lunes, 26 de septiembre de 2016

Formación 15

Formación 15
Verdad
El Sentimiento Mágico de la Vida.(2)
(De Personas  Saludablde en un Desarrollo Saludable.
Editorial Lom 2003)
Ampliamos la nota de ayer sobre nuestra relación biográfica con el sentimiento mágico de la vida con una cita de un libro que nos  publicó Lom en el 2003.

Hitos en mi crecimiento como persona, viñetas.

 El asombro, la ética, la imaginación sociológica.

 Un paso importante lo tuve a los 14 años leyendo "“Del Sentimiento Trágico de la Vida", de Unamuno. El autor devela su deseo profundo, inalienable, de vivir eternamente, en carne y hueso, de no morirse. Leo por primera vez con detención, haciendo anotaciones junto a los párrafos eruditos y turbulentos del vasco vehemente y genial. Topo con su Oración del Ateo

"Sufro yo a tu costa
/Dios no existente
/pues si tú existieras
/existiría yo también de veras/..."

Se me junta con una referencia leída sobre Spinoza en el sentido de que a ese pensador le dolía Dios... Yo también estaba "dolido" por Dios, sufriendo, por su inexistencia, escribiendo un poema infantil : "Dónde estás creador de calvas circunferencias / De luces necias / De lo obscuro sobrecogedor..."

La lectura de ese libro, unida a incursiones en otras obras de menor gravitación, me preparó para sentir un tremendo remezón al encontrarme con Dostoievski y la pregunta de Iván Karamazov al demonio: ¿“Existe Dios”? 
Sobre el asombro, al lado o abajo, empezó a sobreponerse la duda. Ya no era solamente la inquietud metafísica abierta, serena, entusiasta, incluso, en la exaltación del asombro. Era la emergencia de la duda, una especie de responsabilidad mía en llegar a saber, a responder si existe Dios. Curioso, complejo, el libro de Unamuno me despertó, junto con la dimensión de la duda, una necesidad de réplica a su visión trágica de la vida dada la inevitabilidad de la muerte. Fue una especie de sentimiento vago, después convertido en sospecha y, con el remanso de algunos años de adolescencia, cristalizado en convicción. Uniendo el asombro a esa rebeldía por lo finito de la vida, mi reacción era de un reconocimiento, de un mirar positivamente la vida. Empecé a fantasear, todavía lo hago, con la expresión “sentirniento mágico de la vida". Si uno desea que la vida siga, la desea eterna, entonces la quiere, la asume, misteriosa, asombrosa, mágica. La emoción del asombro fue adquiriendo más dimensiones, se enlazaba con la duda, se continuaba con un rescate positivo de su esencia. En el asombrarse, con admiración, el maravillarse, se daba la confusión con la magia. Allí nacía una tendencia a distanciarme de las búsquedas de momentos mágicos particulares, rarezas, milagros. Para qué, si en el trasfondo de todo estaba la magia.

 Sentimiento mágico del existir en todos sus alcances, desde los más cotidianos a los momentos de plenitud en la comunicación profunda, en la penetración en el saber, en la ternura, en la belleza. Magia de trasfondo misterioso, inaccesible, de alguna manera lleno de coherencias y abierto, mejor dicho hospitalario, con lo humano.
Por aquel tiempo yo escribía mucha poesía. En mi casa solían criticarme diciendo que corría riesgos,  debía enterara de que, contra lo que yo parecía creer, "todo no es poesía". Cuidado con la prosaica astucia de los otros. Riesgo de ser portador del "cromosoma de la ingenuidad".
Esta compenetración con el sentimiento mágico me distanciaba ‑y me distancia‑ de la entrega completa al poema, de la identificación excluyente con la poesía escrita, para sumirme en la idea fuerza de la poesía básica, la poesía de la vida. Muchos años después, encontré la metáfora de mi visión de la relación entre vida y poesía en el texto de Heidegger sobre Hölderlin.(17) El asombro, el sentimiento mágico, dan un sello poético al existir humano. Eso, a pesar de la muerte, no obstante todas las limitaciones humanas, la insensibilidad al sufrimiento del otro, la injusticia, la banalidad; más allá de mis dudas sobre Dios; allende mi terror ante el fascismo, ayer; mi distancia frente al pragmatismo individualista, hoy.

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15  Fiodor DostoieYski. Obras Completas. Aguilar. Madrid. 1954.
16  Miguel de Unamuno.Del sentimiento trágico de la vida. Renacimiento. Madrid.1926
17 Martin Heidegger, Holderlin y la Esencia de la Poesía. En Arte y Poesía, Fondo de Cultura  Económica, México, 1988.