viernes, 16 de octubre de 2015

La complementariedad entre lo poético y lo prosaico 12

La Complementariedad entre lo Poético y lo Prosaico 12

Segunda parte de discurso de aceptación del premio Nobel de  Wyslawa Szymborska



No hay mucha gente semejante a los poetas. La mayoría de la población mundial trabaja para sobrevivir. Trabajan porque tienen que hacerlo. Ellos no eligieron tal o cual trabajo, las circunstancias las eligieron por ellos.
Trabajo sin amor, trabajo aburrido, trabajo valioso solo porque otros no lo tienen. Aunque sin amor y aburrido, esta es una de las más duras miserias humanas. Y no hay signos de que en los próximos siglos mejorarán las condiciones del presente.
Aunque les quito a los poetas el monopolio de  la inspiración,  los ubico en el selecto grupo de los afortunados.

Aquí es donde pueden despertarse las dudas en el auditorio. Toda clase de torturadores, dictadores, fanáticos y demagogos pelean por el poder vía ‘slogans’ altisonantes y también disfrutan de sus deberes con fervor creativo. Sí, ‘saben’. Saben y todo lo que saben es suficiente para ellos por siempre. No desean averiguar nada más porque podría debilitar la fuerza de sus argumentos. Y toda ciencia que no saca a la luz preguntas nuevas, pronto se convierte en ciencia muerta, pierde la temperatura apropiada para la vida. En los casos extremos, casos bien conocidos desde la historia antigua y moderna, aún supone una amenaza letal contra la sociedad.
Esta es la razón por la cual valoro esta frase: “No sé”. Es pequeña, pero vuela sobre alas poderosas. Expande nuestras vidas para incluir los espacios dentro de nosotros, además de esas expansiones externas en que nuestro pequeño planeta está suspendido.
Si Isaac Newton nunca hubiese dicho “no sé”, la manzana en su pequeño huerto habría caído al suelo como granizo y en el mejor de los casos la habría recogido y engullido con entusiasmo.
Si mi compatriota Marie Sklodowska-Curie nunca se hubiera dicho “no sé”, lo más probable es que ella habría terminado enseñando química en alguna universidad privada para jovencitas de buenas familias y habría terminado sus días realizando, por lo demás, este respetable trabajo.
Pero ella continuó diciendo “no sé”. Y esas palabras la encaminaron, no una sino dos veces a Estocolmo, donde los espíritus inquietos y cuestionadores  son ocasionalmente galardonados con el Premio Nobel.

Un poeta, si es un verdadero poeta, debe repetirse también: “yo no sé”. En cada nuevo poema él trata de contestar, pero a cada punto final una nueva duda lo invade, una nueva pregunta, y la convicción de que se trata una vez más de una respuesta provisional e insuficiente. Entonces él vuelve a empezar una vez más, hasta que un día los doctores en letras ponen en un enorme clip todas las pruebas de su insatisfacción y le llaman “su obra”.

A veces sueño con situaciones imposibles, imagino por ejemplo, en mi insolencia, que tengo la ocasión de hablar con Eclesiastés, el autor del lamento más conmovedor por la vanidad de todas las acciones del hombre. Haría una reverencia profunda ante él, ya que para mí es uno de los poetas más importantes, y lo tomo de la mano. “Nada nuevo bajo el sol”, dijiste Eclesiastés, sin embargo tú has nacido nuevo bajo el sol. Y el poema escrito por ti es nuevo bajo el sol ya que antes de ti nadie lo había escrito. Y nuevos bajo el sol son todos tus lectores ya que ¿podrían ellos haberlo leído antes que tú? De la misma manera, el cedro a la sombra de la cual estás sentado no crece desde el alba del universo. Él fue engendrado por otro cedro parecido al tuyo, pero no el mismo. Y me gustaría preguntarte, ¿sientes deseos de escribir algo nuevo bajo el sol?, ¿algo que completara tus reflexiones?, o bien, ¿tendrías deseos, a pesar de todo, de refutar algunas? En tu gran poema no has olvidado la felicidad ¡qué importancia, en el fondo, que ella sea pasajera! ¿Y si en tu próximo poema, nuevo bajo el sol, le fuera consagrada?, ¿ya has tomado las primeras notas, hecho los primeros borradores? No puedes decirme ahora "ya lo he dicho todo, no tengo nada más de qué hablar". Ningún poeta en el mundo puede decir algo así, y menos aún tú, grande como eres.
Porque el mundo, pensemos lo que pensemos, pasmados por su inmensidad y por el espectáculo de nuestra impotencia, llenos de amargura frente a una indiferencia en relación con aquellos que sufren, humanos, animales, plantas tal vez (porque quién puede garantizarnos que ellos no sufren); pensemos lo que pensemos de esos espacios infinitos atravesados por el esplendor de las estrellas alrededor de las cuales descubrimos hoy nuevos planetas; y a pesar de lo que podamos decir de este inconmensurable teatro al cual nos dan una entrada que es válida por un tiempo tan efímero; a pesar de todo lo que podamos pensar, este mundo nos es asombroso.
Sin embargo en esta palabra, asombroso, una trampa lógica nos acecha. Nos asombramos de las cosas que se apartan de una norma conocida y generalmente aceptada, y a la cual estamos acostumbrados. Pero no existe ningún mundo normal y evidente. Nuestro asombro es autónomo y no procede de ninguna comparación.
De acuerdo a nuestro lenguaje ordinario que no se pregunta sobre cada palabra empleada, nosotros decimos “vida ordinaria”, “mundo ordinario”, “orden normal de las cosas”. Pero en el lenguaje de la poesía, donde cada palabra es cuidadosamente empleada, nada nunca es ordinario ni normal. Ni una piedra, ni una nube. Ni un día, ni una noche. Y sobre todo ninguna minúscula existencia en este mundo.
Todo indica que los poetas tendrán siempre muchísimo trabajo.

Traducción: Antonio Salinas y Justyna Ziardowska (El Extramundi N° XI, 1997)
Publicado hace 14th December 2011 por Wilder Buleje