Fábulas y Para fábulas 11
Aldonza, y Miguel
Pasó, como siempre, frente al molino
próximo al caserío .
La luz del alba le dio esa sensación de apertura,
de confianza en sí. Aquella
perdida tantas veces
en el naufragio de los crepúsculos.
Sí, ella era en cierto modo
y para siempre una aldeana ,
pero tenía otros mundos.
Otros mundos dentro de éste,
algunos dirían, más
bien después.
Captaba, a distancia, sin
conocerlo personalmente,
el mundo complejo, creador,
de Miguel.
Ella le comunicaba ideas, argumentos.
Eran momentos especiales para el escritor
Tal vez, según el mismo lo
mentaba
de aquellos propios de poeta
cuya gracia no quiso darle
el cielo..
Todo se aclaró.
Hasta la madrugada parecía
estar más nítida.
La narración iba a seguir.
El lector a quien se le secó
el cerebro
se enamoraría de Aldonza,
una aldeana aparentemente imaginaria,
pero, al fin y al cabo,
bastante real.
Así , dejaría de circular
aquello de
“ A falta de moza tiene su Aldonza.”
Lo pequeño puede ser
hermoso. En cualquier mundo.