El
Árbol 50
Colaboración de Gerardo Segovia .
Texto
atribuído a l comandante Marcos
LOS
DE DESPUES SI ENTENDIMOS
Cuenta
la historia que, en un pueblo muy
lejano, se afanaban hombres y mujeres para vivirse. Todos los días salían
hombres y mujeres a sus respectivos
trabajos. Ellos a la Milpa 8 y al
frijolar 9; ellas a la leña y al
acarreo del agua. En veces había
trabajos que los congregaban por igual.
Por ejemplo, hombres y mujeres se juntaban para el corte del café, cuando
era llegado su tiempo. Así pasaba. Pero había un hombre que eso no hacía. Si trabajaba pues, pero no
haciendo milpa ni frijolar, no se acercaba a los cafetales cuando el grano enrojecía en las ramas. No,
este hombre trabajaba sembrando arboles
en la montaña.
Los
árboles que este hombre plantaba no eran de rápido crecimiento, todos
tardarían décadas enteras en crecer y hacerse de todas sus ramas y hojas. Lo
demás hombres mucho lo reían y
criticaban a este hombre.
-“Para
qué trabajas en cosas que no vas a ver nunca terminadas. Mejor trabaja la milpa, que a los meses ya te da los frutos, y no en sembrar árboles que serán grandes
cuando tú ya hayas muerto”.
-“Sos
tonto o loco, porque trabajas inútilmente”.
El
hombre se defendía y decía:
-“Si
es cierto, yo no voy a ver estos árboles
ya grandes, llenos de ramas, hojas y pájaros, ni verán mis ojos a los niños
jugando bajo su sombra. Pero si todos
trabajamos solo para el presente
y para apenas la mañana siguiente ¿Quién
sembrará los arboles que
nuestros descendientes habrán de necesitar
para tener cobijo, consuelo y alegría?.
Nadie lo entendía. Siguió el hombre loco o tonto sembrando arboles que
no vería, y siguieron hombres y mujeres cuerdos sembrando y trabajando para su
presente. Paso el tiempo y todos ellos murieron, les siguieron sus hijos en el
trabajo, y a estos les siguieron los hijos de sus hijos. Una mañana, un grupo
de niños y niñas salieron a pasear y encontraron un lugar lleno de grandes árboles, mil pájaros los poblaban y sus grandes copas daban alivio
en el calor y protección en la lluvia. Si, toda la ladera encontraron llena de arboles. Regresaron los
niños y niñas a su pueblo y contaron de este lugar maravilloso . Se
juntaron los hombres y mujeres y muy asombrados se quedaron en el lugar.
-“
Quien sembró esto? “ , se preguntaban. Nadie sabía. Fueron a hablar con sus mayores y tampoco sabían. Solo un viejo, el más viejo
de la comunidad, les supo dar razón y les contó la historia del hombre loco y
tonto.
Los
hombres y mujeres se reunieron en
asamblea y discutieron. Vieron y
entendieron al hombre que sus antepasados trataron y mucho admiraron a ese hombre y lo
quisieron.
Sabedores de que la memoria puede viajar lejos muy lejos y llegar donde nadie piensa e
imagina, fueron los hombres y mujeres de
ese hoy al lugar de los arboles grandes.
Rodearon
a uno que estaba en el centro y, con letras
de colores, le hicieron un letrero. Hicieron fiesta después, y ya
estaba avanzada la madrugada cuando los
últimos bailadores se fueron a dormir.
Quedó el bosque grande solo y en silencio.
Llovió y dejó de llover. Salió la
luna y la Via láctea acomodó de nuevo su
retorcido cuerpo. De pronto, un rayo de
luna acabó por colarse por entre las
grandes ramas y hojas del árbol del
centro y, con su luz bajita, pudo leer el letrero de colores ahí dejado. Así
decía :
A
los primeros: Los de después si
entendimos
Salud.
“