domingo, 17 de febrero de 2013

Conversando desde la Amistad (94)


Conversando desde la Amistad(94)

Los Paradigmas : el horizonte para enfocar la crisis de la civilización
Un texto de  Wilson Tapia

Taller

LA FELICIDAD EN EL
CAMBIO DE ERA




EN BUSCA DEL NUEVO PARADIGMA










Wilson Tapia Villalobos

Enero 2013


“En lo pasado está la historia del futuro”.  Esta frase del escritor  José Donoso parece develar uno de los misterios que persigue al ser humano desde su aparición en el planeta. Es la reiteración de los hechos que contiene la visión oriental del devenir, en una rotación sin pausas. En ella se anidan las preguntas fundamentales: ¿Qué somos? ¿De donde venimos? ¿Hacia adonde vamos?

También podríamos parafrasear a Jung, y decir: “El inconsciente es la historia de la humanidad desde los tiempos inmemoriales”. Y tal aserto adquiere sentido, ya que en él está contenida la necesidad de respuestas que ha hecho que los seres humanos caminen hacia el conocimiento. En ese transitar han ido ascendiendo a grados mayores de lo que hoy llamamos humanidad. Siempre buscando explicaciones que le dieran certezas, que con el tiempo eran desechadas, en la misma medida en que se avanzaba hacia más conocimiento.

Nuestra visión actual del entorno y de nosotros mismos ha tenido variaciones profundas con el paso del tiempo. Es el avance del conocimiento que conforma la cultura del momento. Es lo que hace que mi amigo Pedro Engel sostenga que el alma humana evoluciona.  Y tal postura la apoye otro amigo destacado, el teólogo Antonio Bentué.(*) Si ambos estuvieran equivocados, Jesucristo, por ejemplo, habría condenado la esclavitud.  Y pese a su extrema sensibilidad, no lo hizo.  Hoy, en cambio, el premio del Reino de los Cielos no reemplaza a una vida terrena de esclavo sometido.  Simplemente nos parece inconcebible.  Son los constructos culturales que dan sustento a la sociedad en que vivimos.

Y si retrocedemos en la historia de la cultura, nos encontramos con interrogantes aún no resueltos. Pero su sólo planteamiento entrega pistas acerca de lo que ha sido el recorrido del ser humano hasta hoy. Por ejemplo ¿Cómo surge la idea de Dios?  ¿Aparece aquí, en la vida terrena o venía con mujeres y hombres desde antes de su nacimiento? Para estudiosos marxistas, ateos y positivistas, Dios es una construcción cultural. Una construcción cultural necesaria para responder a interrogantes que en determinado momento acuciaban.  De allí, dicen, aparece el Dios del trueno, el Dios del rayo, el Dios de la lluvia, la Diosa de la fertilidad, luego la Diosa de la belleza, la Diosa de la sabiduría y muchas otras deidades que respondían a dudas no resueltas. Ejemplos de comportamientos y de aceptación de valores que van cambiando a medida que el conocimiento humano derriba nuevas barreras.

Quienes conciben una idea de trascendencia, en cambio, plantean que Dios, simplemente, está presente en la vida humana.  Así, sin intervención de la razón.  Como un recuerdo o como el hallazgo en una búsqueda interior.

Ambas posturas, sin embargo, conviven y se mezclan de algún modo en el paradigma que guía la comprensión de una época.  Este es el tema que me ha correspondido abordar. Y para comenzar diré que, según Thomas Kuhn (1922 - 1996), responsable del aggiornamento del término paradigma, éste es: “Una realización científica universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporciona un modelo de problema y soluciones a una comunidad científica". Sin embargo, los modelos paradigmáticos tienen un ámbito de aplicación que va más allá de una comunidad científica determinada.  Hoy hablamos de paradigmas que pernean a toda la sociedad.  Porque son modelos metafísicos y epistemológicos, que proporcionan el "contexto" en que se forman los diferentes modelos teóricos y teorías de un nivel inferior. Este tema lo retomaremos más tarde.


Mientras tanto, los invito a que revisemos cómo el ser humano ha ido construyendo sus paradigmas. Para partir desde el comienzo, es necesario retroceder 65 millones de años. Es lo que considera la ciencia como el instante en que aparecen las primeras manifestaciones vida animada. Sin embargo, los que podrían ser nuestros antepasados, homo erectus, asoman hace apenas alrededor de un millón y medio de años. Recién.  Y aún no existe opinión unánime acerca de lo que realmente ocurrió con los seres humanos desde ese período hasta ahora.

Al menos tres son las teorías que, con mayor presencia, se disputan la explicación del desarrollo humano desde aquellas lejanas épocas hasta hoy. 

La teoría creacionista:
Sostiene que Dios creó al ser humano como a todas las criaturas que pueblan el planeta y el universo. Ello implica la existencia de una misión divina que habría sido encomendada a la Humanidad y que las distintas religiones institucionalizadas tendrían como misión  develar. Para ejemplificar con hechos conocidos, nuestra historia comenzaría con la aparición de Adán y Eva, en el Edén.  Esta explicación cristiana se encuentra en distintas religiones, incluso muy anteriores a la aparición de Cristo y sus seguidores.  También se reproducen los trinos o la trinidad y la virginidad de la madre del Dios hecho hombre. En los Upanishads (*) se afirma que Brahma, el padre, aquel que crea los mundos sin cesar, es triple. Es también Maya, la madre, y Vichnú, el hijo.  Esencia, sustancia y vida. Cada uno encierra a los otros dos. Y los tres son uno en lo inefable, en lo imposible de explicar. Igualmente, el trino se da en la religión egipcia, con Osiris, el padre, Isis, la madre y Orus, el hijo. Además, existen coincidencias con cosmovisiones mesoamericanas. 

Tratando de explicar tales similitudes, algunos estudiosos señalan la posibilidad de que todas las religiones provengan de un tronco común.  Las diferenciaciones habrían aparecido con el transcurso del tiempo y la ocurrencia de diversos acontecimientos sobre los que no existe una constancia científica.

Quienes refutan esta teoría apuntan básicamente a la imposibilidad de una comprobación científica.

Teoría evolucionista:
Planteada por Charles Darwin, sostiene que la vida comenzó en la Tierra de un organismo común. Luego, se fue complicando al dar respuestas cada vez más eficientes a las demandas del medio. Esta teoría coloca en el agua a la célula originaria. Hoy, los evolucionistas van mucho más allá  del área meramente biológica. Aplican su teoría a distintas esferas del desarrollo humano. Sea éste social, cultural, económico, etc.

Sus detractores, que no son pocos, esgrimen diversos argumentos.  Uno de ellos es que la evolución no explica la aparición de organismos irreductiblemente complejos, como la visión.


Teoría intervencionista:
Señala que una de las ramas de homínidos existente en el planeta fue intervenida para dar origen a los seres humanos modernos: al homo sapiens sapiens.  Sus sostenedores basan tal presunción en que el homo sapien sapiens, que es la rama que hoy impera sobre el planeta, no era la mejor dotada físicamente para hacer frente a los desafíos del entorno.  Tanto por porte como por capacidad física, en general, que era mucho menor que el hombre de Neandertal, por ejemplo. Y el hecho de que pudiera superar tales desventajas estuvo basado en el mayor grado de inteligencia que habría mostrado. La intervención la habrían realizado extraterrestres o seres provenientes de otra dimensión o del interior de la Tierra.  El detalle de las hipótesis varía de acuerdo a sus autores.  Algunos de sus exponentes más reputados son Zacarías Ziktin, Alan Alford, entre otros.

Esta teoría también es refutada por la carencia de elementos comprobados por la ciencia que la avalen.  Por ejemplo, la existencia del planeta errante, Nebiru, que entraría en la órbita de nuestro sistema solar cada 3.600 años, aún no ha sido avalada por la astronomía oficial.  Y los habitantes de Nebiru habrían sido los responsables de la intervención.

Estas tres teorías se encuentran en el tapete.  En el presente, la creacionista y la evolucionista son las que cuentan con mayor cantidad de seguidores.  Pero es indudable que aún hay espacio para continuar con las dudas. La ciencia no ha logrado entregar una respuesta que permita construir certezas incuestionables. Y la religión a menudo exige la utilización de la fe y no de la razón para aceptar sus explicaciones.  Para decirlo en palabras del Premio Nóbel de Medicina, Francis Crick “Hasta ahora, los resultados obtenidos por las creencias religiosas para explicar los fenómenos científicos han sido tan pobres, que no han muchos motivos para creer que las religiones convencionales lo consigan en un futuro” (*)

Y los interrogantes se acrecientan cuando se observa el desarrollo de sociedades humanas. Mirando una civilización antigua como la egipcia, es indudable que todavía persisten preguntas sin respuesta sobre su origen.  Incluso acerca de la procedencia de sus acabados conocimientos de matemáticas, de geometría, de astronomía.  Las investigaciones actuales plantean algunas certezas, pero son más las hipótesis. 

Vamos a ciertos datos duros.  El esplendor de la civilización egipcia comienza alrededor de tres milenios antes de Cristo.  Cuando finalmente los reinos del Alto y Bajo Egipto se unen en una sola gran nación, que pronto se transformaría en imperio. Antes de ese trascendente acontecimiento político, la frontera entre ambas naciones se ubicaba en las cercanías de lo que hoy es El Cairo.

Hasta ahora, en que la egiptología ocupa un lugar destacadísimo entre los estudios de la antigüedad, subsisten preguntas respecto de la construcción de la Gran Pirámide de Guiza.  Especialmente por los métodos utilizados en su construcción. La información oficial señala que la Gran Pirámide fue diseñada y construida durante el reinado del faraón Keops, en el año 2570 AC. Su altura máxima era de 146,61 m.  En la actualidad sólo alcanza a 136,86 m.  La reducción se ha debido a los efectos del deterioro que provoca la corrosión generada por el clima y la polución. Fue el edificio más alto del mundo hasta el siglo XIV.  En aquella época recién la sobrepasó la catedral de Lincoln, en Inglaterra.

La gran esfinge igualmente llama la atención.  En su caso no es la complejidad de su construcción, sino el simbolismo que parece encerrar en su presencia hierática. Heródoto de Halicarnaso (484 – 425 AC), la referencia más antigua con que contamos respecto a las pirámides, entrega antecedentes acerca de la construcción de estos que hoy son considerados monumentos de la Humanidad.  Tales detalles habrían sido rescatados gracias a narraciones hechas por sacerdotes egipcios, claro que más de dos mil años después de la construcción. Sin embargo, nada dice respecto de la Gran esfinge.  Acerca de ella se han lanzado diversas teorías.  La ciencia oficial, en cambio, se limita a señalar que fue construida durante la IV Dinastía, que se extendió entre los años 2630 y el 2500 AC. No hay explicaciones detalladas acerca de su significado.

Esto y otros muchos misterios que rodean la gran cultura egipcia antigua han llevado a formular una serie de teorías que corren paralelas a los descubrimientos científicos. Algunos de estos últimos desmienten a un cierto número de aquellas. Pero el terreno para las explicaciones esotéricas es fecundo.  Nada se sabe acerca de la manera en que los arquitectos e ingenieros del Egipto Antiguo lograron sus conocimientos. Al igual que queda en el más absoluto misterio la idea que animó la construcción de la Gran Pirámide, ya que en ella lo que podría haber sido la cámara mortuoria nunca fue ocupada. Igualmente sólo existen conjeturas acerca de la significación que la casta sacerdotal le daba a ésta.  Y las interrogantes se ahondan cuando se observa que no sólo fue la egipcia la que enraizó su cultura con estas ciclópeas estructuras.

En tal sentido, es interesante conocer algo de las teorías que esbozan quienes creen en la intervención extraterrestre en la Humanidad.  Este es el cronograma que presenta Patricia Cori(*),  como una canalización de emisarios del Alto Consejo de Sirio.

·     Hace 450 mil años los nebiruanos visitan por primera vez la Tierra, regresando aproximadamente cada 3.600 años.
·     97.200 AC, los Annunaki, familia dominante en Nebiru, intervienen al ser humano creando el homo sapiens.
·     32.400 AC la entrada de Nebiru en el sistema solar coincide con otros fenómenos estelares que marcan el inicio de glaciación más reciente.
·     28.800 AC. Termina el segundo ciclo de la Atlántida con la glaciación del continente sumergido.
·     25.200 AC.  Los Annunaki establecen bases militares en Marte.
·     21.600 AC.  Los Annunaki crean estaciones de tránsito en la Luna.
·     18.000 AC. Se crean asentamiento Annunaki en África para extraer minerales que requerían para la vida en su planeta.
·     14.400 AC. Intervención Annunaki en la Atlántida lo que inicia la decadencia del sacerdocio.
·     10.800 AC.  La Atlántida desaparece bajo el mar.
·     7.200 AC. Intervención Annunaki en la civilización sumeria.
·     3.600 AC.  Los Annunaki intervienen en Egipto, una civilización que habría sido establecida por emisarios de Luz de Sirio y Las Pléyades.

Resulta inoficioso señalar que esta cronología no cuenta con respaldo científico. Más aún si se considera que la última visita de Nebiru a nuestro sistema solar habría coincido con el nacimiento de Cristo. Sin embargo, es interesante conocer los esfuerzos que se hacen para cerrar brechas en el conocimiento humano.

Pese a los avances de la arqueología y la paleontología, muchos vacíos persisten en el transcurrir de la Humanidad.   Hasta ahora, la cultura sumeria es un gran misterio.  Poco se sabe de ella, pese a las numerosas tablillas que han resistido el paso del tiempo y permiten componer parte de su historia.  Sin embargo, el origen de esa gran cultura es desconocido. Los registros escritos sólo confirman que no eran un pueblo indoeuropeo, ni camita, ni semita. Se especula que no fueron los primeros en asentarse en la Mesopotamia y que vinieron desde afuera.

Pero su aporte al desarrollo de la Humanidad si es conocido.  La creación de la rueda les pertenece. Las primeras manifestaciones de este invento esencial se han datado alrededor del año 3.500 AC. También se reconoce allí una extraordinaria sensibilidad artística en obras trascendentes como La Epopeya de Guilgamesh “El que vio las profundidades”. Una obra que habla de inmortalidad y de la sublime sensación de proyección que puede generar en el ser humano el amor y el valor por algo superior.  A la vez, muestra la relación entre dioses y semidioses. La belleza de su composición traspasa constantemente la descripción de acontecimientos que se viven tanto en el mundo terreno como en las profundidades del averno. Se considera la narración escrita -en doce tablillas de arcilla- más antigua de la historia humana. Se estima que el rey Guilgamesh pudo haber reinado en un período que lo acerca al 2.700 AC.





Paradigmas

En este extenso recorrido, las concepciones humanas se van encontrando, pese a las distancias y la ausencia de contacto.  Las explicaciones pueden ser muchas.  Pero hasta el momento no se ha llegado a un consenso que permita explicar cabalmente esta realidad, a lo menos llamativa.

Pareciera que el ser humano cuenta con más sentidos de los que la ciencia identifica.  Y son aquellos, los desconocidos, los que nos permiten llegar a conclusiones similares y a desarrollarnos en una misma dirección, pese a no conocer los planteamientos y caminos que siguen otros seres humanos. Uno de los últimos ejemplos de este proceso es lo que ocurrió con la investigación sobre el SIDA.  Dos grupos de científicos, trabajando sin contacto en Estados Unidos y Francia, lograron casi simultáneamente aislar y detectar el virus responsable de la Inmunodeficiencia Humana.

Tal vez es por eso que Aristóteles (384 – 322 AC) afirmara en Grecia, en una disquisición filosófica acerca del conocimiento humano: “Sólo sé que nada sé”.  Y Lao Tse (siglo IV AC), en China, sostuviera que: “Es mejor no saber que se sabe”.

Es posible que también pueda ubicarse en esta línea de pensamiento la idea de Jung, que señalé al comienzo sobre el inconsciente, y su argumentación acerca de los tres cerebros humanos: el instintivo, el emocional y el racional.  En fecha reciente, investigadores de la ciencia médica señalaron que una serie de indicios indicaría que cada órgano humano tiene capacidad inteligente, independiente del cerebro central.

Aparte de lo asombroso de tales aseveraciones, su aparición nos habla de la forma en que avanza el conocimiento humano.  Sobre todo, de los nuevos horizontes que dibuja. Y son los elementos que van configurando el paradigma de una época.

Hoy todo parece indicar que nos encontramos en el momento previo al afianzamiento de nuevos paradigmas. Las convulsiones sociales, el derrumbe de antiguas estructuras institucionales, el cuestionamiento de valores tradicionales, son muestras que se repiten en el tiempo.  Y en la actualidad todas ellas están presentes.

 Desde las épocas más remotas que tenemos reseñas hasta el siglo XVII de nuestra Era, el paradigma religioso resultó incontrarrestable. Ello generó una forma de mirar el mundo. De concebirlo y de darle sentido a la vida.  También generó cuotas crecientes de poder que a menudo malearon las instituciones y a quienes las dirigían.  Fue responsable de guerras, masacres y abusos de todo tipo.  Dando paso a la creación de un poder político y económico que dominó sin contrapeso.  Y a una organización social que permitía la perpetuación de tal poder. La rebelión a menudo fue castigada con la muerte.  Ya se tratara de un levantamiento dirigido a terminar con el sistema antiguo o a la búsqueda inocente de nuevas explicaciones para fenómenos que nos presentaba la naturaleza. Es bien conocido el desenlace de la disputa entre Galileo Galilei y la Iglesia Católica.

Cabe señalar que los males que pueden atribuirse al ejercicio del poder hasta el Renacimiento, se han repetido una y otra vez en la historia humana.  Continúan hoy. Y en la época que estamos mencionando, tenían la impronta de tratar de confundir el poder humano con el poder divino. La orientación de la autoridad, se sostenía, proviene directamente desde Dios. 

Si bien nuestra experiencia en términos políticos mira esencialmente a Occidente, el efecto del poder sobre lo humano se repite, con particularidades, también en Oriente y en todos los confines del mundo.

Este paradigma, obviamente, marcaba las aspiraciones del ser humano. La felicidad era el objetivo.  Pero una felicidad que podía encontrarse sólo a través de la comunión con lo trascendente.  Era Dios el que podía entregar felicidad al ser humano o sustraerlo de ella. En esta búsqueda, mujeres y hombres estaban impedidos de un entendimiento  directo. Éste debía hacerse a través de mediadores, y el objetivo sólo podía alcanzarse más allá de lo terrenal.  Aquí había que cumplir preceptos que imponían la religión y sus castas sacerdotales. Y que contaban con el apoyo de la fuerza terrena del soberano.  E incluso, en algunos casos, la autoridad política y espiritual estaba amalgamada en una sola persona.  Así ocurría con el Faraón, el Califa, el Papa y en ocasiones el Rey o el Emperador.

La Ilustración trae consigo el cambio de paradigma.  Se inicia a fines del siglo XVII y concluye su asentamiento definitivo con la Revolución Francesa, que culmina en 1789. En la práctica es un siglo el que demora la aparición plena del nuevo paradigma. De este movimiento, que mezcla el antropocentrismo, el racionalismo, el empirismo, el materialismo, el hipercriticismo, el idealismo, el pragmatismo y el universalismo, nace la estructura paradigmática que nos acompaña hasta hoy. Son muchos los pensadores que dejan su impronta en este proceso. Entre ellos están René Descartes, Pascal,  Malebranche,  Spinoza, Leibniz, Francis Bacon, John Locke, David Hume, La Mettrie, D'Holbach, George Berkeley, Immanuel Kant.

El nuevo paradigma abarca campos que van más allá de la filosofía.  Su empuje se desborda en áreas como la geometría, la astronomía, la geografía, la lógica, la ética, el derecho, la estética, la deontología, la religión, la ciencia, la política. Digamos, por ejemplo, que en esta última, la Ilustración es la responsable de la separación de poderes en la administración del Estado.  Su principal impulsor, el pensador francés Montesquieu.

De alguna manera, el racionalismo de Descartes – “Pienso, luego existo”- es el que le da el sustento filosófico.  Mientras en el área científica, es Isaac Newton quien aporta las nuevas ideas que guiarán la física y las ciencias.  Las concepciones de este último comienzan a ser cuestionadas recién a inicios del siglo XX. Y es la Teoría de la Relatividad, publicada por Albert Einstein en 1905, la que levanta un nuevo hito que da origen a la física actual. Con ella, Einstein pretende resolver la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo.  Habían transcurrido más de dos centurias de reinado sin contrapeso de la física newtoniana.

Este ha sido el recorrido de nuestro paradigma actual. Venimos de la profundidad del tiempo y nos encontramos hoy en un mundo globalizado que sigue buscando respuestas. Tal vez más sofisticadas que en el pasado, pero igualmente elementales para el ser humano que también se ha sofisticado en su conocimiento.

Esta Ilustración que he reseñado de manera tan somera -por lo cual les ruego me excusen- si bien liberó al ser humano de trabas milenarias, le impuso frenos que hoy se encuentran cuestionados. La separación flagrante entre religión y ciencia no es atribuible sólo al racionalismo y positivismo que trajo la Ilustración.  Pero su responsabilidad sí está en haber caído en la misma actitud autárquica que la ciencia critica en la religión, y que le dio su impulso inicial.

La Ilustración tuvo, así, el sello de la razón. Ello traía consigo el Humanismo como un distintivo importante. Y si bien en términos políticos el liberalismo engendrado por la Revolución Francesa daba frutos diversos, Ciencia y Religión buscaron derroteros diferentes.  Objetivos que fueron haciéndose cada vez más lejanos y contrapuestos.

En cuanto al tema del Taller, la felicidad adquiere en el paradigma que impone la Ilustración un tono menos relacionado con la trascendencia y más epicúreo. De un llamado a buscar ser feliz en la Tierra.  En el desarrollo de la vida humana. En las acciones cotidianas. Y la reconoce como un hito fundamental en el desarrollo del ser humano.  Tanto es así, que la Constitución de los Estados Unidos la considera como un aspecto esencial en la labor de gobernar.

Hasta allí una visión nueva y una opción humana que engrandece. Pero con el paso el tiempo, las cosas se fueron complicando. En términos políticos, la revolución Francesa puso en marcha las concepciones esenciales del liberalismo, como ideología. Desde ese punto nace la nomenclatura capitalista, que privilegia la libertad.  Pero también es fruto de este ejercicio la aparición de la idea socialista. Aquella que antepone la igualdad como elemento central de la organización social. Es esto lo que lleva al pensador Immanuel Wallerstein a sostener que la caída del Muro de Berlín, en 1989, no marca sólo el fin de los regímenes socialistas.  Para él, es el fracaso definitivo del liberalismo, ya que el socialismo habría sido un producto del triunfo de tales concepciones.  Y lo que viviríamos actualmente serían los últimos coletazos de un sistema que bajo el argumento de la libertad, acaparó poder.

Wallerstein afirma que el neoliberalismo tiene nada del liberalismo primigenio. El mercado impuesto como el gran árbitro, sólo privilegia la concentración de la riqueza, permitiendo que el poder manipule la economía.  Y eso impide el ejercicio real de la libertad. Grandes responsables de esta manipulación con los medios de comunicación, que se encuentran bajo la dirección de quienes manejan el poder.

Hasta aquí dejo, por el momento, el tema de los paradigmas. Vuelvo a la Felicidad.  Este proyecto que acompañó siempre al ser humano y que ha estado detrás de todos los grandes movimientos sociales, tuvieran o no carácter revolucionario.

Hoy, la Felicidad es una palabra gastada y un concepto bastardeado. (Hasta la Coca Cola se permite utilizarla para vender). Es una “felicidad” que está muy lejos de como la concebían los pensadores fundamentales de  la Revolución Francesa. Veamos que decían algunos de ellos.  Montesquieu, en sus “Cartas Persas” (1721), afirmaba: “Todo hombre es capaz de ayudar a otro, pero debe asemejarse a los dioses si desea contribuir a la felicidad de toda una sociedad”.  Voltaire, en 1755, escribió un poema inspirado por el horror del terremoto de Lisboa de ese año.  En él, dice: “Y a partir de este caos fatal de desastre para cada hombre, crearás una felicidad general”. Es imposible pensar que se refiriera  al enriquecimiento, al disfrute hedonista, de las miles de personas que padecían en ese momento.  Hablaba de la solidaridad, del fundirse en el gesto con otros seres iguales y tener la generosidad de dar para mitigar el dolor, aunque esa acción significara el dolor propio. Es la misma idea que esboza mucho más tarde el santo chileno Alberto Hurtado, al llamar a dar al pobre “hasta que duela”.

En 1823, Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, y principal responsable de la Declaración de Independencia de ese país, escribía: “Los derechos igualitarios del hombre, y la felicidad de cada individuo, hoy se reconocen como los únicos objetivos legítimos de gobierno”. En este caso, la palabra felicidad podría reemplazarse por el concepto de bienestar general, refiriéndose a la satisfacción material, la libertad frente al  control despótico y los derechos a cuestiones tales como la educación y la salud. Jefferson insistía en que la única forma de asegurar los derechos igualitarios y la felicidad “es el gobierno del pueblo, actuando no en persona, sino a través de representantes elegidos por el pueblo”.  La felicidad para él era una necesidad material y moral.

En 1825, en el diccionario de Noah Webster aparece la siguiente definición de felicidad: “Las sensaciones agradables que surgen del goce del bien”.

Hoy, la felicidad está centrada en el individuo, en el goce personal, hedonista.  Pero estimulado por una gran maquinaria publicitaria que empuja la elección de modas usos y costumbres.  Mientras tanto, convence a los individuos que su elección lo hace diferente, que lo lleva a distinguirse de los demás. Pura ilusión. Y es por eso que la Coca Cola puede asegurar que beber ese líquido oscuro es sinónimo de felicidad.  O que las cervezas Corona, Cristal o cualquier otra, le dan a los hombres que la ingieren el potencial del macho alfa que domina sobre una manada  de personajes que, pese a hacer lo mismo que él, estarían sometidos.

La manipulación a través de los medios de comunicación nunca ha sido más evidente y masiva que ahora. Al crear y guiar apetencias, quienes manejan el poder han logrado crear rebeliones ilusorias. Así se explica la reproducción de la cara del Che Guevara en miles de millones de poleras, la creación de líderes que en vida fueron lo contrario de lo que se los ha transformado después de muertos. Como dice John Ralston Saul, “la solución de la clase media  ha consistido en enfrentar las terribles frustraciones de sus calladas, controladas y enclaustradas vidas reales, usando el tiempo libre y el dinero como mecanismos compensatorios, aceptando restricciones relevantes a cambio de libertades irrelevantes.  Esto es lo que hoy denominamos individualismo, una inmersión en las aguas imaginarias de la autogratificación”.(*) De lo que en la actualidad podría entenderse como felicidad, agregó yo.

El nuevo paradigma

El nuevo paradigma que hoy comienza a dibujarse aparece en el momento en que el cambio resulta inminente e indispensable. Historiadores sociales, como Toynbee, han señalado que la evolución de la cultura a menudo tiene procesos de ascenso, culminación, declinación y desintegración.  La declinación ocurre cuando la cultura se ha vuelto demasiado rígida en su tecnología y/u organizaciones sociales como para responder a los desafíos cambiantes que trae la realidad. Así ha ocurrido en el pasado y es el escenario que actualmente se visualiza con bastante nitidez en diferentes partes del mundo.  Rígidas estructuras formadas por las instituciones y organizaciones antiguas que detentan el poder y se aferran a lo establecido, que les ha otorgado su fortaleza, como partidos políticos, grandes corporaciones multinacionales, instituciones académicas. Es la cultura declinante que ya comienza a entrar en el proceso de desintegración.

El cambio es más que un eslogan político. Es una realidad que se ha ido plasmando con nuevos avances en la ciencia. Con nuevas miradas posadas en antiguos problemas. Con búsqueda hacia el interior del ser humano. Y es, también, el reconocimiento de realidades que no se querían ver porque no correspondían al antiguo paradigma.

En este sentido, el aporte de científicos y pensadores políticos y sociales ha sido muy valioso. Es el caso de Fritjof Capra (*), doctor en Física Teórica de la Universidad de Viena e investigador de física subatómica de la Universidad de París. Él sostiene que el misticismo oriental y la física cuántica se acercan en el plano concreto. Es más, esto permite asegurar que la mirada mística nunca estuvo ajena a las mismas aspiraciones que perseguía la ciencia, para lo cual observaba cuidados similares.

En el misticismo oriental, el conocimiento está basado en la experiencia. El nombre de los templos taoísta es kuan, mirar. En el budismo cha´n, la versión china del Zen, la iluminación es considerada la visión del Tao. En todas las escuelas budistas el ver se estima la base del saber. Pero se trata de un ver asensorial. Que, sin embargo, aporta la experiencia para poder integrar el conocimiento. A lo que se refieren al hablar de ver, mirar u observar, es al carácter empírico del conocimiento.

La diferencia entre estos dos tipo de conocimiento, sostiene Kapra, radica básicamente en su enfoque y no en su confiabilidad ni complejidad.  Un científico pasará muchos años estudiando para poder realizar una pregunta concreta sobre materias subatómica, por ejemplo.  Un místico también tendrá que prepararse durante años, bajo la guía de un maestro, para poder acceder al conocimiento.  Y ni en uno ni en otro caso, el tiempo dedicado a la búsqueda asegura su éxito. En cuanto a la repetición de la experiencia, misticismo y ciencia lo realizan.  De hecho, eso constituye una de las metas del conocimiento místico.

Continuando con las analogías, el lenguaje es una limitante tanto en la física como en el misticismo.  La filosofía y la religión occidentales siempre estuvieron atadas a la lógica y a la razón.  El misticismo oriental, en cambio, no trepida en sobrepasar el entendimiento, dando por sentado que la razón es incapaz de explicar la experiencia que se vive.  Así ocurre también en la física.  La teoría cuántica es un desafío permanente para quienes tratan de comunicar sus descubrimientos o siquiera sus investigaciones. La relación entre el concepto matemático y el lenguaje ordinario es algo prácticamente imposible.  No existe una senda que oriente en tal sentido.  Y lo único claro es que los conceptos comunes no pueden aplicarse a la estructura de los átomos.

Capra explica que cuando se hace investigación en el campo subatómico, lo que se observa son siempre consecuencias, no el fenómeno.  Éste se halla constantemente fuera del alcance de nuestros sentidos. Tal realidad la detecta el misticismo aceptando que la realidad es sólo una manifestación engañosa.

A nivel subatómico, la materia no se encuentra en un lugar determinado, sino sólo muestra “tendencias a existir” y los sucesos no ocurren de una determinada manera, sino muestran “tendencias a ocurrir”.

El paralelismo del misticismo oriental no sólo se limita a la física, va extendiéndose a otras ciencias.  Esto es consecuencia del avance del nuevo paradigma y, también, a que éste no es más una extensión de la física, como ocurría con la física newtoniana. Hoy existe un paralelismo entre  misticismo y neurociencia.  Y entre quienes han caminado por esa vía está Francisco Varela, quien fue pionero de la teoría de los sistemas autoorganizados.  En este campo tuvo la colaboración esencial de Humberto Maturana.  En Psicología está ocurriendo algo similar.  Allí es necesario mencionar a Estanislav Grof, Ken Wilber, Francis Vaughan y otros.  Sin olvidar, obviamente, a Karl Gustav Jung. 

La nueva visión de la realidad tiene importancia no sólo para la ciencia, la religión, la filosofía, sino fundamentalmente para la sociedad y la vida cotidiana.  Desde tal perspectiva, el paradigma no es un mero sistema de nuevos conceptos e ideas, sino también un nuevo sistema de valores, que se refleja en nuevas formas de organización e instituciones. La implementación de tales cambios en la sociedad no es una cuestión instantánea ni rápida.  Va adecuándose a medida que los seres humanos toman conciencia de la necesidad del cambio para enfrentar de mejor manera la realidad.

El nuevo paradigma que se dibuja en la sociedad tiene valores diferentes.  Ya no se toma sólo como modelo lo grande y en gran escala para empresas e instituciones, hoy se abre paso arrolladoramente la hermosura de lo pequeño, de lo singular.  También hay una variación que va desde el consumo material a la simplicidad voluntaria.  Del crecimiento económico y tecnológico, al desarrollo interior. De igual manera, aparece con fuerza el movimiento de revalorización femenina.  Desde allí es posible detectar un avance incontenible hacia el rescate de minorías segregadas que hoy van ganando posiciones dentro de un esquema social que así muestra su cambio. Es posible afirmar que este avance del sentir femenino permea todo el entramado social. Y con ello, resulta previsible que su concepción espiritual dejará profunda huella en el paradigma social por venir.

Permítanme concluir haciendo un parangón entre el antiguo y el nuevo paradigma.

El antiguo consideraba al universo como sistema mecánico compuesto por ladrillos elementales.  El cuerpo humano era una máquina.  La vida, una lucha competitiva por la sobrevivencia. Todo esto bajo la creencia en el progreso material de manera ilimitada, que puede ser alcanzado mediante el crecimiento económico y tecnológico. La mujer: su sometimiento al hombre respondía al orden natural de las cosas.

El nuevo paradigma: Un concepto holístico que considera el mundo como un todo integrado, más que como la suma de partes. En este sentido, podría ser un concepto ecológico del mundo, como sostiene Capra.  En él se reconoce la interdependencia fundamental de todos los fenómenos y la integración de individuos y sociedades en los procesos cíclicos de la naturaleza. Esto significa una revalorización del humanismo, al darle a éste un sentido integrador y equilibrado entre mujeres y hombres y de fusión profunda con la naturaleza.  Es allí donde anida una nueva concepción fundamental. El ser humano debe buscar en sí mismo la trascendencia y para ello no requiere de intermediarios.

Muchas gracias.



Bibliografía


·     “Los bastardos de Voltaire”. John Ralston Saul. Editorial Andrés Bello.
·     “Los grandes iniciados”. Edouard Schuré. Ediciones Cerro Manquehue.
·     “Física de lo imposible”. Michio Kaku. Editorial Sudamericana.
·     “El Tao de la física”. Fritjof Capra. Editorial Sirio.
·     “Vuelve la Atlántida”. Patricia Cori. Editorial Sirio.
·     “El alma en crisis”. Wilson Tapia Villalobos. Editorial Catalonia.
·     “Currículo Vital. Héctor Orrego Matte.  Editorial Cuatro Vientos.
·     “La más bella historia del mundo. Hubert Reeves, Joël de Rosnay, Ives Coppens. Dominique Simonnet. Editorial Andrés Bello.
·     “Un canal al Universo”. Wilson Tapia Villalobos. Ediciones Tayta.
·     “La búsqueda científica del alma”. Francis Crick. Editorial Sudamericana.



(*) “El alma en crisis”. Wilson Tapia Villalobos. Editorial Catalonia. 2011.
(*) Upanishads.  Cada uno de los 200 libros que componen la doctrina del hinduismo.
(*) “La búsqueda científica del alma”. Francis Crick. Editorial Debate S.A. 1994.
(*)“Vuelve la Atlántida”. Patricia Cori. Editorial Sirio. 2001.

(*) “Los bastardos de Voltaire”. John Ralston Saul. Editorial Andrés Bello.
(*) “El Tao de la Física”.  Ed. Sirio. 9ª edición, 2007.