Publicaciones personales 9
El
Asombro y la Amistosofía en el camino al Homo Sapiens
(Por publicar en Co, Incidir
ediciones)
Del
Prólogo de Sandra Isabel Payán
Formosa, Agentina
En el viaje de leer y aprehender su
libro, sentí esta historia...
La laguna esta triste.
Desde hace varios días tiene preparadas las ondas para los sapitos que hace el
niño con las piedras en su superficie, ha pintado delicadamente el reflejo de
la luna y viene cuidándose de no mover el lugar donde va la caña. Pero el pescador
no ha vuelto. ¿Qué le habrá pasado a la luna?
Llega cantando una niña
entre la espesura del bosque. La canción estaba escondida detrás de la hoja de
un yarumo y cuando la vio, se deslizó despacito por el tronco, se le metió por
entre las uñas y luego salió para ser cantada.
- ¿Por qué estás triste laguna?
Se escucha el hervor de
una olla de sopa y el silbidito del viento hace temblar una rama cercana.
Anoche tuve un sueño. ¿Te lo cuento? Insiste la
niña.
- ¿Ahogará mi tristeza?
La hoja de yarumo cae
para proteger del sol a una hormiguita y la niña se entusiasma con su relato
porque entiende como un sí la pregunta.
- Soñé que un picaflor volaba cerca de un gran algarrobo.
Cada vez que pasaba a su lado le susurraba un secreto. Pero era tanta la
algarabía de las chicharras, que el árbol nada podía escuchar. De pronto
apareció un carpincho con sus crías. Las chicharras se callaron para verlas y
el secreto del picaflor se escuchó: “El silencio del pescador se ha perdido en
la laguna”. El algarrobo lo miró con ternura y le propuso: “Te lo cambio por un
aerolito que tengo escondido en una chaucha, con la condición que lo lances al
aire cada vez que se cumpla un deseo”.
La laguna brilló feliz
en los ojos de la niña y en agradecimiento, le entregó el silencio que
resguardaba entre sus camalotes.
La niña se alejó
cantando. En el camino se encontró un hombre con sombrero marrón de ala ancha y
una caña de pescar en la mano.
- ¿A dónde vas niña? Le preguntó.
- Ya de regreso.
La niña se metió la mano en el bolsillo de
su
pollerita, sacó un
aerolito y se lo entregó al pescador.
Él sonrió y siguió la
huella de sus propios pasos hacia la laguna, a la luz de la luna...
Sandra Isabel Payán
Gómez