martes, 14 de abril de 2015

Lo Cotidiano y lo Universal (37)


Lo Cotidiano y  lo Universal 37
Eduardo Galeano
 Ayer falleció Eduardo Hughes Galeano, conocido por  su apellido materno Un escritor en la cotidianidad de muchos, uruguayo, latinoamericano y universal.
Periodista, escritor, defensor de la justicia y  de los derechos humanos. Fue editor de la revista Marcha de Uruguay y  de Crisis , Argentina. Hasta   su fallecimiento colaboró en  Brecha, la continuadora de Marcha. Escribió 42 libros,  de los cuales   son especialmente  queridos  Las Venas Abiertas de  Amétrica Latina y Memoria del Fuego.
 Con Benedetti y José Mujica integra el gran trío del Uruguay que forma parte del imaginario mundial. Contemporáneo.
El 2013  estuvo  en nuestro país con motivo de haber recibido el premio Naitún de la Corporación Arte y Ecología.
Publicamos  dos textos, el primero de los cuales  apareció hace  un tiempo en nuestras notas, a propósito del tema del Cuidado.

Una narración de Ernesto Galeano
Tal como se podría decir,  con  Fromm, que en el  Amor convergen, hacer sinergia, el conocimiento, la responsabilidad, el respeto y el  cuidado, al  cuidado  confluyen la empatía, la dedicación, la responsabilidad, el conocimiento y esa pertenencia  a  lo propio del ser humano destacada en el mito de Higino  y en las palabras de Rollo May .
El leer, imaginar,  permitirse  el recordar, asociar, intuir,  acercándose a  esta narración de  Galeano, contribuye  a las  visiones y conversaciones   sobre la relación de la empatía con el cuidado .
Una narración  de Galeano en que se integra el  cuidado,   el servicio y el  amor al llamado de la empatía.
Tres días de parto y el hijo no salía:
--Ta trancado. El negrito ta trancado- dijo el hombre.
El venía de un rancho perdido en los campos.
Y el médico fue.
Maletín en mano, bajo el sol del mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino, y llegó y vio.
Después se lo contó a Gloria Galván:
--“La mujer estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mi me faltaba experiencia en cosas así. Yo temblaba, estaba sin un criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquito asomando entre las piernas abiertas de la mujer.”
El médico se dio cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba despellejado y sin vida, un colgajo sucio de carne seca, y el médico pensó :No hay nada que hacer.
Y sin embargo, quién sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa inerte y al llegar a la manito, súbitamente la manito se cerró y le apretó el dedo con alma y vida.


“Me parece admirable la capacidad que han tenido los indígenas de las Américas en perpetuar una memoria que fue quemada, castigada, ahorcada, despreciada durante cinco siglos. Y la humanidad entera tiene que estarle muy agradecida, porque gracias a esa porfiada memoria sabemos que la tierra puede ser sagrada, que somos parte de la naturaleza, que la naturaleza no termina en nosotros. Que hay posibilidades de organizar la vida colectiva, formas comunitarias que no están basadas en el dinero. Que la competencia contra el prójimo no es inevitable y que el prójimo puede ser algo mucho más que un competidor. (Mitos de la memoria del Fuego)