domingo, 13 de noviembre de 2016

Formación 32

Formación 32
Disciplina  Individual 4
Revisión de las últims 24 horas 3
Los Momentos Angostantes

Tras la fase descriptiva y la de autocrítica viene el trabajo con las reacciones emocionales desbalanceadas, aquellas que sentimos "estrechadoras", ajenas a nuestro proyecto, a cómo queremos ser. Esta es la parte más controversial de la metodología. Contraviene un sentir muy difundido sobre las emociones, el de que hay que ser 6&auténtico" y "permitirse" vivir lo que se siente. Tenemos un sistema nervioso muy antiguo, capaz de reaccionar en forma desmedida, viviendo como amenaza lo que no es tal. Muchas de nuestras rabias, de nuestras celos, de nuestros temores, no nos llevan a "vivir mejor", al contrario, nos constriñen, nos angostan, nos reducen. Para poder comprometemos mejor con nuestro proyecto de vida necesitamos tener la salud, el poder, de desapegarnos, de no involucrarnos en lo que nos aparece como "chico", como no nuestro. Al examinar nuestro día, nos topamos con reacciones donde estuvimos "fuera de nosotros mismos", con iras, celos, miedos, culpas, ansiedades, que nos han "reducido", sacándonos de "cómo queremos ser”.

La propuesta es revisar si hemos tenido una reacción de esa índole en las últimas veinticuatro horas y, si la ha habido, realizar con ella una "imaginería afectiva". Este ejercicio consiste en rememorar la escena. Por ejemplo, nos dijeron una palabra que no nos agradó y tuvimos un estallido de rabia. Entonces, se intenta recordar el episodio en la forma más realista posible y se procede a fantasear con que nos mantuvimos tranquilos. ¿Me sigues? Lo único que cambiamos en la imaginería, es el estado afectivo. Imaginamos que no nos dejamos llevar por la reacción "angostante", no tuvimos rabia, por ejemplo. Esto no lleva implícito el que no juzguemos lo que se nos dijo de una manera crítica. El cambio deseado reside en nuestra reacción emocional. La intención es de disminuir la gravitación de emociones que empequeñecen nuestros horizontes y limitan nuestro aporte a la vida, a la salud en sentido integral.

Se trata de poder distinguir nuestro sentir más profundo, nuestro adherir a una forma de estar en la vida, de lo que nos viene de un fondo arcaico o, posiblemente, de una formación previa a nuestro proyecto para la salud integral. El yo debe ir discriminando, actuando ecológicamente con respecto a las emociones. Conociéndolas, respetándolas, aprendiendo de ellas, pero sin dejarse arrastrar, asumiendo el sentido crítico al servicio del proyecto de vida.

La imaginería afectiva va ligándonos, poco a poco, acercándonos a un estado de serenidad que facilita el que nuestra actuación cotidiana se concentre en nuestro propósito de embellecer la vida, a nuestra escala, según nuestras capacidades, "de cada uno según sus capacidades de aportar a la vida, la suya y la vida en general".