viernes, 27 de diciembre de 2013

Conversando desde la Amistad (403)


 Conversando  desde la  Amistad (403)
La Dimensión Poética de la Vida (43)
Escribe Iris Leal desde Pucón
  El Amor
Es el amor el que nos guía, como la mariposa que vuela por la noche hacia la luz sabiendo que será abrasada, que le quemará sus alas y sin embargo va hacia ella decidida. Decimos que nuestros actos representan la palabra nacida del mismo centro del amor y sus resonancias nos parecen bellas y transamos entre estrella y estrella el brillo enorme de la eficacia. Mas no sabemos nada del amor, solo restos esparcidos que de un espejo que juntamos recogimos y nos vemos en él reflejados creyendo que somos lo que realmente no podemos tocar ni comprender. Si fuéramos fuertes como el río que defiende la tierra, si fuéramos audaces como la tormenta que empuja los rayos tronando su acento, si fuéramos más que el fragmento y viéramos unidos el horizonte al final de cada día que se acerca a la constelada inspiración. Sí, si fuéramos oyentes del sonido que desata al alma de la prisión de su cuerpo y le guía con su mano estoica por los senderos donde ella se insufla de verdades que envuelven al tiempo y le animan en ondulantes sentires que fluyen del universo. Sí, si pudiéramos escuchar la significación del amor cuando lo pronunciamos con estos labios que se hacen para ligar lo intocable a lo perceptible trayendo en sus esqueletos la ósea esencia de la creación.
Decir que lo sé, no es respuesta posible, decir que lo voy acunando en mi ser, en mi forma sagrada que debe su gracia a la misma vida. Entender que la destinación es decisión constante del erguimiento para dar desde ese momento lo imperecedero a lo terreno. Y si se acerca el instante justo, aquel que descubre la misma mariposa mientras sigue elevando su vuelo y mira atrás para ver y ve que deja lo que ama y ve que asume lo que ama y ve, ve y la tela de sus alas se transparenta cuando ya ha entrado en la luminosidad abarcante y vuelve su mirada atrás para distinguir lo inexplicable y siente una punzante espina en su frágil cuerpo y desprende de ella el dolor sacudiéndose y una lluvia alba se hace estela que se esparce y baña en todo.
 Es el amor el que nos guía en una manera sorprendentemente nueva y cada vez que nos detenemos a nombrarlo quiere él aumentar aquello que nos forma, que contornea desde adentro las lindes de la carne, esculpiendo en cincel de viento los cóncavos parajes del ser.
Destinados a ser destino en la mansedumbre del hallazgo. Colmando la virtud que emerge desde las entrañas de la calma. Resistiendo la insinuante tentación de la impaciencia dentro de la perseverancia. Es el amor el que nos guía, el que cada uno encuentra en la soledad de sí mismo, al fondo del océano de sus ensueños, entre las corrientes tibias de los unos y los otros.