viernes, 6 de febrero de 2015

El Arte de Vivir 96


El Arte de Vivir 96
Sobre la consideración de la vida
 La ambigüedad

El arte de vivir  es inseparable  del sentido del propio vivir,  el experienciar aquello inefable  de estar en la vida, a su vez casi identificable con el sentido de la vida.

Hay un sentir  la vida sin distancia, desde  dentro, sin juicio, con sentimiento, con voluntad. Hay un sentirse fuera, distanciado,  con vivencia de vacío. De sin sentido.

En el ser humano diferenciado, desarrollado,  aparece la multidimensionalidad , el estar en la vida y el  poder mirar a la vida ,el darse  conducción, el ver la complejidad y elegir entre diversas opciones la que aporta más a la vida.

En el curso del desarrollo personal  emerge  el tema, el desafío de la ambigüedad, parte de  la vida, compatible con el compromiso con la vida.

Un rasgo  importante  del autoritarismo es la intolerancia  a la ambigüedad. Una señal de creatividad es tolerar las instancias ambiguas,  mientras cristaliza  la visión creadora.

 Es un tema de la salud integral, discernir y tolerar las situaciones ambiguas, en un programa, en un proyecto de vida  de creatividad  humanizadora.

Van algunas citas que  pueden ser utilizadas como ejercicio para  encarar creadora, saludablemente , la realidad de la existencia de la ambigüedad como parte de la realidad a la escala humana.


 La vida es una cosa ambigua, una nube flotante, algo que no es  blanco ni negro, sino eternamente gris. Todo en movimiento. ¿Cómo puede el hombre rechazar la ambigüedad si es una  de la formas de la vida?
 Thorton Wilder


 Me atrevo a afirmar que no hay erotismo autentico sin el arte de la ambigüedad; cuando la ambigüedad es poderosa, más viva es la excitación.
Milan Kundera

Las obras literarias nos invitan a la libertad de interpretación, ya que nos ofrecen diversos caminos y nos ponen de cara a la ambigüedad de la vida.
Umberto Eco


Nada está construido en la piedra. Todo está construido en la arena. Pero debemos construirlo como si la arena fuese piedra.
Jorge Luis Borges



“El continuo quehacer  de nuestra vida es levantar el edificio de
la muerte”, dice Montaigne. Cita a los poetas latinos: Prima, quae
vitam dedit, hora carpsit1. Y también: Nascentes morimur2. Esta
trágica ambivalencia que únicamente el animal y la planta padecen,
el hombre la conoce, la piensa. Por aquí una nueva paradoja se
introduce en su destino. “Animal razonable”, “caña pensante”, se
evade de su condición natural sin, no obstante ello, liberarse; este
mundo del cual es conciencia, se integra con él; se afirma con
interioridad pura, contra la cual se vuelve impotente toda fuerza
exterior, y se siente a sí mismo como una cosa aplastada por la
oscura gravidez de las otras cosas. A cada instante puede asir la
verdad intemporal de su existencia, pero entre el pasado que ya no
existe y el porvenir que no es todavía, ese instante en el cual vive no
significa nada. Este privilegio que tan sólo a él le pertenece, esto es,
de ser un sujeto soberano y único en medio de un universo de
objetos, lo comparte con todos sus semejantes; objeto, a su vez para
los otros, en la colectividad de la cual depende no es más que un
individuo.

 Simone de  Beauboir