Actualidad
Vicente Huidobro(1893.1948)
Volveré sobre las aguas
del cielo.
El cambio cultural y el
desarrollo personal hacia el nuevo paradigma
requieren, entre otras transforamaciones, la apertura de la
imaginación. Por eso, en el 68, Sartre agradeció a los estudiantes la oportiniodad que dieron de
abrir el imaginario conpartido.
Vicente Huidobro, el padre de Altazor, el poeta del creacionismo ,está este mes
de doble aniversario: el 10 de
enero, los 123 años de su nacimiento; el
2, los 68 de su fallecimiento.
Por eso , Enero, el mes de Jano,
es tamnién el mes de nuestro Huidobro, poeta universal.
HUIDOBRO
O LA IMAGINACIÓN AL PODER
Quiero empezar con
algunos recuerdos personales asociados a
Huidobro, al ser humano nacido en 1893 y fallecido al despuntar el año 48. La
verdad sea dicha, sólo lo vi, de niño-adolescente, en tres ocasiones. Era amigo
de mi padre.
Daniel,
un gran conversador, prestigioso abogado, comensal infaltable de todos los
fines de semana en mi casa, tenía una anécdota de Huidobro, muchas veces
repetidas en las sobremesas, fijada para mí como un recuerdo infantil
imborrable, anterior a toda lectura y al conocimiento directo del vate.
Daniel
estaba desterrado en París, en los convulsionados años veinte. Un día lo aborda
Vicente Huidobro, pidiéndole un consejo jurídico sobre su situación conyugal.
Casado, con dos hijos, con Manuela Portales, se ha fugado a París con su nuevo
amor, Ximena Amunátegui, de 17 años. El poeta indaga caminos legales, se
pregunta sobre la forma de encarar las mortales amenazas de los hermanos
Amunátegui, da vueltas a su fantasía de casarse con el rito musulmán. Daniel,
profesional estudioso, de información meticulosa, precisa, le da los datos
pertinentes con gran orden y detalle.
Pasan algunas semanas y Huidobro y nuestro
amigo abogado se encuentran de nuevo. ¿Cómo te fue? El poeta, sin vacilar,
cuenta de una entrevista suya con el más grande tratadista francés, un ser
inaccesible fuera de los asuntos de grandes alcances financieras o de conmoción
pública, y recita lo que el mismo Daniel le había comunicado, ante la escucha
resignada de este último, sabedor de la fantasía del poeta. Es mi primera
asociación, simplemente en orden de antigüedad. Huidobro mitómano… pero
mentiroso ingenuo, gratuito, quizás incontenible.
Después, serían mis
12 años, un veraneo en El Tabo. Huidobro, en Cartagena, le propone a mis padres
un encuentro a caballo, partiendo de las casas respectivas, para hacer una
especie de combate ecuestre. Participa, entusiasta, Santiago Ontañòn, un
escenógrafo español. De alguna manera, aparecen los caballos, pero no se da
ninguna batalla más allá de un enfrentarse a un asado en la playa. No tengo
noción de lo conversado, pero, sí, recuerdo como todos escuchábamos a Huidobro,
con regocijo, con embeleso, con seducción.
Luego, un almuerzo
en mi casa en Santiago. Se hacia mención, ante mi solfa, de que Huidobro
traería el teléfono de Hitler. Yo tendría, supongo, 14 años, ya habíamos
desfilado por la caída de Berlín a manos del ejército rojo. Huidobro no habló
de la guerra. Estaba enervado por la formación de su hijo Vladimir. Ximena lo
había dejado. Su compañera, el tercer amor importante, era Raquel Señoret. El
poeta vino sólo y nos habló, animadamente sobre su laicisismo y la lucha que
estaba dando para asegurar que Vladimir pudiera no asistir a las clases de
religión.
Esa
visita debe haberse realizado el año 45, después me tocó ver a Huidobro en casa
de un tío abuelo amigo de escritores. Mucha gente, todos adultos, yo sentado en
una punta de mesa sin escuchar nada, sintiendo, a lo lejos, como Huidobro monopolizaba
la palabra y la atención.
Después, la noticia de la muerte. Carlos, un
escritor amigo de mi padre, narró cómo fue la ceremonia del entierro. Habló del
“pobre Vicente” “que fue a quedar allí”. Para mí, quejándose de la injusta
suerte de un poeta afamado en Europa y en la vanguardia mundial sepultado en la
modesta Cartagena de Chile. Es a principio del 48, Neruda está de actualidad.
Pregunto a Carlos qué ha dicho Neruda. No sabe, pero le ha escuchado decir al
poeta de Isla Negra “Huidobro es un poeta extraordinario, pero como persona es
nefasto”.
Pasan
los años, será por allí por el 66, con el poeta Alberto Rubio vamos a ver la
tumba del gran creador, en Cartagena. “Abre la tumba al fondo de esta tumba se
ve el mar”. Por allí hay un niño abstraído, jugando con unas bolitas de
cristal. Le pregunto si sabe quién está enterrado bajo esa lápida. Contesta con
toda naturalidad “es un buzo”.
Un
buzo, un buceador en las posibilidades humanas, inquieto, libre: enamorado de
sí mismo, repetidas veces en el primer amor, definitivamente el amor de su
madre; enemigo del conformismo, de la medianía, fantasioso, genial; comunista y
niñito bien; formado en los jesuitas y come frailes;candidato a la Presidencia
de Chile y despreciador de lo chileno, amigo de la invención pura y admirador
de la ciencia. Sobre todo, un imaginativo, un abridor de horizontes, un
aparente “pequeño dios”. En el fondo, susceptible, sensible, tremendo
comunicador de emociones.
Si
queremos ubicar a Huidobro en una tipología humana, debemos subrayar aquello
que es más constitutivo, más propio, menos encontrable en otros. Era
inteligente, susceptible, sensible, pero, sin duda, lo especial fue su
inventiva. La imaginación conducente al arte de escribir y… a un cierto arte de
vivir acelerado, sin respiro, siempre en permanente propuesta de innovación, en
la inventiva. El continuo buscar, adelantándose al mayo del 68, la llegada de
la imaginación al poder. Un gran poder de la imaginación, acompañado de una
increíble seguridad y confianza de sí.
Su
capacidad y audacia lo convirtieron, en sus primeros veinte, en un vanguardista
reconocido en Francia y España.
A
los 32 años la Federación de Estudiantes lo proclama candidato a la
presidencia.
Cultivó,
sobresalió, en el poema en verso y en prosa, escribiendo en español y en
francés; en la novela, el teatro, el guión de Cine, el ensayo, en la inventiva
y en grandes amistades con celebridades mundiales.
Mereció
el Nobel y no alcanzó, siquiera, el Premio Nacional. Es que murió joven. Es que
vivió de prisa…Recién se lo está reconociendo.
Recién
admitió su propia sensibilidad profunda en sus últimos años.
Su
imaginación no llegó al poder. No se realizó su colonia utópica en Angola. No
prosperó el proyecto de hacer una crianza de ruiseñores, no logró deshacer la
imagen de sus adversarios como Neruda o de Rokha, o de quienes subestimó como
Gabriela Mistral, García Lorca o los surrealistas. No pudo retener a la bella y
postergada Ximena. No fue Presidente de Chile. No logró “encender en el sol sus
últimos cigarros”, no fue mago ni dio a luz en el poema la más enana de las
rosas silvestres del jardín. No fue un Dios ni grande (como le habría gustado
ser) ni pequeño (como reconoció corresponderle a los poetas). Sin embargo, no
fue anti poeta.
Fue Altazor,
el ser humano digno, finito, embriagado de lo que su rival Neruda llamara “la
tentativa del hombre infinito”. Fue un poco Adán, el primer ser humano en
muchas búsquedas. Fue uno de los grandes puntales del gran litoral de los
poetas, del océano, del mundo entero donde nacieron el ser humano, la vida y la
poesía.
Por eso,
su gran oleaje, su condición de buzo explorador del futuro, su aporte, sin
saberlo, a una imaginación que no pretenda simplemente llegar al poder, sino
desarrollar el poder de mejorar,
de cambiar la vida
No hay comentarios:
Publicar un comentario