viernes, 23 de octubre de 2015

Draco 3

Un amigo
Draco Maturana
El Dragón 3

En Santiago me esperaba una muy activa vida universitaria. Nuevos profesores, nuevas materias fascinantes, elecciones en la Fech que se anunciaban muy competitivas, uno de mis amigos médicos que se entusiasmó con un idea que le había propuesto para hacer una representación bi-dimensional de la actividad eléctrica del corazón ( de donde se podrían obtener las proyecciones uni-dimensionales corrientes), me tenía todo preparado para experimentar mi idea... 
Cuando busqué a mi amiga Danića no la encontré,  no seguía  en la Escuela de Enfermería, sus tías se habían mudado a otra parte de la ciudad. No tuve otra opción que dejar mi soñado encuentro con ella. Tuve que abandonar mis sueños en manos de la buena voluntad de dioses en los que no creía y que durante años me fueron esquivos y no me permitieron encontrarla. Lo que me dejó, mi aventura en el norte, fue una fascinación por el gran desierto del Norte. Por ocupado que estuviera sus imágenes visitaban una y otra vez mi mente y la idea de caminarlo no me abandonó. Cuando uno de mis amigos me propuso acompañar a su tío Manuel en camión al norte, no dudé. Manuel, no era un camionero típico, tenía un camión adaptado a sus necesidades, que usaba en sus trabajos de contratista de obras de ingeniería y esta vez debía  llevar una carga delicada al Norte. El no había hecho nunca ese viaje, temía aburrirse y dormirse manejando, por ello quería compañía. La compañía seríamos cuatro: mi amigo, su polola, otro amigo en común y yo.
Los camioneros  típicos son un grupo de personas que prácticamente vive arriba su camión, tiene sitios de descanso y de comida fijos  en la ruta, se ayudan los unos a los otros, se pasan datos sobre las novedades del camino, tiene un cierto humor construido en común  a lo largo del tiempo, se hacen bromas, suelen ser amables y en cierta forma peligrosos.
Manuel, en cada una de las detenciones conversaba con quién estuviera allí, pedía consejos para la próxima etapa. El era muy simpático y con rapidez rompía la reticencia con que se encontraba pues claramente no era uno de ellos.
Como era de esperar nosotros, jóvenes , encontramos a lo largo del camino  ocasiones para divertirnos y reírnos. Inventábamos chistes con pie forzado, repetíamos los antiguos y nos reíamos con ganas. En las detenciones, improvisábamos pequeñas escenas que sorprendían a quienes nos miraban .
Después de una de esas paradas, Manuel nos informó que cuando empezara la noche nos íbamos salir del camino pues le habían informado que el tramo siguiente era peligroso para quien no conociera el camino. 
Por ello, en un momento dado, abandonamos  el camino en sitio en que la berma se veía particularmente ancha y  terminaba en una pequeña colina que pensamos nos protegería del viento.
Nuestra amiga dormiría en el pequeño espacio arreglado para dormir que tenía el 
camión y nosotros con Manuel nos quedamos protegidos por la colina. Hicimos un pequeña fogata y nos pusimos a contar anécdotas y mitos y leyendas en torno al desierto. Manuel tenía un arte de cuenta cuento y llenó la conversación con historias poco creíbles de sucesos y seres del Norte de nuestro país y se divertía con las caras de incredulidad. Cada uno puso su granito de arena y yo conté mis fantasías infantiles con los dragones y cuentos chinos al respecto. En un momento perdí el interés en la conversación pues me puse a contemplar la maravilla del cielo estrellado del Norte y me dormí.
En mis sueños entró un grito ¡El dragón!... en esa alteración de tiempos simultáneos que con frecuencia se nos produce al despertar me encontré con una mezcla de realidades, unas en cámara lenta , otras rápidas, con un impulso a actuar y ayudar a mi  amigo y , a la vez, paralizado por la imagen que tenía ante mi.  Durante un momento no supe si estaba en medio de un sueño o viviendo una escena real. Mi amigo, quien gritó, quiso huir pero, se enredó en  algo y lo vi caer lentamente  sobre los restos de la fogata, quise ayudarlo pero estaba paralizado ante una inesperada  concreción  de mis fantasías infantiles:  vi frente a mi un dragón, un dragón un rugiente enorme, a su paso temblaba el suelo,  tenía ojos brillante echaba chispas y vapor por su boca...y avanzaba amenazante en forma lenta, implacable ...
Después de una eternidad salí de mi estupor y reconocí, en el dragón, al tren del Norte que avanzaba con parsimonia sobre la berma en que nos habíamos afirmado. De  vuelta a la realidad pude hacer un gesto de ayuda a mi amigo y darme vuelta hacia los vagones y saludar al tren que pasó a nuestro lado ignorándonos, seres invisibles en ese desierto.
Manuel ignoró todo el suceso y no nos creyó cuando al legar el día relatamos nuestra aventura. 

Yo quedé con la rara felicidad de haber visto un dragón, el dragón de mis sueños infantiles. El resto del viaje y sus pequeñas aventuras rara vez entra en mis recuerdos pero, ese dragón, sigue allí visitándome a su gusto en mis sueños con todo su esplendor .