Voces del Coraje de Ser 56
El coraje de asumir el auto
desarrollo desde una perspectiva de salud integral
Transcribimos unas páginas
de nuestro libro El Desarrollo de
la Salud y la Salud del Desarrollo
, (Editorial Nordan Montevideo 1995)
La salud integral como alternativa de
desarrollo humano
Parece no haber dudas de
que el desarrollo enfrenta problemas, aunque no exista una conciencia de
crisis. Es difícil negar que exista hambre, soledad y violencia, aire
enrarecido y contaminación con las drogas. Desde el propio paradigma dominante,
gran parte de las expresiones de la crisis son legitimadas como problemas de
salud. Expertos en salud trabajan con el tema de la desnutrición, con las
drogas, con problemas del ambiente. Hay, de hecho, una creciente sobreposición
entre el campo de la salud pública y los problemas del desarrollo.
Es desde la perspectiva
de que la salud pública ya participa de la problemática del desarrollo y de la
crisis, que se plantea la opción por un cambio socio‑cultural profundo,
vertebrado en un trabajo en salud de alcances más amplios que los considerados
en las delimitaciones sectoriales y disciplinarias actuales.
La propuesta involucra un
«desarrollo» del concepto salud; un paso desde el eufemismo utilizado muchas
veces para apuntar a la ausencia de enfermedad, el «nada especial» del examen
clínico, hacia una realidad llena de contenidos y de muchísimas dimensiones.
Inseparable de la
temática del contenido, del «que» de la salud, es el problema del «quién», los
actores, los protagonistas.
En la sociedad actual, se
supone que quienes actúan, los responsables, son los que participan de las
profesiones en salud. El eje está en la medicina. En la orientación integradora,
no confrontacional, no puede plantearse un antagonismo salud/medicina, ni,
incluso, una separación absoluta. Son campos colindantes e interpenetrados, en
que el supuesto es que toda la población participa en salud, en la vida
cotidiana, en los proyectos de acción social y cultural, y los profesionales,
lo mismo que la atención médica, tienen un espacio de trabajo circunscrito.
El concepto de salud integral
La definición de salud,
elaborada en el contexto de fines de la Segunda Guerra Mundial por la
Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), se haya muy asociada a la noción de
Paz y ha tenido una impresionante acogida como discurso formal, retórico, sin
que ello implique una relación concordante con los contenidos de las acciones
que se inscriben en su nombre. 1‑2
La O.M.S. asocia salud y
bienestar psicosocial, articula los aspectos físico, psíquico y social,
apuntando hacia una meta universal. Bajo los tan socorridos términos, «la salud
es un estado de completo bienestar físico, psíquico y social y no solamente la
ausencia de la enfermedad», subyace no sólo un enunciado etéreo, sino, también,
las bases de una convocatoria hacia la utopía concreta. Hay un ámbito legitimado
como salud que no es solamente la ausencia de enfermedad, que se confunde con
la cotidianeidad, la cultura, la vida.
La medicina integral, tal
como fuera trabajada en la tradición chilena de salud pública, es otro pivote
para un concepto que pudiera ser, a la vez, renovador y de convocatoria amplia;
transformador, radical y posible; aceptador de la incerteza y de la pluralidad
de realidades y, al mismo tiempo, «realista» y capaz de incidir en la práctica.
Se ha establecido, entre
otros rasgos, que lo integral alude, en este caso, a sobrepasar las dicotomías
entre lo individual y lo social, lo físico y lo psíquico, la promoción,
prevención, curación y rehabilitación, la medicina científica y la popular o
propia de otras tradiciones, lo programable y lo flexible y abierto a la
creatividad y el devenir.
Si acercamos la
concepción de la O.M.S. (la meta y el ámbito del bienestar), a la concepción de
medicina integral, es posible
_______________
1. Callaham, D.: The
Who Definition of Health. The Hastings Center Studies. Vol. 1, Nº 3, 1973.
2. Weinstein, L.:
«Bienestar psicosocial, desarrollo y salud». En: Hacia una teoría del bienestar psicosocial, Gyarmati, G., Ed. U.C.,
1988.
comenzar
a situar el terreno para comprensión de la salud integral.
Hemos sugerido, entrando
al ámbito antropológico, que el ser humano, al hacerse cargo de la realidad,
tiene necesidades y capacidades. Existen necesidades y capacidades biológicas,
psicológicas, socioculturales y espirituales; todas relacionadas entre sí. A
veces, los satisfactores de necesidades son capacidades; por ejemplo, a la
necesidad, al requerimiento, a la carencia de comunicación, al ser vulnerable a
ese respecto, corresponde la capacidad bio‑psicosocio‑espiritual de
comunicarse.
Se ha sugerido una lista
de dimensiones de la salud, en un sentido positivo, no dogmático o definitivo,
en la expresión de una determinada sistematización funcional a la idea‑fuerza
de asociar salud y desarrollo. Se establece como capacidades o «rasgos» de
salud, la capacidad vital de goce, la de comunicación, de creatividad vital, de crítica y
autocrítica, de autonomía, de solidaridad, de prospección e integración."
Puede plantearse que una
concepción de salud integral debiera recuperar algunos aportes implícitos en la
definición de la O.M.S., la concepción de medicina integral y la noción
específica de capacidad, en la perspectiva de que, sin dejar de ser un
referente para el quehacer médico, pudiera ser, también, apropiada en una
estrategia de enfrentamiento de la crisis epocal y de compromiso con un
desarrollo alternativo al desarrollo actualmente existente, asociado a un
asumir los problemas constitutivos del ser humano.
La salud integral
comprende un «que», en relación a las capacidades y necesidades humanas, de índole
bio‑psico‑social, existencial, espiritual y ecológica. Es decir, las clásicas,
las legitimadas en la cultura actual y, también, las propias del desarrollo
humano potencial que afronta la crisis constitutiva, la intimidad de la
conciencia y de la identidad (espiritualidad) y las relaciones ecológicas, en
el sentido más amplio del término.
Una segunda dimensión de
la salud es su sentido, el «para que»; es el bien‑estar de la cultura, teniendo
asumido el mal‑estar «inevitable», que no le atañe al ser humano modificar. Un
bienestar que es bien‑ser, que es dinámica entro el ser, el estar, el tener y
el hacer.'
La tercera dimensión es
el «quién»; quién es el que se responsabiliza
__________________
1 . Weinstein, L.: Salud y autogestión. Montevideo, Nordan‑Comunidad,
1989.
quién es el que
desarrolla su salud. Es el ser humano en armonía con la naturaleza. Los
derechos humanos articulados con la ecología (humanidad y planetidad).' No es
sólo la sociedad, es también el individuo y el grupo; no son sólo las culturas
asociadas al desarrollo dominante, o las más militantes, son todas las
expresiones de las capacidades y necesidades humanas orientadas según sus
satisfactores específicos. Es la mujer o el hombre, las variedades de expresión
sexual, los niños y los ancianos.
La cuarta dimensión es el
«dónde»; en qué lugar se actualiza la salud. Lo hace en todos los componentes
de la vida. En las vivencias y en la conducta. En la vida cotidiana, en el
trabajo y en la acción social. En el juego, la contemplación, la organización y
la vida crítica. En la acción ambiental y en el deporte.
En todos los ámbitos se
expresan capacidades, se enfrentan necesidades, con mayor o menor integración,
con mayor o menor atingencia al bienestar psico‑social, existencial, espiritual
y ecológico.
La quinta dimensión es el
«como». En toda expresión humana está implícita la salud; la apropiación de la
salud invita a la plena complementación de la autonomía y la participación, a
desarrollar la salud propia junto con aportar a la salud del grupo, de la
sociedad y del ambiente. Un libro de dos ecologistas tiene un título que asocia
estos parámetros: De como Margarita
Flores cuida su salud y, al hacerlo, ayuda a salvar el planeta.' El cómo es
tan diverso como la vida; su condición es la integración, cuidarse uno, a los
demás, al planeta...
La racionalidad integradora; puente entre la salud integral y el
desarrollo integral
La integración es una
capacidad humana, una dimensión de la salud. Bajo el paradigma dominante, esa
capacidad recibe homenajes obsecuentes, pero el acento esta puesto, en los
hechos, en su polo complementario, en la diferenciación. En las relaciones
humanas se habla de amor y solidaridad, pero se vive cotidianamente la
competencia, la indiferencia y la instrumentalización. En el trabajo
científico, las introducciones son holísticas y los contenidos propiamente
tales son localizados, aislados, fragmentados, sin ‑visión de conjunto.
_____________
1. Roszak, T.: Personal Planeta. Barcelona, Kairós,
1985.
2. Hoffman, A. y Mendoza,
M.: De cómo Margarita Flores puede cuidar
su salud y ayudar a salvar el planeta. Santiago, Casa de la Paz, 1990.
En lo referente a la
integración, como capacidad, es necesario plantear ‑al estilo de El arte de amar, de Fromm‑ que no es fácil,
que necesita de formación, de arte. Hoy es toda la sociedad, toda la cultura,
la que necesita una transformación, dirigida a compatibilizar el análisis y la
síntesis, la individualización y la participación en lo universal, el humanismo
y la ecología.
Una cultura de la
integración, a diferencia de una cultura integrista, no es totalitaria, deja
espacio para la individualización, se apoya en la diversidad, asume la
limitación humana y, por ende, la experimentación, la necesidad de asegurar la
reversibilidad y el aprender de la práctica. La salud integral necesita de esta
cultura de la integración, como también lo exige el imperativo de un desarrollo
ecológico, pacífico, fundado en la equidad, para el ser humano.
En esta cultura se
requiere, primero, de complementos y no oposiciones. La ciencia conjugada con
la espiritualidad, a su vez, en consonancia con las dimensiones existenciales y
ecológicas de la vida humana y con el ajuste adecuado entre la ética y la
epistemología.
En segundo lugar,
derivado de lo anterior, existe una exigencia de categorizar las diversas
necesidades humanas de aproximación a la realidad, los distintos problemas a
que ya se apuntaba con la distinción entre problema y misterio.
En tercer término,
existen ideas fuerza que, desde esta búsqueda de desarrollo de la salud,
orientan las acciones educativas y transformadoras, las grandes dicotomías a
trascender, como la de lo individual y lo universal, lo creativo y lo seguro,
lo localizado y lo multidimensional, el desapego y el compromiso.
En cuarto lugar, la
integración de vías de desarrollo humano en el sentido de la reflexión y lo
intuitivo, lo estético, lo lúdico, lo corporal o lo social, que son las
vertientes metodológicas de la formación‑ acción; el campo del desarrollo de la
conciencia y la Participación en el cambio cultural.
Estas cuatro propuestas
serán desarrolladas, en forma forzosamente esquemática, empezando con un cuadro
que las resume:
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RACIONALIDAD
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ORIENTACIONES
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DIVERSIDAD DE
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TRANSDISCIPLINARIAS
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REALIDADES
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(Espiritualidad y otros)
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IDEAS FUERZA DE
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UNA CULTURA DE LA SALUD
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INTEGRAL
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FORMACION
a)
Las grandes orientaciones transdisciplinarias:
Al plantearse una cultura
de la salud, en sentido integral, se distingue un núcleo de la conciencia como
lo más humano de lo humano, la identidad. Siguiendo de algún modo a Buber 1, se
entiende por espiritualidad lo que surge de la apertura básica de yo a tú; la
matriz de la espiritualidad sería la disponibilidad de Gabriel Marcel, la
apertura. Esa apertura, en términos cercanos a la psicología transpersonal, la junguiana
y la psicosíntesis, tiene asiento en la tensión entre nuestra identidad
habitual, el «yo» (individuo), y nuestro inconsciente espiritual, yo profundo o
«Yo» (colectivo). Además, buscando fundamento principalmente en Tillich, se
visualiza la idea de desarrollo espiritual como un enriquecimiento en la
interacción complementaria entre el yo‑cohesionador interno y el yo‑parte
integrado al todo. Es la ecología del yo, es la dinámica de la autonomía y la
participación. A diferencia del liberalismo y del marxismo, el eje del
desarrollo no estaría ni en la individualización ni en la colectivización,
tampoco en la disyuntiva yo mediador del ello y el superyo, o yo, Atman‑Brahma,
de freudianos e hinduístas, respectivamente. El ser humano es un individuo, un
ente original, único, diferenciado y, al mismo tiempo, parte del todo, un
sujeto participativo.
______________
1.
Buber, M.: ¿Qué es el hombre? México, Fondo
de Cultura Económica, 1986.
En el cultivo de la
espiritualidad está una condición necesaria, aunque no suficiente del cambio y
de la conciencia de crisis, es la posibilidad de asumir nuestra responsabilidad
y nuestro crecimiento, junto con experimentar al otro como un igual, con el
poder vivir desde este yo extendido, desde los intereses universales, desde el
ser parte, el trascender.
La espiritualidad remonta
a los orígenes, a una relación armónica con la disponibilidad, con el caos, en
complementariedad con lo conformado, el cosmos. El principio fundamental es
avanzar hacia una postura social y ecologista que, por una parte, no niegue la
autopreservación y la autodiferenciación y que, por otro lado, se asiente más
allá de las ideas, los valores, las emociones, en una aprehensión desde
«dentro», un estar en lo propio, una identificaci0n que corresponda a una
identidad. La espiritualidad se apoya en dos binomios de desarrollo transdisciplinario;
todos formando una estructura en interrelación, una gestalt. Ellas son la
existencia y la ecología, por un lado, y la ética y la epistemología, por el
otro. Son las «cinco E» de la cultura, de la salud integral, de la racionalidad
integradora: espiritualidad, existencia, epistemología, ética, ecológica.
La ética y la
epistemología convergen, posiblemente, desde el hemisferio derecho y el
izquierdo, respectivamente, para asumir esta apertura espiritual yo‑Yo, el
individuo y los otros. La ética de la nueva cultura no puede ser otra que la
del amor, la de la promoción de sí mismo y del otro, la de la cultura
judeocristiana, la (lo Confucio, el «arna a tu prójimo como a ti mismo», la
regla de oro clásica.
La epistemología es la
vieja y la nueva apertura a la relatividad del conocimiento, el noúmeno‑fenómeno
de Kant, y la realidad con Y sin paréntesis de Maturana. 1
La aceptación de la
relatividad del conocimiento facilita la equidad y la disponibilidad
espiritual. Sin certezas absolutas, la tendencia a la localización se conjuga
con la posibilidad de contextualizar. El poder del conocimiento se diluye, es
de un más posible compartir.
El estar en el mundo
básico con su crisis constitutiva apoya la espiritualidad desde su enunciado
primario, «yo soy yo y mis
________________
1. Maturana, II.: Emociones y lenguaje en educación política. Santiago,
Hachette, 1990.
circunstancias» (Ortega).
Soy existencia y soy ecología. La asimilación autónoma de la muerte, la culpa,
la lucha, el proceso, las situaciones límites de Jaspers', no se contradicen
con la propuesta del propio filósofo acerca de la importancia de la
comunicación y la fe filosófica, en la medida que asumimos nuestras relaciones,
los nexos silenciosos con lo trascendente y los más visibles con la tierra, el
aire y los otros seres vivos. Las visiones sistémicas y existenciales se tensan
y se fertilizan mutuamente en la colaboración por actualizar la espiritualidad,
la autonomía en vínculo profundo con la participación.
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ETICA
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EXISTENCIA
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ESPIRITUALIDAD
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ECOLOGIA
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EPISTEMOLOGIA
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b) Las realidades de la
realidad, los diversos tipos de problemas humanos:
Al partir de la necesidad
fundante de asumir la realidad, aparecía la tensión entre lo abarcable y lo que
está más allá de la finitud humana, el misterio. Se dijo que la elaboración del
complejo Caos Jano pasa por un hacerse cargo de los orígenes, del misterio,
como facilitación, paradojalmente, para poder enfrentar la realidad «a escala
humana», los problemas.
La crisis, la nueva
política, el integrar la espiritualidad y sus nexos con la ética, la
epistemología, lo existencial y lo ecológico, en una perspectiva de «desarrollo
de la salud», hasta hacerla «íntegra», exige, junto al computador, al
laboratorio y a la participación social, un abandono de la negación positivista
de la problemática de la realidad. La realidad es política, su concepción tiene
que ver con la salud; aunque resulte extraño, fuera del paradigma cultural
básico dominante.
Entre la apertura al
misterio, al reconocimiento de nuestra necesidad‑incapacidad frente a lo
absoluto, está toda un área de
____________________
1. Jaspers, K.: La fe
filosófica. Buenos Aires, Losada, 1981.
necesaria recuperación
cultural en que entra la dimensión junguiana de la dicotomía
causalidad/sincronicidad 1, la temática de lo paranormal, psicológica, física,
biológica, que sólo podemos enunciar. Lo mismo cabe con respecto al apasionante
campo de los estados alterados de conciencia y la psicología transpersonal, las
realidades de la conciencia cósmica y el misticismo.
Es indispensable, sí,
aludir, por lo menos esquemáticamente, a la distinción que hace Schumacher
entre problemas convergentes y divergentes2. Hay, obviamente, temas en que cabe
una convergencia razonable, como son estimaciones de costos, de distancias, de
tiempos y medios de transporte, de cuáles fueron los hechos del pasado. El
paradigma se afianza en lo afirmativo e indudable. Un nuevo paradigma también
debe asumir, como vertiente de la problemática humana, que en tenias tales como
libertad‑igualdad, orden‑espontaneidad, razón‑intuición, la búsqueda de
consensos pasa por legitimar las discrepancias en matices, en formas de
ponderar. Es por eso que el desarrollo alternativo asume la diversidad, las
divergencias que se complementan con las convergencias. Como plantea
Schumacher, hay categorías de tensión como la libertad y la igualdad que sólo
«convergen» frente a una instancia de otro nivel en este caso, la fraternidad.
Un factor responsable de la crisis es el desarrollo unidimensional, centrado
únicamente en lo naturalmente convergente, sin permitir espacios para la
diversidad o lo divergente.
La distinción entre
problemas convergentes y divergentes ‑y la que existe entre problema y
misterio, tiene que aportar al reconocimiento de «las realidades de la
realidad», desde la aceptaci0n de la relatividad de todo conocimiento. Para
ello es necesario asumir lo errado de nuestra tendencia a creer que se necesita
una sola realidad para todos, y que, por el contrario, cada sujeto ‑y cada cultura‑
tienen sesgos y capacidades distintas, todas legítimas, para percibir y ordenar
el mundo, y que cada cual vive «su» realidad.
e) Desde el campo
transdisciplinario y la distinción entre variedades (le problemas y
ordenaciones de la realidad, se puede llegar a describir algunas de las grandes
dicotomías que es necesario trascender; aparentes polos antagónicos que deben
ser superados en una cultura de la integración.
___________
1 Jun C.Synchronicity. U.S.A., Princeton U. Press,
1973.
2. Schumacher, E.F.: Guía
para perplejos. Madrid, Debate, 1981.
Hay dos ejes básicos, el
de la relación entre lo individual y lo universal y el de la tensión entre
compromiso y desapego. En ellos se juega la apertura espiritual a sí mismo y a
lo otro, en su dinámica de objeto (individual/universal) y de relación caos‑cosmos,
de vaciarse y de actualizarse (desapego‑compromiso). Vale decir, por una parte
lo individual y lo ecológico por otra lo oriental y lo occidental.
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INDIVIDUALIZACION
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FOCALIZACION
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CREATIVIDAD
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DESAPEGO
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COMPROMISO
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SEGURIDAD
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POLIDIMENSIONALIDAD
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La focalización y la polidimensionalidad
expresan la necesidad de modular entre el rigor del análisis y la apertura de
lo holístico; lo válido de la cultura científica y su necesaria integración en
lo espiritual, lo filosófico, lo ecoexistencial; el paradigma básico actual y
el nuevo paradigma emergente.
Elementos básicos de la
crisis constitutiva del ser humano, de la dicotomía necesidades/capacidades, de
la vulnerabilidad y la potencialidad humana, son los polos complementarios de
la seguridad y la creatividad. El preservarse, defenderse, y el crecer y ser
más.
La ecología del yo, corazón de la
racionalidad integradora
Integrar tiene, por lo
menos, tres sentidos. Existe la integridad en su acepción ética ‑«aquel que es
incorruptible, es íntegro». Integro es, también, completo, total, poseído de si
mismo. Además, el individuo se integra al * vincularse en forma afectiva.
Se visualiza la necesidad
de una racionalidad integradora en un sincretismo de estas connotaciones:
integrar lo fragmentado, manteniendo identidades para totalizar, sin ser totalitario,
para relacionarse activamente, sin ser integrista.
Se requiere una
integración sinérgica en las conciencias, en la vida cotidiana, en el accionar socioecológico
que, enriquecido por la tolerancia y la diversidad, permita sobrepasar la
crisis histórica con una visión de conjunto de las relaciones ser humano‑naturaleza,
los nexos entre naciones, culturas, géneros, edades, modos de ser. Agnes Heller
lo ha señalado en su invitación a asumir las necesidades radicales de
comunicación racional, de desarrollo integral, de aceptación de las necesidades
de todos.'
En la base de esta
posibilidad de integración está el desarrollo de la conciencia, pero ésto es
inseparable del accionar social, de la transformación de las relaciones de
poder.
En el núcleo de la
conciencia reside algo así como «el secreto» de la integración, el desarrollo
de la identidad en el asumir con «coraje de ser» (Tillich), tanto la autonomía
como la participación. Es la integración de ser uno mismo y ser parte del todo,
con la mediación de la vida y de la especie. Más allá de la conceptualización o
la orientación afectiva‑valórica, esta integración es una vivencia de
identidad, forzosamente itinerante, del yo‑cohesionador interno al yo‑parte,
actualización de lo que habitualmente está más allá del yo. Es el terreno de
una forma de ecología profunda, «la ecología del yo».
La autonomía presupone un
«yo» integrador interno, la preservación de límites ante las interacciones con
el medio, la unidad en la diversidad frente a lo propio, las diferentes
corrientes vivenciales y núcleos de identidad.
La participación descansa
en un centro que trasciende la individualidad, el sí mismo, la identidad
compartida, la dimensión del encuentro existencial, de la inmediatez ecológica,
del acercamiento a lo insondable, a lo misterioso.
La salud de la cultura
La ecología del yo
comprende la dinámica de los equilibrios entre deseos y proyectos, entre
imágenes y búsquedas, entre lo racional y lo intuitivo‑afectivo‑espiritual,
como el poder asumirse como parte de vínculos, de grupos, de comunidades, del
proceso de humanización, de una realidad emergente y trascendente.'
________________
1. Heller, A.: Para cambiar la vida.
Barcelona, Ed. Crítica, 1981.
2.
Osorio, J. y Weinstein, L.: El corazón del Arco Iris. Ceaal, 199
En una dinámica de apegos
y desapegos, de actualizaciones originales y de trascender de sí asumiendo
límites y potencialidades, con el rigor de la atención y la fluidez de la
apertura, según las dicotomías de la racionalidad integrada.
La ecología del yo es un
referente básico de la salud, pero la salud integral se da en múltiples
dimensiones. No es sólo la salud profunda, la salud de la identidad. Es
también, necesariamente, la salud de la cultura.
Importante como es el ahondamiento
teórico y la profundización vivencial, interesa también, especialmente, su
difusión cultural. Es allí donde la salud hace de puente entre lo personal y lo
sociocultural. La integración es una capacidad, una expresión de la salud
individual. En el sentido de la salud integral, lo es también de la salud de
los grupos, de las instituciones, de las culturas.
Desde la perspectiva que
interesa aquí, cabría un desarrollo de la salud en la integración de
movimientos sociales, sensibilidades y experiencia en la búsqueda de un nuevo
desarrollo. El nuevo desarrollo, «desarrollo para el ser humano», «a escala
humana»' necesita ser saludable, integrando ciencia y espiritualidad, ética y
estética, lo micro y lo macro, la diversidad con la igualdad esencial, la
capacidad de expresividad diferenciada, creativa, con la programación. En la
intimidad de la conciencia, el ámbito del hemisferio cerebral izquierdo con el
derecho, el yang y el yin.
Frente a la crisis
generalizada del planeta, se plantea una alternativa de enfrentamiento
sociocultural, de cambios profundos y pacíficos, incidiendo en el paradigma
básico del desarrollo y recuperando la realidad negada de la crisis
constitutiva del ser humano.
Se plantea una
transformación cultural que, respetando los aportes de la ciencia y de la
técnica, humanice el desarrollo en términos de una relación armoniosa con la
naturaleza, permita equidad en lo social y una visión balanceada de las
distintas necesidades humanas.
La actualización de la
propuesta incluye un punto de partida contingente en los nuevos movimientos
sociales y la llamada nueva forma de hacer política. Ello se articula con la
opción por hacer patente el contenido latente de la salud, en el sentido de la
definición de la O.M.S.
La categoría de integración
diferenciada del integrismo
_________________
1. Jung, C.: Svnchtronicity. U.S.A., Princeton U.
Press, 1973.
emerge como un eje
vertebrador de la problemática constitutiva del ser humano, de la opción por un
nuevo desarrollo y de una visión no radicalizada, amplia, de la salud.
Se visualiza la
integración como la base de una cultura con un núcleo espiritual, en el sentido
de una disponibilidad última relacionada con la tensión humana entre la
individualidad, la autonomía y la relación, la participación y el trascender.
Se plantea una
espiritualidad integrada, contextualizada, con vasos comunicantes con otros dominios
transdisciplinarios, con el asumir una pluralidad de formas en que se da la
realidad, la necesidad de trascender grandes dicotomías como la de lo
individual y universal y una metodología formativa que aúna lo racional, lo
espiritual y otras vertientes de desarrollo personal y social.
Fray Luis de León señala
que «la salud es un bien que consiste en proporción y en armonía de cosas
diferentes y es como una música concertada que hacen entre sí los humores del
cuerpo». Si Maslow tenía razón al plantear que la salud es la capacidad de
trascender las dicotomías1, la tarea histórica es plantearse, al mismo tiempo,
la salud del cuerpo, del espíritu y del planeta, entendiendo con Virchow que
«la política es la medicina en otra escala». 2
___________
1. Maslow, A.: El hombre autorrealizado. Barcelona, Kairós,
1983. 2. Sigerist, ti.: U Medicina y el
bienestar humano. Buenos Aires, Imán, 1943.
II
Parte
Formación
en salud integral y
desarrollo
humano