijos adolescentes en una auténtica
amistad, en vínculos entre iguales?
18
Entre las parejas que conoces, ¿cuál es la más libertaria?
¿Por qué? ¿Qué características hacen que la sientas libre, no
sujeta a la trampa de la posesión y el dominio-sumisión?
19
¿Qué hace tan difícil el desarrollo de parejas que crecen
potenciándose mutuamente?
20
¿En qué momentos de tu vida sentiste que creciste haciéndote
más libertario? ¿A qué se debieron esos cambios?
21
¿Sabes de algún grupo de trabajo que sea, a la vez, creador,
cumplidor con sus objetivos y en que cada persona se sienta
individualizada y libre?
22
¿Qué personajes “buenos” y “malos” hay dentro de ti mismo?
¿Cómo se han mostrado en la última semana?
23
Piensa en los conflictos importantes que tuviste en tu vida.
¿Qué aprendiste de cada uno de ellos?
24
¿Qué es para ti una utopía concreta? ¿Tienes alguna ahora?
¿La tuviste alguna vez?
25
¿Cómo se puede educar uno mismo para no usar la libertad
como una fórmula vacía, un ritual?
26
¿Qué partes tienes que integrar de ti mismo para poder
acercarte a la libertad?
27
¿Qué tienes que hacer con tu manera de comunicarte con
los cercanos para hacer más libres las relaciones?
28
¿Cómo puede reducirse la distancia entre lo que piensas
sobre política y lo que haces en la vida cotidiana?
29
¿Sientes que puedes pasar libremente del acoger al otro al
exigirle, al invitarlo a ser más profundo?
30
¿Te es posible comprometerte con una sociedad mejor y
aceptar, al mismo tiempo, que el hombre es complejo, que
es difícil construir una sociedad realmente libre?
31
¿Sientes que es cierto lo que dice Benedetti en el sentido de
que se puede ser libre frente a un torturador?
32
¿Pensaste alguna vez en lo difícil que es ser libre mientras
existan seres humanos que no son libres?
33
¿Cómo le explicarías a un niño de 5 años lo que es la libertad?
34
Si llegara algún extraterrestre, capaz de comunicarse con
nosotros, ¿cómo le explicarías las formas principales con
que el hombre entiende la libertad?
35
¿Podrías escribir un diálogo en que una persona afirma que
amor y libertad son diferentes, y otra está en la posición de
que en el fondo es lo mismo?
36
¿Podrías escribir un diálogo entre personas que sostuvieran
distintas alternativas frente a la relación entre poesía y libertad?
37
¿Qué preguntas harías tú para saber si una persona es libertaria,
en relación a sí misma, a las personas significativas, al
trabajo, a la sociedad?
38
¿En qué situaciones te vuelves sumiso, pierdes tu centro, tu
individualidad?
39
¿En qué momento tiendes a ver al otro como objeto, para
mandarlo, para hacerlo instrumento, dejando fuera su individualidad?
40
¿Tienes alguien que puede ser una especie de espejo mostrándote
tus prejuicios, tus rigideces, tus blancos o negros,
tu obsecuencia, tu imposición frente al otro?
41
¿Ayudas con alegría a que alguien construya su proyecto de
vida sabiendo que es distinto al tuyo, de que no te pertenece?
42
De los diferentes miedos que tienes, ¿cuáles aceptas como
propios de cualquier ser humano, porque tienen que ver
con lo más básico del hombre, cuáles están en relación con
el tipo de sociedad en que vivimos, cuáles dependen de tu
modo de ser, de tu vida particular, cuáles están asociados a
las circunstancias presentes, a una situación actual?
43
¿Cómo ves los parecidos y las diferencias entre hombres
y mujeres, tienen una base biológica, social, de psicología
básica de valores?
44
¿Cómo te explicas el alcoholismo, como problema que
existe en todo el mundo? ¿Qué valor le das a los aspectos
económicos, a la cultura, a las tensiones, a como es el hombre?
45
¿Qué piensas sobre la agresividad? ¿Viene de tendencias
muy profundas? ¿Es consecuencia de frustraciones? ¿Hay
que integrarla? ¿Hay que superarla?
46
¿Qué entiendes por concepción integral de la política?
¿Cómo fue el proceso que te llevó a esa noción?
47
¿Qué es para ti la renovación, en su sentido sociopolítico?
¿Cómo la asocias con necesidades radicales, autonomía,
creatividad social, poesía, cuestionamiento del autoritarismo,
participación ciudadana en salud?
48
¿Cuáles son los principales cambios que has experimentado
a partir del 73?
49
¿Cómo sugerirías hacer las bases generales de un programa
para ayudar a la inserción social y personal de los exiliados
que retornan?
50
Cierra los ojos, relájate, medita en la frase de Salvador
Allende: “Se abrirán las grandes alamedas...”. ¿Qué sentido
le das tú a esas palabras?
ViVir Los coLores
Buscar los colores, darles la mano, seguirlos a diario,
desnudando lo que sentimos a través de la crítica y la autocrítica,
en la amistad, la pareja, el grupo, la comunidad, la
familia, la educación. Identificar el color de nuestras vivencias
como formas de conocernos, de crecer, de comunicarnos,
de ir transformando la sociedad. Dejar que los colores
hablen entre sí, se asomen a los sueños.
El café es la herida porque se olvidaron de ti, no te
reconocen, prefieren a otro… Es la relación sensitiva, el centrarse
en el ego o el narcisismo, o la quisquillosidad pequeño
burguesa. Se la experiencia como puñalada profunda.
No deja dormir. Perturba el trabajo colectivo y los vínculos
amorosos con su sesgo individualista.
Cuando se logra superar esa vivencia penosa, se recupera
un centro más universal, el amor en vez del narcisismo,
la unidad de todo en lugar del ego, la humanidad versus
el individualismo, la magnanimidad y el perdón en vez de
la afrenta dolorosa… el café se transforma en naranja. El
naranja, balsámico, es la vivencia de restablecimiento de lo
adulto, lo grande, después del café.
La vivencia de ternura evoca el turquesa. Es el anciano
feliz de identificar a su antiguo amigo y que sólo puede
expresarlo con la mirada. Es el niño, la niña, resplandeciendo.
Es la sensación de tibieza, de acogida, de proximidad.
El azul es la apertura, el estar en el proyecto de cambiar
la vida, el horizonte en grandes avenidas. Invulnerable
a los cafés. Identificado con lo constructivo y lo profundo.
Seguro, pero al mismo tiempo atento, flexiblem en sintonía.
Es la mirada más directa a los ojos, a la verdad compartida
sin velo alguno. El celeste anuncia lo azul, es la amplitud en
ciernes, no consolidada todavía.
El gris es su reverso. Lo chato, lo mezquino. También
lo fatuo, lo pedante, lo inauténtico. Lo que va contra
la vida. Es la tortura. Es la sordidez de la explotación. Es la
ofensa del lucro y la ostentación. Es la búsqueda burda del
poder del dictador y el financista, y la menos transparente
de la familia o el grupo progresista.
La duda es violeta. Tanto más violeta cuanto más
última, más un situarse en la necesidad radical de certeza.
A veces es el color de la crítica, de la investigación. La pregunta
que abandona raíces y empieza a humear de inasible
se va haciendo violeta, como la duda entre el vuelo, la magia
y la disciplina humilde del trabajo de hormiga.
El amarillo es alegre, liviano, aceptador. Como salir
silbando de madrugada. O jugar a la escondida con un niño
pequeño.
El verde es la prodigalidad de la naturaleza, dándose,
incluyendo paisaje, animales, océanos, ciudades y seres humanos.
Es la integración. Lo ecológico. Es lo amistoso, en
contacto, unitario. Es un momento, una actualización del
azul, la visión holística.
Lo negro es el polo radical de lo azul, la exigencia de
infinito, igualdad, el derecho absoluto a la diferencia.
Entre el azul y el negro, el endrino es el instante del
hallazgo, la apertura azul y la afirmación total, negra, se en-
cuentran en la aparición de lo nuevo, ideas, arte, vínculos,
mutación.
El rojo es el momento de pasión. La sensualidad
tierna turquesa, la juguetona, amarilla, se hacen turbulencias,
turgencia, orgasmo, eclosión, marejada revolucionaria,
gritos torrenciales de los pueblos. En general la lucha es
más bien rojo pálido, rosa, fervor contenido. Enrojece al
tomar plenitud, al llegarse a lucha denodada. Lo revolucionario
de la revolución.
Lo práctico, sin alma, sin odio, sin amor, sin amplitud,
sin sombra, es el sin color, a veces grumoso, viscoso,
aunque es difícil que no se tiña de gris.
Dejémoslo acercarse: azul apertura, gris negatividad,
café narciso, naranja café metabolizado en saludable, rojo
revolucionario en lucha y fervor, negro total, utópico, verde
ecólogo integrador, endrino vistante creativo, violeta de dudas,
pragmático sin color.

eL Juego de Preguntas y coLores
Es un juego para grupos que quieran crecer, les importa
el cambio a nivel de cada persona y la transformación
de la sociedad. Les interesará a quienes estén por un cuestionamiento
radical del autoritarismo en todas sus formas.
Un Modelo de Juego
Recomendamos empezar por inventar un código de
colores. Se puede tomar o no los mismos rubros del texto
nuestro “Vivir los Colores” y elegir los colores que se crea
correspondan a ellos. Así como para nosotros la ternura es
turquesa y/o la sensibilidad, café, para el grupo los colores
que interpretan esas vivencias podrían ser, por ejemplo, rosa
y plomo respectivamente.
En segundo lugar, cada partícipe contestando las preguntas,
rotándose quién empieza con las respuestas. Después
de escucharlo, los otros le van adscribiendo colores.
De esa manera, según cómo alguien conteste la pregunta
50 sobre cómo vivencia él “se abrirán las grandes avenidas”,
los otros votarán rojo, verde, etc., de acuerdo al código.
(Nunca está de más ejercitarse en votar).
En tercer término, se establece una especie de “tendencia”
de color de cada jugador, según lo que predomine
en su “currículum” de contestaciones.
Al final, el grupo revisa el código de colores, de
acuerdo a qué ha elaborado, lo consistente y completo que
mostró ser durante el desarrollo del juego.
Segundo Modelo de Juego
Semejante al anterior, pero con diseño colectivo de
un código de otra naturaleza, de sentidos como olores, sabores
o sensaciones táctiles, por ejemplo, o de otra índole,
como ser paisajes, animales, ciudades, etc.
Tercer Modelo de Juego
Un poco más complicado. (Todo sea por la renovación
y la política integral). Se trata que, utilizando un
código de colores -o un sucedáneo- elaboren otra serie de
preguntas, distintas a las nuestras, cuyo contenido apunte
a los mismos objetivos. Las otras etapas del juego son las
mismas, operándose con las preguntas elaboradas por los
jugadores y adjudicándoles colores u otros atributos, según
lo programado.
II
Autoritarismo

eL concePto
de autoritarisMo. (1983).
Al mirar los programas de salud mental en forma
panorámica, nos orientamos haciendo tres preguntas que
podemos resumir en los clásicos ¿qué?, ¿a quiénes?, ¿quiénes?
¿Qué, cuál es el problema, el rango de los objetivos y
los contenidos? ¿A quiénes, los incluidos, los casos índices?
¿Quiénes son los responsables, los que llevan a cabo el programa?
En la medicina “realmente existente” se hace tratamiento,
lo recibe habitualmente un sujeto, o un niño, o un
adulto, y el responsable es el médico u otro profesional de
la salud.
En el campo de la salud mental asistimos a una enorme
transformación, en que los estudiantes y el público se
ven fácilmente confundidos.
El problema a abordar, el “territorio”, empezó siendo
el sicótico, se extendió hasta incluir la neurosis, los problemas
de aprendizaje, los sicosomáticos, las adicciones,
pasó luego a integrar también a las comunidades, las instituciones
y los grupos. Parecer una tremenda inflación que
culmina en estos tiempos en que la sicología humanista,
las transpersonal y la psicosíntesis cooperan activamente
con pacifistas y ecologistas en una iniciativa planetaria
para tratar de detener la catástrofe nuclear. Siguen siendo
importantes la esquizofrenia, las demencias, la neurosis de
angustia, el asma, la dislexia, pero el trabajador de la salud
mental participa en asesorías a grupos, en trabajo en poblaciones,
e, incluso, se compromete frente a los problemas
internacionales, los del género humano.
La apertura en contenidos trae, lógicamente, la ampliación
y diversificación de los sujetos involucrados, y que
ahora son, además del individuo, las parejas, las familias, los
pequeños grupos, los vínculos, las escuelas, los sindicatos,
los barrios, las sociedades, la propia especie en riesgo de
extinción.
Hasta hace unos 50 años los llamados “agentes” de la
salud eran los siquiatras, los “alienistas” de entonces. Ahora,
si bien contamos con expertos, especialistas como los sicoanalistas,
los psicopsicólogos, los facilitadores, Rogerianos,
también hay grupos de pacientes, profesores, representantes
de la población, movimientos juveniles, de mujeres, de
ecología, compartiendo legítimamente responsabilidades.
Esta variedad de situaciones, hasta variedad de cambios,
exige de por sí una atención a un problema de creciente
actualidad, el llamado síndrome autoritario, conjunto de
características muy prevalentes que hacen difícil asumir las
transformaciones rápidas, las situaciones complejas, confusas,
inciertas. El autoritarismo es problema para los mismos
médicos, sociólogos y trabajadores de la salud mental.
Más allá de ello, la complejidad de las vibraciones
sociales globales, la vida cotidiana, los vínculos, exigen
atención, conceptualización, políticas renovadas. El autoritarismo
permeabiliza los temas tradicionales y los más actuales,
el alcoholismo, la crisis adolescente, el machismo, la
neurosis obsesiva, el rechazo al sicótico, la patología de los
grupos, la violencia, la pasividad, el conformismo.
¿Qué llamamos autoritarismo? Se hace referencia a
lo autoritario en las ciencias sociales y en lo individual, la
clínica. Nosotros intentaremos ordenar algunas nociones
referentes al llamado síndrome autoritario, conjunto de rasgos
personales que tienden a darse en formas convergentes,
a coincidir. Son tan frecuentes y tienen tanta importancia
para la sociedad que, independientemente de su relación
etiológica, de que sean en gran parte el producto de cómo
está conformada la sociedad, tenemos que ubicarlo como
un síndrome sicosocial.
¿Cuál es el eje del autoritarismo, su rasgo central? La
observación muestra que su núcleo está en una conformación
excesiva con la autoridad, en que el sujeto adhiere en
forma rígida a las relaciones de autoridad, obedeciendo o
imponiendo mandatos de manera arbitraria.
Hay una larga tradición de preocupaciones por el
tema, asociada al problema del poder, la libertad, la amplitud,
los prejuicios. Está en las grandes religiones, particularmente
el cristianismo, judaísmo, hinduismo, taoísmo,
budismo. Se inscribe en la filosofía de los sofistas, Sócrates,
los estoicos, los pensadores cristianos, los enciclopedistas,
Voltaire, Rousseau, Locke, Kant. En la revolución francesa,
en la americana.
En este siglo emerge como tema a través de movimientos
sociales como las revoluciones rusas del 5 y 17,
los Consejos Obreros, la revolución española, la experiencia
yugoslava, la revolución húngara del 57, el movimiento
de Solidaridad en Polonia, los hippies, el movimiento de
mayo. La propuesta antiautoritaria está contenida en dos
ideas fuerza vertebrales: participación y autogestión, en dos
grandes contenidos de intereses: vida cotidiana y visión integral
de la política.
El estudio del síndrome autoritario ha sido llevado
a cabo con metodología sicosocial, de escalas, de entrevistas,
en base a experimentos con grupos, análisis fenomenológicos,
a desarrollos sicoanalíticos. Hitos importantes,
contemporáneos, son dos ensayos que pudieran verse como
complementarios, El Hombre Rebelde, de Camus, y las Re-
flexiones Sobre la Cuestión Judía, de Sartre. El primero plantea
las bases y los problemas de la orientación libertaria, en
filosofía, en política, en arte. El segundo, muestra cómo el
antisemita no es sólo antisemita, es una persona con una
forma particular de relacionarse consigo mismo y con el
mundo, con un conjunto ordenado de características, que
se centran en la desconfianza, en el miedo de sí mismo, de
los cambios en la sociedad.
Miedo, “a la condición humana”. Por el otro lado, encarna
un pronunciamiento por la aceptación acrítica de lo
establecido, una especie de elogio de la mediocridad. Podrá
establecerse un puente de unión entre el antisemita mezquino
de Sartre y el hombrecillo del Reich de la posguerra,
incapaz de grandeza, de elegir a favor de la promoción humana.
Con una base sicoanalítica como Reich, Marcuse
destaca la unidimensionalidad, la gran conformidad represiva
del hombre contemporáneo.
Foucault hurga en la historia y los velos del poder, en
la microfísica que impregna las instituciones, los vínculos,
los discursos.
Erich Fromm ha sido, posiblemente, el pensador
que más ha hecho por llevar el problema del autoritarismo
a un nivel de universidad y de manejo público. Hay
una conciencia autoritaria que se impone desde fuera en
oposición a la conciencia humanista, la de los profetas, de
Jesús, de Buda, la afirmadora de las posibilidades humanas.
En esta época el hombre teme a la libertad, y frente a la
problemática existencial de la separatividad humana va por
caminos improductivos, apartándose de la creatividad y el
amor, apartándose de la conformidad, la acumulación, la
dependencia, la destructividad.
En el campo religioso, Krishnamurti es una figura
real y legendaria que rechazó el papel de salvador de la humanidad
para convertirse en un activista, en un educador
antiautoritario que busca el cambio cualitativo, la “mutación”
humana que pueda salvarnos de la catástrofe.
Frente al quehacer de las profesiones y el manejo de
la vida moderna Illich propugna una nueva conviavilidad.
La medicina ha crecido como tejido cancerígeno, atrofiando
las posibilidades de expresión propia, saludable, del ciudadano
común. La excesiva medicalización trae un “némesis”,
el castigo de los dioses, las enfermedades por exceso de
medicina, la iatrogenia. La escuela nos deforma con su institucionalización
de lo que debe ser el libre juego educativo,
con iniciativa familiar, personal y comunitaria. La escuela
es una “vaca sagrada” que debe desaparecer. En esa crítica
se encuentra con Freire y su movimiento renovador. La
educación es “práctica de la libertad”, es concientización,
es paso de la conciencia ingenua a la crítica y a la acción
cultural.
En salud mental el cuestionamiento del autoritarismo
emerge por múltiples cauces. Basaglia señala el camino
para una siquiatría democrática que abre las puertas de los
hospitales siquiátricos con el fin que la comunidad recupere
a sus enfermos segregados. Laing y Cooper cuestionan la
familia y la concepción misma de locura. La terapia radical,
expresión avanzada de la corriente trasnacional, centra su
trabajo en el problema de la explotación y la alienación.
Surgen centros de salud mental en que participan los enfermos
en asamblea, interviene la comunidad, se rompen
las jerarquías entre los profesionales. Entre el sicoanálisis
ortodoxo y el conductismo, discurre, con caudal creciente,
terceras y cuartas fuerzas, humanistas y transpersonales,
respectivamente, en que se privilegia el encuentro, la
igualdad, la transparencia, el desarrollo espiritual, el aporte
a una humanidad mejor. En ese gran telón de fondo, el
movimiento libertario del siglo pasado, los derrotados en la
comuna, en los consejos obreros, en mayo del 68, renacen
como ave Fénix en la vitalidad del feminismo, la ecología,
las tecnologías alternativas, conformando una verdadera
cultura alternativa, de rechazo y participación, la cultura
autogestionaria.
El síndrome autoritario es el límite y el imán incentivador
de los esfuerzos autogestionarios. La ciencia, uno
de los radicales de la nueva política, la política antropológica
y planetaria de Edgard Morin, junto al amor cristiano y
a la producción marxista, se ha detenido, analítica, rigurosa,
corroborando, enriqueciendo, las instituciones y especulaciones
de los pensadores y artistas y las propuestas de los
movimientos sociales.
Fromm y el grupo de Frankfurt habían pronosticado
que las características autoritarias del pueblo alemán le harían
respetar a Hitler y seguirlo en sus locuras destructivas
si llegaba a ser investido de autoridad formal. Adorno, del
mismo grupo, como Marcuse y Horkheimer, realiza una
investigación junto a Frenkel Brunswick, Levinson y San-
ford, que llevó a la formulación de la teoría de la personalidad
autoritaria. Se trata de un conjunto de rasgos de
la persona propensa a ser fascista, que conforman con una
determinada escala de medición de actitudes. El fascista
potencial coincide, en gran medida, con el ser prejuicioso y
conservador.
Estudios posteriores permiten enriquecer los primeros
hallazgos, y hacer posible el hablar de un síndrome en
que tienden a darse diversos rasgos que incluyen, en forma
más o menos destacada, los siguientes:
1. El apego a la autoridad, en su doble vertiente de
mandar y obedecer.
2. Concomitantemente, el desprecio, la descalifica-
ción de la debilidad, la ternura, lo nimio.
3. Un interés por la fuerza, por el poder, el líder
fuerte.
4. Una exigencia de obediencia, de conformidad.
5. Apego al propio grupo, idealización del mismo.
6. Rechazo a lo extraño, a lo más allá de las
fronteras del grupo.
7. Un apego a la convencionalidad, lo prevalente.
8. Distancia frente a la indagación, la pregunta.
9. Rechazo, prevención, desprecio, ante las variacio-
nes de la vida sexual, en relación a las minorías.
10. Anti intracepción, es decir, rechazo a lo sensible,
a lo imaginativo.
11. Arraigo en lo concreto, distancia frente
a la abstracción.
12. Una actitud cínica, descalificadora, destructiva.
13. Presencia de la proyección y racionalización
como mecanismos de defensa sicológica.
14. Tendencia a uniformar los problemas, a no
ver diferencias cualitativas entre ellos.
15. Dogmatismo.
16. Prejuicios, orientaciones no examinadas,
cerrados a la evidencia.
17. Estereotipos, encasillamientos.
18. Rigidez, unilateralidad, dificultades de
adaptación, de comunicación.
19. Intolerancia a lo ambiguo, lo insinuado,
lo incierto, lo ambivalente, la contradicción.
Los estudios sicosociales con entrevistas han tenido
su corroboración en trabajos empíricos. Cuando Eochman
fue sometido a juicio en Israel por su responsabilidad en los
campos de concentración, su defensa se centró en su condición
de subordinado. “Lo siento, cumplí órdenes”. Algo
semejante había dicho Keitel en el proceso de Nuremberg.
Stanley Milgran, desde la Universidad de Yale, dirigió
estudios en que evidenció los límites increíbles de la
“obediencia a la autoridad”. Se le solicitaba a voluntarios
que aplicaran supuestos shocks eléctricos a sujetos que debían
llevar a cabo un proceso de aprendizaje. Cada vez que
la persona fallaba en una pregunta, se le debía propinar
electricidad en forma creciente. Los sujetos experimentados
ignoraban que no existía realmente corriente eléctrica
y obedecían instrucciones de aplicar hasta el tope previsto
de 450 volts. Un grupo de siquiatras interrogados supuso
que sólo un 1% de la muestra llegaría hasta el presunto tope
de los 450 volts. Lo hizo un 65%. No había un problema
económico, de supervivencia, los participantes tenían asegurados
sus US$ 4,5 con la sola asistencia al experimento.
No hay duda que el problema estaba, está, en la obediencia,
en la patología de la obediencia.
¿Qué hay detrás de la obediencia, del autoritarismo?
En la versión de Adorno, el cumplimiento de una lógica
conforme al marco de referencia psicoanalista; identificación
con padres autoritarios, liberación de energía agresiva
reprimida contra la opresión del padre.
Nos acercamos más al punto de vista de Sartre y de
Fromm, es una solución al problema humano básico, la
alternativa mediocre, ciega, a la fuerza y la estructura. El
triunfo de la deficitaria es el sentido de Maslow.
Belloc lo había dicho, la igualdad tal vez sea un
derecho pero no hay poder humano que alcance jamás a
convertirla en un hecho. Pero la igualdad es una necesidad
radical. Es una búsqueda, heroica, trágica en que muchos
abandonan la partida. No en balde decía Pittigribi que ser
hombre es por sí mismo una circunstancia atenuante. La
igualdad es un aprendizaje que requiere del convencimiento
que Emerson señalara como un gran camino, cuando
afirmaba que todos los hombres que conocemos son superiores
a nosotros en algún sentido y podemos aprender
de todos ellos. No somos completos, no somos nosotros
mismos sin los otros. Son índices de realidad, dice Festinger.
Lo que los otros dicen nos da el sentimiento de nuestra
propia realidad.
Para no buscar caminos subhumanos como el autoritarismo,
sólo tenemos por delante la difícil tarea de enfrentar
dignamente la condición humana.
En esta relación digna, igualitaria, somos autores,
somos creadores, no somos autoritarios, instrumentalizadores.
Qué cerca y qué lejos están la capacidad de ser auto-
res, realmente protagonistas, comunicados con la vida, con
los otros, y el ser autoritarios, separados, dominando u obedeciendo.
Lo autoritario niega, por reducción al absurdo, la
verdadera autoridad, la autoridad racional, la que lleva a los
padres a aportar a sus niños, en la medida de su debilidad
real, dando seguridad y armas orientadas a que los menores
se desarrollen, se vayan haciendo cada vez más autónomos,
menos sumisos, más generosos, menos despóticos, más capaces
de relaciones entre iguales.
Lo autoritario niega las diferencias reales, las que
surgen de las variaciones en la experiencia, en las aptitudes,
las que ayudan a desarrollos complementarios, las que
emergen en las emergencias.
La autoridad arbitraria, cercana al poder, al vasallaje,
a la alienación, no puede confundirse con la auténtica autoridad
moral, el ascendiente misterioso de los seres humanos
diferenciados, autoconscientes, en dinámica relación
consigo mismos de respeto y autocrecimiento y de cuidadosa
higiene del yo. El autoritarismo con su yo pequeño es
la caricatura del esfuerzos de las auténticas autoridades por
trascender el yo en dirección a los otros significativos, el
grupo de los próximos, la sociedad, la naturaleza, el todo.
La “PLusVaLía” autoritaria
en La FaMiLia
Poco a poco, dolorosamente, hemos tenido que ir
renovando nuestra visión de la realidad y nuestra práctica
política.
De la crítica abstracta al “fascismo”, de los años de
educación preventiva estrecha, tubular, sobre el riesgo del
“golpismo”, se ha ido pasando a entender que nuestra sociedad
siempre fue alienada, con prácticas autoritarias, con
una enorme capacidad de obediencia obsecuente y de dominación
acrítica en todos los sectores. Incluso en el medio
popular. Aun en los militantes más “conscientes”.
Un hito importante en la renovación ha sido el poner
el dedo en esta llaga, en el peso de la cultura dominante,
en su responsabilidades en las dificultades para llegar a la
unidad, a la organización, al nivel de lucha que corresponde
a las brutalidades del período.
La cultura dominante se reproduce a través de la escuela,
de los medios de comunicación de masa, de los grupos
informales y, muy especialmente, mediante la familia.
La natural dependencia del niño respecto del adulto
y la falta de otros agentes socializadores primarios, por la
fragmentación e impersonalidad de la sociedad, hace a los
padres responsables básicos y casi exclusivos de los primeros
y más importantes estadios en la formación del niño.
Al constituirse en un modelo de desarrollo sin autocrítica,
sin personalización, los padres introducen una
“plusvalía de poder” en la estructuración de la personalidad
del niño. Mantienen, artificialmente, la dependencia; mutilan
capacidades de crítica y de autonomía, contribuyen
centralmente a la reproducción de los caracteres autoritarios.
Entre los medios específicos que generan esta “plusvalía”
se encuentran:
a. La transmisión de prejuicios, contra los indígenas,
los marginales, los “rotos”, la práctica política, los revolucionarios.
Ello, en conjunción con la afirmación prejuiciosa
del nacionalismo, el consumismo, el integrismo religioso,
entre otras direcciones conservadoras.
b. La manipulación de la dependencia, prolongándola
y extendiéndola a áreas en que no tiene asidero racional.
El chantaje afectivo, la intimidación, el sesgo informativo,
son algunos de los instrumentos con que se va consolidando
un “modo de ser” autoritario, conformista, sumiso o dominante
según las situaciones.
c. Una visión “familista”, fragmentadora, individualista
de la sociedad. Se extiende el individualismo a un pequeño
grupo –lo familiar- en que los intereses personales se
sobreponen con los de los parientes cercanos.
El profesor puede colaborar en el enfrentamiento
del autoritarismo “familístico” del niño a través del diálogo
informal con los alumnos, los padres, los colegas y la comunidad,
mediante juegos, en la discusión de textos escritos,
cine, obras de televisión y teatro.
Más allá de las técnicas, el camino más adecuado
para abordar esta temática pasa por la personalización y, en
primer término, la capacidad del profesor de dar cuenta de
sus propias vicisitudes en esta problemática.
Se trata de que el profesor pueda hacer alusiones y
entrar a cuestionar los patrones formativos en su familia, de
origen, e incluso, autocríticamente, en su pareja o familia
actual. El hacerlo con franqueza, con seguridad, con ponderación,
provoca una respuesta de apertura recíproca, de la
incitación a la revisión, de facilitación de descubrimientos,
atenuando ansiedades y culpas.
En combinación con la apertura y la efectividad demostrativa
personal, está el situarse en una perspectiva ética
básica con respecto a la relación entre los intereses individuales
y los sociales.
La familia reproduce el autoritarismo apoyando, advertida
o inadvertidamente, las tendencias a la autopreservación
y expansión individual. La familia tiende a constituirse
en un “yo ampliado”.
Frente a ello, el llamado a una perspectiva social amplia
suele ser retórico, improductivo.
En una perspectiva de renovación, lo individual tiene
que integrarse y no supeditarse a lo social. Lo individual
es el inicio de lo social. “Cuidar” de uno mismo, desarrollarse,
es actualizar el cambio social a un nivel mínimo en sus
cimientos.
Frente al individualismo fragmentador, castrador de
las posibilidades de enriquecimiento en la mutualidad, el
colectivismo abstracto es una respuesta igualmente ajena a
las necesidades fundamentales, de tipo racial.
Se trata de afirmar el derecho y la necesidad de “desarrollar”
al individuo, de participar, junto con el tener relaciones
significativas, tener “otros” comprendidos en profun-
didad y el apuntar hacia el otro generalizado, la sociedad, la
humanidad.
El “familismo” puede anular la capacidad de individualización
del niño y, no llevarlo, por ello, a una orientación
“altruista”, social.
Por otro lado, la familia real puede servir de punto de
partida a un proyecto existencial, el ir alcanzando, críticamente,
discriminativamente, relaciones significativas, radicalizadas,
no alienadoras, puentes y pruebas de la relación
con la sociedad.
El padre, la madre, los hermanos, pueden ser parte
de las relaciones, de iguales, de reciprocidad, de transparencia,
de profundidad. También es posible que no alcancen la
riqueza afectiva, de confianza y creatividad de otros vínculos.
El proyecto político renovador, capaz de entrar en lo
personal y lo cotidiano, debiera tender a afirmar un concepto
utópico pero de utopía concreta, el de la familia como
conjunto de personas significativas.
Así, el acento no está en un negar la importancia
de la familia, sino en reconocer en ella una búsqueda, un
proyecto inadvertido de responder a necesidades radicales,
del completarse con el otro, del practicar relaciones de tipo
socialista.
El fatalismo biológico no puede forzar a que esas
necesidades sean siempre abordadas, exclusivamente, en la
familia “natural”. El cuestionamiento de la alienación social
trae consigo el que la familia pierda su condición de
absoluto, de sagrada, pase a ser objeto de la renovación, de
la crítica a fondo del autoritarismo, de su forma especial de
extraer plusvalía para el poder.
rodrigo exPLotado. (1979)
El caso de Rodrigo envuelve, entre muchas dimensiones,
una sórdida explotación de la sensibilidad colectiva.
En la vida social hay explotación de trabajo, usurpación del
esfuerzo ajeno y, también, un apoderarse, un instrumentalizar,
jugar –juego siniestro- con las emociones.
Sin la explotación de las reacciones afectivas el cine
no sería tan lucrativo; si no existiera movilización de sentimientos
a través de las teleseries, la televisión no contaría
con avisos. Los medios de comunicación de masas suelen
obtener una indigna ventaja en audiencia e interés del público
mediante la aceptación de simpatías, identificaciones,
dinámicas éticas y psicológicas, en acontecimientos como
el de la desaparición de Rodrigo.
Existe, en primer plano, una explotación publicitaria,
sujeta a la búsqueda de la ganancia en circulación del diario
u otro medio de comunicación, a su arraigo en el público.
Más allá de ello, está la ganancia indirecta del sistema
vigente, de quienes ostentan el poder, en el mantener la
atención en un tema con miras a evitar que se profundice
en otros, reducir las posibilidades de análisis, de esclarecimiento
de lo que está ocurriendo en la intimidad de la
producción, en la gestión de las diversas facetas de la vida
del país.
En el caso de Rodrigo, la manipulación de la opinión
ha sido evidente. Se logró levantar una gran ola de indignación
sobre el rapto y la muerte de un niño en un país en que
existen centenares de desaparecidos y miles de muertos sobre
los cuales no se ha logrado obtener información de las
autoridades. Los medios de comunicación de masas, con
honrosas excepciones, han informado con mucha parquedad
y temor sobre las víctimas de tantas iniquidades que ha
sufrido el país. En más de una oportunidad se ha llegado
a la infamia de que los grupos de personas se burlen de los
familiares de desaparecidos sin que ellos traiga consigo la
reacción del público, ni su catarsis por los medios de comunicación
de masas.
En forma objetiva, más allá de las motivaciones y de
lo que está en la conciencia de los protagonistas, del análisis
de los medios de comunicación de masas emergen las
siguientes conclusiones:
1. Al caso se le dio un espacio desusado. Se constituyó
en noticia titular de primera página de los diarios, en
circunstancias que permanentemente se producen raptos y
violencias sobre menores de los cuales apenas se da cuenta
discreta a la opinión pública. Como queda dicho esta
importancia dada al rapto de Rodrigo contrasta también
con menguada y ambigua consideración otorgada a toda la
tragedia de sufrimientos por causas políticas que niños y
grandes han padecido en estos últimos años.
2. La información ha tenido un carácter anecdótico,
factual, sin acompañarse de análisis sobre el contexto en
que dan los hechos, el clima de violencia imperante, los
fueros de que disfrutan los organismos policiales, la inoperancia
de los sistemas judiciales, la falta de facilidades para
la discusión amplia y libre de éste o de cualquier suceso.
3. Se ha estimulado una gigantesca toma de posiciones
colectivas frente a una desgracia, en que, a partir
de una experiencia emocional compartida, se configura una
verdadera unidad nacional. En un momento dado se ha
presumido que todos, ricos y pobres, gobernantes y gobernados,
deberíamos darnos la mano, conmovidos, solidarios,
unidos ante el dolor de la muerte de Rodrigo, enfrentados
a un enemigo, un temible enemigo de la ciudadanía, de los
grandes señores, los autores de torturas de los miserables,
de los religiosos, de las víctimas de la represión. Ese enemigo
está definido, en un muchacho de 16 años sobre el
que se deslizan 2 etiquetas, hábilmente sueltas, suavemente
manipuladas: podría ser enfermo mental u homosexual.
La autoridad se legitima en el plano más personal,
de la conciencia, de la censura y la ética, de las tendencias
afectivas. La autoridad siente, es igual que nosotros, no está
lejos. La primera dama desea justicia inmediata, sin juicio
previo. Todos nos conmovimos con el caso de Rodrigo.
Está tan claro que merece justicia. No estamos lejos de
suponer, tal vez, que esos peligrosos extremistas muertos,
desaparecidos, falsos, viviendo ocultos en el extranjero, esos
maléficos endemoniados tal vez también merecerían muerte
sin juicio previo.
Los partidarios de la seguridad nacional, de un orden
sensato con tiendas suntuarias repletas y de una buena
reserva de cesantes para lubricar la economía de competencia,
pueden estar tranquilos. Han hecho su catarsis. ¿Quién
dijo que no les importaba el hambre, el sufrimiento de los
niños? Si no reaccionaron ante los otros desaparecidos era
porque, personas serias, necesitaban hechos claros, respal-
dados por los medios de comunicación de masas, nada de
rumores difundidos por antipatriotas y extremistas. Ellos
son buenos. De vuelta de la especulación de la financiera,
el buen papá puede hablar sin culpa con sus hijos, compartiendo
el nudo en la garganta ante el cadáver de Rodrigo.
Hay otro niño que recibe el lado sombrío de la manipulación.
El haz de luz publicitaria se volcó sobre Rodrigo
y su familia, todos nos hermanamos con ellos. El menor
P.P.V. es un ser de otra condición. Es un raro. Es el culpable.
No hay duda, estamos en un país civilizado, los suizos de
la América del Sur no decimos su nombre. Por necesidades
profesionales damos solamente la dirección, el colegio
y las iniciales, y, por boca de las autoridades, lo condenamos
antes del juicio. Así, tal vez, compensamos lo largo de la
espera de saber las pruebas del plan Z, el testimonio de qué
ocurrió con los desaparecidos en la Moneda, el esclarecimiento
de los altamente documentados casos de Letelier y
Lonquén, y el de las miles de víctimas, de muertos, torturas
y desapariciones. ¿Es el culpable? Si lo fue materialmente,
de dónde obtuvo su información en prácticas de violencia
si no es de la misma sociedad que lo condena. Si se desea
terminar con la violencia, ¿por qué no se examinan sus causas
profundas, por qué no se protege a todos los Rodrigos y
a todos los P.P.V. de la posibilidad de ser protagonistas de
la violencia en una u otra manera?
Rodrigo y P.P.V. son niños y, en cierto modo, todos
somos niños manipulados en beneficio de una minoría. Si
nos organizamos, si nos unimos, si entendemos cómo se
lleva a cabo nuestra instrumentalización, si nos planteamos
opciones definidas, proyectos de vida constructivos, podremos
llegar a ser libres como niños o como adultos. Para
ello es muy importante la educación popular, en cuanto a ir
desarrollando el sentido crítico. Rodrigo y P.P.V. deben ser
rescatados, junto con todos los niños, para constituir testimonios
de libertad. De la discusión anecdótica sobre cómo
se llevó a cabo la muerte del menor, debemos proyectarnos
al esclarecimiento de los diversos medios con que se conculca
la vida y la libertad en la sociedad. Hay que situar el
análisis. Los medios de comunicación de masas levantaron
una reacción de sensibilidad, acicateada por la publicidad,
una identificación fantasiosa con la víctima. Ayudemos a
que esta enorme burbuja etérea, cercana a las fascinaciones
de la canción o la película, se consolide en carne, lleve a una
clara conciencia de que Rodrigo es una víctima, lo son sus
padres, lo es P.P.V., lo son todos los niños y adultos explotados,
con falta de recursos mínimos, co temor, alienados
por el sistema, por sus medios de comunicación de masas y
todos sus aparatos ideológicos.
En algunas situaciones sociales la explotación es directa,
brutal, sin atenuantes. En la época contemporánea la
violencia opresora tiende a buscar un mínimo de consenso
en la opinión pública, en base a algunos medios claves.
a. La negación de la realidad. El medio fundamental
es externo. Hitler no aceptaba que existieran campos de
concentración. Después pasan a internalizarse. Los alemanes
de ese período tenebroso negaban sus propias evidencias
de que el terror, los hornos crematorios y los desaparecidos
fueran ciertos.
b. La deformación maniquea de la imagen de los explotados.
Los indios, los obreros, las mujeres, los niños, los
negros, los campesinos, pueden ser estigmatizados como
brutos, carentes de alma, seres de segunda categoría con
los cuales no es posible una identificación, una solidaridad.
Así, hay una corriente de opinión que también pueden internalizar
los afectados, asumiéndose como inferiores.
c. La explicitación parcial de la verdad, permitiendo
fortalecer la autoimagen del opresor y disminuir la agresividad
y las bases para el consenso en los oprimidos. A ello
obedecen muchas aperturas en información y en faenas de
justicia de regímenes opresivos que no cambian su estructura
básica.
Pensamos que el caso de Rodrigo se ubica en esta
última tendencia manipulativa. A continuación del juego
elástico con el caso Letelier, entregado asépticamente a
manos judiciales y del entreabrir un paso al conocimiento
de la verdad en Lonquén, ahora los medios oficiales propician
sensibilidad, se duelen de un rapto y de una muerte. El
problema de los desaparecidos pasa a ser de dominio general,
tal como hay consenso en que la Dina cometió brutalidades
y en que lo de Letelier fue realmente un crimen y que
comprometió a un cierto nivel de autoridades.
El verdadero educador procura aunar la relación
afectiva, personal, con el ayudar a establecer relaciones, a
desarrollar la imaginación sociológica. Lo de Rodrigo no
puede ser una burbuja, era un niño real y fue víctima de una
sociedad antihumana. Desde nuestro afecto comprometido
podemos ir entendiendo mejor la barbarie que permite la
opresión de las mayorías, la desaparición de niños y adultos,
la falta de medios para que los niños crezcan en forma
armónica, la necesidad de incluir la crítica de los medios
de comunicación de masas en la lucha por un mundo más
hóspito y creativo.
III
Salud

La saLud coMo una aLaMeda
Para Las grandes aLaMedas. (1978)
1. El Concepto de Salud
La Definición de la OMS
La Organización Mundial de la Salud (OMS), entidad
burocrática y técnica, con asiento en el país de las
finanzas y los intercambios más concretos a nivel internacional,
tiene, por extraña paradoja, una definición utópica,
ideal, de la salud.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, recogiendo
el sentir colectivo a favor de una paz estable, negando,
acaso, temores sobre las discrepancias entre los vencedores,
racionalizando, posiblemente, para asegurar que las preocupaciones
sociales bullentes en el conflicto no abriesen
los diques de contención de las estructuras represivas, los
siempre austeros representantes de las entidades estatales
de salud desarrollaron los conocidos alcances sobre el concepto
de salud como “bienestar completo, físico, psíquico
y social” (Cfr. Para toda esta cuestión a D. Callahan, The
WHO of Health en “The Hasting`s Center Studies”, Vol.
1, Nº 3, 1973).
En la primavera de 1946, un comité de expertos, preparando
el desarrollo de la OMS, analizó el papel de la salud
en el contexto de los grandes problemas de la humanidad.
El doctor Brock Chrisholm, que sería el primer director
de la OMS, expresó los puntos de vista siguientes acerca
de lo que llamó la orientación “visionaria” de la salud: “El
mundo está enfermo y los males se deben a la perversión
del hombre; a su falta de capacidad de vivir consigo mismo.
El microbio no es el enemigo; la ciencia estaría lo suficientemente
avanzada para tops con él si no fuera por las barreras
de la superstición, la ignorancia religiosa, la miseria y
la pobreza. Estos males psicológicos deben ser entendidos
para que se pueda prescribir un remedio. Por ello no hay
límites a la envergadura de las tareas que tiene delante suyo
este comité”. En esa reunión el representante de Francia
expresó que “sin salud no puede haber ninguna seguridad
material, seguridad social o bienestar de individuos o naciones…
Sólo individuos con salud pueden asumir la total
responsabilidad de un hombre libre”. En el memorándum
yugoslavo se planteaba que “la salud es un requisito a la
libertad, con respecto a la necesidad, la seguridad social y la
felicidad”.
En la Conferencia Internacional sobre Salud, celebrada
en Nueva York en junio de 1946, sesenta y una naciones
aprobaron la constitución de la OMS, cuya primera
cláusula incluye la definición de salud: “La salud es un
estado de completo bienestar físico, mental y social, y no
solamente la ausencia de enfermedad o de invalidez”. En
abril de 1948 esta definición encabezaría la Carta Magna
de la Salud.
Tal como lo indica Callahan, se asociaba la salud con
el afianzamiento de la paz. Se suponía que la salud estaba
muy vinculada al bienestar económico y cultural, y que este
bienestar tendría influencia en el mantenimiento de la paz.
Además, se tenía gran confianza en las posibilidades de la
ciencia médica, que había hecho notables avances durante
la guerra, especialmente en el campo de los antibióticos y
pesticidas.
La definición de salud de la OMS no corresponde a
la realidad, no sólo por resultar demasiado global o inalcanzable,
sino porque la propia dimensión de salud está fuera
del foco central de actividades públicas y privadas de las
instituciones que dicen tenerla por objeto. A treinta años
de distancia se sigue teniendo como eje de referencia sanitaria,
en todos los países, la enfermedad y no la salud. Sin
embargo, es una de las pocas producciones de una burocracia
internacional que ha tenido receptividad, provocando
adhesión, críticas o rechazo, iluminaciones de compromiso
y acatamientos formales. Convertida en ritual o instrumento
por conservadores, reformistas y revolucionarios, la de-
finición ha creado condiciones para la comunicación. Además
tiene el mérito de poner de manifiesto las distorsiones
ideológicas de los programas de salud no compatibles con
ella, y de ayudar a una posible concientización sobre los requerimientos
concretos del cambio en el terreno sanitario.
Caracterizando más la definición, se debe señalar
su condición especulativa, voluntarista. No es la descripción
de una situación concreta con parámetros históricos.
Como organización internacional, como sitio de intercambio,
la OMS tiende, naturalmente, a la búsqueda de pautas
de referencia comunes, aplicables al conjunto de los países.
Además, no caben los cuestionamientos, los análisis de los
nexos concretos entre las formas de organización social y
la salud. La salud tiene un sentido distinto para un hospi-
tal tradicional, de beneficencia, para una empresa privada
lucrativa y para un sindicato que lucha por el conjunto de
sus derechos, y ello es difícil de asumir. En esta variedad
ubicua no se deslinda tampoco entre salud individual, grupal
y social. No se precisa si el sujeto del atributo salud es
siempre una persona, o si los alcances al bienestar “social”
permiten incluir en la definición a los colectivos. El texto
parece apuntar a una concepción individual, a personas que
disfrutan del bienestar físico, mental y social, y entonces,
entre las muchas incertidumbres, surge la duda de si, por
ejemplo, existe salud cuando un grupo privilegiado tiene
“bienestar” a expensas del “malestar” de otros.
Por supuesto que la objeción más de fondo ha estribado
en lo esquivo e inabarcable del término “bienestar”.
Al pasar de la “salud” al “bienestar” no se ha ganado en
claridad o en precisión. Un burgués hipertímico, de buen
desarrollo físico, con fácil adaptación al medio, ¿tiene más
“salud” que un artesano de complexión asténica, sin molestias,
motivado en su actividad, miembro de una agrupación
progresista? Bienestar es textualmente “estar bien”. Hay un
juicio de valor, una condición por esencia subjetiva. Desde
algún punto de vista se explicita que la persona está bien.
Ello varía según marcos culturales, de acuerdo con la socialización
del sujeto, en función de avatares biográficos y
situacionales.
Se puede enfrentar al concepto desde un paso más
allá, suponiendo un posible consenso sobre el término
bienestar e, incluso, sobre la ponderación de que podría
llamarse “completo”, en los ámbitos del requerimiento de
bienestar físico, mental y social. La intención de fondo es
apuntar hacia la felicidad, hacia valores positivos, y aquí
aparece la duda: ¿se puede concebir realmente una o unas
vidas “positivas” sin conflicto y sin internalización de las
grandes contradicciones de la sociedad y de la propia condición
humana?
Floreal Ferrada (En torno al concepto de salud, en
Rev. de Salud Pública de La Plata-Argentina, enero-diciembre,
1975), muy perceptivamente, escribe que la salud
presupone un enfrentamiento a los conflictos, un buscar
modificar la realidad. “La salud se expresa correctamente
cuando el hombre vive comprendiendo y luchando frente a
los conflictos que la interacción con su mundo físico, mental
y social le imponen, y cuando en esa lucha logra resolver
tales conflictos, aunque para ello deba respetar la situación
física, mental o social en que vive o modificarla de acuerdo
a sus necesidades y aspiraciones. De tal forma que la salud
corresponde al estado de optimismo, vitalidad, que surge
de la actuación del hombre frente a sus conflictos y a la
solución de los mismos…”. No es el conflicto el que define
la patología, sino el bloqueo de los conflictos y la imposibilidad
de resolver ese conflicto físico, mental o social.
Hay una ruptura entre las reales necesidades humanas
y un presunto “monolitismo” positivo, una adaptación
o un dejar de ser capaz de absorber los límites. Illich (La
medicina contra la pared, en Rev. “Cuestionario”, Buenos
Aires, 1976) ha puesto énfasis en la relatividad cultural de
la salud y de cómo nuestra civilización médico-iatrogénica,
controlando la salud de los ciudadanos, “propaga mitos que
encubren la competencia de las personas para enfrentar su
realidad, transformándolas en seres desesperados e impotentes,
que pasan la vida entera en búsqueda de terapia…
Gozar de buena salud significa ir hacia adelante, a pesar de
todos los costos que deben pagarse conscientemente para
sobrevivir. Esa salud, que es una sensación experimentada,
es eminentemente humana. Ella diferencia al hombre del
animal, que no conoce el papel de paciente ni el sufrimiento,
en el verdadero sentido de esos términos…”.
El bienestar es, entonces, una meta demasiado inasible
y, además corresponde, a veces, a contenidos que desde
una determinada posición ideológica, pueden ser descalifi-
cados como no pertinentes a la auténtica salud, por indicar
adaptación pasiva, conformidad, o por involucrar falta de
integridad, de capacidad de asumir la dramaticidad, las penurias
de la vida.
La definición de la OMS alude elípticamente al problema
de la enfermedad y la invalidez, al sostener que la salud
no es la mera ausencia de ellas. El análisis del concepto
obliga a inquirir acerca de la articulación supuesta entre
la salud y la enfermedad. La definición parece entenderse
como que salud es la ausencia de enfermedad o invalidez,
y además, o centralmente, un estado de completo bienestar.
En esas condiciones no habría lugar para transiciones o
para alternativas multidimensionales. Al tener salud se entendería
como evidente que no hay enfermedad, y viceversa.
No podría haber situaciones transitorias entre la salud y
la enfermedad. Tampoco se aceptaría la salud coexistiendo
con la enfermedad, como términos que se involucran entre
sí, pero que no son antinómicos, como sería el caso de un
anginoso en un estado general, activo, animoso, en buena
comunicación, productivo.
Esta visión de salud y enfermedad como términos
contrapuestos corresponde a una orientación “ontológica”,
sujeta al entender la enfermedad como una realidad en sí, en
contraste con los enfoques antropológicos y biográficos. Se
apoya en una forma de pensar que considera la enfermedad
como algo que “se tiene”. Este aspecto lo ha desarrollado
Mainetti (La estructura antropológica de la salud, Buenos
Aires, 1974), explicando las diferencias entre estructuras
ontológicas y antropológicas en salud. Aludiendo a “nuestra
experiencia común que tenemos de la enfermedad en
cuanto afección (sufrimiento, padecimiento), el estado patológico
excluiría absolutamente el estado hígido o normal.
Por su condición pasiva (el enfermo se dice “paciente”), la
enfermedad es vivida como parásito, como una naturaleza
exógena y substantiva, determinante de un modo de ser extraño,
cualitativamente distinto de la salud…”.
La definición de la OMS puede ser criticada en los
aspectos que hemos indicado y en muchos otros planos.
Como dice Callaham, en la citada publicación, hay una especie
de juego en atacarla: “…pocos son los que pueden
resistir la tentación de hacerlo en los párrafos iniciales de
cualquier artículo destinado a proseguir con reflexiones
más profundas”. El autor indica que, fuera del atractivo que
ofrece el estar en contra de ella para dedicarle críticas, la
definición podría mantenerse en base a que tuviera “más
de un grano de verdad”. Así introduce, para Callaham, esa
verdad relativa, tal vez tan atractiva como frustradora. “Podría
ser el considerar la salud como, efectivamente, un estado
de bienestar… físico, excluyendo los planos psíquicos y
sociales… ¿Cuál podría ser, entonces, una buena definición
de salud? Sugiero que nos pusiéramos de acuerdo sobre lo
siguiente: Salud es un estado de bienestar físico. Ese estado
no necesita ser completo, pero debe ser, por lo menos,
adecuado, sin impedimentos funcionales significativos. No
necesita incluir el bienestar psíquico; uno puede estar ansioso
y con buena salud, bien, aunque deprimido. Por supuesto,
no debe comprender el bienestar social, excepto en
la medida que aquel bienestar está limitado por la presencia
de grandes incapacidades físicas…”. En este sentido, Callaham
se ubica entre quienes definen la salud en términos
restringidos, próximos al ámbito de acción de la medicina
tradicional, sustrayéndose a la corriente que procura ensanchar
el espacio de aplicación de la salud, y también a
los que, específicamente, comulgan con la expansión de la
propia medicina.
Otros Conceptos de Salud
Ya hemos adelantado, a propósito de la definición
de la OMS, los conceptos de Ferrara, cuyo artículo sobre el
tema ha servido de base a una experiencia formativa muy
valiosa de un grupo de salud mental (Matanzas, Buenos
Aires, 1975), que lo contrastó con las concepciones populares
acerca de lo que es salud. Ferrara incorpora las tres
vertientes, física, psíquica y social, de la OMS, pero pone el
acento en la conducta frente a los conflictos, a las necesidades
de cambio: “la salud constituye el continuo accionar del
hombre frente al universo físico, mental y social en el que
vive, sin restar un solo esfuerzo en su existencia para modi-
ficar aquello que deba ser modificado”. Desde una vertiente
ideológica distinta, se trata también de una concepción
abstracta, aunque resalta como valor la orientación hacia la
lucha contra los obstáculos que oponen la naturaleza y la
realidad social. No hace referencia a la forma en que la actividad
sanitaria se inserta en las formaciones económico-
sociales. Además, se puede preguntar si no es una visión de
la salud desde el adulto situado en un contexto societario
represivo. El niño y el anciano, el ciudadano adulto en sus
momentos de expansión personal, ¿necesita evidenciar su
salud con una actitud de lucha?; lo lúdico, lo introspectivo,
la reflexión de conjunto, ¿no son partes legítimas de un
quehacer “saludable”?
Illich, cuya concepción global de la salud apuntamos
anteriormente, parte de su crítica al hiperdesarrollo de la
medicina, a lo que llama epidemia iatrogénica, que “tiene
sus raíces ideológicas en una mala comprensión de lo que
se defiende cuando se define a la salud como el “completo
bienestar”, una mitificación religiosa que fue consagrada
por la Carta de la Organización Mundial de la Salud. La
reversión de la iatrogenia debe comenzar con una clarificación
de esta piadosa y destructiva ilusión, y no a través de
una caza de brujas. La salud, al fin de cuentas, no es más que
una simple palabra usada para designar situaciones subjetivas:
la intensidad con la cual los individuos enfrentan sus
estados internos y su ambiente inmediato. En el homo sapiens
la salud incluye la conciencia, la capacidad de gozar y
sufrir la realidad. Mi tío, que pidió una botella de un gran
vino antes de morir, hizo de su último momento una ocasión
para vivir intensa y saludablemente. La asistencia a la
salud humana depende no sólo del grado en que cada persona
aprendió, a través de su cultura, a enfrentar la realidad
aun cuando la experiencia sea desagradable, amenazante o
dolorosa; depende, también, de las condiciones sociopolíticas
que alimentan esa confrontación. En una sociedad
dada, los niveles de salud serán más altos cuando la acción
técnica y política tengan en cuenta los factores del medio
que favorecen la autoconfianza, la autonomía y la dignidad,
especialmente entre los miembros más pobres y más débiles
de la sociedad. La salud es, por lo tanto, el resultado de
la práctica virtuosa de Hygeia (la diosa de la salud, en la
mitología griega) y de la forma política que la institución
de Esculapio (el dios griego de la medicina) asume.
Illich no explica bien qué entiende por “intensidad”
para enfrentar estados internos y ambientes externos. La
expresividad y la inmediatez de reacciones de la persona
con rasgos histéricos, ¿es señal indicativa de salud con más
realce que la actitud discriminativa del individuo dotado
de una afectividad más profunda? En todo caso, a través de
toda la argumentación de Illich discurre una defensa apasionada
de la autonomía, del “control de las personas por sí
mismas”. La iatrogenia médica perturba la salud al inhibir
“las respuestas personales al desafío y a la tensión”. Si los
individuos pierden “la posibilidad de transformar el sufrimiento,
la enfermedad y la muerte en desafíos personales”,
asfixiados por la omnipresencia médica, llega un punto crítico
de “némesis”, en que la salud empieza a declinar. Con
este planteamiento se halla en ciernes toda una concepción
de los fundamentos de la autogestión en salud, pero centrada
en el polo individual del desarrollo, sin considerar la
parte integrativa, inter-existencial del ser humano, la salud
que viene de la complementación, el encuentro, la tarea común,
el pequeño grupo, la pareja. A pesar de contener una
crítica a toda la civilización represiva, esta definición no es
tampoco histórica, ubicada en la vinculación entre la tarea
de mejorar la salud y la realidad social.
Sigerist (Cfr. S. Goldsmit, La situación de los indicadores
de salud, Buenos Aires, 1975), una de las autorida-
des máximas en la historia y la sociología médicas, ofreció
una definición que se emparenta tanto con la concepción
de Illich como con la de la OMS: “La salud es, por tanto,
no simplemente la ausencia de enfermedad: es algo positivo,
una actitud gozosa ante la vida, una alegre aceptación de
las responsabilidades que la vida pone sobre el individuo”.
Otra definición suya pone el acento en el tema del ritmo,
de determinación múltiple, que debiera permanecer incólume
al paso del tiempo: “Vivimos en un ritmo específico
determinado por la naturaleza, la cultura y el hábito. El día
y la noche se alternan en un flujo y reflujo sin fin, y nosotros
mismos nos adaptamos a este ritmo despertándonos y
durmiendo, trabajando y descansando… Un ritmo inalterado
significa salud… La enfermedad irrumpe, por tanto,
abruptamente en esa estructura”.
A esa idea de la salud como continuidad en medio del
cambio, comprendiendo variaciones en sí misma, se puede
asociar el desarrollo de una interesante tendencia terapéutica,
la musicoterapia. O. Caballero titula certeramente el
capítulo correspondiente de su libro sobre Las Medicinas
Marginadas (Madrid, 1975), Musicoterapia o el ritmo de la
salud. Música es ritmo y ritmo tiene que ver con salud, pero
salud es también apertura a la disritmia, a la contradicción,
a lo informe, a lo indiscernible.
Los Indicadores de Salud
Hemos empezado a tratar el tema de la salud a partir
de algunas de sus múltiples definiciones, con el fin de
ir compartiendo el terreno general del campo e ir viven-
ciando las dificultades para encarar lo que nosotros mismos
postulamos: una visión muy amplia de la salud, capaz de
complementarse con una apertura, igualmente utópica, hacia
una sociedad autogestionaria.
Otra forma de apreciar la textura del tema, y de ir
asumiéndolo, es considerar la forma cómo se encara el concepto
de salud en la práctica médico-social. Los organismos
sanitarios no evalúan la salud en términos de bienestar
o goce, inalterabilidad del ritmo, capacidad de lucha o de
autonomía. En la medida en que se organiza la actividad
sanitaria se plantea la medición, la cuantificación, a partir
de índices, de indicadores de salud. Esos indicadores no
aprehenden procesos o estados de actividad humana o interhumana,
sino que parten precisamente de las fallas, de
las deficiencias, de la enfermedad y, muy especialmente, de
las muertes. En efecto, los indicadores más usados, más clásicos,
son los de mortalidad. Es la dialéctica de las políticas
de salud. La salud es algo positivo, pero se ha apreciado, en
los hechos, en función de su alternativa extrema, la muerte.
Dada la implicación de las condiciones de vida para la conservación
de la misma en el niño, naturalmente dependiente,
frágil, siempre prematuro, si se lo analiza con sentido
antropológico, no es raro que la medida primaria sea más
que la mortalidad global, la “infantil”, propia del primer
año de vida.
La muerte es habitualmente negada, excluida, en la
socialización médica y en el discurrir del diálogo sanitario,
pero está muy presente, cosificada, vista sin detenimiento
a través de toda una corriente vivencial que empieza en
la exposición al “trabajo con el cadáver”, al inicio de las
carreras de salud, y se sigue, en la clínica, con el imperio
de la autopsia, y en la salud pública, con los indicadores de
mortalidad. En las estadísticas de salud figuran las causas
de muerte, habitualmente analizadas de acuerdo a variables
de sexo, edad, a veces también de instrucción, ocupación,
clase social y lugar de nacimiento.
Las otras grandes evidencias técnicas de salud son las
estadísticas de enfermedad, de morbilidad. Es decir, los estudios
de distribución de la enfermedad por países y regiones,
la llamada epidemiología. Comprende la morbilidad registrada
a través del ingreso en establecimientos hospitalarios
o en las consultas externas, y las afecciones que se presentan
en la población, medidas a través de encuestas o entrevistas,
en forma directa o con muestras representativas.
La medida de la salud, en el sentido positivo que más
se utiliza, es la expectativa de vida al nacer, la probabilidad
estadística de duración de la vida para los diferentes países,
tal como va evolucionando en el curso de los años. También
se emplean “indicadores de salud” que apuntan a problemas
económico-sociales, como el analfabetismo o la deserción
escolar y los cesantes, y a visiones generales del desarrollo
de cada país, como el producto nacional bruto, las rentas
medias, los niveles de instrucción. Otra pauta complementaria
es la de los recursos asistenciales, siendo los clásicos
las estadísticas de médicos y otros profesionales por habitantes,
y las camas hospitalarias disponibles en proporción
al número de usuarios potenciales. Como infraestructura
sanitaria se suele medir el abastecimiento de agua potable
y de aguas residuales, los dispositivos para extraer la basura,
la cantidad y calidad de viviendas, el tipo de alimentación.
El Libro Blanco de la Reforma Sanitaria Española
(1976) trae una lista de indicadores positivos de salud, que
refleja la inevitable ubicuidad de las expresiones de la salud
junto con las dificultades de discriminar entre las señales
de alteración y de positividad. Además, no pretende reflejar
nada comparable a un “bienestar completo” o a otra condición
muy totalizadora. Transcribimos la lista de indicadores
positivos:
- Esperanza de vida al nacer.
- Talla.
- Peso.
- Estado nutritivo de la población.
- Nivel de bienestar:
· renta por habitante.
· alimentación:
proteínas (gr/hab/día)
carne (kg/hab/año)
huevos (kg/hab/año)
azúcar (kg/hab/año)
leche (kg/hab/año)
- Nivel cultural:
· tasa de analfabetismo por 100 hab.
· niveles de escolaridad primario, medio,
superior
· títulos editados
· exportación de libros (miles de millones
de pesetas)
- Bienes de consumo duraderos:
· teléfonos por 1.000 hab.
· automóviles por 1.000 hab.
· televisores por 1.000 hab.
· frigoríficos por 1.000 hab.
· lavadoras por 1.000 hab.
· cemento (kg/hab/año)
· energía eléctrica (kWh/hab/año)
· gasolina automóvil (lts/hab/año)
· número de viviendas por 1.000 hab.
- Ambiente:
· abastecimiento público de agua
· aguas residuales
· contaminación atmosférica y basuras
· energía radiante
· ruidos y vibraciones
· vivienda:
hacinamiento
superficie
salubridad
antigüedad
2. Los Diversos Enfoques
Disciplinarios de la Salud
Junto a las definiciones generales y a los indicadores,
el concepto de salud ha sido visto desde un contexto sociológico.
Ricardo Moragas (Enfoque sociológico de diversas
concepciones de la salud, Barcelona, 1976) ha enfocado
el tema desde la pretensión de “dar una visión general del
punto de vista que diversas disciplinas utilizan. No se intenta
llevar a cabo una taxonomía de los diversos enfoques
bajo los que puede analizarse la salud, según las disciplinas
diversas que se ocupan de la misma, sino ver la importancia
social que determinada concepción de salud ha tenido en
cierto momento histórico y cómo este aporte ha contribuido
a elaborar la visión global de lo que representa la salud
en el mundo contemporáneo”.
Moragas intenta ofrecer un enfoque general, no especializado,
dando cuenta de siete concepciones de la salud.
Tres de ellas son consideradas médicas: la somática-fisiológica,
la psíquica y la sanitaria. Otras tres provienen de las
ciencias sociales: la político-legal, la económica y la social
propiamente tal. Finalmente están las de tipo ideal, donde
ubica a nuestra conocida definición de la OMS.
La concepción somática-fisiológica podría enunciarse
esquemáticamente diciendo que “si el organismo físico
no posee alteraciones visibles, existe salud, y sólo cuando
haya una alteración del soma existirá enfermedad”.
Aunque se considere superada por el desarrollo de la
medicina psicológica, social y preventiva, ésta es la noción
“básica” de salud, la constitutiva de la profesión a través de
la historia, la más aceptada por el público en general, la que
diera origen a la denominación de “físico” para el médico
-todavía en uso en la lengua inglesa: physician- por su
trato con el cuerpo y el uso de instrumentos físicos. Se apoya
en la misma visión restrictiva de la salud que preconiza
Callaham.
La concepción psíquica es de origen más reciente,
preponderantemente en los países desarrollados. Tiene la
limitación de su acercamiento a la subjetividad, y un retraso
notable con respecto a la operatividad alcanzada por la medicina
somática, sobre todo en instrumentos de diagnóstico
y terapia. Esta concepción de la salud cuenta con una clara
referencia a la problemática de la relación médico-paciente,
y a la variabilidad de la personalidad del enfermo en el curso
de su afección, al campo de las alteraciones funcionales
y psicosomáticas, y al área psiquiátrica propiamente tal.
La concepción sanitaria, también de origen reciente,
pone énfasis no en la salud de un individuo concreto, sino
en lo referente a lo colectivo, comunidades y otras agrupaciones.
Esta orientación tiene muchos puntos de contacto
con la sociología. Contempla un amplio espectro de actividades,
frecuentemente de incumbencia estatal, con un
contenido pertinente al medio físico -tierra, agua, aire y alimentos-
y a las personas, agrupadas de acuerdo a sus quehaceres
laborales, de tiempo libre o de lugar de residencia.
La concepción político-legal forma parte de los enfoques
no médicos aportados por las ciencias sociales. Su
eje es la consideración de la salud como un bien general
que, al llegar a contar con una tutela legal, se transforma
en un derecho para toda la población, que los ciudadanos
pueden exigir mantener, y que se apoya en una valoración
social y política, y en disposiciones legales. El derecho a
la salud se consigue a través de luchas que van aportando,
en conquistas sucesivas, derechos a la asistencia médica y
“prosiguen con la asistencia para los fármacos, prótesis, tratamientos
especializados, rehabilitación y prevención. Los
Códigos Penales recogen esta defensa de la salud o de la
integridad física, al convertir en delitos los atentados contra
la salud propia o ajena.
La concepción económica va adquiriendo creciente
importancia con la consideración de los recursos humanos
como factor esencial en los procesos productivos. Interesa,
desde el prisma económico, la gran inversión que se hace
en la remuneración del propio personal de la salud. Las
implicaciones de la salud como requerimiento de las fuerzas
de trabajo en la producción la articulan con la lucha
por los derechos de la salud, ya que ésta tiene interés tanto
para trabajadores como para empresarios y técnicos, como
derecho y como inversión, respectivamente. Economistas y
planificadores discuten la salud en el encuadre de los costos
por mantenerla, en comparación con los otros sectores y
con los costos de la enfermedad. El costo sanitario va en
aumento, constituyendo su progresiva prioridad un tema
de interés político general. Políticas son las decisiones sobre
cómo deben distribuirse los cada vez mayores gastos en
salud.
La concepción social de la salud recupera la importancia
de ese ámbito en relación tanto con las afecciones
físicas como con las psíquicas. En las últimas, a través de
una causalidad directa; en las dos interviene a través de los
procesos de identificación de la enfermedad y selección del
agente de salud correspondiente, y en las diversas fases de los
tratamientos. Cada sociedad define, de acuerdo con pautas
culturales, lo que serán los límites, más o menos definidos,
entre salud y enfermedad, y establece expectativas con respecto
a la conducta de los pacientes, lo que se ha llamado el
rol del enfermo. De acuerdo, también, con los diversos roles
sociales se establecen las normas grupales, desde las familias
a la nación, acerca de qué se considerará como salud
y enfermedad. La presión grupal, junto a la personalidad
del sujeto, influyen en su mayor o menor aceptación de la
definición social de la enfermedad. Junto a la concepción
económica de la salud, el auge del interés público por la salud
ha llevado a la organización de grandes instituciones de
seguridad social, de asistencia sanitaria, a la formalización
de procesos planificadores y a la participación conjunta de
terapeutas y pacientes en la discusión de los objetivos de
salud. Como se ha expuesto, Moragas considera que en esta
área hay convergencia entre la investigación sociológica y la
sanitaria.
Completamos este resumen con la séptima categoría,
la concepción ideal de la salud; Moragas afirma el valor
de su aporte, analizando la definición de la OMS por
su condición de guía, de mecanismo de motivación para la
acción transformadora. Las definiciones ideales se asocian,
muchas veces, a la crítica de la civilización contemporánea,
al entusiasmo por las sociedades de escaso desarrollo tecnológico
que han descrito los antropólogos. Gran parte de
las sociedades primitivas han tenido o cuentan con muchas
limitaciones a causa de las enfermedades y la poca expectativa
de vida. Incluso las excepciones -como los esquimales o
polinesios- se encontrarán “degradadas por la limitación de
sus actividades, pareciéndose poco al tipo de hombre global
propuesto como modelo por los pensadores occidentales”.
Moragas hace referencia a Toynbee y recuerda la crítica de
Dubos (Mirage of health, 1959) a la utopía de una salud
fija, sin los cambios evolutivos propios de la condición humana.
La visión sintética que Moragas propone como sociológica,
con énfasis en lo general y en lo social en cada
materia, es de gran interés orientador. Más que sociológica
-ojalá los aportes de esa disciplina fueran siempre de esa
amplitud- es un aporte de filosofía de la salud, de ciencia de
la más general. Para mejor comprensión de nuestra síntesis,
forzosamente muy condensada, transcribimos el esquema
del citado autor:
Esquema de las Concepciones de Salud,
según Moragas
CONCEPCIÓN CARACTERÍSTICA 1. Somático-Fisiológica Salud como ausencia de enfermedad. Objetividad. 2. Psíquica Salud de lo que no es el cuerpo tangible. 3. Sanitaria Salud como estado positivo y colectivo. Transmisión social de la enfermedad. Prevención. 4. Político-Legal Salud como derecho y obligación universal. Reconocimiento legal y participación social. 5. Económica Salud como condicionante de la productividad del factor humano. Precio de la salud y costo de la enfermedad. 6. Social Salud como participación social. Relatividad cultural de la salud. 7. Ideal Salud como estado ideal no alcanzable.
HISTORIA DISCIPLINA MÉTODO TRABAJO
Desde los orígenes Medicina Clínica Exploraciones del
a la presente medicina. cuerpo. Examen de
signos y síntomas.
Análisis varios.
Inicio s. XVIII. Psiquiatría. Exploración psiquiátrica
Desarriollos recientes Psicología médica. individual. Psicoanálisis.
desde principio s. XX. Técnicas de grupo.
Medidas profilácticas Medicina preventiva Encuesta sanitaria.
desde la antigüedad. y social. Sanidad y Epidemiología. Educación
Desarrollo científico s. XIX. salud pública. sanitaria.
Desde las revoluciones Derechos fundamentales. Leyes fundamentales
políticas a los sistemas Derecho a la seguridad y constitucionales.
de seguros sociales social y a la asistencia Leyes y reglamentos
y de seguridad social. sanitaria. de la seguridad social.
Programas políticos.
Principios del s. XX Economía sanitaria Análisis de costos de
en países industrializados. y del trabajo. Planes la enfermedad y de
de desarrollo de alternativas para las
recursos humanos. inversiones sanitarias.
Posterior a la II Guerra Sociología de la salud Métodos de investigación
Mundial. y la enfermedad y la social. Análisis de roles
medicina. y de grupos.
Desde la antigüedad Literatura. Elaboración modelos
clásica al presente. Antropología. de salud.
Otras disciplinas.
Criterios Generales para Clasificar
las Definiciones de Salud
Steinfels (The concept of health, en “The Hasting`s
Center Studies”, Vol. I, Nº 3, 1973). Plantea una serie de
parámetros para diferenciar las definiciones de salud. En
primer lugar, la distinción entre las concepciones amplias,
del tipo del desarrollo de la OMS, y las de índole
más restringida, las “estrechas”. Nosotros incluiríamos ahí
la concepción propuesta por Claude Bernard, quien define
la salud como “silencio de los órganos”, que es otra forma
de decir “ausencia de enfermedad”. Otra categorización
apunta al grado de precisión, de nitidez de la separación
entre la salud y la no salud, la enfermedad. Las interpretaciones
multicausales de las enfermedades dan lugar a diferenciaciones
con respecto a las de tipo específico (caso de
las enfermedades infecciosas). En tercer término, existe la
posibilidad de deslindar entre concepciones de la salud, que
se aplican sólo al individuo, y aquellas otras que abarcan
conjuntos humanos, lo social.
Esta última línea divisoria es de evidente utilidad
para nuestro propio esfuerzo de clarificación conceptual
con vistas a la legitimación de una forma más amplia de
entender la salud. La separación entre las concepciones “individuales”
y “colectivas” de la salud se aplica, en el plano
de la interpretación, para determinar cuál debe ser el foco
principal de los programas asistenciales. Steinfels aporta el
clásico ejemplo del niño con dificultades para concentrarse
en la escuela. El problema, en ese caso, ¿está centralmente
en el niño, en la escuela o en la sociedad en general? Por
otra parte, también es posible discriminar entre la aprecia-
ción tradicional, clínica, de la salud de un individuo visto
por sí mismo, y la evaluación de la misma en unidades más
extensas, desde la familia hasta la humanidad como conjunto.
A estos criterios se podrían agregar algunos de los
otros ángulos de mira ya insinuados en nuestra exposición,
a propósito de la definición de la OMS y los conceptos de
otros autores.
Como se ha indicado, las definiciones pueden ser
también ubicadas a lo largo de una gradación de carácter
dinámico. Se presentan varias dimensiones posibles en la
dicotomía estática-dinámica. Se la puede entender como
apuntando a distinguir entre lo que el sujeto es actualmente,
en un momento determinado, y su salud vista en sentido
prospectivo, su potencialidad. También es dable que
una definición sea considerada estática por su contenido
adaptativo, ajeno a la capacidad del hombre de modificar
su medio. Desde esa perspectiva Ferrara critica los puntos
de vista de Horwitz (citando la definición de ese autor):
“He procurado mostrar la íntima dependencia de los seres
vivos con su ambiente tanto en la vida normal como en la
enfermedad. De este análisis se desprende que la salud y
la enfermedad representan variaciones de un mismo proceso
de relación entre un ser determinado y los estímulos
del medio que lo rodea. O dicho con otras palabras: son
manifestaciones del grado de capacidad del hombre para
adaptarse a situaciones del ambiente. De estas consideraciones
se deduce que, en condiciones normales, los seres y
las poblaciones se desarrollan en un estado de equilibrio
con su medio, el que resulta de su capacidad diferente para
adaptarse y existir. En el hombre llamamos salud a ese estado
de adaptación que se traduce por bienestar físico, mental
y social; las enfermedades son la resultante de una disminución
del grado mayor o menor, o de su pérdida, de dicha
capacidad para adaptarse al ambiente en el cual viven los
seres humanos”.
En el otro extremo del dial, Dubos lleva al enfoque
dinámico a cuestionar la búsqueda de “equilibrio” a partir de
los cambios de la propia naturaleza: “el estado de equilibrio
nunca es perdurable y sus características son, en el mejor
de los casos, de tipo ilusorio, porque la palabra naturaleza
no designa una entidad constante y definible. En relación
a la vida, no hay una naturaleza única; existen asociaciones
de estados y circunstancias, con variaciones de lugar a lugar
y entre los diferentes períodos de tiempo. (…) el equilibrio
armónico con la naturaleza es un concepto abstracto,
de una belleza platónica, pero carente de la carne y sangre
de la vida. Falla, en parte, en el poder asumir la cualidad
creativa, emergente, de la existencia humana”. Dubos, después
de criticar la visión utópica, arcádica, de pretender un
equilibrio mediante el regreso a un pasado “natural”, propone
una concepción holística de la salud: “el solucionar los
problemas de las enfermedades no equivale a crear salud y
felicidad. Esta tarea requiere una forma de sabiduría y de
visión que trasciende el conocimiento especializado de remedios
y tratamientos, y que aprehende, en toda esa complejidad
y sutileza, la relación entre los organismos vivos y
su ambiente total”.
Quisiéramos retomar nuestras aproximaciones anteriores
sobre las alternativas históricas en las concepciones
de salud. Caben en un prisma más amplio, de distinción
entre definiciones absolutas y relativas. Las definiciones
absolutas no toman en cuenta las variaciones individuales,
la alternativa de que cada sujeto pudiera tener normas dife-
renciadas relativas, sobre lo que pudiera ser salud para él, de
acuerdo a su dotación genética constitucional, inserción social,
situacional y antecedentes biográficos. Desde un punto
de vista sociocultural, cabe también relativizar según quién
defina la salud, ya que será diferente el criterio del clínico
al del sanitarista o al ecólogo; existirán variaciones entre
los puntos de vista de un tradicionalista, un reformista y
un revolucionario; será distinto el criterio de un vitalista y
el de un racionalista; no habrá necesaria coincidencia entre
la concepción de salud de un obrero, sometido a un trabajo
alienador, y el de un profesional que pueda realizar una vida
creativa; no se pondrán fácilmente de acuerdo sobre qué es
la salud, un miembro de una tribu africana y un ciudadano
de una gran urbe occidental.
A lo largo de la historia, en las diferentes sociedades,
la salud ha tenido valores distintos. En el próximo capítulo
haremos una descripción de conjunto, por estar el tema de
la relación salud-sociedad muy enlazado con nuestro plan
argumental. Si analizamos la realidad de la salud en el período
capitalista, podemos hacer una nueva distinción entre
concepciones científicas e ideológicas. Al considerar el
cuidado de la salud como un aporte a un estado de gracia, la
enfermedad sería aquí, seguramente, indicativo de una distorsión
ideológica encaminada a ocultar el usufructo de la
medicina como mercancía o el valor de la salud en relación
a la reproducción de la fuerza de trabajo. La práctica médica
está empapada de referencias ideológicas al “apostolado”
y a la dedicación científica, encubridoras del papel real de
la profesión en su conjunto.
Insistiendo en la veta abierta por la definición de la
OMS, se pueden adoptar los parámetros propios del dis-
tinguir entre concepciones que le dan a la salud un ámbito
propio y otras que lo ciñen a la relación antinómica con
la enfermedad, el no estar enfermo. De allí se desprenden
caminos para diferenciar igualmente entre definición positiva,
involucradora de un juicio de valor, y otras de índole
descriptivo-analítico, señalizadoras de los contenidos que
se presentan en la esfera de la salud sin la necesaria ponderación
de signo favorable u óptimo. Como forma de ayudar
a sintetizar lo que se ha expuesto, proponemos un cuadro
resumen de los criterios considerados para clasificar las de-
finiciones de salud.
Dimensiones Distinciones Otras
Abarcadas Básicas Diferenciaciones
en la Misma
Categoría
1. Unidad constitutiva Individual-Social Individuo-pequeño
¿a quién se aplica? grupo-institución,
nación, etc.
2. Integración medio Unidad-Ecología Individuo-colectivo.
¿se incluye relación Medio materialcon
el medio? medio psicosocial.
3. Integración medio Adaptativo-No
¿de qué tipo es la adaptativo.
relación con el medio?
4. Modo de estimación Cuantitativa- Indicadores de
¿se intenta medirla? Cualitativa. salud. Definición
conceptual.
Algunos Criterios de Clasificación de las Definiciones de Salud
5. Disciplinas básicas Médicas-Sociales Somática-psíquicapara
el enfoque Científico-técnicas sanitaria-social-
¿fundamemntalmente Ideales. político, legalmédicas?.
¿científicas económica-ideal.
en general?
6. Relación con Abstractas-Históricas Científicosociedad
concreta. ideológicas.
¿Se analiza inserción?
7. Extensión Amplias-Restringidas
8. Alcances valorativos Descriptiva-analítica-
axiológica (Valores)
9. Relación con Exclusión mutua-
enfermedad. Acepta transición
o coexistencia.
10. Relación con Salud subjetiva-
vivencias. Salud objetiva.
11. Nivel de realidad Ontológicas
(como entidad)-
Antropológicas
(le ocurre al hombre)
12. Empleo de Frecuentes (subjetiva
la definición. no enfermedad OMS)-
Poco difundidas.
13. Práctica de Salud en sí de una
la sociedad. persona o grupo -
Actividad sobre
la salud (programas,
empresas de salud).
La Salud y el Proceso de Cambio
Con estos antecedentes, la definición de la OMS, algunos
de los reparos y alternativas presentadas y los ángulos
desde los que es más habitual situarse ante la concepción de
la salud, podemos entrar en un viaje más directo, sin nuevos
desvíos que efectuar para mejor estímulo a la reflexión durante
la lectura.
Tenemos que decidirnos por alguna definición y,
naturalmente, elegiremos de acuerdo a nuestros objetivos,
hasta donde podamos concientizarlos, hacerlos realmente
nuestros. Este trabajo se encuadra en una perspectiva socialista,
humanista y libertaria. Es decir, en la expectativa
de hacer una pequeña contribución al proceso colectivo de
cambio de estructuras y marcos culturales para llegar a una
civilización no alienada, no represiva, sin clases, países o
minorías explotadas; a sociedades que estimulen el desarrollo
creativo, solidario y complementario de sus miembros.
Desde las tendencias que se abren en la actualidad,
este proyecto global se identifica con una postura socialista,
unitaria, no dogmática; intentando aunar la aceptación de
la metodología marxista con las perspectivas antropológicas
que abre el movimiento autogestionario y antiautoritario,
los descubrimientos más válidos del psicoanálisis y las
nuevas dimensiones que aporta la reflexión existencial, la
investigación parapsicológica y el desarrollo espiritual.
Dentro de este encuadre global, vemos la salud como
una posible meta colectiva, delineándose en la práctica social
al consuno de la creciente preocupación por la calidad
de vida, el deterioro de la naturaleza, la deshumanización
de las grandes ciudades, la crisis en la familia y la emergen-
cia del movimiento liberador de la mujer y de los jóvenes,
grandes vertientes de inquietudes que no tienen solución
en el régimen capitalista y que debieran ser encaradas por
el movimiento socialista en una visión polidimensional de
sus metas liberadoras.
La salud es un valor universal, es una realidad que
motiva a la mayoría, que puede contribuir a generar condiciones
de unidad para favorecer los cambios sociales. La
salud puede ser la categoría articuladora entre la liberación
del deseo y la recuperación de las bases psicofisiológicas de
los lazos humanos y la proyección racional e imaginativa de
las relaciones del hombre con el ambiente. Hablamos, también
hay que explicarlo, de una utopía, pero no aludimos a
una construcción imaginaria, a un puro despliegue lúdico.
La práctica social ha definido una preocupación colectiva
por la salud, la individualización de los agentes específi-
cos, la adscripción de metas y de recursos cada vez más
extensos. Lo que se propone es un asumir colectivamente
ese proceso, mediante una democratización y una participación
creciente, hasta el límite utópico de la autogestión
en salud. Salud como meta, como guía en lontananza, en el
conjunto de esfuerzos transformadores de la sociedad.
Con tales objetivos nuestra definición no puede ser
restringida, ni ceñirse al marco médico, ni limitarse al individuo.
Para ser instrumental, debe poder reflejar la infinita
variabilidad de las situaciones humanas, su relatividad y, al
mismo tiempo, contar con los planos, los matices que aseguren
el poder comunicarse, el trabajar con ella en la vida
social.
Hay un título de un libro, coordinado por Armando
Bauleo, que ilustra bien lo que tratamos de adelantar. Se
llama Los Síntomas de la Salud (Buenos Aires, 1974). La
propuesta es aceptar el desafío que implica la definición de
la OMS, de legitimar un campo de trabajo en la salud propiamente
tal, pasando de la etapa de aceptación retórica a la
práctica creadora, a la descripción de los signos, síntomas,
síndromes, tendencias, nexos y contradicciones de la salud.
El poder visible en el campo de la salud lo ostentan
los médicos, quienes, ante la ausencia de enfermedad, acostumbran
a anotar un sobrio “nada especial”.
Para el poder un poco menos visible, la industria farmacéutica,
por ejemplo, alud es no consumo de sus productos,
campo sin interés. El sector de poder real, en la
salud y en la vida social, el polo hegemónico a nivel internacional
y nacional, entiende que hay una condición básica
cotidiana que debe ser mantenida: la dominación social y
sus expresiones de un determinado ordenamiento del trabajo,
del tiempo libre, la socialización y el consumo. Estimulan
las visiones fragmentarias de la salud, la idealización
de la clínica de desarrollo personal, la artesanía creadora,
las vacaciones en unas termas, como realizaciones ilusorias,
compatibles con el escamoteo de la situación de fondo, la
castración de las posibilidades humanas en las sociedades
explotadoras, la expropiación de las potencialidades de la
salud de cada uno y de todos.
Buscamos, por lo tanto, una definición de salud que
contribuya a este desenmascaramiento, a enfrentar no solamente
las dimensiones perdidas de la práctica médica, a
vencer la agresividad voraz de las industrias vinculadas directamente
al negocio salud, sino a concientizar, a agrupar,
a orientar las luchas por el cambio del sistema.
Pensamos que para ello se debe enfrentar dialéctica-
mente el problema de la utopía. La concepción de la salud
gana con una perspectiva utópica, una meta, un propósito
ideal susceptible de integrarse al horizonte total de los esfuerzos
de cambio de la sociedad. Por otro lado, se hace
necesario incorporar recursos para la práctica, señalar objetivos
estratégicos y tácticos entro de la salud, incorporar
vertientes de evaluación, vías para el trabajo colectivo imbuido
de crítica y autocrítica.
Una forma de aprehender esta contradicción -salud
como meta, salud como medio de lucha cotidiana- y de
permeabilizar recíprocamente los términos, es establecer
una orientación multidimensional. Como se trata de un
modelo de trabajo en un área muy extensa, la categorización
debe ser provisoria, asistemática, abierta a un continuo
enriquecimiento y actualización. En esta concepción
es posible recuperar los aportes relativos de muchas categorizaciones
que vimos con anterioridad integrando términos
pertenecientes a diversos sistemas clasificatorios.
Hasta ahora hemos usado indistintamente las nociones
de definición y concepto, ya que así lo hemos encontrado
en las referencias bibliográficas, la práctica social
y la vida cotidiana. Preferimos, para facilitar nuestra exposición,
distinguir entre definición, entendida como una
especificación de lo más distintivo, lo propio de la salud,
y concepción, como alcance explicativo, fundamentación y
ampliación de la definición, comunicación de los conceptos
subyacentes.
Entre las diversas concepciones de salud nos inclinamos
por aquellas que ponen el énfasis en las capacidades,
en las posibilidades del hombre -o cualquier organismo
vivo-. Desde un ángulo culturalista, Erich Fromm (Ética
y Psicoanálisis, México, 1953) ha señalado la importancia
de la productividad, englobando la capacidad de amar, la
imaginación y la razón. “La productividad es la realización
de las potencialidades que son características del hombre,
el uso de sus poderes. Pero, ¿qué es poder? Es un tanto
irónico que esta palabra denote dos concepciones contradictorias:
poder de o capacidad, y poder sobre o dominio.
Esta contradicción, no obstante, es de una categoría particular.
Poder-dominio es el resultado de la paralización del
poder-capacidad. Poder sobre es la perversión del poder de.
La capacidad de hacer uso productivo de sus poderes es
la potencia del hombre; la incapacidad es su impotencia”.
Esta relación de capacidad con poder-negación del dominio
es muy importante en el contexto de un camino hacia
la salud-negación del poder, la salud como medio y meta de
una sociedad autogestionaria.
La noción de capacidad es, a nuestro juicio, la verdadera
matriz de la salud. No prejuzga sobre el grado mayor
o menor de enfermedad o sobre la normalidad de una
persona. Es aplicable así a cualquier individuo o grupo, del
que se pueda decir que éstas o aquéllas son sus capacidades,
su salud. Ocurre así que en el hombre la diferenciación
psicológica y cultural, y el desarrollo de la sociedad,
constituyendo un salto cualitativo con respecto a los otros
seres -a pesar de los positivistas y del ingenio de un Morris
(El Zoo Humano, Barcelona, 1976)-, no ha significado la
exclusión de las bases biológicas de la existencia. Sin necesitar
la profundización psicoanalítica, un simple resfriado
nos muestra, a diario, la relación entre el estado de ánimo,
la creatividad y la trama somática. Las concepciones somáticas
y psicosociales de la salud, como configuraciones
aisladas, no resisten las pruebas de la práctica. La mirada
amorosa es un crisol destellantes de efluvios existenciales,
fantasías, proyecciones, improntas de la socialización, movilización
neurofisiológica, hormonal, bioquímica. Las capacidades
de Fromm son parte de la salud, integradas a las
disposiciones más abisales, a la vivencia, a la acción, al goce,
a la realización.
La noción primaria de capacidad vital está recogida
por Canguilhem (El Conocimiento de la Vida, Barcelona,
1976), penetrante filósofo-biólogo, analizador de los vínculos
entre lo normal y lo patológico. Para él, tanto la salud
como la patología tienen normas, y en la salud hay capacidad
de tolerar variaciones en las normas. Su definición
es dinámica, entendiendo, como Dubos, Ferrara e Illich,
que el hombre está siempre afrontando riesgos. “(…) Vivir
para el animal ya, y para el hombre con mayor razón, no
es solamente vegetar y conservarse; es afrontar los riesgos
y triunfar. La salud es precisamente, y principalmente en
el hombre, una cierta latitud, un cierto juego de normas
de la vida y del comportamiento. Lo que la caracteriza es
la capacidad de tolerar las variaciones de las normas a las
cuales sólo la estabilidad, aparentemente garantizada y de
hecho siempre necesariamente precaria de las situaciones y
del medio, confiere un valor engañoso de normal definitivo.
El hombre no es verdaderamente sano más que cuando es
capaz de muchas, cuando es más que normal. La medida de
la salud es una cierta capacidad de remontar las crisis orgánicas
para instaurar un nuevo orden fisiológico, diferente
del viejo. Sin intención de placentería, la salud es el lujo de
poder caer enfermo y levantarse. Toda enfermedad es, por
el contrario, la reducción del poder para superar las otras”.
Salud engloba enfermedad y se acerca a la noción de
hombre. El hombre tiene más o menos salud, está más o
menos vivo, humanizado.
Las capacidades han sido diferentes en la medida
que el hombre se ha ido creando a sí mismo, ensanchando
su capacidad de manejar instrumentos y de asociar ideas,
tal vez reduciendo su fuerza muscular y sus dotes extrasensoriales.
Las capacidades no están nunca aisladas, se implican recíprocamente,
se entretejen. Primero se desarrollan las vitales,
las comunes con otros seres vivos; luego se va produciendo
la diferenciación hasta la captación de la intimidad, de la
articulación estructural de la realidad, con el despliegue de
la capacidad de comunicación, de creación, de crítica, de
integración, de ser autónomo, y de solidarizar. Todo ello
empapado de la potencia vital y existencial, social y psicológica,
para el goce con los diversos ritmos de la vida, sin
dejar de aprehender los límites, los vacíos, los conflictos.
A nuestro entender, la salud se puede definir en forma
muy simple como conjunto de capacidades biopsicosociales
de un individuo o de un colectivo. La salud es una
propiedad de los seres vivos, el muerto perdió completamente
su salud, lo inorgánico nunca la tuvo, el enfermo
siempre conserva capacidad de salud.
En el embrión la salud cubre capacidades vitales, autodesarrollo,
nutrición, que paulatinamente se van enriqueciendo
con el crecimiento del feto. La maduración del sistema
nervioso central y el establecimiento de nexos sociales
posibilita el emerger de las capacidades biopsicosociales, el
despliegue para absorber, la socialización, la comunicación,
la creatividad.
Se trata, pues, de una definición que puede ser objeto
de consideraciones científicas y hasta, en la medida que los
contenidos o los progresos lo permitan, de intentos de expresión
cuantitativa. Así, se puede alcanzar cierta precisión
en la estimación de la capacidad para caminar, para modular,
para hablar un idioma, para establecer relación. Por
otra parte, capacidad es un término comprensivo, que no se
agota en la manifestación de lo que el individuo o el grupo
llevan a cabo en un momento determinado. Así, una madre
puede tener una mala relación con sus hijos, pero ser capaz
de reflexionar, de rectificar, de desarrollar condiciones que
ha mantenido en estado virtual, para absorber agresividad o
aportar ternura. La noción de capacidad puede tener aplicación
en actividades sobre la salud de índole reparador,
curativo, preventivo, de fomento, según se trate de la salud
presente o la potencial.
La definición misma está ubicada en un terreno no
comprometido, lejos de las visiones ideales. Las capacidades
se pueden describir y analizar. Al trabajarse en los ámbitos
de la salud es dable decir que un sujeto, por ejemplo,
tiene capacidad desarrollada para la natación, el deporte, el
baile, el análisis de textos, el trabajo grupal, y capacidad potencial
para las matemáticas y la actividad político-social,
sin prejuzgar acerca del valor relativo de cada una de esas
capacidades o de la forma como las instrumentalice la persona.
Esta ubicación descriptiva, realista, conservadora si
se quiere, de las bases de la salud, se articula con el nivel
conceptual, en el cual se abren espacios para aprovechar su
aporte movilizador y su valor de aspiración ideal. Dando a
la salud el valor de meta e instrumento liberador, podemos
enfocar estas capacidades biopsicosociales con un encauzamiento,
con una dirección política. Precisamente una condición
favorecedora de este proceso de “apropiación” de la
salud a favor de un proyecto de liberación es el reconocer su
condición unitaria. Como ocurrió con la economía política,
con las ciencias sociales y con la filosofía en tiempos de
Marx, el movimiento social va progresivamente integrando,
en nuestro período histórico, los avances científicos en
el conocimiento ya no de la realidad social sino del hombre
mismo. El análisis de Marcuse de la represión interiorizada
y los aportes de la antipsiquiatría en relación con el
papel opresivo de la familia, se unen a la vasta corriente
de contribuciones acerca de la relación entre lo social y lo
psicológico, lo psicosocial y lo biológico. Hoy es necesario
romper con las compartimentalizaciones, la fragmentación
entre salud y salud mental, entre liberación social y salud.
El primer paso científico-social es establecer una
concepción unitaria de la salud como totalidad. En la línea
de esfuerzo para hacer de la concepción idealista de salud
de la OMS un pertrecho de lucha real, se debe pasar a los
hechos en la visión biopsicosocial de la salud. La salud física
sólo existe por sí misma, o puede circunscribirse bastante
su espacio, al inicio de la vida o en las etapas vegetativas de
enfermedades terminales. Incluso tiene que recordarse que,
en el primer caso, la influencia de la circulación materna y
de toda la realidad física, psicológica, social y existencial de
la embarazada determina una verdadera salud compartida
entre ella y el hijo. En las afecciones terminales, la salud residual,
somática, de los enfermos, interactúa con la salud de
sus allegados, con las emociones y las actitudes de ellos, y
con la estructura social que define las posibilidades de dar o
no recursos económicos y técnicos, y las de propiciar modelos
de conducta frente a la enfermedad grave y la muerte.
La salud es un todo estructural. El sistema quita a
mucos posibilidades de comer y de expansión, y obliga a reprimir
las necesidades de goce sexual, de comunicación humana,
de expresión estética. Las potencialidades residuales,
las fuerzas para hacer frente a las estructuras, comprenden
capacidades musculares y de trabajo psíquico; imaginación
y regulación adecuada de las reacciones ante el estrés; vínculos
afectivos intensos y posibilidades de análisis. La concepción
política liberadora de la salud se mueve en la modulación
de la unidad y la diversidad. Aprovecha el espacio
de lucha que se establece cuando la desnutrición, el infarto
y la esquizofrenia son banderas de esclarecimiento, de denuncia
del sistema, sumándose potenciándose mutuamente,
al enfrentarse lo que Caplan (Principios de Psiquiatría
Preventiva, Buenos Aires, 1966) llama necesidades básicas
y socioculturales como una sola unidad. La salud se expresa
en capacidades biológicas y sociales, que no pueden aislarse
en la vida cotidiana, en la creación o en la lucha social,
aunque las distorsiones del sistema lleven a tabicamientos
disciplinarios y a concentrar poderes separados -impotentes-
en médicos, psiquiatras, educadores, dirigentes y políticos
y autoridades de grupos y familias.
Por otra parte, la actividad en salud necesita explicitar
planos, como se ha dicho, formular modelos multidimensionales.
El hombre saludable anticipa, esbozando, al
hombre total que superará la contradicción entre trabajo
manual e intelectual, trabajo y expresión personal, problemática
personal y comunicación, interés de pequeño grupo
inmediato e intereses colectivos, encauzamientos del pro-
yecto y goce. La salud -derecho, proyecto liberador- debe
absorber la capacidad de realización multidimensional del
hombre, que sólo florecerá en una sociedad liberada, sin
estructuras de explotación-represión.
Queremos presentar algunas posibles dimensiones
de la salud, que son coherentes con la definición del terreno,
la noción de capacidades biopsicosociales, vistas ahora
desde lo ideológico. Es decir, una selección dentro de las
múltiples, de las infinitas capacidades humanas, de algunas
vertientes que pudieran servir en el proyecto indicado.
1. Capacidad Vital. Este término, que se emplea para
medir la función respiratoria, puede ser muy útil en una
acepción mucho más general, de capacidad para las funciones
básicas de la vida. Comprende la “expectativa de vida”,
según los técnicos de salud pública, en lo que concierne a
estimaciones de colectivos, y su referencia concreta, clínica,
a un individuo determinado. Incluye el conjunto de expresiones
básicas, vitales, actuales: fuerza, agilidad, equilibrio,
sexualidad, sensualidad, conciencia corporal general, alimentación,
respiración, circulación… Toma en consideración
las reservas, el potencial vital de cada persona. Integra
el ámbito de inserción situacional, de cómo está respirando
o soñando cotidianamente quien esté en consideración.
Cómo juega el niño, qué pasa con la fuerza de trabajo del
productor, con la jornada diaria del anciano, vistas a nivel de
su desempeño vital, psicofisiológico. Comprende las defensas
biológicas frente al estrés y la enfermedad, los lugares
de mayor y menor resistencia, la historia de las repercusiones
negativas y positivas de las enfermedades y accidentes.
Forman parte de la capacidad vital la reactividad fisiológica
frente a las emociones y los cambios preferentes neuroendocrinos
y mímicos ante la alegría, la ira, la angustia o la
frustración.
2. Muy relacionada con la anterior, pero admitiendo
un espacio propio, esta la capacidad de goce. Al igual que
la vitalidad, admite estimaciones relativas, según la edad,
las situaciones, las variaciones individuales. Se puede diferenciar
el goce en lo que se está viviendo, de acuerdo a
las características de cada quehacer, de las distintas cotidianidades,
del trabajo que el sujeto podría desarrollar, de
la consideración de su grado de limitación por las circunstancias
concretas de vida y de inserción en el sistema. Así,
esta dimensión de la salud se manifiesta en el disfrute con
la corporalidad en general, en la capacidad sensual y sexual,
de orgasmo, de compenetración con la intimidad de la pareja;
en el goce por la productividad, por la belleza, por las
relaciones interpersonales, por los avances colectivos de
la sociedad y el hombre. Según esto, se puede estimar la
capacidad de goce, de aceptación y de profundidad en las
vivencias positivas de la persona, en el marco que le permiten
sus límites macro y microsociales. También cabe incluir
una visión más abarcadora, que cuestione y ahonde en la
temática del goce manipulado, alienado, y llame la atención
hacia todo lo marginado, los planos de goce -generalmente
estéticos, de imaginación sociológica-antropológica y de
creatividad liberadora- en que el sistema aplasta y mutila.
El goce excluye y contiene el dolor y el malestar. Como indica
Illich y como supone toda una tradición de higiene y
antropología, el individuo sano asume la realidad del dolor
y de la enfermedad. Hay poca salud en el deprimido, el an-
hedónico, el asténico, que no disfrutan. Tampoco la hay en
la falta de apertura al dolor, en la fabulación superficial del
histérico o en el fluir a ras del suelo del sujeto hiperactivo.
Goce significa plenitud en la relación del sujeto con sus vivencias,
con un tono de adhesión a las mismas, de identifi-
cación, de entrega. Hay goce en la participación orgásmica,
y también lo hay en la compenetración con el mensaje de
un cuadro pictórico, en la noticia que abre perspectivas, en
el encuentro en profundidad, persona a persona.
3. Las capacidades vitales y de goce recuperan lo más
individual -dentro de la dialéctica individual-social y los
planos más somáticos de la salud-, inextricablemente unido
a la realidad psicosocial. La comunicación es una capacidad
de índole indiscutiblemente transitiva, interhumana,
y muy dependiente de los planos psicosociales de la salud,
pero está igualmente penetrada de corporalidad e individualidad.
El proceso comunicativo comprende vertientes
aferentes, captadoras de estímulos y mensajes, y otras de
orientación eferente, de transmisión de contenidos hacia
otros. En la comunicación hay un paso del en-sí al para-sí
y al para-los-otros, un trasladarse de la condición de objeto
a la de sujeto de experiencias. Etapas esenciales en la comunicación
son el reconocimiento de la mismidad -el yo
que percibe su cuerpo y su unidad subjetiva como propio y
continuo-. La comunicación interna es un vasto campo de
vivencias, de sensaciones, de emociones, de intromisiones
de sentido, dialécticamente ligadas a la capacidad de captar
la realidad del mundo, el sentido de la vida ajena, la proyección
de la propia en la de los demás.
Hay capacidad de comunicación corporal, emocio-
nal, de hechos concretos y abstracciones, en su doble polaridad
de captación y entrega. Estas capacidades evidencian
salud y, al mismo tiempo, las condicionan, ya que el hombre
se constituye en relación con los demás. Los estudios sobre
privación sensorial, falta de cuidados maternos, institucionalismo,
problemática del desarraigo y la vejez, son todos
concordantes con esta dependencia de la salud respecto de
la comunicación. La falta de atención a los factores relacionados
con la comunicación emocional ha tenido bastante
importancia en el aislamiento de mucho vanguardismo político
y cultural, incapaz de sintonizar afectivamente con los
sectores con los cuales intentaba conectar. La capacidad de
comunicación está en las raíces de las relaciones humanas,
fundamentalmente por lo que Fromm llama capacidad o
arte de amar, con sus atributos de responsabilidad, cuidado,
respeto y conocimiento. Comunicación es un término más
amplio que amor, incluyendo distintos tipos de relaciones
con los otros, desde la captación del sentido circunstancial
de unas pocas palabras, hasta un vínculo de compenetración
interpersonal, de tipo productivo, amoroso.
4. También es muy integrativa , en lo biopsicosocial,
la creatividad, la capacidad de aportar lo nuevo. Implica una
capacidad de totalizar recursos imaginativos, ideacionales,
psicomotores, afectivos, sensoriales, para anticipar o hacer
frente a situaciones nuevas. Así como la buena capacidad
de comunicación no se identifica con tener una amistad,
un amor o una facilidad didáctica deslumbrante, tampoco
la capacidad creativa desarrollada, en el plano de la salud,
tiene forzosamente que equivaler a condiciones para consumar
una gran novela, realizar un descubrimiento cientí-
fico importante, o acertar en una síntesis política magistral.
La salud tiene que ver con totalizaciones, con el empleo
multiforme y diario de toda la unidad corporal-psicológica
en vivencias, conductas, relaciones, compromisos. La capacidad
creativa, productiva o generativa se asienta en la madurez
del poder ser diligente, la habilidad para dedicarse a
una tarea en forma concentrada y mantenida. Esas condiciones
deben entretejerse en la asimilación de las tendencias
inconscientes a las asociaciones nuevas, a las rupturas
con lo estereotipado y rígido. Esas posibilidades están, a
su vez, asociadas a la apertura y a la tolerancia de cara a lo
ambiguo, lo inarticulado, el terreno preparatorio del acto
creativo.
5. Como indicador y nivel de salud se patentiza la
capacidad autocrítica. Es la condición del hombre que se
humaniza al establecer distancia frente a sus propias tendencias,
a su quehacer, a su imagen. Es una dimensión cultivada
en la práctica política de vanguardia y en la ciencia,
que debiera incorporarse, progresivamente, a la salud
colectiva. Trasciende la inhibición mecánica, las defensas
del ego, la represión, la culpa; es parte del proyecto personal,
orientado, liberador de sí mismo y asociado al esfuerzo
colectivo. Es la capacidad de guiar la expansión del yo, la
autoafirmación, el goce, el encauzar la creatividad y la comunicación
de una continua modulación de perspectivas y
asimilación de experiencias.
6. Acompaña a la capacidad autocrítica la dimensión
crítica en el enfoque general de la realidad. Su antípoda es
la alienación, la incapacidad para distinguir los mecanismos
de control, de explotación, de degradación de la sociedad,
de la vida. Esta capacidad se apoya en la imaginación sociológica
e histórica, en la aprehensión de una metodología
rigurosa de análisis, en la fidelidad a un proyecto colectivo.
La crítica y la autocrítica requieren la posibilidad de avanzar
en la tolerancia a las frustraciones, la aceptación del
fracaso como parte de todo crecimiento. Se apoyan ambas,
también, en la disposición a la flexibilidad, a la fluidez para
adoptar diversos ángulos de mira, deshaciendo permanentemente
las rigideces conceptuales, los nudos afectivos, que
llevan al prejuicio y a las posturas muertas.
7. Otra dimensión de la salud es la autonomía. Frente
a la situación biológica-existencial de dependencia del ser
humano, requerido de apoyo para poder subsistir en sus
primeros años, necesitado de complementación vinculativa
toda la vida, interactuando con una sociedad sin cuya cooperación
no cabe desarrollo humano, hay una capacidad
con mayor o menor despliegue en cada individuo, grupo o
cultura, de confiar en las propias fuerzas, de poner límites a
la búsqueda de apoyo. La autonomía permite el desarrollo
de la creatividad, la crítica y la autocrítica, y su existencia es
facilitada por el desarrollo de esas otras capacidades.
8. A partir de la comunicación y, en alguna medida,
en relación con todas las capacidades, surge como dimensión
de salud la solidaridad. Es la unión con los otros, expresada
en una práctica; es la conciencia de unidad, experimentada
en un proyecto y todo ello a través de la creación,
con autonomía, practicando la crítica y la autocrítica.
9-10. Las capacidades prospectivas e integrativas dan
base a los proyectos de vida. Por una parte prospección
implica el asumir la dimensión temporal, el automodelamiento
y la creación solidaria como aportes entregados a
través de un proceso, en el cual las posibles frustraciones y
ambigüedades y son absorbidas por la crítica y la autocrítica,
con un eje de valores que no niega la expresión de la
vitalidad, el goce y la comunicación. La capacidad de integración,
lo que se ha llamado madurez, la última etapa en
el desarrollo de acuerdo con Erikson, se va evidenciando
a través de todo el proceso apoyado en la continuidad del
yo, en la autonomía, en la dedicación, en la afirmación de
la identidad. La capacidad integrativa se evidencia en la
propia multidimensionalidad, en el desarrollo armónico de
mutua potenciación de las diversas capacidades. También
se expresa en la coherencia y en la aplicación dentro de la
amplitud y la flexibilidad. A partir de la capacidad integrativa
cabe el asumir un proyecto colectivo sin negar las propias
aspiraciones e identificarse con una meta de liberación
social y antropológica.
Estas distintas capacidades se presentan en diferentes
momentos del desarrollo; desde las vitales de goce y
comunicación que aparecen, en distinto nivel de actualización,
a partir del nacimiento, hasta la capacidad integrativa
madura, propia del adulto joven con un posible proyecto
social consolidado. Siendo las capacidades de salud atributos
de individuos, podemos apellidar la salud individual
o colectiva, de acuerdo con otro tipo de dimensiones ya
apuntadas, de carácter extensivo. El desarrollo de las capacidades
de salud depende del conjunto de acciones espe-
cíficas sobre la salud -programas médicos, educacionales,
culturales, sociales, recreativos o políticos- y de las condiciones
económico-sociales y culturales. Se supone también
que la concienciación y en la transformación de la sociedad
y de la naturaleza. En este contexto es fácil deducir que un
régimen económico como el capitalista es poco saludable,
porque anula las capacidades de salud, las desarticula; limita
la solidaridad por la competencia, la creatividad por la
expropiación productiva y el consumo, la comunicación y
la integración por las tendencias alienantes, represivas. La
familia, la escuela, la práctica profesional y los medios de
comunicación de masas reproducen, en una forma u otra, la
estructura del sistema, sus pautas no saludables.
Sintetizando todo lo expuesto hasta ahora, podemos
plantear las siguientes tesis:
1. El campo de la salud, como espacio diferenciado
de la enfermedad, es un ámbito de trabajo no formalizado,
en el cual la actividad médica tiene una presencia nominal
a través de enunciados doctrinarios y pleitesías rituales.
2. La definición de salud de la OMS, como un completo
bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia
de enfermedad e invalidez, es muy conocida y tiene potencialidades
para contribuir a la germinación de cambios en
torno a la salud. Es una concepción utópica que puede ayudar
a desarrollar un proceso social importante, a reforzar
los esfuerzos por transformar la sociedad.
3. Hay muchas otras definiciones de la salud, evidenciando
una gran variedad de planos desde los que puede ser
analizada. En última instancia, la salud no tiene realidad
propia en sí; es una forma de denominar algunos fenómenos
humanos. Al igual que se dice que “no hay enfermedades,
sino enfermos”, también puede indicarse que no existe
la salud, sino personas con más o menos salud.
4. En la perspectiva de este trabajo se elige una de-
finición amplia de la salud con el objeto de facilitar su instrumentalización
en el proceso de cambio de la sociedad capitalista
a la sociedad socialista autogestionaria, y de ofrecer
la adopción de la salud como una meta última del trabajo
transformador de la sociedad.
5. Se propone una definición de la salud como conjunto
integrado de capacidades biopsicosociales de un individuo
o de un colectivo.
6. Esas capacidades son de una gran diversidad, y el
postular la prioridad de unas sobre las otras, responde a un
predicamento ideológico.
7. Desde la perspectiva anotada anteriormente, se
sugieren algunas capacidades que pueden ayudar al desarrollo
del proyecto, interesando, por tanto, su estudio y maduración.
8. Entre esas capacidades que están siempre presentes
en mayor o menor medida, actualizadas y como reservas
se destacan: la vitalidad, el goce, la comunicación, la creatividad,
la autocrítica y la crítica, la solidaridad, la autonomía,
la capacidad prospectiva y de integración.
9. Se agrega el concepto de condiciones de salud,
comprendiendo los diversos factores que influyen sobre el
desarrollo de las capacidades de salud.
10. La concepción de salud presentada, complementa
y no excluye el uso de la definición de la OMS, y se
presta, al mismo tiempo, para el trabajo dentro y fuera de
la medicina, en el contexto de ciudadanos, trabajadores e
intelectuales interesados en el proceso de cambio.
11. Si se adopta esta concepción de la salud, categorías
como la solidaridad, la crítica y l autocrítica, la integratividad
-todas ellas de indiscutible importancia política-,
pasan a formar parte de la salud y, por ende, a ser susceptibles
de ser cultivadas con más rigor y, al mismo tiempo, a
integrarse con, a no fragmentarse del desarrollo de las necesidades
básicas de expresión de vitalidad, de realización
de goce.

concePto y PersPectiVas de trabaJo en Medicina
integraL.
(rePúbLica doMinicana, 1978)
El problema de la integración preocupa a quienes
trabajan en educación médica y en la programación y ejecución
de programas de salud. Subyace detrás de las inquietudes
de los medios gubernativos y políticos por el creciente
costo de los servicios de salud y puede articularse
con la conciencia creciente sobre el derecho a la salud de
todo ciudadano.
El tema es de una enorme amplitud y pertenece simultáneamente
al ámbito de la filosofía de la ciencia y al
de la ética social, se le puede adscribir a la sociología de la
salud y de las profesiones. Cabe trabajar en este campo a
partir del psicoanálisis, la psicología social y la psicología
institucional. Es un problema con matices diferentes de
acuerdo a las estructuras sociales, al desarrollo de la atención
médica y su nexo con el resto de la sociedad.
Nuestra contribución se apoya en una experiencia
personal de práctica a partir de la psicohigiene, llevada a
cabo durante 20 años en asesoría de programas asistenciales
y educacionales en diversos países. Podemos ubicar la
orientación en psicohigiene descrita como formando parte
de una corriente educativa, interesada fundamentalmente
en la promoción de la salud, apoyada en marcos conceptuales
y elementos de trabajo interdisciplinarios, provenientes
de la educación, la psicología, la psicología institucional y la
salud pública.
El objetivo de este trabajo es hacer una síntesis de
nuestro aprendizaje en lo referente al uso de la medicina
integral como ideología de trabajo. Para ello nos proponemos
analizar cuatro puntos básicos: las concepciones que
hemos encontrado con más frecuencia sobre el concepto de
medicina integral; una propuesta personal de sistematización
del tema; los principales obstáculos que hemos podido
apreciar en la implementación de programas de esta índole,
y, finalmente, algunas sugerencias que emergen de nuestra
experiencia.
En el campo asistencial, visualizamos con frecuencia
la percepción de que es propio de esta orientación el
compartir recursos y el tener una dirección común. Así, se
habla muchas veces de un consultorio externo integral en
la medida que cuenta con atención de embarazadas, niños
y adultos.
En docencia se acostumbra hablar de medicina integrada
cuando convergen los especialistas al análisis de
un tema: el dolor visto desde un punto de vista neurofi-
siológico, clínico, farmacológico, psicológico y psicosocial,
por ejemplo. La visión unitaria de los contenidos rompe
las barreras de las asignaturas clásicas y permite establecer
una continuidad de la enseñanza en sentido horizontal y
vertical.
En investigación se puede igualmente asociar perspectivas
etiológicas y variables, en general, conformando,
por ejemplo, marcos de estudio psicosomáticos para la investigación
de la epidemiología del infarto al miocardio que
induzcan el análisis histopatológico, clínico, de personali-
dad, nutrición, revisión de situación psicosocial en general
y de estrés ambiental, de clase social, ocupación y situación
económica.
Podemos decir que todos estos ejemplos reflejan, sin
lugar a dudas, instancias de “integración” y son inobjetables
como tales. Sin embargo, nuestra hipótesis es que sólo
lo hacen parcialmente, sin aprehender planos importantes
de lo que puede representar una visión global de la salud.
En segundo lugar, postulamos que esta falta de análisis de
otras dimensiones básicas de la medicina integral priva a
los interesados de un marco de referencia que puede ser
sumamente útil en el proceso de desarrollo de los múltiples
conflictos a que siempre está abocado cualquier proceso de
cambio institucional.
Cuando se acepta relacionar programas asistenciales,
recursos, explicaciones causales o medios de tratamiento,
se puede estar dando pasos interesantes desde un punto
de vista técnico sin llegar a una actitud cualitativamente
nueva, diferenciadora, de compromiso con una medicina
integral.
A nuestro juicio, la medicina integral presupone tres
grandes dimensiones, muy enlazadas entre sí.
En el análisis institucional, lo primero que nos planteamos
como vertiente eje de nuestra indagación es la consistencia.
Nos preguntamos hasta qué punto lo que se hace
en la práctica refleja los objetivos y las bases ideológicas que
ha asumido la institución. Así, por ejemplo, si un jardín de
infantes pretende aportar al desarrollo de la personalidad
de un preescolar, en nuestra asesoría evaluaremos tanto la
atención que se da realmente a ese objetivo como la productividad
del mismo, el grado de influencia mediato o inmediato
en la madurez del menor.
Al examinar la práctica médica actual se puede reconocer
un discurso idealista y utópico, articulado con la de-
finición de salud de la OMS, como un estado de completo
bienestar físico, psíquico y social. El examen de la realidad
muestra como las actividades juegan diversos papeles, instrumentalizados
para servir necesidades de la producción,
de uso de la medicina como mercancía, de medio manipulador
de las conductas, junto al destino “coherente” de
aportar realmente a desarrollar la salud, disminuir el riesgo
de enfermedad, tratar y rehabilitar las enfermedades, daños
y anormalidades.
Desde esta apertura se puede señalar una primera
dimensión de la integralidad, la atingencia, la consistencia,
la ética. La auténtica ética médica está implícita en esta articulación
básica de medios y fines y no en los pormenores
específicos del arancel justo, la idoneidad o el secreto profesional.
Una característica del quehacer médico es su tendencia
a considerarse autónomo, ajeno a la historia, a la
sociedad en su totalidad, a las responsabilidades de quienes
no son profesionales en esta área.
La profesión médica es el arquetipo de las profesiones
dominantes, estructuradas. A lo largo de la historia el
agente de salud, mago, sacerdote, médico, equipo de salud,
ha concentrado mucho poder y prestigio. A pesar del desarrollo
del pensamiento científico, los profesionales de la salud
tienden a ver su saber actual como parte de una verdad
permanente ahistórica. La vehemencia de las disputas de
escuela en psicología médica y psicoterapia es una prueba
de ello. Por otra parte, no es fácil aceptar que el desarrollo
de la salud además de ser influido por los avances científicos
y tecnológico de la medicina, dependen de la vida cotidiana
del sujeto, de su ubicación en sistemas de creencias, en una
dinámica institucional, en las relaciones de producción.
La segunda dimensión de la medicina integral rompe
los prejuicios profesionalistas e institucionalistas, e inscribe
la medicina como parte de un todo más amplio, la
vida social en sus diversos planos.
La tercera vertiente de la medicina es la más fácilmente
abarcada, aparentemente, por los profesionales de la
salud. Es la directriz relacionadora que supera contradicciones.
Sin embargo, esas mismas relaciones permanecen
externas, no integrales, si no se tiende, al mismo tiempo, a la
consistencia y a la relación de lo médico, sin compartimentalización,
con el mundo de lo no médico. Así, por ejemplo,
el trabajo en equipo en educación sexual entre el pediatra,
el educador sanitario y la enfermera, será inoperante, no integral,
si hay un programa común sin un acento ético claro
que privilegie la auténtica formación y no la ganancia en
prestigio, en seguridad, en generación de dependencia de
los protagonistas. Del mismo modo, no habrá integralidad
si los educadores sexuales no evalúan la importancia de toda
la socialización en lo sexual que tiene el sujeto a través de
la educación refleja y no cuestiona su propio rol al educar e
incurrir en el riesgo de ayudar a formar ciudadanos pasivos,
autoritarios, consumidores de educación.
Estos tres grandes vectores, la globalidad, la capacidad
de relación y la consistencia, deben proyectarse para
modular una actitud progresivamente integral. Ello presupone,
habitualmente, hacerse cargo de varias contradicciones
que ofrece el quehacer en salud, y de la necesidad de
procurar llegar siempre a síntesis que no anulen las verdades
parciales de cada componente.
Las contradicciones que se deben asumir en el campo
de la salud pueden agruparse, provisoriamente, con fines
didácticos, en tres grupos: médico sociales, histórico sociales
y médico antropológicas, aunque todas ellas participan
de las categorías involucradas (historia, sociedad, medicina,
hombre).
En administración médica y docencia siempre está
presente la necesidad de enfrentar tres contradicciones clásicas
en lo médico social; ellas son:
a) La relación entre lo físico y lo psíquico: junto a organicistas
y psicologistas hoy tiende a prevalecer en enfoque
integrado psicosomático, favorecido por la comprensión de
los problemas del estrés y el desarrollo del psicoanálisis y de
la psicología del aprendizaje.
b) Lo individual y lo social. Persistiendo roles como
el del clínico y del epidemiólogo, la tendencia a integrar
favorece el legitimar espacios propios para la consideración
de la salud de los individuos, las parejas, las familias, los pequeños
grupos, las grandes instituciones, los sectores geográficos,
las naciones, las comunidades internacionales.
c) Lo preventivo y lo curativo. La diferenciación de
los diversos niveles de prevención ha permitido aceptar la
articulación y las necesidades específicas de la promoción,
la prevención general y específica, el diagnóstico, el tratamiento
y la rehabilitación.
A estas contradicciones generalmente asumidas por
el equipo de salud, es conveniente agregar otras que permanecen
en segundo plano, siendo muy relevantes.
d) El contraste entre áreas en que existe un conocimiento
racional diferenciados, por parte de los especialistas,
y la presencia de otros dominios en que cabe mucha
más participación de los usuarios, de los servicios, de los
trabajadores de la salud y de las organizaciones sociales. Es
evidente que el grado de participación de los no expertos
debe ser muy distinto en una campaña de vacunación o en
el control del transporte de un hospital, y en una intervención
quirúrgica, por ejemplo. Hay aquí necesidad de una
delicada modulación entre espacio para actividades especializadas
y terreno propio para la participación que vuelve a
encontrarse en la intimidad de la relación médico-paciente,
en relación a la gravedad de los problemas y la complejidad
de los procedimientos empleados.
e) En forma sinérgica, se da el binomio especificidad-
integralidad en el propio terreno médico. Hay instancias
precisas de dominio de cifras y de técnicas, y otras de
orientación polivalente. Se puede considerar integralmente
la etiología de una úlcera gastroduodenal. Debe contarse
con recursos específicos para hacer frente a una hematemosis.
Las consideraciones histórico-sociales se refieren a
problemas como:
a) La distribución de recursos de acuerdo al criterio
económico y al de índole social.
b) La atención preferente a problemas actuales o a
los que se presentarán en el futuro de la sociedad.
c) La búsqueda de autonomía en la formación del
pensamiento médico nacional frente a la integración con
las líneas de investigación de otros países.
d) La lucha por mejores condiciones de atención
médica y los esfuerzos por cambios estructurales del país.
Son todos problemas en que no es posible aplicar
recetas generales, debiéndose ponderar las situaciones con
ayuda de las grandes líneas de la medicina integral de acuerdo
a las relaciones de fuerza existentes.
Finalmente, los problemas médico-antropológicos
tienen relación con contradicciones habitualmente negadas,
como:
a) La necesidad de compatibilizar la lucha por la vida
"con la preparación para el asumir la realidad de la muerte
individual", tema negado en la práctica médica habitual.
b) El poder asociar la acción de defender la salud,
también con el posible valor formativo, de crecimiento, de
las crisis y enfermedades, y el asumir los límites del proyecto
humano.
c) El rescatar el valor del individuo, problematizando
los criterios colectivos de normalidad, sin perjuicio de
usarlos, al mismo tiempo, en forma complementaria.
La maduración de actitudes integradoras se encuentra
con frecuencia obstaculizada por conflictos detrás de los
cuales emergen algunos problemas que podemos sistematizar
de la siguiente manera:
a) La posesividad. El profesional no acepta "compartir"
su territorio, su coto de caza, sus "pertenencias". Se
escamotea la comunicación de hallazgos por temor al "robo
intelectual". Se establecen barreras para que "extraños" no
penetren en la propiedad asistencial docente.
Detrás de esta actitud hay una falta de madurez,
una no resolución de la problemática de la identidad. La
persona no quiere "perder" propiedad, porque se identifi-
ca con su papel de especialista, médico general, enfermera
o psiquiatra, como forma de ganar en autoestima, en corporeidad
de la imagen de sí mismo. El ser un profesional
con determinado campo le proporciona seguridad frente al
desvalimiento por sentirse difuso, sin identidad afianzada.
b) El narcisismo. Aquí los roces y los problemas son
más ubicuos. No se trata de defender un territorio, sino
una autoimagen. La persona no se interesa por el quehacer
ajeno. No empatiza, no se comunica. Es susceptible, se hiere
con frecuencia por motivos nimios. No acepta críticas,
busca admiración y pleitesía.
c) El autoritarismo. En su expresión más plena necesita
patrones rígidos de mando y sumisión, haciendo imposible
un intercambio fluido de experiencias entre personas
de diferentes "jerarquías".
La posesividad, el narcisismo y el autoritarismo se
conjugan con los problemas psicosociales derivados de la
influencia individualizante y favorecedora de la competencia
de las estructuras, para limitar el progreso de los programas
de medicina integral. Para favorecer la coherencia,
la actualización de una medicina totalizadora, no enclaustrada,
autocrítica, abierta, con dinámica relación entre sus
partes, es conveniente aprehender, con plan previo, los problemas
que se pueden encontrar en este trabajo.
Siendo imposible anticipar la dinámica específica
que pueden tener estas dificultades, parece aconsejable establecer
algunos acuerdos generales.
a) Profundizar en el marco teórico general, rompiendo
con la asociación de positivismo y pragmatismo que
obscurece, con frecuencia, los presupuestos ideológicos en
medicina.
b) Generar condiciones para la participación consciente,
organizada y democrática de las personas involucradas
en los programas en la gestión y evaluación de los
mismos. Es difícil concebir un programa integrado perdurable
y sólido sin participación de todo el personal, de los
estudiantes, de los usuarios.
c) Establecer una práctica permanente de crítica y
autocrítica que vaya aumentando la confianza interpersonal,
la seguridad frente al cambio, la identificación de las
limitaciones y de las fuerzas personales para hacer frente a
las necesidades de una medicina integral.
El sistema tenderá a distorsionar los objetivos, a presionar
hacia la búsqueda de poder, de apoyos, de ganancias
personales, en lugar de mejoramiento de la salud. La crítica
y la autocrítica, junto a la maduración ideológica y al contacto
estimulante con compañeros de diferentes sectores
de trabajo deberán ayudar a que el proyecto integrado se
fortalezca, fundiéndose con el crecimiento personal de los
partícipes y su práctica transformadora de la sociedad.

La Salud Mental,
Utopía Concreta
En un mundo de aislamiento, de profundas contradicciones,
de enconados desacuerdos, una institución parece
poder normar por encima de diferencias ideológicas,
de interés de naciones, de clases sociales y de individuos.
La OMS ha conseguido permeabilizar los medios oficiales,
académicos y el público de gran parte del planeta con un
concepto amplio de salud y una generosa meta de cobertura
universal para el año dos mil. No hay acuerdo para evitar
la catastrófica carrera de las armas, se sigue deteriorando
el ambiente, vamos hacia una profunda crisis en reservas
energéticas. Sin embargo, todos aceptamos que la salud es
un derecho, un derecho a "un estado de completo bienestar
físico, psíquico, social, y no sólo la ausencia de enfermedad".
Derecho incompatible con las carreras de armamentos, la
destrucción de la naturaleza, el uso inadecuado de los recursos,
la instrumentalización del otro en la vida cotidiana.
Salud para todos, demasiado hermoso para ser verdad.
Estamos lejos de haber superado la etapa de enfrentamiento
de las enfermedades en un mundo que, sin terminar
con la malaria infecciosa de los países tropicales de predominio
rural, introduce, aceleradamente, la llamada malaria
urbana. Un mundo de hambre y de obesidad, de problemas
de falta de agua potable y de estrés.
A pesar de todo, el concepto de la OMS tiene sentido.
Es vago, no adelantamos mucho con cambiar la noción
de salud por la todavía más vaga, ambigua, de bienestar.
Sabemos que, de alguna manera, la salud debe reflejar la
vida, la vida humanizada, y ello no puede negar el conflicto,
los límites, la muerte, la precariedad y grandeza del hombre
incapaz de subsistir como especie en una misma vivencia
estática prolongada.
Se critica la visión de la OMS por utópica, pero la
unidimensionalidad y la opresión traen a primer plano la
reivindicación de la utopía. No la utopía fantasiosa individual,
sino la utopía, concreta al decir de Bloch, la que tiene
asidero en la elaboración colectiva de los pueblos. Seguramente,
la más utopía concreta del hombre es la salud. En
ella se resumen, se integran, las grandes metas del hombre
total. Para llegar a ese hombre total, la sociedad debe ajustarse
a las necesidades del hombre y éste debe desarrollar
todas sus capacidades. Gracias al trabajo el hombre llegó
a establecer las bases para adquirir su autonomía, su "para
sí", su condición de protagonista, partícipe y transformador
de la naturaleza. De cumplirse la utopía de la OMS todos
los hombres alcanzarían ese "bienestar", esa condición de
sujetos, de actores creativos de un gran proyecto solidario
de la especie.
Hoy estamos muy lejos de esa utopía. Sin embargo,
el aceptar el desafío de examinar las proyecciones históricas
de la salud, de analizar las contradicciones entre la
aspiración y la práctica, puede ser un hilo conductor de la
autocrítica de los que trabajan en salud. El racionalista, el
cristiano, el marxista, el libertario, todas las tendencias estarían
en condiciones de converger en tareas concretas que
guarden relación con ese marco de referencia. En el fondo
se trata de abrir espacio a una concepción positiva de la
salud, a reconocer dimensiones operacionales en ese bienestar
abstracto de la OMS. En ese sentido, hemos sugerido
hablar de la salud como un conjunto de capacidades. Todas
ellas expresión de la salud física, psíquica y social, como un
todo. Entre ellas la vitalidad, la capacidad de goce, de creatividad,
de comunicación, de autonomía, de crítica y autocrítica,
de solidaridad, de visión integradora y proyectiva.
Tal como debemos analizar lo positivo y lo negativo
del concepto de salud sin dependencias culturales, con
autonomía, es necesario buscar lo propio con la idea de cobertura.
Son importantes los servicios de atención en salud
mental, pero lo esencial es la lucha por condiciones de vida
que garanticen el desarrollo de las capacidades humanas.
Podemos llenar el mundo de psiquiatras, psicoanalistas,
psicólogos o psicofisiólogos; es posible, incluso, saturarlo
de responsables comunitarios, pero la salud mental es inseparable
de la vida humana y ella requiere relaciones sociales
y relaciones con la naturaleza que favorezcan el desarrollo
de las capacidades básicas.
Es en ese sentido que vemos el papel de fondo del
trabajador de la salud mental. Es un combatiente por la
humanización de la vida, no a través de prédicas, eslóganes,
investigaciones de lucimiento personal o aproximaciones
a problemas aislados y poco frecuentes, sino mediante
un trabajo, una producción de conocimientos, de práctica
y de formaciones, de investigaciones, que favorezcan transformaciones
generales que "beneficien", en el sentido de la
OMS, que capaciten a la mayoría.
Es un papel de integrador. No se trata de descali-
ficar al especialista, al investigador de enfermedades poco
frecuentes. Necesitamos apertura a todos los problemas,
a todas las necesidades. Lo que ocurre es que se debe tener
un eje vertebrador y éste es, necesariamente, social. De
acuerdo a la utopía de la OMS a la médula humanista del
trabajo en salud, el referente son las mayorías. En eso el
trabajador de la salud mental establece una alternativa, un
quiebre cultural. No busca estatus, no instrumentaliza los
problemas para adquirir poder o acumular conocimientos.
Es un intelectual orgánico. Un intelectual inmerso en las
vivencias colectivas. Conoce la cultura popular, se conoce a
sí mismo lo suficiente como para cuestionar su narcisismo,
su elitismo. No es un conductor. Se inscribe en el trabajo de
equipo, con las organizaciones sociales, con las bases, y allí
actúa como catalizador, como fermento, aprendiendo en relaciones
de mutualidad.
Extrayendo de la OMS lo que podría ser una utopía
concreta, posible, el trabajador de la salud mental parte del
conocimiento de las condiciones reales de vida. Cómo es la
sociedad en que trabaja. Cómo produce. Cuáles son las relaciones
sociales, las clases sociales, la vida cotidiana y las
formas de pensar. La manera de organizarse de la mayoría.
De allí enfrenta el cambio cultural, la desalienación, que se
alcance conciencia crítica, que se cuestionen las relaciones de
dominación-sumisión en las instituciones, los grupos, las familias,
las parejas, las autocríticas personales. La salud mental
es un conjunto de capacidades en desarrollo y, por ende,
el trabajador de la salud mental es un agente de cambio.
Al analizar las condiciones del trabajador en salud
mental en América Latina, en general, emergen tres grandes
contradicciones. Existe, por una parte, un desfase entre
lo que se sabe sobre lo que requiere el desarrollo de las ca-
pacidades humanas, seguridad, afecto, estímulos, colaboración,
racionalidad, imaginación, pacificación, y la realidad
social, agresiva, unidimensional. Entre la escasez y el consumo,
entre el temor y la cosificación, entre la competencia
y la indiferencia. Tomás Merton llegó a preguntarse si con
la salud mental no ocurriría lo mismo que con la fuerza
física del dinosaurio. En un mundo alienado en extremo,
la salud mental podría no ayudar a la supervivencia de la
especie humana.
Por otro lado, contrasta la riqueza de dimensiones de
la tarea de salud mental con su falta de integración. Están
vivas las prácticas, cada una en su lugar, pero no se integran.
Cómo avanzaríamos si tuviéramos el aleph de Borges, el
aparto que permitía juntarlo todo, y aunáramos en trabajo
de salud mental que se hace frente a una emergencia, a un
intento de suicidio, por ejemplo, con el esfuerzo sostenido,
generacional, de la socialización familiar o escolar. Lo
mismo podríamos hacer con el diálogo que busca transparencia
y calidez, y el rigor del bioquímico intentando saber
datos definidos básicos para una atención. En igual forma,
en algún punto que no es todavía nuestra conciencia, se
acerca la tarea de aprehensión ideológica sobre lo que la
pareja y el país pierden con el machismo y, por ejemplo, las
sutiles necesidades de diferenciar una ocurrencia delirante
de una superstición o un fenómeno paranormal.
En tercer término, la contradicción que no nos gusta
ver y menos nombrar, pero que está presente media trizada
entre la coherencia y la instrumentalización. Es la lucha
entre el compromiso con la salud y la búsqueda del poder y
el lucro. Todo ello presente en la comunidad, en el hospital,
en la consulta, junto a una silla o un diván.
¿Qué hacer frente a estas contradicciones?, ¿soslayarlas,
darlas por imposibles de ser enfrentadas, negar un
término en la lucha de contrarios?
Pensamos que hay que encararlas en la lucha por la
utopía concreta de la salud, con una concepción de medicina
integral que es la medicina de la población y la del equipo
de salud. Integrar implica, a su vez, tres cosas: asumir ser
parte de un todo más grande, aunar lo contradictorio, las
dicotomías, y buscar lo "íntegro", lo ético.
Se trata de ubicar la salud en una trama existencial e
histórica, articulándola con la sociedad, con su historia, su
estructura, sus proyectos.
Se hace necesario aunar lo aparentemente separado,
lo específico y lo general, lo biológico y lo psicosocial,
la prevención y la curación, lo individual y lo colectivo, lo
consciente y lo inconsciente, el trabajo y el juego.
Es imprescindible entrar a la problemática de la
consistencia. Romper, si es necesario, el discurso formal en
que todos adhieren a la OMS y a la cobertura. Empezar
a preguntarse cómo se da la alienación en la tarea de cada
equipo, de acuerdo a una doble vertiente, el efecto de la relación
especial del intelectual y su trabajo, su particular gratificación,
el que no sea objeto de las condiciones opresivas
y poco creativas generales y, por otro lado, hasta qué punto
se comunica, advierte, siente, sufre, se moviliza frente a la
alienación general.
El análisis institucional nos coloca frente al problema
del chauvinismo de institución, el pliegue autístico que
oscurece la visión de conjunto. La institución se suele inundar
con un yo gigante colectivo que, a su vez, hipertrofia
los egos individuales. Cada narciso se ve más hermoso que
nunca. Una antigua fábula persa lo expresa muy bien. Moisés
preguntó a Dios cuál era la palabra clave. Dios le sugirió
que se lo demandara al diablo. Satanás contestó que la palabra
clave era YO, admitiendo que si la usaba se parecería
a él, al príncipe de las tinieblas.
En salud mental se está dando un movimiento desalienador,
un intento de superar el autismo de instituciones,
disciplinas y personas, imbuidos en la cultura del sistema.
Es la alternativa presente en las comunidades terapéuticas
en que se estimula el autogobierno. Es la multidimensionalidad
del trabajo en poblaciones e instituciones en que
se rompe con el autoritarismo del sistema y se establecen
relaciones personalizadas, se recupera el valor del juego, se
acepta el cuerpo, se da apertura a la imaginación.
Es el avance hacia la salud de todos sin el intermedio
de una plusvalía de poder por parte de una o varias profesiones
dominantes, es el camino hacia la utopía concreta,
el hombre en posesión de su salud, autogestando su salud,
conduciendo su vida en forma integrada con plena participación
social. El hombre que no fusiona ciega, totalmente,
su grupo, su práctica, con su ego, su proyecto. El hombre
con creatividad social que mantiene su individualidad, su
diferenciación. El que tiene su doctrina como algo vivo.
Decía León Felipe "el que tenga una doctrina que se la
coma".
En la orientación hacia una alternativa cultural, de
acuerdo a lo dicho son requisitos esenciales para el trabajo
en salud mental:
1) Una inserción en la población, fluida, flexible, como
miembro visitante, por así decirlo, observador participante
de grupos de base.
2) La práctica constante de una crítica y autocrítica que
cuestione el individualismo y la competencia directa en el
propio grupo de salud.
3) Una orientación decidida de ruptura con el autoritarismo
en todas sus formas, en todos los tejidos sociales, en las
instituciones, en los grupos, en las familias.
4) la capacidad de aunar, sin prejuicios, los diferentes planos
de trabajo en salud mental, negando la tendencia propia
de la cultura dominante a colocar en un necesario primer
plano lo que se está haciendo o lo propio del grupo e
pertenencia. La capacidad, simultánea, de comprometerse
en lo más personal.
En esta dialéctica de entrega y distancia están las bases
para orientarse hacia tareas participativas, planificadas,
que reflejen las verdaderas prioridades de la sociedad. En
esa dirección confluyen el taller artístico y la investigación
social, la educación permanente y la psicoterapia. Van "produciendo"
bienestar físico, mental, social, humanizante,
ético, espiritual. Los programas, como Jano, tienen dos caras.
Una, operativa, programada, científica, diaria, concreta.
Otra, abierta, totalizante, humanizante, inabarcable, utópica.
Salud Mental y Proceso de Cambio.
Hacia una Ideología de Trabajo
en Prevención Primaria.
1. Lo Poblacional dentro de los Diversos "Polos"
de Trabajo en Salud Mental.
Entendemos por salud mental la vida psíquica íntegra...
un territorio tan vasto como es la extensión de las
conductas y vivencias humanas.
Es el objeto de estudio de todas las "ciencias del
hombre", las naturales, las psicosociales, las humanistas...
Es la salud del individuo y de conjuntos de personas.
Se refiere a las instancias dinámicas de conciencia de sí,
continuidad íntima, interacción, transformación del medio
y automodificación.
Las acciones sobre la salud mental, la higiene mental, tienen
origen inmediato en cada individuo, pareja, familia,
pequeño grupo, institución, fuerzas macro sociales.
Nuestras consideraciones versan, fundamentalmente,
sobre el papel del trabajador de salud mental; el protagonista
de una dedicación intencional, organizada, colectiva,
al servicio de intereses generales, en estos campos.
Entre ellos nos centramos en quienes operan en un
sector geográfico determinado, con responsabilidad sobre
un colectivo habitacional, dependiendo de un centro de
salud, un servicio hospitalario con radio de acción deter-
minado o un grupo inserto en el vecindario sin mediación
institucional.
Se trata de los trabajadores de la salud mental poblacional:
activistas locales, voluntarios de socialización personal
e ideológica consistente con la responsabilidad en ese
lugar; auxiliares, profesionales, administrativos, alumnos,
personal de servicio, de los equipos de salud.
El trabajador de salud mental poblacional (o "comunitaria"
en la nomenclatura norteamericana) equivale, en
cierto modo, al médico general o al maestro primario indiferenciado,
en sus ámbitos respectivos.
Tiene un campo de acción muy complejo y en su
formación es tan importante el proceso de valoración del
mismo, de conciencia de su trascendencia y condición real
de "especialista" en lo general, como la apertura al reconocimiento
de límites y a la necesidad de interacciones diferenciadas,
no prejuiciosas, con personas e instituciones
representativas de otros "focos" de acción sobre la salud
mental.
El trabajador en referencia, en la medida de su adecuación
a un papel acorde a las necesidades de la población,
el equipo y su propio desarrollo, repartirá su tiempo en tareas
prácticas y teóricas, llevará a cabo asistencia, educación,
coordinación, diligencias administrativas, investigará,
estudiará, reflexionará, empleará la crítica y la autocrítica, la
comunicación personal, la recreación...
En esas actividades se producirán interacciones con
dos tipos de "agentes" de salud mental, de "higienistas".
En un grupo estarán todos aquellos con quienes
se tenderá a producir una "labor común", una progresiva
unidad programática en y con el "sector" -sujeto y obje-
to- como referencia. Se trata de los pobladores mismos, no
singularizados, de sus líderes, de las organizaciones sociales,
recreativas, educativas, políticas, del vecindario, entidades
de justicia, los diversos trabajadores -no pertenecientes
al equipo-, artesanos, empresarios, de la medicina oficial y
también de las otras "agencias" de salud.
Entretejidos con esos contactos estarán los definibles,
operacionalmente, como "no poblacionales".
Hay, entre ellos, un primer subgrupo con que las
relaciones son con frecuencia constantes y vitales. Comprende
entidades de "ocupación", no de habitación, en el
campo territorial supuesto. Entre ellos son particularmente
importantes las industrias, minas y centros de producción
campesinas y las entidades educacionales, y cubre, naturalmente,
el comercio y los servicios.
En las guarderías y jardines de infantes, las escuelas,
centros de educación superior, comercial, técnica, de adultos,
el trabajador de salud mental poblacional se encuentra
colaborando con otros "especialistas", los educadores.
Se trata de personas orientadas, preferentemente, al
"fomento" de la salud mental, con excepción de la enseñanza
"diferencial". Sin embargo, consciente o inconscientemente
participan también de la prevención, el diagnóstico
precoz, el tratamiento, la rehabilitación.
Son "técnicos" en salud mental, no legitimados como
tales por el "aparato" de salud, su propia institucionalidad o
percepción individual del papel ejercido. Sin embargo, son
los activadores de la agencia de salud mental más importante
después de la familia.
Desde lo poblacional hay nexos con los colectivos
educacionales, programas sanitarios dirigidos a las escuelas,
seminarios de preparación de jardineros, maestros o profesores.
Por otro lado, se establecen actividades de los centros
de padres "en" la población, difusión de valores, actitudes,
conductas, a través de los educandos en el ámbito vecinal.
La trama es muy rica en matices, dejando siempre
despejada una noción central, la existencia de un "foco" o
"polo" de actividades y concepciones de higiene mental en
las estructuras educacionales, no susceptibles de ser absolutamente
integradas con las iniciativas "poblacionales".
Desde el "mundo" educacional se produce una irradiación
de una política específica, asociada al resultado de
las presiones institucionales, los avances políticos, o ideológicos
del gremio, los desarrollos metodológicos y conceptuales
de esa área del saber.
Los centros productivos constituyen la base, la infraestructura,
de la vida social.
Alrededor de ellos se va dando el elemento clave del
proceso de suma de fuerzas para el cambio político, la agrupación
en torno a la tarea material común.
Esa cohesión, de origen en las "necesidades" del trabajo,
en su exterioridad, desarrollo social de las fuerzas productivas,
es también el cimiento de la solidaridad, el valor
esencial para la higiene mental.
Tal como la dominación establecida en el trabajo
marca las pautas de relación en toda sociedad de sometedores
y sometidos, los nexos surgidos de la vecindad forzada
en el trabajo, elaborados por los grupos de vanguardia,
estructuran las tendencias más relevantes de una contracultura,
de una higiene mental popular "avanzada".
Los trabajadores son la clase más avanzada, el eje
del proceso de cambios, tanto político como económico y
cultural.
En lo cultural, viven los valores nuevos, los fundamentos
de la sociedad del futuro. Por razones ideológicas,
los "trabajadores" de la salud mental, muchas veces confundidos
por su socialización pequeño burguesa, suelen
conceder mucha menos atención a esta vinculación, evidentemente
decisiva, que a la también necesaria, aunque
históricamente menos central, con sus cuasi pares técnicos,
los educadores.
Nos referimos, naturalmente, a la tendencia más "radical"
que emerge de la confrontación del trabajador con
el otro trabajador en función de la tarea y se vertebra en la
conciencia de grupo, de clase, en la práctica de lucha.
La realidad global del sistema obscurece estos desarrollos,
con la mediatización de la ideología dominante en
el proceso de concientización de muchos trabajadores.
Lo importante es que el trabajador de la salud mental,
trabajador de "servicios", se hace realmente trabajador
en una práctica que incluye la relación con el sector de
producción material directa.
Sin embargo, se trata de una vinculación, con necesaria
e "higiénica" diferenciación de funciones.
El trabajador de salud mental poblacional puede
contribuir a través de la medicina del trabajo o mediante
contactos directos con los centros laborales.
Su aporte consistirá en asistencia, educación o investigación.
Lo esencial es entregar herramientas científicas
que se inscriban en las luchas de los trabajadores, en relación
a seguridad, comunicación, hábitos de beber o cualquier
otra temática de prioridad.
Se cierra el círculo con el aprendizaje del trabajador
de salud mental poblacional, su proletarización, su captación
de formas de organización, de lucha, de convivencia,
para la modificación de su propia práctica y la transmisión
a la población.
En el aspecto asistencial, la labor poblacional incluye
tratamientos breves y prolongados, relación con neuróticos,
deficitarios, psicóticos, personalidades psicopáticas.
En la actividad, el "especialista" poblacional encuentra
al experto en "complicaciones": rehabilitación de un
niño autista, geriatría avanzada, técnicas complejas de enfoque
integral a un posoperado cerebral, por ejemplo.
Con la existencia de redes de servicio, desde los hospitales
psiquiátricos hasta la población, hospitalizaciones
totales, diurnas y nocturnas, talleres, unidades de emergencia,
el límite entre el trabajador de salud mental poblacional
"general" y el diferenciado, actuando sobre casos poco frecuentes
o técnicas de largo aprendizaje, es poco claro. Hay
una gradiente.
Lo que es preciso es la realidad de un tercer polo de
trabajo en salud mental: la institución especializada. Aquí
se dan batallas por la renovación de los asilos, los hospitales
psiquiátricos, los centros de tratamiento de delincuentes de
todas las edades.
El trabajador de la salud mental poblacional debe
poder respetar y criticar a los especialistas de instituciones
de gran especialización diagnóstica y terapéutica, coordinar,
contribuir a la apertura de la población, al ingreso de
los trabajadores y pobladores al control de estas entidades.
No puede desconocer que, si él prioriza un trabajo sobre
100.000 personas al ejecutable con 1.000 enfermos mentales,
alguien debe centrarse en estos últimos.
Los pobladores se encuentran bajo la constante y
creciente influencia de los medios de comunicación de masas.
La historieta en el niño, la radio en el adolescente,
el diario en el adulto, la televisión y el cine a toda edad,
contribuyen a moldear actitudes, influyen sobre los afectos,
la imaginación, las ideas, las conductas. Son agentes de higiene
mental.
En lo referente a publicaciones, el trabajador de salud
mental suele encontrarse o puede ayudar a generar iniciativas
locales, dentro del contexto de la población con la
que actúa. Se trata de diarios murales, revistas u otras publicaciones
infantiles, juveniles, agrupacionales o vecinales.
En esos casos, se trata de parte directa de su tarea de
activar, asesorar o coordinar.
La mayor parte de la población, sin embargo, tiene
relaciones significativas con los medios masivos.
Desde el ámbito poblacional se pueden hacer programas
en conjunto, de formación de talleres creativos o
corresponsales para publicaciones, radio o televisión.
El trabajador poblacional requiere conocimiento de
las potencialidades de esos medios, especialmente su uso
para provocar debates educativos.
Subsiste, sin embargo, la evidencia de que son, también,
focos de higiene mental independientes, casi siempre
poco productivos o deformantes por el afán de logro inmediato,
de compra, asistencia o sintonía, y por su uso comercial
y a favor de los valores de la clase dominante.
Un último "foco" de actividad de higiene mental está
dado por la investigación básica.
En su formación y en el análisis de su práctica, el tra-
bajador de salud mental poblacional establece vínculos con
las líneas de estudio en neuro y psicofisiología, psicología
evolutiva, psicología social, sociología, antropología, ciencias
políticas, clínicas, estudios de terapia en intensidad.
Son frentes de trabajo requeridores del oxígeno refrescante
de la realidad de los centros productivos, educacionales,
poblacionales, instituciones especializadas, medios
de comunicación de masas.
Sin embargo, es evidente que la práctica científica
del conocimiento del mecanismo de desarrollo de la adicción
física del alcohol, por ejemplo, necesita un contexto
instrumental de laboratorio y una dedicación no compatibles
con la orientación hacia la "población" como un todo.
Mirando el tema en forma panorámica, se diferencian,
entonces, los siguientes "núcleos" de higiene mental,
todos asociados entre sí, todos de necesaria inclusión en
una consideración médico-integral:
a. El trabajo.
b. La educación formal.
c. Las instituciones "especializadas"
de salud mental.
d. Los medios de comunicación de masas.
e. La investigación básica.
f. La población.
No se trata de compartimentos estancos, son "polos"
de actividades.
Desde la práctica poblacional es dable alcanzar los
centros de trabajo, de educación, los servicios de patología
profunda, la orientación de un programa de televisión.
A partir de la profundización de las bases bioquímicas
de una afección, se suelen hacer estudios poblacionales
de índole genética o de pautas alimenticias. Desde el trabajo
o la escuela con frecuencia se llega a la irradiación al
vecindario. No es rara la actividad de una "división" territorial
como extensión de la línea programática de un servicio
de psicopatología. Un programa coherente de radio suele
contar con corresponsales, críticos o talleres creativos en la
población.
La distinción entre "poblacionales" y no poblacionales
no corresponde a una diferenciación entre "especialización"
y "no especialización", a pesar de los prejuicios
frecuentes por la afirmativa.
El trabajador de salud mental poblacional tiene una
función "polivalente", exigidora de condiciones personales
para el diálogo, la apertura a la confianza, la decisión
rápida, la ágil modificación de la esfera de actividades; de
una compenetración con la metodología científica; de capacidades
de discriminación clínica, dominio de técnicas
grupales y de entrevistas, conocimientos básicos de salud
pública, educación, ciencias psicosociales.
Es un papel en que se hace ciencia con lo habitual, lo
frecuente, sin, muchas veces, la opción de lucimiento académico,
siempre con otras personas, en equipo, con la población.
No tiene validez, tampoco, la conocida asimilación
de la tarea poblacional a la "mera" asistencia, educación
masiva o administración. Es a partir de la propia práctica
poblacional como se forman las bases de la teoría, a través
del análisis reflexivo y la investigación fáctica. La docencia
universitaria de pre y posgrado es otra actividad, recono-
cidamente exigidora de "profundidad", cuya responsabilidad
en esta "especialidad" corresponde a los que la llevan a
cabo.
De todas formas, el trabajo poblacional en salud
mental, mirando en sentido "integral", es serio, es riguroso,
no sólo por su nervadura científica, mucho menos por
los galardones académicos coyunturales con los que pueda
rodearse, sino por su fundamento ético social, de respuesta
a necesidades humanas. Es el objeto de una praxis responsable,
liberadora.
No es una actividad menos "seria" que la investigación
básica o el tratamiento de patología poco frecuente,
tampoco es, comparativamente, más "importante", ni siquiera,
necesariamente, más "social". Es un polo de trabajo,
relacionado con los otros, no sólo conceptualmente, sino,
en primer lugar, a través de las prácticas, en un campo que
es, o debiera ser, integralmente social y, por lo tanto, riguroso
y de máxima prioridad.
2. Las Pautas de Higiene Mental de la Población.
El equipo técnico de higiene mental poblacional,
tiene, junto a las vinculaciones con los otros polos "no habitacionales"
de trabajo sobre salud mental, nexos importantes
con otras expresiones de higiene mental poblacional
no originadas en los grupos de trabajo "oficiales" de salud.
Entre las acciones de higiene mental poblacional
podemos distinguir las que corresponden a las prácticas comunes
en "las bases", lo propio de las mayorías, lo "popular",
y lo correspondiente a quienes en alguna forma influyen,
orientan, conducen, los "agentes", los técnicos y quienes no
son tales.
Empezaremos por analizar algunos rasgos centrales
de la higiene mental "directa", propia de la cultura vigente.
Es, seguramente, el vínculo más esencial, de mayor asociación
con la consistencia y la productividad de un programa,
entre todos los que debe establecer la higiene mental técnica
poblacional.
En una aproximación, los conceptos pueden situarse
a partir de la educación y la medicina.
En educación se distingue entre la enseñanza estructurada
-la pertinente a la institucionalidad, uno de los
polos de trabajo en higiene mental- y la refleja, los procesos
de aprendizaje informales a cargos de las otras agencias
de socialización, la familia, los grupos de pares, el trabajo,
las recreaciones, los medios de comunicación de masas, los
partidos políticos.
Tal como existe una posible educación sexual en la
clase de biología, psicología o educación física, hay otra en
la vida cotidiana, en la experiencia personal, la convivencia,
la relación de pareja, la lectura o el cine.
Dentro de la educación refleja, la higiene mental cubre
los aspectos más pertinentes a la personalidad, aprender
a jugar en forma colectiva, adquirir hábitos, capacitarse
para tolerar las frustraciones, desarrollar la capacidad de
expresar afecto. Todo ello guarda conexión con el "fomento",
pero también se aprende, en forma refleja, en conjunto
a lo anterior, a "evitar" la mala compañía, prevenir el robo,
la impertinencia. También, desde luego, a tratar una crisis
de pena emotiva o una intoxicación por alcohol, o a saber
absorber a una persona de edad dentro de una familia, limitando
su deterioro o invalidez.
En medicina, al lado de las formas "oficiales" de diag-
nóstico, prevención y terapia, y de las prácticas de agentes
"paralelos", populares o esotéricos, hay un conjunto de conductas
y creencias de los habitantes, medicina "folclórica".
Bajo el doble prisma de educación refleja y medicina
folclórica, encontramos una praxis poblacional operando
sobre la salud mental.
No es fácil separarla de la cultura "científica". Con la
extensión de la enseñanza media, de los medios de comunicación
de masas, del psicoanálisis y la sociología, nociones
diferenciadas como "complejos", "orientación al poder", incompatibilidad
caracterológica, se van haciendo más y más
"populares". Subsisten, sin embargo, soluciones de continuidad,
diferencias no resueltas ni en las sociedades más
tecnificadas.
La higiene mental popular apunta a la vida diaria
examinada desde una propositividad de salud mental. Abarca,
por lo tanto, áreas tan disímiles como son, por ejemplo,
las formas de regular el manejo de una reunión de grupo,
la atención hacia los deudos de una persona fallecida recientemente,
la socialización de los niños, la actitud ante el
delincuente, el alcohólico y el enfermo mental.
Los "técnicos" en salud mental se suelen "asomar" a
la higiene mental poblacional "directa" con varias posibles
expectativas.
1. Revelar las resistencias inmediatas o potenciales a
sus línea programáticas. Por ejemplo, poder reconocer los
detalles de la interpretación de las enuresis como consecuencia
del "frío" o de la "maña" y su tratamiento con vahos
calientes o castigos, para desautorizarlos con fundamentos
claros.
2. Ubicar posibles factores facilitadores de los programas
establecidos; el localizar padres sustitutos "buenos"
(que conforman con los requerimientos técnicos), podría
ser un caso ilustrativo.
3. Evaluar el efecto educativo, la "irradiación" de
mensajes entregados por los medios de comunicación de
masas, actos públicos, "afiches", labor de "hormiga" en los
centros de salud.
4. Estudiar las posibles asociaciones, en enfoques
epidemiológicos clásicos o de ciencias psicosociales, entre
pautas populares y patología. Extensión de la lactancia materna
y conducta de los menores es un tema bastante socorrido.
5. Analizar la receptividad a los enfermos mentales,
el grado de tolerancia de los habitantes a la creciente proporción
de "egresados" de los servicios intramurales.
6. Programar globalmente las actividades educativas,
controlar las prioridades.
Esos seis objetivos son válidos en una política poblacional
en la medida que se inscriben en una práctica
dialéctica, creativa, no autoritaria, autocrítica; en un cauce
conducente al cierre progresivo de la lucha entre "las" higienes
mentales, en especial la existente entre la mayoría de
la población y los técnicos.
Para esos fines es conveniente agregar otros dos objetivos
de gran fecundidad en la limitación de los deformaciones
tecnócratas.
7. Revisar las distorsiones patológicas contaminadas
a la población desde las doctrinas o terapias "científicas":
a) Dependencia y sobreestimación de la "enseñanza"
psiquiátrica y de salud mental -preocupación obsesiva por
hacer "bien" la comunicación o por la catalogación indiscriminada
de la "anormalidad" personal, neurótica o psicótica.
b) Uso represivo directo de amenazas con la institucionalidad
psiquiátrica, "encerrar" o "mandar al análisis" en
función de vaivenes en ls relaciones humanas.
c) Práctica abusiva de técnicas interpretativas, trabajo
de grupo analítico o experiencial, sin control técnico o
rigor metodológico.
8. Recoger testimonios de formas de procede "productivas"
en relaciones humanas, esfuerzos formativos, de
recreación, de aceptación de las "desviaciones" conductuales,
con proyecciones para el enriquecimiento de la programación
vigente con la introducción de nuevos planos
creativos y la adaptación a la cultura vigente.
a) Métodos de interacción grupal. Para nosotros fue
un hallazgo importante la "técnica" a la verdad practicada
por los adolescentes. Lo mismo, la costumbre de narrar
cuentos a los niños en la mayor parte de los hogares.
b)"Momentos" creativos en la vida cotidiana: "gracias"
infantiles, expresiones de humor, manifestaciones de
ternura, de solidaridad, de alegría, de apoyo, oportunidades
de abreacción.
c) Formas avanzadas de relaciones humanas, patrones
de vínculo de pareja, contratoa "informales" de cooperación
entre vecinos y grupos de pares.
d) Expresiones culturales con posible derivación te-
rapéutica, como la asimilación del tango y las "mateadas"
en la Peña Carlos Gardel del Hospital Borda.
e) Formas organizativas totales de avanzada. Varios
campamentos de tránsito en Chile fueron verdaderos laboratorios
de cooperación colectiva, enfrentamiento a problemas
comunes de alimentación, lavado de ropa, cuidado de
los niños, alfabetización, instrucción general, salud, disciplina,
seguridad.
El trabajador de la salud mental poblacional debe
convivir con su "campo" de trabajo, conocer al "habitante
medio" en sus circunstancias, sin perjuicio de una política
racional de actuar a través de líderes y otros técnicos.
El trato directo con las bases estimula un trabajo a la vez
productivo, gratificante y consistente en el sentido doctrinario.
La higiene mental poblacional inorgánica es una totalidad,
con matices diferenciados según clase social, pautas
culturales, organización.
La experiencia muestra las ventajas de mantener una
observación abierta junto a la focalización del conocimiento
en algunas áreas.
Proponemos una clasificación asistemática de orientaciones
valorativas. Al trabajador de salud mental le corresponde
su sistematización y devolución en el diálogo
con la población y sus agentes de salud.
Establecemos tres categorías de temas, de acuerdo
al trípode del campo de la medicina social "humanizada",
la antropología médico-social. No ponemos el énfasis en la
"situación" de salud mental sino en las actitudes y conductas
con respecto a ella, la higiene mental.
Los temas son catalogados como médicos, sociales
y antropológicos, en el sentido que se trata de "acentos",
discernidos desde lo operacional. La práctica ha mostrado
mayor sensibilidad para la captación de los primeros por
enfermeras, antropólogos culturales, auxiliares médicos,
matronas, terapeutas ocupacionales, psicólogos clínicos. El
grupo de rubros "sociales" emrege con más frecuencia en la
ponderación de los propios dirigentes poblacionales, cientistas
políticos y sociólogos. Lo "antropológico" es recogido
más a menudo por educadores, religiosos, filósofos y artistas.
En realidad, cualquiera noción del grupo es, a la vez,
social, antropológica y médica.
Temática Social.
a) Conciencia situacional. En una persona que habita
un conventillo, por ejemplo, interesa saber el grado de
aprehensión del hecho, su explicación, la repercusión en su
autoimagen, la imaginación del resto de las formas de vida,
la apertura hacia el camino, la productividad de su accionar
al respecto. Consideraciones semejantes podríamos hacer
sobre otros tipos de situación, no ya "espacial" sino temporal,
las vivencias de un jubilado reciente, por ejemplo.
b) Conciencia familiar. Evaluación de las funciones
que cumple su grupo de convivencia, valoración de las
mismas. Interesa examinar las tendencias hacia el conformismo,
la huida, el cuestionamiento en torno a la familia
como institución. Tiene importancia el valor atribuido a
ella como unidad económica, de protección, socialización,
recreación, vinculación afectiva, vida sexual, identidad.
c) Conciencia de pareja. Interesa la visualización de
los papeles masculino y femenino, la importancia atribuida
a la comunicación, a la coejecución, a los límites de la interacción
interna, a la relación con los otros.
d) Conciencia de grupo. Con traducción en la esfera
de solidaridad con los objetivos y con los miembros, y permeabilidad
al exo-grupo.
e) Conciencia de clase. Identificación con su inserción
en el proceso productivo. Valoraciones consiguientes.
Son especialmente críticas las actitudes hacia la solidaridad
de clase.
f) Conciencia política. De las relaciones de poder,
de la problemática coyuntural y a largo plazo. Ponderación
importante tiene la forma cómo se visualiza la práctica
transformadora de la sociedad.
Temática Antropológica.
Abarca los procesos educativos y las actitudes hacia
las ádeas más "generales".
a) Valoración del nacimiento y la muerte. Visión
"continua" o "intermitente" de la vida; individualización
del nacimiento y la muerte o noción de la vida, como un
fluir de apariciones y desapariciones, en el desarrollo de una
"entidad" colectiva.
b) Consideraciones sobre lo propio de cada período
etario y las características de la madurez. Favorecimiento
de la autonomía o la aceptación de la autoridad.
c) Actitudes hacia la ambigüedad y la angustia. Apertura
ante ellas, modalidades de preparación para encararlas.
d) Ponderación de la originalidad, la creatividad y la
belleza.
e) Concepciones de justicia, de responsabilidad, de
niveles de compromiso.
Temática Médica.
a) Concepciones sobre salud y enfermedad.
b) Formas de concebir, prevenir y tratar los principales
problemas de salud.
c) Actitudes hacia los diversos agentes de salud.
d) Tipos de enfermedades populares con vigencia en
el sector.
e) Concepciones y tendencias sobre la participación
en salud.
En una perspectiva de cambio en profundidad, el
acercamiento entre los trabajadores de salud mental y la higiene
mental inorgánica es una condición de consistencia,
una garantía exigible de no manipulación, impositividad o
colonización.
En el conocimiento de las pautas de higiene mental
poblacionales es útil adquirir una visión de conjunto y, al
mismo tiempo, extraer experiencias particulares, cualitativamente
"especiales" o adquiridas en profundidad.
En el trabajo de "terreno" en el Sector de Demostración
de Quinta Normal se dieron varios ejemplos de entronques
productivos entre las acciones de higiene mental
inorgánicas y los programas técnicos, tanto a partir de situaciones
especiales, positivas o negativas, que servían de
"fuentes irradiadoras", como de "políticas" generales en que
se conseguía una sinergia interesante.
Entre los casos de irradiación positiva se encuentran,
por ejemplo, la interacción de una pareja con la ma-
dre, octogenaria, de la mujer. Se trataba de una hemiplégica
y afásica, viviendo en esas condiciones, en la casa, sin una
sola escara, después de haber sido sustraída de negligentes
cuidados hospitalarios, desde hacía 10 años. Fue un hecho
cuya difusión, después de la lógica ventilación del pro y
contra de hacerlo con la pareja, se tradujo en un enorme
fortalecimiento para los esfuerzos hacia la autosuficiencia
médica y general dentro del sector.
Otra situación "contagiadora" fue la inclusión de
algunos voluntarios de la población, no bebedores, en los
grupos de alcohólicos recuperados, como forma de refuerzo.
Se trataba de una actitud espontánea, de "base", extraordinariamente
beneficiosa en el desarrollo de la conciencia
crítica hacia el alcohol en el resto de la zona de trabajo.
Entre los patrones generales de higiene mental con
que se interactuó de un modo programado, está la conducta
ante los delincuentes. En el sector de constató un modus
vivendis particular en que los delincuentes eran tolerados
como vecinos aceptables en el entendido que efectuaban sus
hurtos fuera de la zona. Esa permisividad, unida al apremio
con que se veía tanto la influencia que ejercían sobre sus
propios hijos como el hábito asociado, de regla, de beber en
exceso, permitió una acción con apoyo generalizado sobre
los delincuentes, prescindiendo de su problemática policial,
encarándolos a través de programas de higiene mental del
niño y trabajo educativo sobre ingestión de alcohol en bebedores
problemas.
La percepción de las limitaciones provenientes del
autoritarismo y el machismo en las relaciones entre padres
e hijos, trajo consigo el abordaje de rutina de esa temática
en todas las interacciones a nivel individual, familiar y gru-
pal, aportándose con ello, más que un alivio al problema
en sí, un impulso crítico preventivo a las parejas juveniles,
constreñidas por esas mismas distorsiones en forma más
larvada.
saLud MentaL, cuLtura aLternatiVa
y Proceso de caMbi o. (1981)
Nuestro objetivo es sugerir algunas propuestas generales
para el trabajo integrado en salud mental, bajo las
condiciones políticas actuales, desde una perspectiva de
cuestionamiento a la estructura y al modelo político social
en vigencia.
Quisiera ir precisando este enunciado, aunque dudo
que pueda evitar una reacción natural de ansiedad ante lo
que le es constitutivo, consideraciones tentativas ante temas
muy amplios, de síntesis y comunicación difíciles.
"... Sugerir... propuestas... teóricas... generales". En
efecto, no existe el propósito de transmitir evidencias, de
moverse en lo preciso, en lo concreto o en lo irredargüible.
Se intentará, por el contrario, invitar al diálogo, a la indagación
individual o de grupo. En el fondo, queremos plantear
problemas, compartir inquietudes, ayudar a legitimar propuestas
en terrenos siempre transitados de prisa. El cientista
social suele ordenar y sistematizar, dejando conceptos y
números trabajados con tanto rigor que llegan a difuminar
las inquietudes básicas del trabajador en programas de la
índole discutida. Quien está sumido en la práctica obvia,
muchas veces, el problema general, en el esmero por dar
cuenta de lo más específico.
En nuestro caso, no estamos en condiciones de hacer
un desarrollo argumental perfectamente trabado, de
abstraer en forma consistente. Queremos entregar algunas
reflexiones no sistematizadas, toda vís en parte en elaboración,
basadas en una observación participante en programas
de salud mental del tipo fundamentalmente preventivo
y de promoción de la salud, en sectores poblacionales,
instituciones y grupos, de varios países.
Nuestra referencia fundamental serán experiencias
realizadas -vividas, sufridas-, a partir de fines de 1973, en
Argentina, España y Chile. En esos tres contextos, con todas
las diferencias de matices que se conocen, participamos -generalmente
como coordinadores o asesores- en actividades
relacionadas con salud mental que comprometían extensos
números de personas, y se apoyaban en grupos de trabajo
interdisciplinarios, orientados al compromiso social.
En los tres casos se daba el trasfondo socio cultural
de país capitalista, de orientación cultural judío cristiano,
de un desarrollo económico productivo mediano -a escala
universal-, con gobiernos represivo-autoritarios (en tránsito
de dejar de serlo en España).
Por razones evidente no pormenorizaremos en torno
a las instituciones, los grupos o los programas en que
nos ha tocado participar. Las consideraciones que siguen,
sin embargo, son en gran parte el resultado del diálogo y las
evaluaciones del trabajo en equipo.
En lo referente a la labor de investigación teórica
personal, estas observaciones constituyen un hito en el camino
posterior a la publicación de tres libros y numerosos
artículos concernientes a las bases, posibles fundamentos,
del trabajo en salud mental bajo las condiciones del capitalismo
liberal, apoyados en la experiencia, especialmente, de
Chile y Gran Bretaña.
Hemos recogidos algunos puntos de vista expuestos
en esos marcos de referencia, procurando diferenciarlos o
reformularlos para la problematización en las condiciones
actuales del país.
Prosigamos con el enunciado... "trabajo integrado en
salud mental".
La integración es una temática instrumentalizada por
el sistema. Es un tema "in". Todo se "integra"... aparentemente.
No se trata solamente de jugar, de seducir, con una
fachada. La integración obedece a la racionalidad capitalista.
La circulación de mercancías exige circuitos armónicos,
fluidos, en que se integren los petrodólares con el mercado
financiero nacional..., paso bien modulado, en general,
entre la producción y la venta, señalizado por la plusvalía.
Se necesita articular una serie de labores, como diría un
lobo de ahora, "para venderte mejor". El poder visible, el
grupo simbiótico, aparato militar y de seguridad, integra
con seguridad logística, información, tortura, autoritarismo
activo y pasivo, fabricación de armamentos.
Las burocracias modernizantes "integran" el mensaje
y generan discursos sobre servicios "integrados" de educación,
de bienestar social, de atención o educación médica.
La medicina de mercado pretende "integrar" las necesidades
objetivas de los posibles consultantes, la manipulación
de las mismas, los intereses de empresarios y de industrias
del área médica y las propias de los profesionales.
Manoseado, mosqueado, el término es siempre rescatable
a partir de cuestionarlo y de llevarlo al criterio de la
praxis. El punto de vista integral en salud, en salud mental,
en medicina, es parte del acervo cultural chileno y tiene
potencialidad para aportar a la lucha social, como una de
las armas cargadas con futuro con que cuenta el pueblo chileno
en su lucha cultural.
En la praxis transformadora de la sociedad, la noción
de integración en salud tiene el valor de marco referencial
guía de acciones, puesto a prueba en la práctica cotidiana.
Distinguimos tres acepciones de integración, trabadas
entre sí, con refuerzo mutuo: totalización, unidad de
aparentes opuestos y consistencia ética.
La acepción de totalización implica el ubicar la salud
en el todo social. Se trata de entender el uso de drogas o las
consecuencias de la tortura en una sociedad concreta, con
relaciones de producción y rasgos superestructurales defi-
nidos. Es poder analizar no sólo el miedo de tal persona,
su antecedente en una intimidación, sino las características
de la relación de la sociedad con el miedo y el significado
antropológico de la fragilidad humana.
La integración tiene el alcance de superación dialéctica,
de síntesis de aparentes contrarios. Es sobrepasar el reduccionismo
biologista, psicologista, cultural, sociologista.
Es perder el sentido sacro de las escuelas teóricas, en relación
al hombre y a su salud mental. Es tener capacidad de
potenciar el trabajo del especialista y del quehacer popular
en salud mental, el del militante y del psicólogo social. Ello
para citar algunas vertientes de esta tendencia a la síntesis.
Hay especificaciones clásicas, por ejemplo, esclarecimiento
de los nexos y del ámbito diferencial, igualmente válido, no
opacificable, de lo afectivo y lo racional, lo corporal y lo psíquico,
lo individual y lo social, lo preventivo y lo curativo,
lo formador y lo reparador, la autoridad de las mayorías y la
racional, la tarea y la recreación, los valores y la revolución,
la crítica y la creación.
Hay, finalmente, una acepción ética, de consistencia,
de dedicación real a la salud, a la transformación positiva
de las capacidades humanas. Ello, por contraste con otras
formas de entender la práctica de la salud, cualquiera sea el
discurso, como medio de lucro o como instancia del poder,
afianzadora del sistema.
La orientación integral no puede confundirse con
vagas añoranzas de omnipotencia o declamación vacía; es
el aunar una inserción, una práctica concreta, con una dirección
social, un apuntar a las raíces, a la estructura, junto
a una consideración dialéctica y a la propia objetividad, la
ética de la actividad, su consistencia.
Termina nuestra enunciado... son propuestas... para
el trabajo integrado en salud mental... "bajo las condiciones
políticas actuales... desde un cuestionamiento a la estructura
y al proyecto político social...".
Se trata de consideraciones... pata ahora... desde una
posición comprometida... con los cambios y con la salud.
De acuerdo a lo dicho, la opción integradora en salud mental
implica una ubicación definida frente a las condiciones
básicas en poder y relaciones sociales.
En el Chile de hoy se sobrepone el proyecto fundacional
de las clases dominantes, su gran contrarrevolución
para afianzar el sistema capitalista con los cimientos trizados
por el avance del pueblo desde el inicio del estado de
compromiso a la agudización de las contradicciones sociales
en un pasado reciente e histórico, con su modelo represivo,
directamente destructor, de negación de la alternativa
en germen de tránsito al socialismo. Es el devenir gradual
del énfasis de la violencia directa masificada, a una mayor
discriminación de la misma, a una tolerancia relativa a la
disidencia. En un trasforndo de brutal represión a través
del mercantilismo, del lucro y del hombre manejado con
pinzas sincrónicas, en el camino a una presunta sociedad de
adaptados a un capitalismo salvaje que obnubila, anestesia,
hace planos a los posibles opositores, confundidos en la carrera
por bienes y estatus sin sentido.
Frente a ello, una oposición ganando conciencia, desplegando
el fruto de la organización, quebrando el inmovilismo,
defendiéndose o perdiéndose en la omnipresente
cultura dominante, en el autoritarismo, la competencia, el
aislamiento, los esquemas, el miedo, el sectarismo.
En esa situación, bajo estas contradicciones, planteamos
las ventajas de repensar en salud mental. De aunar
dialécticamente la solidaridad, la denuncia, la crítica, con la
creación de nuevos espacios, de alternativas de avance, para
mejorar la relación de fuerzas, para tener experiencias que
contribuyan a la solución de problemas colectivos cuando
las condiciones cambien.
La visión integrada, en nuestro contexto, integra la
lucha contra la represión política, el modelo económico, las
deformaciones culturales, con la apertura a la creación de
espacios para el desarrollo de una cultura de participación e
igualdad, con la lucha por los cambios sociales.
Desde la inserción indicada, la revisión y participación
en programas concretos apunta, en conjunto, a plantearse
el asumir algunas características del campo de la salud
mental.
a) Es terreno en que no existen referentes estructuradores
definidos válidos. Por el contrario, es abierto a la participación
total, sensible, imaginativa, intuida. Al mismo tiem-
po, no puede obviarse la reflexión rigurosa, la introducción
del método científico, la prueba de la praxis. Así, el profesor
universitario no siempre atina a dar una colaboración adecuada
al taller cultural de la población, ha lograr que los
dirigentes sindicales perciban los problemas narcisistas que
obstaculizan la unidad, o, incluso, el entender la depresión
del cesante o a ansiedad del adolescentes cuyo padre vacila
ante el atractivo superficial del sistema. Por otra parte, el
dirigente partidario puede sentirse amenazado ante la actualización
del sometimiento de su mujer, confundir una
hiperactividad ansiosa o requeridora de afecto con el trabajo
maduro y productivo.
Surgen problemas de evaluación: qué hay que ponderar,
¿la disminución de síntomas de salud mental alterada?
¿el aumento de la conducta participativa, la concientización,
los cambios en las relaciones de fuerza social?
b) Como especificación de lo anterior hay que hacer
referencia a que, coexisten equipos diferenciados de salud
mental con los protagonistas del quehacer social, cumplidores
de tareas en este terreno no legitimadas como tales. Así,
es trabajador de la salud mental el educador, el recreador,
el luchador sindical, el dirigente juvenil, de población, el
monitor cultural, el abogado, el investigador. Es decir, todo
el que participa en la lucha por cambiar conciencias y conductas.
Todo ser humano influye en su salud mental y en la
de los otros. Pueden llamarse trabajadores de la salud mental
quienes realizan actividades, anticipando un producto,
una transformación, que trasciende su vida inmediata: los
padres de familia son todos artesanos de la salud mental.
La producción de servicios al medio social global lleva al
periodista, al sociólogo, al dirigente campesino a convertirse
en trabajadores de la salud menta. Trabajadores que,
por supuesto, actúan individualizando, matizando, introduciendo
su sensibilidad, al modo de un artesano.
c) Las tareas del período involucran urgencias y tareas
a largo plazo. Está la crisis del torturado y la del cesante, la
elaboración del dolor del familiar del desaparecido o exiliado,
el desarrollo de nuevos intereses en el cuadro político
rigidizado en el quehacer, la prevención de problemas en
quien realiza tareas delicadas, la recuperación de las experiencias
organizacionales para una práctica generalizada,
la defensa del derecho permanente al disfrute, al acceso al
cuerpo, al desarrollo de lazos humanos profundos, al quiebre
del autoritarismo en todas las esferas.
Es decir, el trabajo de salud mental no puede privilegiar
ninguno de los llamados niveles de prevención: la
promoción de la salud, la prevención inespecífica, la de tipo
específico, el diagnóstico, el tratamiento, la rehabilitación.
El problema es poder hacer un corte diferenciador
con Caplan y las corrientes tecnocráticas. El eje de todos
estos planos se confunde con la práctica política sin perder su
especificidad, se escamotea la realidad si se planea un desarrollo
personal histórico, al margen del hecho de vivir en
el temor, la escasez, la competencia, la irracionalidad y lo
superfluo. No hay ordenación preventiva que pueda marginarse
de esas coordenadas. La familia, por ejemplo, como
instancia constitutiva, está indisolublemente ligada a su
papel de reproductor del sistema. Lo hace directamente, a
través del moldeamiento autoritario e individualista, o directamente,
en su papel de tampón, compensador, reparador
de todo el bloqueamiento opresivo de la sociedad.
El diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación no
pueden quedar sólo en las categorías aceptadas por el régimen
dominante. No existe sólo el efecto del daño orgánico
o de los dinamismos propios de la interacción cara a cara o
de fantasía. Nuestros choferes de locomoción colectiva, por
ejemplo, enfrentan el accidente o la jubilación precoz por
estrés prolongado o fobias de difícil curación, por trabajar
aislados, en competencia con otros conductores, en disputa
constante con pasajeros, patrones, inspectores, carabineros,
jueces, conteniendo la agresividad, haciendo largas jornadas
de trabajo con el fin de conservar su puesto.
El modelo médico no agota las tareas del trabajador
de la salud. No se trata, hay que insistir, de la salud de
ése individuo, aquél grupo, cierta población. Es asumir esa
salud en conocimiento de su articulación con la situación
global, con lo que pasa en la producción, en las relaciones
con la naturaleza, en las posibilidades de cambio.
No basta con ver si existe disgregación de pensamiento
o angustia, deben conocerse las aptitudes, los modos
de relación, la forma de crear, de disfrutar, de contribuir
a enfrentar los problemas colectivos.
En gran síntesis, salud mental es campo no estructurado
en que, colectivamente, debe irse a la formación de
modelos teórico-prácticos comprensivos, integrando pueblo
y técnicos, toda una gama de especialistas, de intelectuales
orgánicos, desde el artista al cientista social y al filósofo,
articulando el poner los pies muy definitivamente en el presente
con la imaginación, el afecto y la racionalidad necesarios
para proyectarse al futuro, asociando el desarrollo de
alternativas positivas con la denuncia y la lucha por combatir
las opresivas condiciones existentes.
Líneas Principales de Innovación
en los Grupos Alternativos en Salud Mental
En las diferentes experiencias en que he participado
estos últimos años, o que he podido observar de cerca, se
destacan algunas modalidades organizativas y temáticas, en
parte compartidas por grupos modernizantes tecnocráticos
no cuestionadores del sistema.
a) Cambios en la dinámica del equipo de salud mental.
Ellos incluyen: la búsqueda de participación en la gestión
de la política y la programación; la elección de coordinadores
por asambleas de miembros, la rotación de funciones
directivas; el aceptar la posibilidad de que la conducción
del grupo sea de responsabilidad de no médicos, e, incluso,
de no profesionales; equiparidad en derechos de hombres
y mujeres, jóvenes y mayores; ruptura de tabiques disciplinarios
con el asumir tareas de acuerdo más a aptitudes y
necesidades que a socialización profesional.
Un aporte importante, en esta dirección, es la introducción
de instancias de comunicación personal, de conocimiento
mutuo, de autocrítica, de reflexión sobre la praxis,
de desarrollo de la madurez general de los partícipes.
Todo lo dicho va conformando un cuestionamiento
de los patrones formales de las instituciones, del autoritarismo
tradicional, tanto social como propio de la dominación
profesional.
b) El énfasis en la apertura de espacios de recreación,
en la propia vida de los colectivos y en la programación de
actividades. Se va rompiendo la distorsión de la vida social
en su separación antagonizante entre lo serio y lo festivo, el
trabajo y la creación, el descanso y la actividad.
c) Introducción de talleres culturales, de facilidades
para estudiar, para la creación artística o científica, como
vertientes del quehacer de los colectivos.
d) Intentos de establecer vasos comunicantes con el
movimiento social, introducción de elementos de politización
en la psicoterapia, educación y rehabilitación. Vinculación
con actividades sociales.
En el trabajo de los grupos de salud mental alternativos
se encuentran problemas, obstáculos que creemos
posible adscribir a algunas contradicciones.
a) Prioridades coyunturales y visión integral. La represión
implica riesgo vital, emergencia permanente, necesidad
de priorizar. La tarea de salud mental sufre un doble
desgarro desde la presión por la atención reparadora a
los múltiples compañeros dañados y las necesidades de la
práctica social general. La acción integradora tiende a amputarse,
absorbida por los esfuerzos de cumplir con la tarea
inmediata o de hacer frente a los requerimientos de una
crisis de salud.
b) Cautela y temores exagerados, paralizadores. El
avance en las tareas de salud mental conduce a buscar espacios
de encuentro, condiciones para establecer relaciones de
confianza, para permitir del despertar creador de la capacidad
solidaria, práctica, artística, recreativa, científica. En las
condiciones de la represión existe el constante riesgo, objetivo,
del allanamiento, la detención, la violencia, la censura.
A su alrededor crece, coagula, la ansiedad fuera de contexto,
la desconfianza infundada, el miedo internalizado, fijado.
Existen síndromes paranoides. No puede dudarse, con el
temor y el absurdo vividos, de la existencia de una paranoia
real.
c) Trabajo en salud mental y las responsabilidades sociales
y políticas. Al extenderse el ámbito laboral en salud
mental a la acción multiplicadora, el desentrañar la alienación,
el telón de fondo macrosocial, emerge la posibilidad
de conflicto con las directrices, las responsabilidades y las
direcciones de partidos y organizaciones sociales. ¿Cuál es
el papel, por ejemplo, del equipo de salud mental comprometido
frente al autoritarismo de la clase obrera?
En Argentina nos encontramos con sectores que
sostenían la importancia de respetar los valores de los trabajadores
y con ellos a sus formas de interacción y convivencia.
El machismo y la posesividad sobre los hijos eran
interpretados como parte de un armazón orgánico que permitía
el avance cohesionado de los trabajadores como clase,
en unidad vertical, en la búsqueda del poder. Al cuestionar
esas prácticas, el trabajador de salud mental, intelectual, pequeño
burgués ilustrado, perdía de vista presuntamente las
necesidades estratégicas del movimiento obrero.
En España, a la inversa, junto a un discurso antiautoritario
muy definido aparece el peso aplastante de lo cuarenta
años de franquismo enraizado en una orientación
represiva muy anterior. ¿Cuál es el papel del trabajador de
salud mental? ¿Qué le correspondió como posición al "facilitador",
cuando los dirigentes responsables de la izquierda
sostenían una orientación muy represiva en materia
sexual?
En nuestro país, queda el recuerdo de un primer
Consejo de Gabinete de la Unidad Popular en que se trabajó
la idea de cortar el pelo a los presuntos hippies que
callejeaban por Santiago; hay, sin embargo, un punto especialmente
sensible. Es la posible tendencia a un control por
parte de organizaciones sociales a los propios programas de
salud mental.
La salud mental es el hombre en sus aspectos diferenciados,
trabajando, conviviendo, creando, revisándose a
sí mismo.
La política es todo el quehacer humano orientado
a su desarrollo, a su integración. El trabajador de la salud
mental debe politizarse, integrar la transformación de una
familia, una escuela, un individuo, con los esfuerzos por
cambiar la cultura, las relaciones sociales, el poder.
La lucha política presupone el abrir espacios para
ampliar las fuerzas, en cada individuo, en las organizaciones
sociales, en la población. Los dirigentes políticos, los partidos,
cohesionan, coordinan los esfuerzos por cambiar las
condiciones existentes. ¿Qué ocurre cuando se entrecruzan
las líneas? ¿Cuando se quiere orientar desde una dirección
política un programa de cine educativo, por ejemplo? Qué
actitud tomar cuando un grupo argentino altamente politizado,
con mucha formación psicoanalítica, llega a la conclusión
de que Perón expulsó a los Montoneros, en aeuqlla
famosa concentración de la plaza, con el objetivo último de
incentivar su rebeldía, de radicalizarlos.
d) La apertura de las exclusas tecnocráticas, el convertir
los grupos orientados a tareas de salud mental en
colectivos abiertos, solidarios, flexibles, creativos, encuentra
su límite en las propias condiciones de salud mental de los
integrantes del grupo, periferias institucionales y asistidos.
Así, por ejemplo, las primeras interacciones abiertas
entre personas que se dedican a la salud mental en Chile
han estado signadas por la confusión entre la búsqueda de
respaldo personal y la incorporación a tareas organizadas.
Se asiste y se teme intervenir. Se quiere estar sin participar,
midiendo al otro, tomando la temperatura del grupo. O,
en otros casos, la inundación afectiva, la gran catarsis con
pérdida de parámetros temporoespaciales.
Hay que variarse aquí y ahora. La modulación entre
trabajar y conocerse. Entre ser ejecutivo y saber si el otro
ha tenido una experiencia semejante a la mía. Todo ello
perturba, crea desconcierto, deseos de estructura, de normas
rígidas, de reproducir autoridad, de volver, tal vez, al
sistema, a la esencia eficiente, clara, segura del sistema que
se desea transformar.
La salud mental integrada al cambio sociocultural
apunta a un cambio que recoja los valores básicos de la cultura
popular, la solidaridad, la capacidad de enfrentar lo
concreto y, en estrecho contacto, respetando las organizaciones
propias del pueblo, su estilo de organización, vaya
paulatinamente obteniendo transformaciones que apunten
hacia lo que no nace espontáneamente en el medio popular,
el sentido preventivo, la apertura hacia la autotransformación,
la imaginación psicológica, el sentido de los matices,
la recuperación positiva de las crisis, el fomento y prevención
de la salud mental.
Hay a nuestro juicio, varios posibles elementos básicos
en una orientación integral, politizada, capaz de enfrentar
la contradicción del período.
a) La inserción personal. El trabajo autocrítico, automodelador
constante, realizado a solas, en un grupo de
pertenencia, en aperturas ante apareceres extraños. Él está
"haciendo" y/o en relación, conviviendo con las máyorías,
aprendiendo de ellas.
b) La integración de esta práctica, del descubrirse,
con la apertura hacia nuevas dimensiones, las que no tenemos
desarrolladas, las que tiene el enemigo. El asumir que
el enemigo es un ser concreto, complejo, de la misma especie
que nosotros. A ese respecto, el trabajo de los grandes
autores de ficción latinoamericanos es muy importante. La
obra de Mario Benedetti, Pedro y el Capitán, es un ejemplo
de desarrollo imaginativo, de incorporación de la problemática
del torturador junto al desarrollo político y de salud
mental de un militante que ha crecido hasta, al borde de la
muerte, cuestionar a su torturador, inducirle a que le tenga
respeto, abrir una profunda contradicción en el enemigo.
c) El entender el desarrollo personal en un sentido
polidimensional. Entre otros planos, se trata de legitimar
el valor, como expresión de salud y de politización, y de
la vitalidad del pensamiento dialéctico, la afectividad y la
imaginación. Al eje clásico de la concientización -conciencia
problematizada, cuestionamiento del sistema y luego
acción- debe agregarse toda una serie de meridianos congruentes
con los aportes de una serie de movimientos culturales
y políticos de este siglo, como el psicoanálisis, el
existencialismo, surrealismo, movimiento de mayo, autogestión.
Más allá de la ética aristotélica de la autorrealización,
está el asumir la necesidad de inmediatez, lo vital, lo orgiástico
de nuestro fondo vital, tan bien instrumentalizado por
el fascismo. Se trata de aceptar el juego, el cuerpo, la sensualidad,
el orgasmo, la poesía, como parte del desarrollo
del ser humano pleno, integral, a conjugar con los procesos
de madurez intelectiva.
Junto a la lógica de lo claro y lo distinto, de la no
contradicción, la dialéctica, la capacidad de asumir lo sombrío.
El hombre no es sólo proyecto lineal. El camino a la
revolución no puede contar, tampoco, con una dimensión.
La dialéctica no es sólo para el momento del análisis político,
debe personalizar toda la vida cotidiana.
Con la tarea, con el goce, con la apertura a la búsqueda
del conflicto, deben realzarse los efectos interpersonales.
Somos con los otros. No es fácil ganar una voluntad mayoritaria
si los dirigentes no son queridos, si no se confía. No
es dable perseverar en la labor de resistencia sin el tejido
afectivo, sin sentir la calidez del otro, con igual o distinto
carné político.
En la formación de esta nueva cultura, en un país
con hambre, con falsas necesidades estimuladas al máximo,
hay que desarrollar la imaginación. No el fantaseo laxo
y huidizo. La imaginación psicológica, el conocer la realidad
y el desarrollar medios para concebir los pasos, participativamente,
para hacerla distinta. En relación a eso es
muy importante el contar con espacios demostrativos de
encuentro y creatividad, que ayuden a ampliar expectativas
y horizontes.
gustaVo MoLina,
trabaJador de La Medicina integraL. (1978)
Enfermo durante muchos años, Gustavo Molina
fue siempre un activísimo impulsor de transformaciones
de conciencia y de programas de desarrollo de la salud.
Hoy, fallecido, contribuye, a través de este acto y de una
influencia imborrable en muchos de nosotros, a dar vida a
los esfuerzos por reconquistar la confianza, la dignidad, el
sentido del bregar cotidiano y las metas permanentes.
En lo que procuraré expresar, confundido en todo lo
que no podré decir, está, fundamentalmente, la presencia
vinculada del afecto por el amigo, el compañero de trabajo
y el maestro, con el reconocimiento objetivo de su proyección
como figura representativa del valor esencial de las acciones
en salud, del trabajador de la salud entendido como
partícipe de la construcción ininterrumpida del hombre y
de la sociedad.
El término salud, como los muy manidos de libertad
y justicia, evoca una imagen ideal, recogida por la OMS en
su definición utópica, elaborada en las deliberaciones esperanzadas
de la posguerra: salud como un estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de
enfermedad.
La salud corresponde, efectivamente, a un derecho
básico a expresar las potencialidades del hombre, a la gozosa
y creativa transformación de cada uno y del medio social
y natural.
Hay, sin embargo, una realidad histórica, objetiva,
oculta tras una hojarasca retórica, la ingenuidad acrítica o
la manipulación desde el poder. La práctica contemporánea
evidencia el nexo de la salud con la estructura social, y
cómo, en lo concreto, con el pretexto de aportar a la calidad
y a la duración de la vida, se llevan a fecto actividades mercantiles,
se establecen grupos de poder, se manipulan conductas
y se obscurecen conciencias, se cuida la conservación
y la reproducción de las fuerzas productivas.
Hay una contradicción profunda entre la aceptación
general de la salud como un valor asociado con la racional,
lo grato y lo deseable, y la realidad sórdida de un vivir
competititvo en la base misma de la dinámica social. Laura
Conti lo ha expresado en un texto que ha sacudido al
mundo, cuestionando la concepción alienada, no integral,
idealista, de la salud.
"Nos dicen que la medicina es una lucha por la vida
contra la muerte. Si así fuera, como algunos creen erróneamente,
deberíamos decir a la gente: 'no os daremos balsámicos
para vuestros bronquios porque debéis respirar aire
puro; no os daremos tranquilizantes para vuestras neurosis
porque debéis suprimir la causa de las mismas; no os daremos
vasodilatadores para vuestros espasmos porque debéis
eliminar los atascos de tráfico y la consideración hacia vuestro
jefe; no os daremos protectores hepáticos para vuestro
hígado porque no tenéis que comer alimentos artificiales;
no os daremos cortisona para vuestras alergias porque tenéis
que eliminar las sustancias alérgicas; no os daremos
vitaminas o aminoácidos porque tenéis que comer carne
y fruta; no os ofreceremos nuestra paciente comprensión
mercearia porque el amor tenéis que hallarlo en las muje-
res (o respectivamente en los hombres) y en la solidaridad
entre los compañeros; no os firmaremos días de enfermedad
porque tenéis que reducir la semana laboral y construir
ciudades en las que no sean necesarias horas diarias de conducción
o agolpamiento en los autobuses cargados de gente'.
Deberíamos comportarnos de este modo si la medicina
se orientara realmente a la conservación de la vida y a la
anestesia ideal".
"Fabricamos infartos, electrocardiógrafos para diagnosticar
infartos y secciones hospitalarias para curarlos. Fabricamos
cánceres pulmonares y quirófanos para operarlos.
En realidad, nuestro comportamiento tiene su lógica: la lógica
de la competencia. Crear un tipo de vida con menos
estrés y que redujera los casos de infartos significaría disminuir
la competencia en nuestra vida; por esta razón no lo
hacemos" (1).
La concepción integral de la salud incluye una postura
crítica frente a la relación salud-sociedad. En Chile
hay una larga tradición de esfuerzos por llegar a un actuar
coherente en salud, a una medicina integral. Hoy, cuando
se habla de "apagón cultural", debemos tener presente que
si Chile ha dado, como contribución a la causa del avance
del hombre, un notable movimiento social, varias formas
pioneras de gobierno, a una Gabriela Mistral y a un Pablo
Neruda; el país ha sido también un centro dinámico de luchas,
de experiencias y de pensamientos en salud pública y
medicina social de relieve en el concierto mundial.
Ya en 1938, señalaba Henry Sigerist -el gran historiador
de la salud, de cuyos trabajos hizo Gustavo Molina
una magnífica antología, como parte de su labor de higiene
mental del grupo de sus compañeros y de sí mismo, cuan-
do estuvo preso-, en torno a los caracteres relevantes de
la medicina social chilena: "...no hay duda que Chile será
un ejemplo para todo el continente americano...". "En el
futuro, al estudiar los problemas y avances de la medicina
social, no miremos solamente a Europa. En nuestro propio
continente, y en otras partes del mundo, se están realizando
experimentos de gran significación, que nos habrán de
enseñar mucho..."(2).
Gustavo Molina trabajó siempre en grupo, apuntando
a las necesidades objetivas, desdeñando lucimientos
personales, obviando quisquillosidades, ajeno a la parcela
privada, al rechazo sectario. Por ello, no es difícil asociar el
homenaje a su persona y su obra con el recuerdo de la que
hasta hace poco singularizó al país. Pueblo e intelectuales
han construido un patrimonio cultural que cubre ámbitos
tan vastos como lo que va de la Ley de Seguro Obrero
Obligatorio en 1924, al Servicio Nacional de Salud de
1952, los programas integrales de enseñanza y el inicio de
una dimensión avanzada, importantísima para la medicina
integral, con el Programa de Desarrollo Sociocultural y los
Consejos de Salud.
En esta jornada de comunicación y encuentro, permítaseme
un pequeño recuerdo personal. Era a mediados
de los años sesenta. Se reunía el Departamento de Salud
Pública del Colegio Médico. Bajo la cálida coordinación
del profesor Arturo Baeza Goñi, los participantes analizaban
una experiencia de trabajo en equipo en medicina rural.
Tegualda Monreal destacaba los esfuerzos humanos del
grupo en su trabajo poblacional. Salvador Díaz señalaba las
perspectivas sociológicas de los factores que intervienen en
la atención médica. Hernán Romero reflexionaba con inte-
ligencia e ironía. Carlos Montoya sugería formas de sintetizar
lo dicho. Llegaba, ágil, lúcido después de incontables
reuniones en el Senado o en otros lugares, el presidente
titular del Departamento, Salvador Allende, con su permiso
para llegar con retraso fácilmente compensado por sus
rápidas síntesis brillantes apenas incorporado a la temática
en discusión. Gustavo Molina escuchaba, tomaba notas. De
algún modo los problemas discutidos evocaron en el grupo
los aportes que él hiciera, años atrás, en el trabajo con la
población de la Unidad Sanitaria de Quinta Normal. Hugo
Behm, con sus dotes magistrales de integrador, lo expresó
en forma sencilla y metafórica. Lo esencial es vivenciar
estas experiencias y no sólo postularlas. Ahora aprehendemos
este nuevo trabajo con la población, el que "una vez se
llamó Molina...". Por esas leyes extrañas de la memoria he
retenido esas palabras y algo del contexto en que se dieron.
Trabajar en medicina integral se llamó y se puede seguir
llamando Gustavo Molina.
Es en este actuar concreto y es a partir de su inserción
en lo grupal, que deseo proponer la articulación entre
nuestro Gustavo Molina, el trabajador de la salud, y la concepción
general, abstracta, de la medicina integral.
La medicina integral es una ideología de trabajo que
continúa los esfuerzos de la tradición médico social chilena,
enlazándose con la aspiración universal al derecho a la
salud, al derecho a la vida, a lo más medular de los derechos
humanos. Hoy es tema asumido por especialistas; más temprano
que tarde lo será, también, por todos los ciudadanos,
en la medida en que nos desalienemos y aceptemos que la
salud debe ser la gran meta colectiva de la humanidad.
El concepto de medicina integral incluye tres gran-
des vertientes muy vinculadas entre sí. Integral apunta, al
unísono, a global, a articulación de nexos, a consistencia.
Por globalidad se entiende totalización, ubicación del quehacer
específico de salud en su matriz social e histórica. La
segunda categoría se refiere al relacionar, dialécticamente,
los diferentes polos de las actividades que realizan, diferencialmente
y, generalmente, de modo compartimentalizado.
En tercer término está lo "íntegro" en la connotación de
coherente, ético.
Sin teorizar, desde su misma vida y productividad
personal, Gustavo Molina ilumina el sentido de los planos
de esta ideología de trabajo.
De acuerdo al primer parámetro, se visualiza el papel
del equipo de salud, de la unidad asistencial, del centro de
estudios, del trabajador general de la salud y del especialista,
como parte de los esfuerzos conscientes y de las condiciones
prevalentes que influyen en la salud. Salud y sociedad
se interpenetran. En la Grecia clásica había condiciones
distintas de atención en salud para el esclavo, el ciudadano
libre y rico, y el pobre, como ha sido bellamente descrito
por Platón. El cristianismo desarrolló el ideal de caridad y
destacó el valor del sufrimiento. Ahora estamos en la época
en que las actividades de salud interesan a la producción, a
la lucha de ideas, al intercambio mercantil. La concepción
médico integral busca la participación de toda la sociedad
en el quehacer de salud, integrándose científicos, técnicos,
medios de comunicación de masas, organizaciones sociales,
cada enfermo, cada individuo consciente.
Gustavo Molina, al hacer riquísimos aportes en educación
y atención médica en diferentes países, se convirtió
en un trabajador de la salud latinoamericana.. Como
presidente de la Federación de Estudiantes, como hombre
inquieto por su tiempo hasta sufrir, gravemente enfermo,
los rigores de la prisión y del exilio, sin dejar su campo de
actividad específico, mostró siempre gran capacidad para
mirar más allá de los tabiques administrativos, profesionales,
rutinarios o académicos. Confesaba dolerle el no haber
podido estar presente cuando el pueblo español hizo
su profecía histórica, señalando a la barbarie en todos los
tiempos y latitudes que "no pasarán". Vibró con los avatares
de la segunda guerra mundial, con Vietnam, con el acaecer
nacional y el de cada uno de sus queridos pueblos latinoamericanos,
haciendo propia la expresión de Virchow, citada
en sus clases, "la política no es sino la medicina en otra
escala".
La denominación integral en su acepción de capacidad
de aunar, sin prejuicios, los espacios del trabajo en
salud, es la que interpretan más a menudo los educadores
y expertos administrativos. Se trata de asumir la realidad
biopsicosocial del hombre y sus oscilaciones de salud. Implica
el quiebre del divorcio tradicional entre clínicos y salubristas,
asistencialistas y científicos, entre quienes trabajan
con individuos, familias, grupos, instituciones, sectores
poblacionales, sociedades, grupos de naciones. Representa
el enfoque holístico que aúna lo somático y lo psíquico, lo
fáctico y lo valorativo, la consideración del hombre y la de su
medio ambiente. Subentiende el reconocer áreas de trabajo
en que debe primar la autoridad racional del especialista y
otras de necesaria participación, gestión y autogestión de
los ciudadanos.
En este terreno Gustavo Molina, educador, agente
de salud preventivo, hizo aportes situándose en la ciudade-
la de la medicina curativa, en el hospital, llevando a cabo
experiencias de integración interdisciplinaria en el estudio
global del paciente, su educación y su seguimiento. Bajo su
estímulo, psicólogos, sociólogos, educadores y trabajadores
sociales, dieron servicio y maduraron junto a internistas,
pediatras, obstetras, cirujanos y diversos especialistas. Solía
deceir que simbolizaba este cambio con la imagen del
querido y brillante sociólogo Claudio Jimeno poniéndose
un delantal hospitalario mientras intentaba redondear sus
penetrantes reflexiones sobre la relación médico-paciente y
su dimensión autoritaria.
Gustavo Molina contribuyó, también, al proceso de
desarrollo de las opciones de participación de la población
en las tareas de salud. Allí integraba la social y lo técnico
conjugando su adhesión a los proyectos de modificación
de la realidad social y las estructuras en salud, con el rigor
metodológico del administrador y el especialista en educación.
Dejó ricas experiencias con su aporte a la participación
en la 7ª comuna de Santiago, y luego en la V zona.
Al final de su vida, exiliado, compartió ese aprendizaje con
los trabajadores de la salud y los estudiantes de la Escuela
de Salud Pública de Medellín. Ni la edad ni los años ni la
nostalgia mellaron su capacidad dialéctica de ayudar a relacionar
contextos y situaciones sin perder la especificidad,
sin entrar en la demagogia. En el exilio siguió siendo un
activista, como toda su vida.
La verdadera ética médica, la compenetración con
los auténticos objetivos del quehacer en salud, es el tercer
plano confluyente de la medicina integral, junto a la globalidad
y al reconocimiento de los nexos relacionadores.
Gustavo Molina no solía hablar de ética o hacer con-
sideraciones axiológicas. Actuaba. Era un trabajador de la
salud. Se identificaba con la realidad medular del quehacer
médico, su condición de praxis social transformadora de la
vida.
Hemos ido destacando sus rasgos esenciales, la modalidad
particular de sus compromiso. Subyace, tácita, en
todo, su enorme dedicación. De allí su seguridad, su impermeabilidad
a la crítica. Si hay cuestionamiento es que estamos
despertando inquietudes, decía, siempre tranquilo. Fue
un trabajador infatigable. A pesar de su edad y de su estado
de salud, la noticia de su fallecimiento cusó tal conmoción,
estábamos tan acostumbrados a sentir, de alguna manera,
su trabajo pujante, en alguna parte del mundo, que bien le
habría podido decir Mario Benedetti sus versos dedicados
a otro exiliado:
"... pero sobre todo llegaste temprano
demasiado temprano
a una muerte que no era la tuya
y que a esta altura no sabrá qué hacer
con tanta vida".
Su actividad se orientaba a las prioridades y a la búsqueda
de recursos para abordarlos. Hombre de inteligencia
penetrante, detestaba los malabarismos intelectuales o
el engolosinamiento en el detalle. Por otra parte, no daba
combates sectarios a quienes tuviesen distintas orientaciones
profesionales, diferentes ideas, tipos de personalidades
diversas. Procuraba encontrar la unidad en la tarea, en el
hacer la educación, la participación compartida, el seguimiento
del enfermo. Nunca buscaba sorprender con la acu-
mulación de conocimientos, o se deleitaba con el hallazgo
excepcional. Iba hacia lo claro, lo que afectaba a la mayoría,
lo que todos pudieran comprender. Su Introducción a la
Salud Pública, libro de exilio e Medellín, advierte en forma
muy característica suya que se trata de contenidos conocidos.
Se trata, naturalmente, de un instrumento de trabajo.
La vida laboriosa de Gustavo Molina es un testimonio
de integridad, de educación a la tarea de contribuir al
desarrollo de la salud superando los equívocos del mercantilismo,
la demogogia o la tecnocracia. Es un proyecto realista,
ahincado a lo concreto, en los compañeros de trabajo,
en las prioridades, en lo posible. Es parte constitutiva de la
cultura chilena de proyección internacional en la práctica de
la salud, en la auténtica medicina cuyo nombre es, también,
sólo para ejemplificar, Violeta Pacheco, la pobladora, Jorge
Nicolai y Alejandro Lipschutz, los abios europeos nacionalizados,
los grupos de trabajo en alcoholismo, el desarrollo
de la escuela gestáltica, creadores de tan variada trayectoria
de ideas como Alejandro del Río, Eduardo Cruz Coke,
Salvador Allende.
La tenacidad de Gustavo Molina es, también, una
demostración de cómo la utopía de la salud puede ser una
base de unidad, de aproximación realista a los derechos humanos,
a un consenso para la transformación de la sociedad
en beneficio del hombre. Gustavo Molina, trabajador de la
salud chileno y de Latinoamérica, la patria grande, ha contribuido
al desarrollo de las grandes alamedas por donde
vendrá el mañana de nuestros pueblos.
Referencias
1. Conti, Laura. Estructura Social y Medicina, en Medicina y Sociedad.
ED. Fontanella. Barcelona, 1972. p. 296-7.
2. Sigerist, Henry. Historia y Sociología de la Medicina. Editado por
Gustavo Molina. Ed. Guadalupe. Colombia. p. 192.

Francisco bariLari,
Médico integraL. (1966)
Con Francisco Barilari se nos fue para siempre un
joven maestro de la medicina chilena y, sobre todo, un creador
permanente cuya sola presencia traía vida, salud y con-
fianza en las posibilidades del ser humano.
A pocos días de su muerte, la envergadura y proyección
de sus trabajos científicos -en plena realización- sorprende
hasta a sus m´s cercanos colaboradores. Al iniciar su
preparación rigurosa en Ciencias Sociales, cuando todavía
era estudiante de Medicina, ya profundamente interesado
en el ámbito de lo psíquico, Francisco Barilari señaló un
hito importante en los trabajos interdisciplinarios de nuestro
medio e indicó el comienzo de una etapa del desarrollo
de la psiquiatría social en Chile, el de la progresiva vertebración
sociológica de sus fundamentos humanitarios.
Fue un maestro. Es paradojal poder decirlo de quien
era la negación misma de toda solemnidad, pero es la forma
en que muchos lo vemos, ahora, cuando se nos ha ido
y se ha hecho más real que nunca en los recuerdos. Puedo
llamarlo maestro con la convicción del que ha vivivo lo que
dice, ya que desde sus primeros pasos me comunicó sus
experiencias, libre y generosamente, con el goce inconfundible
del maestro.
Entregaba sin recatos, porque estaba entero en sus
acciones, con la íntima certeza de que objetividad científica
y lógica son la continuación y no la antítesis de la emotividad
y el interés por lo humano. Por eso puedo dar, también,
enseñanzas vitales tan profundas como la que presenciamos
en su viaje a Rumania en 1953. Fue poco después de la
muerte de Stalin, y el temor y la coacción estaban todavía
vivos en los habitantes de esa democracia popular. Francisco
Barilari supo ver y reconocer lo que veía. A pesar de sus
afectos, sorprendió, dolorosamente, la presencia trágica del
fantasma de Stalin. Expresó, entonces, sus críticas, con dignidad
y valor, superando las naturales reticencias a parecer
desleal y herir a amigos y partícipes en las mismas ideas.
Sin embargo, al conocer después algunos países occidentales,
en mejores condiciones económicas, institucionales y
de libertades cívicas, pero imbuidos de un individualismo
absoluto y de valores superficiales, Barilari reaccionó, revisó
su experiencia pasada y consideró que, a pesar de todas las
limitaciones, el contenido social de la experiencia rumana
la hacía superior. Con audacia y honestidad, Barilari pasó
por encima de cualquier prejuicio, vanidad e inhibición y
rectificó públicamente sus apreciaciones.
Profundamente motivado por la investigación, se
apasionaba, al mismo tiempo, con el contacto directo con
el enfermo, es decir, por lo social en su forma más radical y
tangible dentro de la medicina. Así, después de una brillante
estadía en el London School of Economics, en que los
bien críticos anfitriones británicos debieron reconocer que
era poco lo que podían enseñar a este joven estudioso chileno
y le supusieron, naturalmente, una dedicación excluyente
a estudios muy avanzados; regresó a Chile y mantuvo
su trabajo con enfermos, paralelamente a la investigación.
Hombre comprometido, exigente en el método científico,
cálido en el contacto clínico, profundamente humano,
creador, Francisco Barilari ilustra los rasgos distintivos
del médico integral.
IV
Política Integral

Fe en una PoLítica deL ser HuMano.
Presentación de Autos de Fe, de José Paredes,
ilustraciones de Mari Luz Viaux,
en el Centro Bruno Bettelheim,
dirigido por la Dra. Eliana Corona,
el 8 de junio de 1983.
La poesía es un género literario, pero representa,
también, una dimensión de la vida. Más allá de eso, poesía
es lo humano de la vida humana, su esencia y, paradojalmente,
lo que la humanidad busca en forma más recóndita,
su aspecto más radical, lo que da sentido a la vida y escapa
a las palabras.
Hay la poesía de los textos y la propia de los contextos.
La poesía del libro de José, la contenida en las nobles
ilustraciones de Mari Luz, la poesía de la ternura, la sensibilidad,
el compromiso, el amor a la vida de Eliana que nos
rodea siempre, aquí y donde estemos.
También nos llega poesía, ahora, con el relumbrar de
esperanzas colectivas, brasasa encendidas, porque Chile se
mueve, a pesar de todo se mueve, como Galileo y como el
mundo, a pesar de todas las inquisiciones.
No estoy en condiciones de facilitar el acceso al mundo
literario de José, a la especificidad del ritmo, la filiación
histórica o la metáfora, a la poesía de la palabra escrita.
Quiero, sí, compartir con ustedes mi entusiasmo por
lo que en Autos de Fe irrumpe como poesía de la vida, de
la vida haciéndose a sí misma, es decir, de política.
Política buscándose con preguntas, con matices, sin
rigideces. Política de inquisiciones libres, gozosas, pacíficas,
compartidas, no de la Inquisición.
Política de ahora, del 14 de junio, de la indignación
por los pobladores vejados el 11 de mayo, desposeídos de
su poesía personal, íntima. Política desde el ser humano,
antropolítica, que todavía no perdona, porque todavía no se
acaba, a la odiosa Inquisición.
Los Autos de Fe se dirigen a un tú. El tú es el señor,
los señores, los señores de alguien, los amigos, la dama. Son
relaciones de yo a tú, se trasciende el yo, se trasciende el
él, están embebidas de ese "entre" una persona y otro que,
según Martin Buber, nos constituyen, nos hacen humanos.
El adversario no es un antagonista absoluto. No se
trata de aniquilarlo, aunque se quiera poner fin a los errores
e injusticias que hace o que representa. El adversario es
autoritario, pero José es libertario y no lo replica en espejo,
no le imita, no es autoritario con él.
Es cierto que los Señores pueden ser de alguien y
que José habla de "Dama mía". Distingue entre lo de alguien
y lo suyo, lo propio y lo ajeno. No podría ser de otro
modo. Entre los Señores y él hay una barrera de mórbidas
fogatas inquisitoriales, la amenaza del holocausto atómico,
la depredación de la naturaleza, los desaparecidos, los torturados,
los explotados, los límites al amor.
José no es adversario absoluto, argumenta, ironiza,
muestra sus propias debilidades. No puede convencer a sus
torturadores como Pedro de Benedetti lo hiciera con el Capitán.
Tampoco calla, extasiado, enmudecido ante el poder,
al modo de Job enfrentado a Dios emergiendo en un torbellino.
Los autos de fe serían previos a la institucionalización
de la Inquisición, habrían empezado con el hombre, el
ser libertario que asumió la noble locura de conocer el bien
y el mal, el hereje que quiere el amor, el rebelde que apunta
al árbol de la vida sin muerte, al irreductible ladrón del fuego
de los dioses.
Hoy en la mañana, por extraña coincidencia, la Radio
Cooperativa nos hablaba de la protesta del gobierno
sueco por el desaparecimiento de una joven en Argentina,
hace unos años, haciendo una referencia a una denuncia
sobre una ceremonia de tortura practicada por un grupo de
militares como un auto de fe.
La fe, cuando no es gratuita, creadora, desprendida,
cuando no es poesía, puede convertirse en paso de uniformados,
con electricidad o llamas de tortura. El hombre
nace cuando puede establecer autonomía, distancia, frente
a los automatismos, la conformidad, los deseos.
El hombre de verdad es el hombre rebelde de Camus,
el que es capaz de decir no.
La política de los esquemas, de la racionalidad monocorde,
la unidimensionalidad, la obediencia, aunque tenga
el mejor de los discursos, es auto de fe.
La política creadora se orienta hacia la utopía concreta.
Es dialéctica, tiene la inspiración invisible de la poesía
y se concreta en una mirada, una huelga de hambre,
una desobediencia, un aunar voluntades para que caiga una
dictadura.
La poesía es, siempre, una forma de militancia en la
vida. Por eso se la persigue en los Autos de Fe, se la fuerza
a beber la cicuta cuando, con Sócrates, toma su métrica racional,
explorando la verdad y la autocrítica, o se le impone
la cruz cuando se hace cargo de nuestra necesidad de amor,
se la lleva por doquier a la cárcel o al exilio o se intenta matarla
entre las llamas de la Moneda.
La poesía es de todos, la escribe José Paredes, la
ilustra Mari Luz, la sufren las víctimas de la Inquisición,
la construyen los pueblos en su lucha inacabable, aparece
siempre que una mano se apoya en otra mano.
La poesía es política porque anuncia la posibilidad
de un mundo mejor y crea, ya, un espacio alternativo.
La política es poética en la medida que facilita el
discurrir de las utopías concretas, este grupo y ese encuentro,
el hacer el amor, el jugar, el reflexionar, el hacer el ser
humano que todavía está en ciernes, esperando nacer de sí
mismo cuando terminen las inquisiciones.
En el poema de José se visualizan las grandes alameds
de la política integral, la dialéctica del presente concreto
y de toda la historia; el autoritarismo de hoy y el de
todas las inquisiciones, incluyendo los que tenemos dentro;
el ser que existe, esa dama, ese torturado, la vida concreta
de Kierkegaard, la imaginación existencial y la imaginación
sociológica que nos hace proyectarnos hacia este espacio,
hacia el compromiso con los cambios sociales; el cuestionamiento
último del poder y la capacidad de dialogar, de
responder a las fuerzas de la muerte con la adhesión a la
vida; la dialéctica del testimonio de nuestras tragedias y la
afirmación del grupo, la alegría, la vida.
José fue obligado a dejar de ser universitario porque
traía lluvia del sur, anunciaba relámpagos de rojas bocas,
cantaba, era libertario, era ecólogo, tenía guitarra para una
Latinoamérica unida y moviéndose.
No podía ser universitario porque es multiversitario.
El hermano inquisidor aragonés Nicolás Eymeric
puede asediar a José en cualquier momento y esgrimir su
Directorium Inquisitorium. En ese libro incluye sabias instrucciones
para lidiar con lo hijos con los hijos de ls tinieblas.
Al hereje José le vendría le vendría al suyo una orientación
como la comprendida en este "tesoro de consejos
prácticos" para interrogar.
"Algunos herejes emplean palabras de doble sentido,
de equívoco sentido, que les permiten acotar de palabra
cualquier dogma católico, pero con distinto sentido del que
los católicos le dan" (Personajes de la Inquisición, por William
Thomas Walsh. Espasa Calpe, Madrid, 1963. págs.
171 y 136).
Sí, José, frente a las preguntas de un Eymeric o un
Torquemada podría jugar, disfrutando de los grados posibles
de libertad en esa circunstancia. Los herejes, según Eymeric,
cambian el sentido de una pregunta, añadiendo una
condición. Por ejemplo: ¿Es el matrimonio un sacramento?
"Si a Dios le place -contesta el hereje- yo así lo creo". Lo
cual pretende significar: "Como no le place a Dios, yo no
creo que lo sea".
Ardides de herejes disimulan en estos días las manos
rusas o marcianas detrás del dolor y la protesta de pobladores
y estudiantes.
José, nuestro hereje, tal vez estaría de acuerdo con
Páramo en que Dios inició la Inquisición al expulsar a Adán
y Eva del paraíso... Voltaire lo cita y nos dice de su cosecha
lúdica que Dios fue el primer sastre, por aquello e los trajes
de piel dados a la pareja después de la gran desobediencia y
el hallazgo del estar desnudos (Voltaire, Diccionario Filosó-
fico, tomo III, pág. 87. Ed. Araujo, 1983).
José se ríe, irónico, amplio. Sin embargo, detrás de la
presentación lúdica, su multiverso tiene muchas dimensiones.
El Señor, los Señores de Alguien que interpela, llevan
la sombra mortecina del famoso anciano de Dostoiewski,
el Gran Inquisidor del poema nunca escrito por Iván Karamasov,
el viejo todopoderoso que hizo apresar a Jesús, de
rgreso al mundo de los hombres en la España medieval.
Sí, José es lúdico. Dice el Auto de Fe Nº 2: "me enseñaron
muchas cosas / aprendí pocas / nunca la señal de la Cruz
/ era zurdo, Señor". Parece antipoesía, juego de anticlímax,
sonrisa ante lo trascendente.
Sin embargo, vienen después los finteos, la ironía esclarecedora,
diciendo al Señor: "pero siento que no has sido
el único / ni en el pasado / ni en el presente / ni en el futuro /
porque los fabricantes de mitos / aún no dejan de existir" (A. de
F. 9).
La ironía puede también tomar sutil sobriedad: "me
tenéis a punto para la hoguera, vosotros decís que es para iluminarme
/ pero no creo en vuestras palabras". "No creo en vuestras
palabras", pero afirma la inmediatez del juego, del juego
compartido. "He reído con él / que he jugado con él" (A. de F.
20).
Multiversidad, en lugar de universidad. José, político,
aprehendiendo temas clásicos revive la inquisición de
los dominicos, inquiriendo, haciendo nuevas inquisiciones
para Jorge Luis Borges, sobre el propio Santo Oficio. Inquiere,
investiga, sobre la inquisición.
José no sólo está jugando. Es muy serio eso de que la
tierra "sin embargo, se mueve".
Es el juego y la verdad. El juego a la verdad. La verdad
en forma de juego. Oigámosle:
"Señores,
que quieren que les diga que no es cierto
que sacié mi hambre y mi sed
de los frutos que guardaban con recelo" (14).
O también:
"Señores, de alguien,
no niego que mis manos
hayan acariciado" (16).
Y lo que agrega:
"es verdad
que he acariciado la mejilla de mi amigo
es verdad que le he dado pan
en su propia boca" (20).
La verdad se encuentra con el juego en la inocencia,
la simplicidad.
"Señor, por qué me acusan
si no sé lo que es pecado" (4).
O:
"Señor, mis rodillas se han cansado
necesito detenerme
ya no sirvo para llevar tan dura carga" (7).
Es la inocencia al alcance de un hereje, de un multiversitario,
porque nos preguntamos ¿quién necesita dete-
nerse?, ¿quién hace llevar la carga?, ¿quién nos puede escuchar...?
La visión de José, política de una generación que vivió
en profundidad el dolor de la derrota y la crisis de la política
tradicional, introduce la relatividad, no hay adversarios
absolutos, toda afirmación es provisoria. La relatividad nos
conduce al camino libertario, al de la postura existencial.
Hay la relatividad del saber y el no saber: "tampoco
sabían que existían / aún no lo sé" (1).
Se asume la presencia de contradicciones: "Señor, creo
que no creo en ti / eso no quiere decir que no estés presente / tus
acólitos hicieron buen trabajo" (10).
Afirma la relatividad de lo que está viviendo: "pero mi
miedo va / más allá / de este efímero presente" (21).
Incluye los cambios de identidad y su continuidad
esencial: "despertaré y buscaré por el pasto nuevo / el olor que de
ti guardé" (29).
Relatividad de las realidades contingentes, del paso
de una a otra constelación de sentido: "Amigos / el terror
truena en el sórdido / movimiento de las sombras / las máscaras
/ asustan a los niños que orinan en las fosas / las fosas: el reposo
/ los sordos golpes de la tierra" (32).
La relatividad y la verdad sólo pueden ser afirmadas
por un representante de la generación que empapa el existencialismo,
la relevancia del estar aquí, en el mundo. Le
dice al Señor: "tampoco sabía que existías" (1).
La mirada delata el universo existencial de cada ser
humano: "pálidas nubes turban vuestros ojos / prefiero el juego
/ a tener que convivir con vosotros" (11).
Puede afirmar desde sus raíces: "yo no soy de ese estilo"
(21). Cabe el transparentarse: "tengo miedo / no me educan
para ser valiente" (22).
A pesar de la muerte, de la tortura, de la ignominia,
José proclama la gran herejía, la misma de Jesús, el amor: "y
sentí tantas cosas por tu piel" (23).
Porque existe el amor se siente: "liviano / en este momento,
en que están preparando los leños" (34). Por ello: "cuando
enrojece el horizonte", dice: "mi aliento desfallece / tu rostro
/ huye en el silencio del crepúsculo" (35).
Entonces podrían todavía cantar, cualquiera de los
dos, José o el condenado: "no creo que gritar / que uno existe a
pesar de todo / sea insano" (31).
Es el grito existencial, contra el autoritarismo, desde
una relación de iguales: "acusáis, acusáis, acusáis, / y largas
hileras de corderos / sacrificáis a vuestros dioses" (12).
Dice también: "Señor, no me obligue a decir lo que no
quiero" (8).
"Sé que pisáis fuerte en la tierra / que retumban los vidrios
cuando pasan / los uniformes en único movimiento" (21).
"Si no era virgen / pero eso no importa / lo que vale / es
que ella sabe lo que quiere" (17).
A pesar de los uniformados, de las inquisiciones de
todos los tiempos: "ella lo quiso y yo lo quería" (16).
En algún punto se juntan los inquisidores religiosos,
los políticos, los de la familia y la vida cotidiana, los que
tenemos dentro de nosotros. Por eso la lucha es una sola y
es política, es de todos. Es Una y múltiple - Multiversal.
Es la lucha por la vida: "déjame en la estepa / solo / porque
ya no puedo resistir / el acoso de la multitud / que se mueve
/ a toda hora" (8).
Los inquisidores: "sois sólo entes / y nuestros besos son
hálitos de vida" (19).
Es el desafío al poder desde la existencia, la verdad,
el juego, la relatividad, la libertad, la igualdad: "los que a escondidas
os masturbáis / porque teméis / introduciros en el túnel
/ pero no sabéis / que el túnel lleva a la vida? / o es que no amáis
la vida?" (30).
Frente a la brutalidad, al autoritarismo de la inquisición,
no basta con las dimensiones de la política clásica, la
lucha por el cambio de poder en el gobierno de la sociedad.
Hay que cuestionar la raíz del poder, las fuerzas que van
contra la vida. Eso implica un cambio profundo. Nuestra
visión política tiene todavía mucho de los jacobinos, y con
razón Van Loon, en sus imaginarias tertulias, invitó a su
casa a Torquemada junto a Robespierre.
En la vida realmente humana, poética y rebelde, política,
no podemos abandonar el juego, debemos asumir, al
mismo tiempo, la imaginación, la reflexión, el comprometernos.
Con colores rojo, negro o verde, la política se transforma
en una ética. El 11 de mayo, el 14 de junio y todos
los días.
Para que no sigan pisando fuerte en la tierra, retumbando
los vidrios, matando, hambreando, polucionando con
estupidez y chatura, esos uniformes puestos en robots, hay
que poder gritar "yo existo", con diáfana alegría, jugando,
mirando de frente. Así, como dice Octavio Paz, merecemos
nuestros sueños. De esa manera llegaremos a la realidad
de muchas realidades, a la multiversidad, a la herejía de las
utopías concretas.
Disfrutemos de este acto de rebeldía, de política integral,
del trabajo de José y de Mari Luz, y de este espacio
poético que nos regala Eliana, eso último que escapa a las
palabras.
La gran aLianza HuMani sta
El ser humano se experiencia a sí mismo como permanente,
decimos: soy así. Por otro lado, cambiamos, tenemos
la evidencia de modificaciones en nuestros atributos y
rasgos, en aquello que nos identifica. Cuando estos cambios
asumen un carácter positivo, hablamos de desarrollo.
Hablaremos del desarrollo desde una perspectiva existencialista-
social, situándonos en nuestro momento histórico.
Entenderemos el desarrollo como la evolución de
nuestros talentos expresivos, nuestras capacidades sensoriales,
nuestra orientación valorativa; el ahondamiento de
la conciencia de quiénes somos y de cómo es la realidad.
Podemos hablar de autoconciencia en la medida
en que participamos críticamente en nuestros procesos de
cambio; hay un continuo desde el desarrollo inadvertido de
la psicomotricidad y la inteligencia, pasando por los moldeamientos
de la socialización, hasta llegar a los trabajos
más individualizados.
¿Hacia dónde va el desarrollo personal? ¿Qué es lo
que estamos desarrollando? ¿Quiénes son los agentes que
están conduciendo o catalizando este desarrollo? Sabemos
que entre los propósitos personales y su actualización intermedian
las situaciones, de allí que la motivación para el
desarrollo puede provenir de la muerte de un ser querido, la
pérdida de un proyecto, una pareja, un trabajo, o cualquier
experiencia remecedora; pero en estos instantes vivimos
una situación particular en donde se confunde la suerte del
individuo con la de la especie. El género humano y cada
individuo están hoy en una situación tal que el desarrollo
se convierte en una necesidad imperiosa, para que puedan
seguir existiendo humanidad y desarrollo.
De aquí mi propuesta: un desarrollo que cuestione
toda megalomanía u omnipotencia; y cuya unidad en referencia
no sea uno mismo, ni los hijos, ni los educantes, ni
los grupos, ni los partidos, sino la humanidad misma.
La crisis de hoy tiene tres componentes inextricablemente
entretejidos: El malestar generalizado, agobiador,
los riesgos para la supervivencia, y la crisis de la ciencia, la
política y la religión, y hambre y privaciones entre los que
se asumen subdesarrollados, y vaciedad humana en quienes
se suponen desarrollados.
Al fin del milenio el planeta no está sólo inhóspito,
sino al borde de la hecatombe nuclear, a merced del azar y
del fanatismo. Entre las guerras que ya existen y la guerra
de las guerras, la posibilidad de esperanza se encuentra gravemente
afectada.
Enfrentamos una pérdida de fe en la ciencia, la que,
junto a sus logros positivos, ha permitido el desastre económico
y es socia conspicua del armamentismo nuclear. Se ha
producido, también, una profunda herida en las esperanzas
mesiánicas que podían traer las transformaciones sociales.
La utopía de las utopías, el socialismo científico, se ha
transformado, para muchos intelectuales, en un inmenso y
gris socialismo real, despeñadero de ilusiones libertarias.
En tercer término, el mundo religioso se sacude
cuando la India milenaria hace su revolución no violenta
y es trizada de raíz con el asesinato de Gandhi y el curso
posterior de los acontecimientos; Israel, por su parte, alo-
jado en la tierra de los profetas, invade y oprime a pueblos
vecinos.
El siglo destroza así sus utopías más queridas.
Entre los chilenos, nuestra autoimagen de ser portadores
de un largo y rico proceso de creación social, con
modelos de juridicidad, atención en salud y educación, de
reconocimiento internacional; de ser un país de estadistas,
de organización popular avanzada, de la más alta expresión
poética, se rompe brutalmente con el paso al autoritarismo
extremo, a la antiutopía financiera, a la radicalización de la
mediocridad.
¿Cómo vemos el desarrollo humano desde esta situación
de crisis?
Pensamos que debe partir de la posibilidad de que
crezcan los aspectos positivos en el hombre, los que lo han
acercado al cumplimiento de la utopía. Debe basarse en
la unidad necesaria del género humano, el juego entre la
igualdad esencial y una indispensable diferenciación personal,
sin privilegios.
Un punto de apoyo es nuestra condición existencial
de seres puestos sobre la Tierra; estamos rodeados por el
misterio, nadie nos indica el camino. Existe en nosotros un
sentido de lo justo, debemos aplicarlo con dignidad ontológica,
dándole sentido a través de tomar conciencia y desarrollar
su libertad. Esto significa que sólo llegamos a ser
nosotros con los otros, que cada uno de los otros es como
nosotros, que hay algo en profundidad que une a todos los
seres humanos más allá de la propia situación existencial.
El hombre se experimenta como un ser que puede
tener opciones, y en el corazón de esa opción está la vida o
la muerte; en la opción de la vida está la ineludible construcción
de un nuevo mundo.
Los grandes proyectos humanos han tenido la impronta
del individualismo o del colectivismo, haciéndose
hincapié en uno u otro. En este siglo, silenciosamente se
ha venido abriendo un tercer camino, el auge de los pequeños
grupos; la participación a través de la autogestión; los
cambios en la vida cotidiana desde el ahora. El desarrollo
personal prepara y es consecuencia de los cambios colectivos;
estos cambios no son reales sin una vida diaria diferente.
Desde una posición existencial abierta, sin apegos
posesivos autoritarios, es posible proponer cuatro módulos
de crecimiento personal: el de cada persona consigo misma;
las relaciones significativas con el otro; las inserciones productivas,
y finalmente la proyección, la participación en las
grandes tareas sociales, ecológicas y humanistas.
Frente a los grandes problemas del momento, si no
estallan al fin los diques disciplinarios, las ideologías, los
prejuicios, el que va a la catástrofe es el planeta junto a su
habitante más versátil. No hay tiempo para los enfoques
unidimensionales, se trata de formar un frente por la vida:
la gran alianza humanista.
aPoyeMos La esPiraL de La Paz. (1983)
Palabras de introducción al Encuentro
que se celebró en el TIDEH,
el 16 de junio de 1983, con ocasión de la
Reunión Mundial de Toronto (17 al 21 de junio), denominada
"Iniciativa para el Mundo
que Elegimos".
Buenas tardes, bienvenidos; el TIDEH me encarga
que los salude, haga una introducción a las jornadas y los
invite a sentirse en casa.
TIDEH es, al mismo tiempo, un espacio, un grupo y un
proyecto.
Instarlos a "vivir" como en lo propio, es actualizar
una de las "personalidades" del TIDEH, es constituir un
espacio, espacio y tiempo, de cultura alternativa, de práctica
de la solidaridad, de réplica al individualismo, al miedo y
a la chatura, de búsqueda de preguntas y de relación entre
iguales capaces de asumir sus inevitables diferencias.
TIDEH es, también, un grupo de trabajo, fundamentalmemnte
voluntario, en que se apunta al desarrollo
humano y a la colaboración al cambio colectivo, a través de
las publicaciones de la Minga, de talleres de artesanía, literatura
y arte, de psicoterapia a individuos, parejas, familias
y grupos, de indagación multidisciplinaria sobre el hombre,
de preocupación por la tecnología alternativa en fraternal
colaboración con Cetal.
Este grupo y este espacio son el fruto y, a la vez, los
portadores de un proyecto. TIDEH quiere decir, es la sigla,
de Talleres de Investigación en Desarrollo Humano. Situándose
en la tierra de todos y de nadie donde se articulan
los propósitos por contribuir al perfeccionamiento personal
con el compromiso con la realidad social, nuestro proyecto
se orienta a la entrega de aportes al conocimiento del hombre
con miras a una política basada en el hombre.
Frente a la descalificación de la política por los fariseos
hipócritas o por bien intencionados asépticos o ascetas
individualistas y a la concepción política tradicional que
ronda, fascinada, en torno al gran poder central, a las cúpulas
y a la abstracción, suponemos urgente crear un, dos, tres,
muchos lugares de encuentro que favorezcan el desarrollo
de una visión política integral.
Estamos a favor de investigar y educarnos en un
modo de entender lo político que no prejuzgue entre la
prioridad y la pertinencia de lo público y lo privado, empapado
de la importancia de la vida cotidiana, sabedor de
la necesidad simultánea de pan y de rosas, de la inserción
contingente y de la trascendencia del hombre, de la vigencia
de la problematicidad de los sexos, de la juventud, el
niño, la vejez, el pequeño grupo, la tecnología, el cuerpo, la
ecología.
Se trata de construir, con muchos, un modelo de vida
política y su territorio legítimo que, sin abandonar la dimensión
de lo racional, se abre a las verdades de la contemplación,
la belleza, la comunicación y la creatividad.
En esa perspectiva, recibimos el llamado de Lola
Hoffmann, la información sobre la reunión de Toronto,
como muy cercana a nosotros y aceptamos la sugerencia de
amigos de patrocinar esta reunión, pequeño hito de lo que
debiera convertirse en un gran movimiento de grupos de
base. Esperamos, desde luego, que al regreso de los compañeros
que fueron a Toronto, se pueda llevar a cabo una
reunión mucho más amplia y representativa.
Nuestro objetivo, ahora, en esta reunión de TIDEH
con cercanos o muy cercanos de los cercanos, es desarrollar
la confianza básica necesaria para facilitar el repensar nuestra
vida de todos los días, nuestra visión de la política, de la
paz, de Chile, a la luz de una concepción global, planetaria.
Nos interpreta la convocatoria de Toronto, "pensar globalmente,
actuar localmente" y el mismo título constructivo
de "iniciativa planetaria para el mundo que elegimos".
A la ansiedad, al terror, a la irresponsable acumulación
de medios de destrucción nucleares, a la profanación
de la naturaleza, a la agresión al aire, al agua, a la tierra, a
la explotación milenaria del hombre por el hombre, a la
opresión social, racial, sexual, a todas las formas de pequeñez,
se ha contestado con una iniciativa generosa, positiva,
creadora, participativa.
Desde los grupos exploratorios de base, pasando por
reuniones comunales, regionales y nacionales, a Toronto
convergen proyectos grupales, ideas totalizadoras, utopías,
seres humanos que se plantean la defensa de la autodeterminación
y la sobrevida de la especie. Se plasma una gran
síntesis, la elección personal, la autonomía del pequeño
grupo y el encuentro universal, la visión planetaria.
Sentimos que podemos hacernos presentes en el encuentro
mundial por participar de un proyecto en que es
dable el tránsito sin fronteras de la política planetaria a la
del hombre, de la autogestión a la ecología, del humanismo
a las tecnologías alternativas.
“El mundo que elegimos…”. Elegir es sitio de convergencia
de las dimensiones vitales, personales, sociales,
éticas y espirituales. Lugar privilegiado para el trabajo político
integral.
Elegir es el meollo de la creatividad social, de esa
utopía manoseada que se llama democracia y pierde identidad
fuera del ámbito fundacional de gobierno del pueblo,
por y para el pueblo, y de aquella inspiración tuya y mía y
de todos tan bien expresada en las brisas alentadoras por
las que nuestro pueblo va dejando atrás el temor y asume el
camino de la dignidad transformadora.
Elegir… Mundo que elegimos. Elegir, práctica de la
libertad en cada proyecto, en este diálogo, el compromiso
de hacerlo fructífero.
Elegir, tarea tanto más integral mientras mayores
sean los riesgos, mientras más nos juguemos por entero.
Porque ello es así. Jean Paul Sartre pudo decir a los franceses,
a la hora de la liberación, que nunca fueron más libres
que bajo la ocupación nazi, cuando cada acción de resistencia
traía el riesgo del campo de concentración o de la
muerte.
Elegir, nos dicen todos los representantes en Toronto,
es la gran tarea de la humanidad en esta época, en que,
como lo dijera Bertrand Russell, o el hombre acaba con la
guerra o la guerra acaba con el hombre.
Elegir es desarrollar las capacidades humanas. Hacerse
cargo de que somos, cada uno, el pedacito roto del hombre
inconcluso, como escribió Neruda ante Machu Picchu.
Elegir, no, primariamente, al modo defensivo, conservador,
el centrarse en el detener la guerra, o, incluso, disminuir
la violencia.
Elegir un mundo, un mundo humano, es practicar
la paz. La paz viva, la paz creadora. No la paz del orden,
defensiva, muerta. No la paz del diputado francés del siglo
pasado cuando anunció el legendario y profético equívoco
de “la paz reina en Varsovia”, ocupada por las tropas zaristas.
No, no hay paz en Varsovia ni en ninguna parte a
la defensiva, bajo represión. Paz es actividad creadora, es
solidaridad, es crecimiento comprometido.
Se habla de la espiral de la violencia. Tendríamos que
poder proyectar la espiral de la paz. La paz creciente de la
sociedad nueva, construida desde la base, la nueva cultura
de la creatividad y la comunicación. Es decir, hacer explícito
el propósito de Jaspers cuando apunta a que “sólo mediante
la transformación del mundo humano -lo que equivale a la
transformación del hombre- es posible la eliminación de la
bomba atómica”, para agregar que “una infamia por la cual
un solo individuo es torturado o muerto es cualitativamente
igual que cuando la sufren millones de individuos”.
Nos indignamos por la bala a la espalda y la golpiza
posterior a Juan Andrés Barrenechea y queremos ayudar a
detener la posible, absurda, catástrofe nuclear.
La paz es algo duro, dice Einstein, un verdadero
combate capaz de arrastrar a hombres de “fuerte carácter y
naturaleza”.
La paz es difícil y hay que llevar esa lucha dura con
creatividad, a sabiendas que Gandhi tenía razón cuando
expresaba, para siempre, que no hay camino que lleve a la
paz, la paz es el camino.
Nuestro encuentro es un hermoso desafío, es una
oportunidad para practicar la paz cuando tenemos entre
nosotros a creyentes, agnósticos y ateos. Podemos ser cris-
tianos, librepensadores, budistas, marxistas, taoístas, hinduistas,
socialistas, autogestionarios, existencialistas. Diferimos
en ocupación, en edades, en trayectorias políticas y
biográficas. Hay quienes aportarán más desde su vitalidad,
otros compartiendo informaciones originadas en sus estudios,
muchos con entrega afectiva, algunos por especial
capacidad de creatividad o reflexión. No vamos a medir lo
que regala cada uno.
El encuentro puede reproducir la senda de la guerra
de lo prehumano, el doblar la mano del otro, de la indiferencia,
la violencia de la distancia ante lo que no es familiar.
No nos olvidemos que Valéry dijo que el vivir de las cosas
que no nos son extrañas es falso.
Estoy seguro que seremos capaces de llegar a un pacifismo
pleno, tal como se ha traducido siempre en esa gran
creación colectiva que el diálogo. El escuchar y el compartir
sin prejuicios, rompiendo los marcos del autoritarismo, sin
encasillar ni encasillarnos, sin servilismo obsecuente, buscando
nuestro desarrollo aquí y ahora, en este encuentro.
Sabemos que el gran enemigo es el individualismo enmascarado
en muchas formas de adhesión a tesis o a grupos.
Pensar globalmente y actuar localmente no es tarea fácil,
pero es una dirección necesaria que exige la multidimensionalidad
de los enfoques individuales y sociales, repensar
Chile mientras nos examinamos personalmente, nos entregamos
al diálogo y estamos, a la vez, conscientes de pertenecer
a un movimiento planetario.
Hoy escuchamos a Gonzalo Alcaíno, astrónomo muy comprometido
con nuestras inquietudes, hombre de ciencia y
sensibilidad, poseedor de una rica información básica que
puede conformar una columna vertebral adecuada para
nuestra acción educadora en el futuro.
Contamos con el privilegio de tener con nosotros a
Lola Hoffmann. Ella ya nos ha sido presentada. Su autoridad
moral la precede. Lola es la responsable de esta reunión,
de nuestra sensibilización. En estos tiempos aciagos,
Lola ha mostrado ser radicalmente solidaria. Desde el exilio
o la cárcel, muchas lágrimas saludaron la noticia, llevada
de boca en boca, de que su respuesta a la violencia ciega y
egoísta, a que nos convirtiéramos en un país ocupado, fue ir
a trabajar a un modesto consultorio poblacional, para enseñar
y aprender en contacto con el pueblo organizado.
En medio del vacío, de la pequeñez, si nos hemos visto
ennoblecidos por el recuerdo de Pablo Neruda y Gabriela
Mistral, y por saber que Claudio Arrau llevaba nuestro
espíritu por el mundo, nos ha sostenido el contar con esta
sabia letona que mantiene la vigencia de la lucha por el
desarrollo humano, la espiral de la paz.
Empecemos el diálogo, hagamos política, no la política que,
con Clausewitz, se continúa con la guerra; sí la política que,
de acuerdo a Virchow, es sólo la medicina en otra escala.
Claudio Naranjo cita a Merton diciendo que la salud mental
a lo mejor no sirve al hombre contemporáneo más que
la fuerza física ayudara al dinosaurio, en vísperas de desaparecer.
A pesar de la magnitud de la crisis, de esta megacrisis,
enfrentemos la lucha con alegría, fuerza y creatividad; elijamos,
aquí, el facilitar el desarrollo de un mundo saludable.

Hacia La ciudad de Los aMi gos. (1983)
Nuestra necesidad, nuestra precariedad, nos hace
distinguir entre la ciudad interior, la de la conciencia y la
inconsciencia, nuestra internalización de la ciudad y sus
fantasías y la ciudad real, objetiva, la que está “allá”…
Lo cierto es que la ciudad objetiva es ciudad de los
hombres, es externalización, “alienación” de los hombres, de
nuestra interioridad.
La ciudad, allá, viene de nuestros deseos, de nuestras
contradicciones, y nos trae nuevos devaneos, nuevas frustraciones,
nuevas esperanzas.
Nuestra conciencia es liquidez con momentos de
plasmación, de embarcaciones, de tierra firme. La ciudad
es esa tierra firme que siempre “se nos va” por dentro, que
creemos querer, que a veces llamamos por un nombre que
podría orientarnos “al absoluto”, pero que acostumbramos
traducir en adhesiones absolutas, la tierra firme de la familia,
la bandera, el partido, la profesión, la idea.
La ciudad vino de los hombres, de la necesidad de
territorio, de circunscribir el espacio, de manipular la materia,
de protegerse del clima, de las bestias, de los otros
humanos, de guardar el alimento, de conservar los vínculos.
La ciudad responde a diferentes necesidades de los seres
humanos, básicas, fisiológicas, psicológicas, avanzadas, radicales,
de sentido.
El ser humano vive en sí, para sí y para los otros,
en una modulación de externalización e internalización,
de acciones precisas y difusas, de conservación, regresión y
transformación. De allí la ciudad.
Desde una cierta óptica, la ciudad es tan expresión,
indicador de salud, como la temperatura, el peso, el sueño,
el ánimo, la digestión. En ella se pierden los límites de lo
individual, como en la salud de la pareja, del grupo o de la
institución. Es un posible indicador de salud integral colectiva.
La ciudad tiende a lo claro y lo distinto. A los límites
definidos, a lo liso (1). Posibilita el flujo, esa maravilla del
tránsito, de los ascensores. La funcionalidad de la ciudad,
como hecho estructural. La construcción de latas y lonas de
los campamentos tiende –en su escasez mísera- a la misma
simetría del edificio imponente del centro o la mansión del
suburbio elegante. Anhelo, necesidad humana de la tierra
firme. Búsqueda de sosiego, aun dentro de la actividad torrencial,
fundado en las regularidades. Orden, ritmo, embriones
de autoritarismo, de rigidez. Remedo, eco, del componente
estático en toda la naturaleza (2).
La ciudad ahuyenta los sueños, lo indistinto, lo cambiante,
lo creativo. Es la gran construcción de un cuerpo
muerto. El movimiento de los vehículos y de los peatones,
los sonidos de las radios y el griterío del fútbol, se hacen,
contradicen, apoyan, esta vertebración básica, de tierra firme
construida, habitada, propia y ajena.
La ciudad, creación humana, refleja al hombre parcialmente,
omite lo turbio, incluso en la pobreza, la violencia
y los accidentes, por lo que se le vuelve ajena. Da cuenta
de un hombre de un solo ojo, de media cara, medio cerebro.
El hombre del cerebro izquierdo, analítico. Falta el derecho,
intuitivo, metafórico, de trabajo en red y no lineal, de con-
templación y no de acción. Sólo hay resquicios alternativos
en lo artístico, la comunicación profunda, la espiritualidad,
el humear del café compartido, la caricia del pasto en el
parque. El hombre necesita el orden, lo liso, la repetición,
pero crece hacia lo nuevo, el asombro, lo intuitivo, el salto
cualitativo. La ciudad le da y lo frustra. Es como la familia,
se establece un vínculo doble, de atracción y rechazo.
El hombre no se expresa plenamente en la polis. La polis
no es la culminación de la política. No se incluye la polis
en la política, no se la integra, el ciudadano no se rebela
contra esta concha fija, la ciudad alienada que impide el
crecimiento cotidiano.
La ciudad es desigual. Para unos, la visión del up
town, de los pisos de los departamentos de lujo; para otros,
la sordidez de la población marginal, del conventillo. Están
los que, de alguna manera, reafirman la antigua alianza con
la naturaleza, el contacto con el jardín generoso, la fragancia,
el crujir de lo vegetal. La mayoría sólo tiene ante sí
los ladrillos, pavimentos, latas, adobes, gritos, malos olores,
riesgos.
En alguna parte, el hombre lo sabe, somos iguales,
necesitamos, radicalmente, vivir esa igualdad. En el diálogo
verdadero nos hacemos seres distintos, alcanzamos una
consistencia diferente, experimentamos la igualdad. La
ciudad nos hace ajenos, en “muchedumbres solitarias”, en
relaciones seriales. Hace difícil el diálogo. La ciudad contribuye
a plasmar el poder, la desigualdad. El que habita en
forma diferente, tiene diferente poder. La alienación de la
ciudad invita a profundizar en el infinito desgajamiento de
lo humano el hombre. No nos reconocemos, desconfiamos,
nos agredimos. Dejamos que alguien se accidente, sea vio-
lado, herido, fusilado, allanado, hecho desaparecer, humillado.
Desde nuestro ser más profundo compartimos esa
distancia que señala el malogrado joven poeta Armando
Rubio, entre nosotros y la ciudad, en su sencillo y sutil Ciudadano
(3):
ciudAdAno
Armando Rubio Huidobro
No sé de dónde viene mi costumbre
de agravarme a las siete de la tarde.
Quizás sólo por ser un transeúnte
sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante.
No sé para qué vivo y por qué muero,
si ha tiempo me dijeron las gitanas
que tendré vida cara con un final de perros:
o sea que no pienso morir como Dios manda.
Conozco bien las piedras de andar, la vista gacha;
recojo los cigarros que pueblan las cunetas
agradeciendo todo en mis andanzas
de obscuros pies de barro y de madera.
Si yo fuera un cantor como soñaba,
me iría por el mundo cantando mis desdichas
para vivir del canto mío y que me escucharan
los que sueñan con una risa limpia.
Pero no tengo voz, ni pañuelo, ni amante;
no sé por qué me vuelvo amigo de los perros
cuando soy un transeúnte de la tarde
sin saber por qué vivo y por qué muero.
Nuestra necesidad radical de fraternidad se identifi-
ca con Whitman, cuando pedía a través de su sueño “una
ciudad invencible a los ataques de los hombres, la ciudad de
los amigos”. Se lo puede llamar de muchas maneras, “Ciudad
de Dios”, “Ciudad del Sol”, ciudad de la utopía.
Requerimos una ciudad que esté acorde con la necesidades
radicales, que Agnes Hiller señalaba como de comunicación
racional, de desarrollo de todas las capacidades
y de todos los seres humanos (4).
Una ciudad que refleje los grandes radicales (al decir
de Morín) de las diferentes corrientes culturales, la ciencia
y su búsqueda de verdad, el cristianismo y la civilización
del amor, la compenetración con el todo del Oriente, el
buceo en el ser humano del psicoanálisis, la voluntad de
transformar la sociedad del marxismo, el sentido libertario
del anarquismo y la autogestión, el asombro básico existencial.
Ya hubo una síntesis frustrada en el surrealismo (5).
Se trata de avanzar hacia nuevas visiones acompañando a
la nueva política, integral, planetaria, antropológica, capaz
de situarse en lo cotidiano, en la ciudad, como en la problemática
específica de la mujer, de los jóvenes, de la salud
holística o de la tecnología apropiada.
Cuando empezó la ciudad, allí en las cavernas obscuras
rondadas por grandes bestias, hielos o deshielos, el
hombre necesitó expresar su lado más profundo, más tras-
cendente, haciendo inscripciones, duplicando la realidad
interior de las paredes, rompiendo la división interior-exterior.
Algo se eso se cumplía en la iglesia medieval y en el
ágora ateniense. También vemos continuidad con ese pequeño
misticismo de la comunicación en la barra del bar,
en la mesa del café o en el juego de la plaza.
Para transformar la ciudad, para que el hombre pueda
hacer verdad aquello que, al decir de Heidegger, es lo
propio del hombre, el habitar poéticamente, hay que desarrollar
la salud mental. Esa es la forma de iniciar un camino
que conduzca al hombre grande, desarrollado, nuevo. El
hombre nuevo está en el inicio y es el resultado de contar
con ciudades nuevas. Requerimos más salud mental para
saber cómo y con qué participación lograr nuevas ciudades.
Nuevas ciudades para más salud mental.
La salud mental en su acepción humanista es el campo
del desarrollo del hombre, de sus potencialidades. En el
corazón de ellas están las necesidades. Las más conocidas
son las fisiológicas y las psicológicas básicas, alimentación,
dormir, temperatura y reposo adecuado, entre las primeras;
soñar, seguridad, afecto, pertenencia, entre las segundas. En
el corazón de estas necesidades se encuentran las necesidades
radicales, de dar sentido a la existencia, al proyecto
de cada uno. Ese sentido llega o se trabaja, en soledad y
en compañía, en torno a vínculos con uno mismo, con los
otros significativos, con los grupos de pertenencia, con inserciones
que apuntan a la sociedad, a la naturaleza, a la
totalidad, a la humanidad.
La ciudad actual es, como la sociedad capitalista,
tecnócrata, represiva. Responde a necesidades pragmáticas,
cuantitativas. Es agresiva o ajena a los caminos de desarro-
llo desde las dimensiones íntimas, sociales, comunicativas,
contemplativas, lúcidas, estéticas, teoréticas, espirituales. Se
ha conseguido el milagro de lograr que sutiles instrumentos
permitan el tránsito aéreo y sobre las calles, sin grandes
riesgos de accidentes. Se levantan edificios y permanecen.
A escala de los hombres potenciales, de una sociedad sin
riesgos de guerra, pacífica, abierta al conocimiento, al crecimiento,
basada en la igualdad, estamos, comparativamente,
en el tiempo en que los niños comprueban que son capaces
de construir una torre sin que se caiga, pero que podrían,
perfectamente, apretar los ojos re un recién nacido. Nuestra
ciudad actual es una ciudad de juguete. Un gran ensayo.
Una preparación para la ciudad adulta, “la ciudad de los
amigos”.
La ciudad necesita una serie de condiciones para todos.
Entre ellas, un equilibrio entre facilidades para estar
solo, para estar con los cercanos y para encontrarse con la
mayoría.
No es cierto que siempre sea malo estar solo. A pesar
del Génesis. Hay que poder profundizar, conjugarse con la
necesidad radical de sentido, buscando en el interior de uno
mismo las dimensiones que mejor contribuyen a encontrarse
con los otros, en poder practicar la igualdad.
No es cierto que la relación de a dos, que el pequeño
grupo, que el vínculo profundo, sea preocupación individualista,
pequeño burguesa, lujo. Es necesidad radical de
cultivo de la mutualidad, de la complementariedad.
No es cierto que la gestión conjunta de los pequeños
espacios de trabajo, recreación o estudio, sea desorganizadora,
caotizante. Es la garantía, es la práctica de la democracia
y del socialismo.
No es cierto que la visión de la ciudad o de la sociedad
como conjunto, sea infantilismo omnipotente. Es
necesidad de humanizarse. De practicar la igualdad.
No es cierto que la igualdad sea uniformidad, es derecho
a la diferencia específica, a la complementariedad, sin
privilegios, sin poder.
No es cierto que la naturaleza es bestia para ser conquistada.
Es nuestro cuerpo, es nuestra hermana, se trata de
jugar con ella, de quererla, de respetarla.
La ciudad del futuro es una utopía concreta, que, sin
perder su alianza con las necesidades de sobrevida fisiológica
y de estabilidad psicológica, debe abrir caminos a las
tendencias a decorar las cavernas, a canalizar lo propio, a
meditar, a establecer diálogos profundos, a participar en la
gestión de lo local y de lo social, a una relación de cercanos
con la naturaleza, a que se diferencien, sin violentarse,
los contemplativos, los prácticos, los estetas, los sociales, los
afectivos, los lúdicos, los analíticos, los buscadores.
Las ciudades no surgieron de golpe de la cabeza de
Júpiter de los urbanistas o de las cúpulas políticas; los seres
humanos las descubrieron, las conservan, las destruyen, las
secretan.
Las utopías concretas requieren poner en tensión las
necesidades últimas, la igualdad, la diversidad, la profundidad,
el sentido, las preguntas y la creación, son su actualización
en el tiempo, en el espacio, en la contingencia, en los
materiales y recursos accesibles.
La diferencia entre la ciudad de ahora, esa que está
allá y la de la salud mental, la política integral y la utopía
concreta, la que no existe pero puede existir y está “aquí”,
no es la del blanco y negro, realidad versus fantasía, espíritu
práctico versus nebulosidad inoperante. Tampoco reino de
la necesidad versus reino de la libertad. Siempre ha habido
y habrá necesidad y libertad.
Se trata de poner en el timón al conjunto de las necesidades
humanas. Esa es una orientación práctica, realista,
concreta. Hacer ciudades saludables. No es fantasear.
Es hacer. No es esperar la gran revolución, el apocalipsis.
Se trata de empezar a realizar, a experimentar, a buscar. No
es terreno de reformas. Son cambios que corresponden a
necesidades profundas, pero llevados a cabo en la realidad,
con las fuerzas con que contamos, aprendiendo, dialogando,
con autocrítica.
En el camino descrito cabe identificar varios medios
de plasmación de esta búsqueda.
Para empezar, es indispensable introducir la ciudad
en la discusión colectiva a todo nivel, en la formación familiar,
en la escuela, en los clubes, sindicatos, partidos, psicoterapias,
medios de comunicación de masas. En todos los
focos de trabajo de salud mental.
Por otro lado, hacer experiencias. En la familia se
puede revisar cómo encarar un proyecto de vida que apunte
a las necesidades globales de todos los miembros. De qué
espacio se dispone, dentro y fuera de la vivienda, propia o
de cercanos, para estar solo, para comunicarse, para jugar,
para hacer el amor. En el diálogo entre padres e hijos, con
los amigos, emerge la posibilidad de compartir una carpa,
una biblioteca, un dormitorio o un patio de juegos. La experiencia
desborda lo concreto material en dirección hacia
lo concreto utópico.
En el camino a la utopía concreta es dable de acompañar
la ejecutividad –hacer disponible un lugar para la
soledad o la comunicación- con la revisión de las necesidades,
los mundos de cada uno, con el cuestionamiento, el
crecimiento en conjunto. El cambio, el camino al cambio
en la ciudad, presupone una transformación personal, en
autocrítica, en superar la posesividad, los exclusivismos, los
sesgos. Por esa vía se va avanzando en ir más allá de una
antropología reduccionista, anclada sólo en lo pragmático,
en lo específico, en lo analítico, para, sin caer en el otro reduccionismo,
el fantasear o esquizoide, ir hacia una visión
integradora, más allá de los opuestos.
Entre las metas macropolíticas y las de la vida cotidiana
personal, se deben encarar los espacios intermedios.
¿Qué pasa con los centros vecinales, los sindicatos,
los colegios? Un sindicato, por ejemplo, puede agregar a su
programa de vacaciones para los niños de los alumnos la
revisión de las necesidades últimas de los mismos, en relación
al terreno específico de la televisión. Hay una pequeña
utopía concreta en el conseguir que los niños adquieran autonomía
frente a la televisión, discriminen frente a ella, teatralicen
posibles alternativas, jueguen con hacer propuestas
de opciones distintas con obras representables, ayudarlos
con recortes de diarios o dibujos personales.
En el futuro próximo se podrá ir avanzando en propuestas
de transformación a nivel local. Al lado de la discusión
sobre la emergencia que constituyen los muchachos
que inhalan neoprén o las niñas que practican la prostitución,
se puede ir articulando un sistema de comunicación
de manera que todo el mundo tenga posibilidades de revisión
grupal de sus alternativas cotidianas. Algo así como
comités de defensa de una nueva cultura libertaria, alternativa,
pluralista, basada en las necesidades del hombre.
Entre los presupuestos para esta apertura a la discusión-
acción sobre la vida cotidiana y la ciudad, están la
legitimación del tema como pertinente a la política, el desarrollo
de la instrucción popular sobre temas urbanísticos
y arquitectónicos, la formación generalizada en el camino
de las necesidades humanas y la cultura alternativa. En ese
contexto, emerge la posibilidad de que las revisiones individuales
y colectivas incluyan una apertura creativa hacia
los ricos horizontes que ofrece un país como el nuestro
de grandes extensiones inhabitadas de cordillera y mar, de
múltiples climas. La masificación de conocimientos sobre
tecnología apropiada en materiales de construcción, alimentación,
recreaciones, medios de comunicación, introduce
otro apasionante aporte para esta discusión y práctica.
Lo mismo puede decirse del conocimiento de la cultura
alternativa internacional, las experiencias de vida comunitaria,
de modificación de relaciones con la naturaleza, de
nuevas modalidades de educación.
En el origen de la ciudad está el hombre y, si se quiere
ser creador y no secretor de ciudades o de vida ciudadana,
lo básico sigue siendo un buscar, un integrar, un ahondamiento
en lo antropológico, en nuestras necesidades radicales.
En aquella que emerge en la soledad, en la entrega
total al conocimiento, a la comunicación en profundidad.
Al preguntarnos por el sentido último y al crear, estamos
dándonos el impulso que nos debe llevar a ser auténticos
ciudadanos, poseedores activos y desprendidos de nuestra
ciudad, proyecto en marcha, concreto, de ciudad de amigos.
Referencias
1. Pinilla, José Luis. Psicopatología de la Vida Urbana.
Espasa-Calpe. Madrid, 1977.
2. Weinstein, Luis. Autoritarismo o Creatividad Social.
Ediciones Minga. Santiago, 1982.
3. Rubio, Armando. Ciudadano. Ediciones Minga. Santiago,
1983.
4. Heller, Agnes. Por una Filosofía Radical. Ediciones El
Viejo Topo. Barcelona, 1980.
5. Morín, Edgar. Por una Política del Hombre. Ediciones
Extemporánea. México, 1978.
carta sobre La unidad. (1980)
Con estas líneas avanzaremos en el acercarnos y, al
mismo tiempo, en el crecer, en el diferenciarnos. Así entiendo
la unidad. De esa manera intervienen en nuestras
vidas las cartas personales. Esta carta sobre la unidad es un
texto tuyo y mío y de muchos que estamos abrumados por
el silencio, por las muertes cercanas, porque no podemos
ser amigos del tiempo. Si ustedes me leen en voz alta y en
grupo, descubrirán, bajo la constricción de las palabras, el
verdadero mensaje, un grito sostenido. Es la lucha entre el
aproximarse, saltando los muros artificiales, y el aceptar la
diversidad, ese acento propio, ese misterio que es la vida.
En ese grito está la carta colectiva y una muy personal. Van
en él las cartas reales de carteros y transportes y archivos, y
los mensajes imaginarios acostumbrados a entrar y salir de
los sueños.
Sí, cómo escribir “estimado compadre o amigo” o
cualquier fórmula ritual, si la muerte está aquí, dentro de
nosotros mismos, haciéndonos gritar:
Cuando mueres sin encontrar al hijo desaparecido,
cuando te matan y culpan de esa muerte a tus amigos,
cuando te acusan de que eres tu propio hermano
que han hecho desaparecer,
cuando los desaparecidos se encuentran, muertos,
y sus cuerpos recuperados se matan,
confundiéndolos en la fosa común.
Y se vuelven a matar haciendo estallar el humilde
espacio del encuentro el sentir
con el ausente, cálido a pesar de su falta de presencia y de vida.
No, frente a la muerte, la unidad. Un grito, tal vez ignorado,
pero que surge de ti, confinado en ese pueblo ajeno,
o forzado al exilio, o con tu proyecto de vida en muñones, al
aire. Ensayemos el grito, más allá del temor al ridículo, “la
vida unida jamás será vencida”. La vida unida a sí misma,
llevando sus tensiones, sus contrastes, capaz de entender la
muerte en un esfuerzo por aclararse a sí misma y distinguirse
de la muerte, venciendo esa sombra gris interna de
muerte que se llama opresión, que es el poder del hombre
matando –mucho o poco- a otro hombre. La vida unida,
encontrándose en el hombre que mira hacia la humanidad
como conjunto en gozosa y angustiosa aventura de crecer.
En el grito, en el fondo, se unen la idea y el poema, lo
que se refiere a ti y lo propio de las grandes mayorías. Gritando
entramos a una pérfida pesadilla, a un misterio sin
nubecillas sonrientes en volantines de niños. La magia está
envenenada con miedo y con furia, no podemos dejar que
se seque la poesía. Tenemos que avanzar continuando a los
cercanos, ahora con el tiempo terrible de amargo y gris. El
espanto nos lleva de un muerto a otro, de Lumi a Carmelo,
de un desaparecido a otro, de Carlos Lorca a Carlos Godoy.
Estamos con ellos. Haremos ese esfuerzo por entender
cómo cristalizan nuestras ideas, tema que tanto te interesaba,
Jorge. Tati, trataremos de saber, como querías, por qué, a
veces, nos llenamos de noche y nos hacemos un ovillo entre
la lealtad aquí, al lado, y la mirada abierta, grande, cavando
túneles en los límites más obscuros. Tenías razón, Claudio,
hay que entrar en la riqueza de la historia con todos los
matices aportados por el otro. Ya germinará tu novela de los
años cuarenta.
En las cartas que nos escribimos y en nuestros afanes
diarios, en el grupo, en la pareja, con los amigos, un solo
grito de búsqueda, advertido o no, de la unidad posible,
del mirar en el futuro maravillosas alamedas compartidas
en las fronteras actuales de los pueblos, de contar con el
hombre de mañana recorriendo el universo con su planeta,
con la misma sencillez de un caracol en movimiento en ese
jardín, de
Unirse uno mismo
con el cercano,
con la inmensa mayoría,
para tener una, mil ciudades invencibles de amigos
como soñaba Walt Whitman,
para que la aurora no sea sólo tentación,
para hacer de los humanos
un solo colectivo,
para entender la muerte,
integrando el dolor, el límite, lo gris,
con todos los colores de la vida.
Unirse hasta que la muerte se transforme
como el desierto y tú y el mar,
y hacernos amigos de la muerte
en base a ser plenamente amigos de la vida.
Llegar a la unidad con la muerte, avanzando
hasta ser amigos del tiempo,
hasta que el tiempo, sin humillarse,
acepta detenerse.
Unidad, a veces lo repetimos seco,
desde fuera
con muerte
con gris,
sin unirnos dentro de nosotros mismos,
sin conocer realmente al otro presuntamente unido,
prefiriendo luchar por ser más fuerte que el amigo
en vez de ayudar a que la vida sea tan grande
como la muerte.
Unidad, revelada en el disfrute
cuando tu grupo trabaja tan junto
que nadie teme ser diferente.
¿No sientes que tú mismo pierdes lo rígido,
el lastre telúrico,
cuando el compañero puede, libremente,
pensar, llorar, tocar, decir sus críticas,
mostrar sus andrajos, lo no acabado, lo incierto,
unir el conjunto, la creación, la lucha, el hombre?
Unidad en el estremecer de la mirada,
cuando lo diurno alcanza la alta consistencia de los sueños
y otra persona es recibida en tu santuario íntimo
con las dimensiones que empiezan después de la alegría.
Unidad real,
sin quitar la lozanía del matiz, el ardor
de cada uno de los colores,
unidad, querer, respetar, confiar, construir,
aceptando las diferencias.
Rescatar el asombro del sentir
y el riguroso avance en el conocer,
querer la naturaleza y contribuir a transformarla,
luchar contra la opresión de los pueblos
y estar siempre venciendo al dictador que tenemos dentro,
compenetrarnos del futuro y la vastedad del mundo,
sin perder los destellos del bregar cotidiano.
Unidad es ser partícipe pleno del colectivo
y mantenerse, siempre, creador.
Es desarrollar fuerzas y no aceptar el poder.
Es entender cómo es el enemigo y seguir fiel a las diferencias
y a los inusitados parecidos.
Unidad es deslizarse gozoso en la risa torrencial
y tener presente para toda la vida el recuerdo del caído.
Unidad es poder sumergirse en el deseo,
en el sueño, en el bosque,
y vibrar también enteros al cultivo entre todos,
estando siempre en el lugar del otro,
comunicándose cuando lo necesite.
Unidad es luchar por ser iguales y comenzar a serlo ahora.
Unidad es aceptar que somos diferentes el uno del otro
y dentro de nosotros mismos,
y que ello no desmiente el que seamos iguales.
Unidad es luchar porque nos entiendan
sin exigir que nos quieran, forzosamente.
Unidad es avanzar con nuestro miedo y nuestras fuerzas.
Es poner nuestro grano de arena sin requerir reconocimiento.
Unidad es crecer nosotros y nuestro grupo,
sin dudar que los otros y los otros grupos amigos puedan,
muchas veces,
ser más constructivos que nosotros,
en lo que quisiéramos hacer.
Unidad no es el campo de concentración silente del sumiso.
Unidad es, ahora, continuar nuestros muertos,
junto con avanzar, colectivamente,
hasta hacer más pequeña la muerte.
Unidad es lograr que la muerte pierda su unidad.
Y ahora, no podemos escribir “se despide su amigo
o su servidor”. Diremos, más bien, que, unidos cada uno de
nosotros, en nuestras dimensiones, vida cotidiana, luchas y
creatividad, iremos haciendo menos amargo y menos gris el
tiempo,
Llegaremos a ser amigos del tiempo,
un día seremos capaces de tratarlo con la hospitalidad
del pueblo hacia sus allegados,
y el tiempo nos contestará con cartas
que leeremos en grupo,
y a veces firmarán también la muerte, ya avejentada,
y los últimos grises en su retiro.


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