viernes, 4 de diciembre de 2015

Desarrollo Personal y Cambio Cultural 14

Des Personal y Cambio Cultural 14

UN PRIMER PASO EN LA ECOLOGÍA DEL YO:
LA RACIONALIDAD INTEGRADORA EN RELACIÓN A LA IDENTIDAD, EL PODER Y EL CONOCIMIENTO
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Partimos de las preguntas clásicas sobre la condición humana y llegamos a tres temáticas, muy relacionadas entre sí, la de la identidad, la del poder y la del conocer.
En el corazón de la identidad humana están algunas grandes tensiones, entre ellas la de la contradicción entre autonomía y participación, la de ser único, original, irrepetible y el tener una constitución genética, orgánica, de estructuración psicológica, igual a la de los demás humanos; la del existir y tener "pertenencias"; la del "en sí" y "para sí"; la de la conciencia y el inconsciente; la de la unidad y la diversidad; la de la cohesión y difusión; la de las tendencias vitales, del yo individual y trascendentes; la de la realidad y la falta de "consistencia" ontológica; la del yo empírico y el yo profundo...
Hemos ido conversando sobre algunas de estas dimensiones básicas para orientar con una racionalidad integradora la ecología del yo. La más importante, para nuestros propósitos, tiene dos vertientes. Somos nosotros mismos, autónomos originales. Somos, al mismo tiempo, al modo de la lógica cuántica, partes de lo existente, del todo; iguales a más de siete mil millones de humanos; parecidos, en diferentes grados, a los demás seres vivos; partes de un proceso donde los ascendientes son las estrellas. Tenemos nuestra responsabilidad de individualizarnos, dar lo nuestro, junto al participar en el gran equipo, partido, familia, de la vida. Nos corresponde aceptar nuestra "diferencia", nuestra singularidad, junto con reconocer al otro como un igual, un compañero existencial, con los mismos derechos, la misma pertenencia a la vida. En términos de Maturana, "un legítimo otro" .(45)
Nos identificamos, habitualmente, con nuestras adscripciones, pertenencias "a" apellidos, núcleos familiares, ocupaciones, domicilios, lugares de nacimiento.
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45      Humberto Maturana. El Sentido de lo Humano. Ed. Hachette. Santiago. 1992.

 Sobre datos referentes lo que hacemos o hemos hecho. Externos. Nuestro yo, orientando la vida, comunicándose, colaborando, necesita no perder de vista nuestra condición esencial de personas. Me tocó vivir la polaridad en 1968 al hacer una primera visita a una comunidad hippie, en San Francisco. Entro a una vieja casona. La puerta se encontraba abierta de par en par y, a la entrada, unos diarios y revistas estaban disponibles para cualquier visitante. Un grupo de jóvenes permanecía sentado en el suelo componiendo un libro armado de sobres llenos de semillas, con un poema alusivo a la planta respectiva, en el exterior El autor, un poco mayor que el resto, formaba parte del conjunto, afanado cumpliendo la tarea, compartiendo un ánimo jovial. Todos integrados. Se me hace una seña para que me siente y se me invita a incorporarme a lo que están haciendo y a sentirme parte del grupo. No nos digas que eres doctor ni cuántos años tienes, ni cómo te llamas, me advierten, añadiendo, cuéntanos con qué  vibras". (61) Muchos años después rememoré esa escena al escuchar preguntar a Miguel Ángel Solar, médico educador comprometido con la atención primaria en salud, en visita a un consultorio; "¿de qué están orgullosos ustedes?”

En la modulación de nuestras vidas percibimos la diferencia entre el alternar con los humanos y los no humanos en relación a la capacidad de "verse a sí misino". Podemos añorar un estado de no sentir, al modo de Darío y su "...dichoso el árbol que es apenas sensitivo y más la piedra dura porque esa ya no siente / que no hay dolor más grande que el dolor de estar vivo / ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Este desdoblamiento, conciencia de sí, ha sido trabajado por Erich Fromm como el problema humano básico, fundamental en su psicoanálisis humanista, la separatividad." Siguiendo la nomenclatura de Hegel, Sartre distingue el "en sí”,  no abierto a una interioridad, compacto, del humano "para sí` ', del ser capaz de verse, con la nada dentro de sí.”  Más allá ‑o más acá‑de los densos análisis fenomenológicos de Sartre, cualquier observador distingue en el ser humano los momentos en que simplemente "se vive". Se duerme, se realizan movimientos sin tomar conciencia de ellos, el cuerpo actualiza sus funciones, estamos en el "en sí` '... Participarnos de diferentes grados del "para sí", desde la leve conciencia de sí en una relajación hasta la meditación en que observamos como nos estamos observando a nosotros mismos. Hay una cierta relación entre esta distinción y la diferencia que hacemos entre el "que nos pasen cosas" y el que tomemos decisiones y seamos sujetos de nuestras acciones. Para la ecología del yo y su réplica en los procesos de definición colectiva, es siempre iluminador volver a las viejas enseñanzas de los estoicos y, en particular, a Epicteto, el filósofo esclavo con el dictum, "de las cosas que atañen al hombre, sobre algunas puede influir y sobre otras, no" .48 La distinción en sí ‑para sí está detrás del asumir esa faceta cardinal de nuestra condición del alternar, forzosamente, entre el vivirse y el ser vivido. Dos polos de nuestra identidad.


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(46 Erich Fromm. Ética y Psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica. México. 1973.
47) Jean Paul Sartre. El Ser y la Nada. Ed. Ibero‑Americana. 1971.)