Conversando desde la Amistad (202)
Vida y amistad
Escribe Lucy Fernández
Mi relación con la Amistad
Lucy Fernández
Mi relación con la amistad, es de siempre,
probablemente venía en el ADN dado que esa característica viene de mi madre, a
quién admiro profundamente. La empatía surge espontánea frente a personas que
muestran su encanto, por alguna situación o tema de mi interés, lo que se da
bastante frecuentemente, sintiéndome
alagada si puedo servir y a la vez contenta de sentirme a gusto con
personas de intereses similares. En ese momento, mi curiosidad nada en aguas felices, con sólo sentir esa
aprobación tácita que nos dibuja una sonrisa de cómplices con el otro.
Muchos de estos encuentros casuales, se han
transformado en lazos de afecto y verdadera amistad, compartiendo aunque sea
esporádicamente, momentos de gran cariño, lo que hace la diferencia con lo
meramente social que le da sentido a la amistad, al reconocerse como igual, con
alegrías y sinsabores, descubriéndose, mirándose a los ojos, sin desconfianza,
con esa cuota de espiritualidad que nos hace sentir parte del todo.
Y también estoy muy consciente que practicar la
amistad es una tarea bastante más compleja que la relación de pareja, por el
respeto y cariño implícito que la sostiene. A pesar de todo lo expresado, tengo
una gran derrota sufrida al respecto que me dejó un extraño sabor amargo. Hace
unos 10 ó más años tuve una gran desilusión con una amiga con la que compartí
parte de mi vida adulta. Veníamos de vivencias muy distintas en la infancia y
juventud, siendo ella de un temperamento fuerte, muy inteligente y luchadora.
Nos unió el sistema laboral de nuestros maridos, que se desarrollaba en alta
mar, prestándonos ayuda y colaborándonos mutuamente. Los dos eran marinos
mercantes que viajaban en diferentes empresas navieras encargadas de traer y
llevar mercancías desde y hacia distintas partes del mundo, por lo tanto
pasábamos solas a cargo de nuestras familias por largos períodos de
tiempo. Las dos habíamos
llegado a la región de Valparaíso, dejando en otras ciudades a nuestra familia
de origen, motivo que nos fue uniendo y acrecentando el cariño, compartiendo
gratos momentos de esparcimiento y
colaboración mutua en
labores de educación y crianza de nuestros niños, en el doble rol que nos tocaba asumir gran parte
del año, por los constantes viajes de nuestros maridos. Luego de 15 años de
amistad, esta se resquebrajó a raíz de discrepancias que se fueron exacerbando
y que no fuimos capaces de superar, creando en nuestras familias una nube de
incomprensión que no fue fácil de abordar, debido a la estrecha red que
habíamos tejido juntas en todos
esos años y que no fuimos capaces de buscar el acercamiento entre el blanco y
el negro. Recordando esta experiencia, pienso que hoy tendría más opciones para
manejar esta situación, aunque son dos las partes involucradas y no siempre las
personas contamos con la capacidad de comprender nuestros errores, por lo tanto
el gran ganador fue nuestro mutuo amor propio.
Pero si de vivencias se trata, no puedo dejar de
compartir la importancia de la amistad que cobró en nuestra familia a raíz de
un brutal atentado sufrido por mi hijo Francisco hace 4 años atrás.
Junto a su polola y un grupo de universitarios,
viajaron a EEUU a trabajar durante las vacaciones a través del sistema Work and
travel a fines de año 2008. Su regreso estaba previsto para fines de marzo,
fecha en que reincorporarían a sus respectivas universidades, siendo estos
planes interrumpidos por el ataque perpetrado por un ciudadano norteamericano xenofóbico,
quién disparó desde la ventana de una casa en la que se encontraba reunido este
grupo de chilenos, matando a dos jóvenes y dejando a tres heridos, recibiendo
mi hijo una bala en la cabeza.
La consternación que produjo este hecho en nuestra
familia, amistades y conocidos fue comprensible y a la vez maravillosa,
desarrollándose alrededor nuestro una masiva movilización de buenos
sentimientos, quedando de manifiesto la gran calidad humana de nuestras
amistades. En esos momentos de profundo dolor, recibimos el cariño,
solidaridad, generosidad y comprensión de tanta gente, que este hecho
lamentable, se revirtió de tal forma,
convirtiéndose en el mejor referente de lo que es la amistad. Fueron muchas las situaciones que se
desencadenaron a continuación:
viaje al hospital donde permaneció 15 días en la UCI, 35 días en tierras
norteamericanas para volver con él a Chile, sin visión y audición de su lado
derecho por efectos de la bala, para luego irse integrando de a poco a la vida,
período en que nosotros en casa buscábamos desesperadamente una forma de
continuar con las cirugías y rehabilitación que requería su estado. En esa etapa caí en una profunda
depresión, ocasionada en gran parte por no visualizar la forma de afrontar los
gastos de futuros pasos
médicos que debían realizarle a su
carita dañada. En fin, hago este
largo relato, para explicar que luego de 6 cirugías efectuadas hasta ahora en
Chile, las que difícilmente nosotros habríamos podido costear, se realizaron a
través de contactos de amigos y familiares, con quienes creamos una gran red de
amor, conectándonos con profesionales e instituciones que rearmaron estéticamente su cara, recibiendo de muchos
desconocidos pertenecientes al área de la salud y las comunicaciones, el
valioso aporte que requeríamos por medio de su solidaridad y comprensión, sin
recibir nada a cambio más que nuestro agradecimiento y cariño.
Cuando llegan dolores profundos, pareciera que las
capas en que guardamos la esencia humana, se desplomaran de un viaje,
alumbrando y exhibiendo esa luz y energía divina que traíamos al nacer. Este
acto brutal cometido por un ser desquiciado, tuvo reacciones tan generosas y
positivas que deseo destacar en
esta oportunidad al contar mi relación con la amistad. Son actitudes que no se
olvidan y que junto a Francisco, quién sólo ve y escucha por su lado izquierdo
y su carita muestra una asimetría inevitable, puedo decir que él es para
nuestra familia, el mejor testimonio del amor universal, expresado por tanta
gente que nos entregó lo mejor de cada uno.
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