Desarrollo Personal y Cambio Cultural 30
La Disponibilidad como
Espiritualidad, Acción Social y
Salud
Tercera parte
5.- La comunicación como ejercicio de la
disponibilidad.
La comunicación es práctica
de la disponibilidad, de la espiritualidad y la acción social.
La comunicación parte con el
examen de la vida. “Una vida no
examinada no merece ser vivida”, nos dijo un noble ser humano que paseaba
dialogando por los mercados y fue llevado a morir con la cicuta, víctima de la
enfermedad colectiva del autoritarismo, hace mas de dos mil años.
Es difícil examinar la vida
de uno. Más complejo, todavía, hacerlo
con la de otros. Todavía más, ir mas allá, examinar la vida de las sociedades,
del ser humano actual.
No es solo una actividad
solitaria. Uno no se ve la “sombra”, el
lado que contraste con el ideal de nuestro yo, tampoco alcanza a percibir los
matices, las contradicciones de los grupos a que pertenecemos.
Hoy es el tiempo de la
comunicación. La disponibilidad requiere
esa canalización. Examinarse uno
mismo. Examinar, examinarse, con otros.
La disponibilidad en la comunicación es el autentico dialogo, la
capacidad de abrirse hasta descubrir con el otro, el dar, de tratar de llegar a
ponerse en el lugar del otro, la ecuanimidad de valorar tanto el posible
progreso de uno como el de los otros.
La comunicación es la matriz
del tejido social. Lo que permite que
todavía existe humanidad. Es la acción
social por excelencia.
En la comunicación, en la
apertura, los individuos pueden recibir destellos de una situación ontológica
distinta. Se abre una experiencia
cumbre. Hay un ser diferente a los
individuos separados, se trascienden los limites contingentes. La comunicación es un tipo de meditación que
va construyendo humanidad, haciendo mas profunda la busqueda-adquisicion de
sentido.
6.- Las grandes líneas de la disponibilidad
comunicacional.
La comunicación es la utopía
concreta en el periodo de la gran crisis en que, o el autoritarismo termina con
la humanidad, o la humanidad termina con el autoritarismo.
Toda utopía tiene una
visión. Si es concreta, la óptica asume
los limites, la necesidad de textura de lo humano. En ese sentido, la utopía de paz, cambio
social y transformación espiritual tiene una mediación concreta, la utopía de
la unidad. La unidad para los cambios
personales y sociales que traigan paz segura y progresivo desapego con respecto
a la propia seguridad para permitir una entrega, segura, a la creatividad.
La unidad es una unidad entre
diversidades a integrar, a comunicar.
Se trata de encontrar, con
disponibilidad, magnánimamente, urgentemente, la forma de integrar los cambios
sociales y los cambios de conciencia. Unos
y otros se necesitan, se fecundan. Habrá
cambios de conciencia profundos cuando el mundo sea distinto. El mundo no va a cambiar si no empieza el
cambio ahora, si no cambian realmente, espiritualmente, socialmente, los que
están atentos, comprometidos, actuando.
Se trata de comunicar que se
escuchen, se aporten mutuamente, la religión, la ciencia, el arte, la
educación, la practica política. No es
problema de congresos ni de política administrativa. Es en los grupos humanos, en cada ser humano,
irse asumiendo como alguien que visualiza la relación profunda, de fondo, que
siente el hálito del misterio, que asume los conocimientos de las ciencias del
hombre, que es activo en las transformaciones sociales y educativas, que vive
la libertad fluida, encantada, del arte.
La comunicación se da en cada
persona, en los vínculos significativos, en los pequeños grupos, en las
instancias intermedias hasta llegar a la visión de humanidad. Uno con uno mismo, uno en diálogos profundos,
uno inserto, participando con autonomía, creatividad, capacidad de integrar.
7.- La racionalidad integradora como sostén de
una alianza humanista.
Cada ser humano saludable
integra su precariedad y su fuerza, su proyección, su utopía. Acerca, asume, el buscar, el carecer de
sentido, con el ser creador de sentido.
En este esfuerzo, necesita
disponerse a darse, a crecer. Requiere
estar, ser construir con otros.
Comunicarse.
La comunicación lleva
implícita la integración, de realidades distintas, de sujetos diferentes.
La situación humana necesita
una orientación, un trabajo social, hacia grandes alianzas, entre religiones, orientaciones
científicas, artísticas y quehaceres sociales, entre distintas ideologías,
entre diferentes movimientos sociales, entre lo pequeño, local, y lo más
grande, más global.
En este trabajo social se
juntan, espiritualmente, la razón y la intuición, la imaginación y la
discriminación, el análisis y la síntesis, el pasado, el presente y el futuro.
La unión de diversidades es
difícil. Cuesta hacerlo dentro de cada
uno. A veces parece imposible conseguir
esa unidad en un país que la necesita con urgencia. El mundo
lo reclama en su hora de máxima crisis.
La disponibilidad a dialogar
no es solo un imperativo de la ética, de la razón, una necesidad de sobrevida,
parte de una política revolucionaria. Es
una gran energía, un recurso que no se agota y que la humanidad empieza a
exigirse a sí misma en el momento en que requiere llegar a la salud, asumiendo
los problemas estructurales del ser humano, el mal desarrollo autoritario y la
crisis contingente, brutal, de este fin de siglo y del milenio que estamos
viviendo. Me alegra que estemos creando
sentido, dispuestos a dialogar aquí y ahora.