Conversando sobre la Amistad (218)
Amistad Grupal
La Amistad bullía en el encuentro de médicos escritores
en Punta Arenas. Generosos, nos integraban , Lucho Godoy,
su heterónimo Martin Pescador y Claudio Urrea, el Albatros Errante, siempre muy cerca del recuerdo vivo de
la sabiduría y los mitos
de los pueblos fueguinos,.Tal vez
, impresionados, los dioses de los pueblos originarios les ayudaron a
sobrepasar toda clase de obstáculos y
asegurar la realización del Congreso , a pesar de la inundación de la ciudad
Muy al inicio escuchamos una entrañable exposición del
educador y escritor Marino Muñoz
Lagos , sobre el escritor y
médico Juan Marín. En el último
almuerzo, seguimos conociendo la
humanidad de Marino, quien
obsequió a los asisten ejemplares de su libro “Los
Asombros de Otrora”, una selección
de sus poemas.
Es poesía donde
palpitan los recuerdos, el asombro
contagia y uno siente el deseo de comunicarla a los amigos.
Retrato vivo de mi padre muerto
Marino Muñoz Lagos
Murió en abril: tiempo de lluvia.
Otoñecida
estrella le cubría la frente como
un agua.
Era un hombre pequeño, realzado de
pronto
por una lenta mano, florecida manzana.
Una sombra rebelde le dormía los
ojos,
como un álamo triste, como una
llamarada.
Era en el tiempo niño: el tiempo
inconmovible
de los bosques mojados en sus
nobles estancias.
Allí nacía él, allí crecían
lentamente
sus cábalas maestras, su suerte
enmarañada;
allí, en las pobres vasijas, en el
solar
terrestre donde la espiga levantaba
su fantasma perfecto, su pan
crepusculario.
Le conocí de cerca una lenta
mañana
de invierno. Como sabias monedas
invariables
las lluvias pasajeras sobre el
techo cantaban.
Su mano sarmentosa se halló como la
fina
prolongación del tallo de las dalias.
¿Era él?, ciertamente lo digo.
Ciertamente,
como que ahora escribo tendido
sobre el alba.
Su rostro era tan triste. Sus ojos
pensativos
recorrían celestes los cuadros de
la casa.
A mí me parecía, por sus limpios
modales,
que sólo de un campesino pobre se
trataba.
Era hijo del trigo. Venido de un
barbecho
donde la luna muestra sus haciendas
intactas.
Y en efecto lo era: nacido como
tantos
entre un bosque brumoso y una verde
montaña,
el campo se extendía por su cuerpo
estrellado
y por sus venas rojas la tierra
dura andaba.
Murió en abril, tiempo de lluvia,
de lluvia
colonial, antigua lluvia, dolorosa
campana.
Le llevaron dormido, entre muchos ,entre
todos los hombres que vivieron el
agua
gozando las estrellas, las nubes y
los recios
contornos labradores de las grises
comarcas.
Le conocí de cerca, lo traté
tantas veces.
Conversamos del tiempo, del trigo
y la esperanza.
Murió en abril. Yo estaba lejos.
Su esqueleto
vegetal bajo un huerto florido
descansa.