Integrándonos a la Vida 7
María Inés Prado
QUÉDATE EN CASA 10
Día de invierno…
Brrrr… Amaneció helado el día.., para el almuerzo me voy a preparar una sopita… ‘Tas, nunca me han gustado las sopas, sí los ajiacos, los caldillos, las cazuelas y de repente me sorprendo en plena pandemia disponiéndome a hacer por tercera o cuarta vez una… so…pi… ta…
Recuerdo que de pequeñas mamá nos preparaba de vez en cuando una leche con sémola clarita para que papá viera que las niñita nos tomábamos la infaltable sopa, ahí no poníamos caritas ni estábamos una eternidad frente al plato… Alguna noche fría de invierno suelo hacerme una sémola con leche clarita y retrocedo a los días de infancia regaloneada por mamá.
¿Se han percatado que con la pandemia volvió el invierno? Si los ríos, los mares se han recuperado, los animales han regresado a su hábitat, ¿por qué no el invierno?
La lluvia percuta su música en los tejados y en las posas que los niños no pueden saltar por el encierro, pero que las plantas y los árboles disfrutan y agradecen. Reverdecerán en primavera, y sus frutos en verano - a manos llenas - nos harán olvidar tanto sufrimiento.
Las nubes libres de esmog tocan a trueno acompañando la orquesta de los cielos. ¿Será que escucharon nuestros ruegos o lloran junto a los deudos del covid?
Nevó en la cordillera, su blancura reluce al primer y tímido rayo de sol de este atardecer y es verdad que mis huesos resienten el frío y la humedad, pero qué importa ante lo majestuoso de su manto que niños y adolescentes no habían visto - 15 años de sequía - y sabrán que el cuento de la abuela era verdad.
Las sopaipillas quedaron como nunca, la chancaca en su punto, en la terraza donde todavía se ven retazos de cordillera, arrebujada en la hamaca me deleito junto a un mate y en mi alma hay paz.
Y aquí es donde el mate se vuelve amargo., otra música me viene a acompañar, una tonada triste, un tango, un valsecito peruano, una chacarera, América y el mundo me vuelven a la realidad. A solas con mis pensamientos, viviendo sin lujos, (la única joya en mi casa soy yo y también la única antigüedad que a veces no vale ni un peso), con un mínimo de dignidad que todo humano merece tener, me perturba sentirme tan privilegiada.