Conversando sobre la Amistad(281)
Una orientación amigable
comprensiva , pero lucida con el espíritu de utopía la eutopía, la
identificación de un proyecto, de
una persona, de un medicamento, de una amistad, como infalibles, como lo ideal
que sostiene la vida.
La utopía nos ronda, Expresa una necesidad imposible de satisfacer, la necesidad de absoluto.
Va un artículo mío antiguo sobre Panacea, diosa griega, en cierto mido arquetipo de lo
utópico encauzado en el terreno de
la salud, visto ahora desde la `perspectiva que, para algunos , la amistad es la panacea.
PANACEA, LA HERMANA SEDUCTORA DE HIGIA
(
1994)
Se entiende generalmente por panacea la fantasía de un
remedio universal, un medicamento capaz de enfrentar cualquier tipo de
enfermedades. En un sentido más amplio, es un término que se emplea para
indicar, por extensión, que algo —o alguien— está en condiciones de solucionar
en forma absoluta y, en todas las circunstancias, cierto tipo de problemas, o
todos los problemas,
Así, por ejemplo, en algún momento se habló
de la cortisona como una droga “milagrosa”, una panacea infalible para una
serie de males. En la acepción más amplia, la aplicación se da, entre un sin
fin de oportunidades, cuando, en el campo laboral, se apunta a la integración,
el control adecuado, las relaciones humanas o la recreación conjunta, como
resortes infalibles, panaceas frente a cualquier dificultad, por grande que
sea.
Panacea es el nombre de una diosa griega. Se
la ubica cerca de Esculapio, como
parte del conjunto de deidades de la salud. Figura en el juramento Hipocrático
“…Juro por Apolo, médico, por Esculapio, por Higia y Panacea, y pongo por
testigos a todas los dioses y diosas …”. Sabido es que en la mitología griega
se le atribuían poderes en relación a la salud a todos los dioses, empezando
por Zeus, el supremo.
Atenea la sabia, tenía, naturalmente, muchas
relaciones con el ámbito de la salud y hasta, explícitamente, se la identificó
con Higia. Sin embargo, el mismo juramento diferencia algunas figuras y existe un juego de funciones,
de “territorios” en los que se dan los “responsables” (los trabajadores de la
salud en el mundo de los dioses), que son encabezados por Apolo, el sol, la
afirmación del equilibrio; el célebre educador , el bondadoso centauro Quirón;
su discípulo Esculapio, la figura, fundante, mítica, de la profesión médica;
Higia, antecesora de la “Salus” romana; Telésforo, el dios de la convalecencia;
Eleitia, protectora de los nacimientos; Macaón y Polidario, hijos de Esculapio,
presuntos fundadores de la cirugía y la medicina interna, respectivamente… y
Panacea, la diosa que complementa a Higia,a partir de su presunta omnipotencia.
Panacea fue una diosa menor en un contexto en
que todos los grandes dioses participaban de dotes y atributos concernientes a
la salud y, en que Apolo y Esculapio eran los actores más relevantes en el
dominio más específico de la salud – enfermedad. Sin embargo, paradojalmente,
su simbología perdura y pareciera representar lo que se espera de los poderes
últimos.
En la Edad Media, la diosa griega fue
asimilada a las búsquedas de los alquimistas, a las investigaciones en pos de
los secretos de la piedra filosofal y la eterna juventud. Hubo varias plantas
que fueron consideradas, en distintos momentos, como “panaceas” para todos los
males, medicinas universales.
En nuestro propio siglo se dio un hibridaje
entre este símbolo de remedio poderoso y el mundo de los visionarios y
profetas, a través de una secta inglesa llamada Panacea, identificada con el
legado de una mística, Jane Southcoat, que fue buscado después de su muerte
como gran “panacea” para los males contemporáneos.
Panacea, es, más allá de los datos
históricos, como todo contenido mitológico, una expresión de lo que son la
conciencia y las necesidades humanas. Panacea es un contenido vivencial que
emerge en la dinámica de las personas y las sociedades, la representación del
gran recurso mágico, el satisfactor que no puede fallar, la fantasía que
nuestras fantasías no tengan límite en el camino de su actualización.
Psicológicamente, las panaceas surgen de
nuestra incapacidad de aceptar de que existan necesidades que no podemos
satisfacer, de nuestro deseo de contar con fórmulas simples para salir airosos
de todos los problemas. Nunca abandonaremos del todo la esperanza de que no
existan enfermedades incurables, de que el pasado pueda ser “sobre pasado”, que
el tiempo y la muerte cambien su naturaleza opresiva, de que aparezca la
persona clave para darle sentido a nuestra existencia, incluso a la
existencia como un todo. Queremos,
en lo más inmediato, caminos simples, garantizados, para que cristalicen las
relaciones en la forma que orientamos nuestras expectativas, para tener
seguridad total de obtener esto o aquello en todos los ámbitos.
Nuestra época, con las facilidades que brinda
el espectacular desarrollo
científico tecnológico, ha llevado
a una extensión del “complejo de Panacea”, a ilusionarse con medios capaces de
solucionarlo todo, a perder capacidad de aceptar límites y reconocer la
necesidad de asumir complejidades y diferencias. Cada vez cuesta más asumir que
no hay un camino único para dar estabilidad a las parejas, una sola fórmula
para asimilar toda clase de estudios, remedios universales para la
deshonestidad, el tedio, la capacidad de meditar o tener plenitud sexual. Todo
parecería depender de encontrar un botón, una fórmula química, un gurú, una
cierta cantidad de dinero y “todo estará asegurado”, sin frustraciones ni
fracasos.
Ahora que la moda dicta la hegemonía cultural
de la gestión, cabría preguntarse como gestionar una relación adecuada entre el
conjunto de los dioses y aquellos que están más identificados con el campo de
la salud, entre la sabiduría de Atenea, el amor a la vida de Apolo, los aportes
al como vivir de Higia y la imperiosa exigencia de Panacea de instrumentos
omniscientes, infalibles, a la cual hay que escuchar y, pacientemente encauzar hacia el terreno
de la escala humana.
De las enseñanzas de Atenea y Apolo podría
venir un asumir tanto las potencialidades como los límites humanos, el enfoque
antropológico que da un cierto lugar, que respeta la técnica, a sabiendas que
no agota la complejidad, el desafío de lo que es el ser humano.
En este camino, Higia toma de la mano a su
hermana, la temperamental, la exaltada, la seductora Panacea, señalándole la
necesidad de discriminar del desarrollo personal, de la higiene profunda, que
puede permitir mirar con perspectiva histórica las modas contingentes,
contribuyendo a encauzar la energía de Panacea, más allá de la obsesión por el
remedio único para todos los males, de la amistad infalible, hacia el analizar
la experiencia de períodos anteriores, hacia entender las dimensiones
espirituales, éticas y psicosociales de los problemas de la salud y de la vida,
respetando su diversidad, la diferencia de planos, haciendo que Panacea integre
a la salud y a la cultura, una visión ecológica, saludable. amigable, del poder.
Referencias
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