Impulsando la Internacional de la
Esperanza 40
Encuentro La Felicidad y la Esperanza
Quillota 21-24 de Septiembre 2017 (3)
Algunas
miradas a la Felicidad (4)
En
la Madriguera Móvil (3)
Voltaire (3)
:
“Para
aportar a que a Alicia le vaya bien en el colegio y a que
Antonio Principito se reencuentre con su padre,con quien de vez en cuando converso
en nuestro lado de la realidad,” manifestó Voltaire, “me gustaría
dejarles la nota de mi Diccionario Filosófico sobre
Dicha y Felicidad”.
DICHA, FELICIDAD
Lo que llamamos felicidad es una idea
abstracta; compuesta de algunas ideas de placer, porque el que sólo tiene un
momento de placer no puede decir que es feliz, como por un momento de dolor no
puede creerse el hombre desgraciado. El placer es más rápido que la dicha, y la
dicha más rápida que la felicidad. Cuando el hombre dice: «Soy dichoso en este
momento», abusa de la palabra, porque sólo quiere decir: «Tengo placer.» Cuando
disfrutamos de placeres repetidos durante un espacio de tiempo, podemos decir
que somos dichosos. Cuando esa dicha se prolonga, podemos decir que somos
felices. Muchas veces, gozando de gran fortuna, no somos dichosos, como los
enfermos displicentes que carecen de apetito y no comen en los festines
preparados para ellos.
El antiguo adagio francés que dice: «No
debemos llamar a nadie feliz hasta después de su muerte», se funda en
principios falsos. Si creemos esa máxima, no conceptuaremos dichoso mas que al
hombre que lo sea constantemente desde que nace hasta que expira, y esa serie
continua de momentos agradables es imposible si atendemos a la constitución de
nuestros órganos, a la constitución de los elementos de que dependemos y a la
de los hombres, de los que dependemos mucho más. La pretensión de querer ser siempre
dichosos es buscar la piedra filosofal del alma. Ya conseguimos mucho si no
pasamos gran parte de la vida sumidos en la tristeza. El que creyera haber
gozado siempre de la vida feliz, aunque pereciera miserablemente, merecería ser
llamado dichoso hasta su muerte, y se puede asegurar que habría sido el más
dichoso de los hombres. Quizás Sócrates fue el más feliz de los griegos, aunque
jueces supersticiosos y absurdos le envenenaran jurídicamente a la edad de
setenta años por la sospecha de que creía en un solo Dios.
Se cuestiona también si hay en la vida una
condición más feliz que otra, y si el hombre en general es más dichoso que la
mujer. Pero para decidir esta cuestión era preciso haber pasado por todas las
condiciones de la existencia y haber sido hombre y mujer, como Tiresias e Ifis,
y además haber vivido en todas las condiciones con las circunstancias propias
para cada una y pasar por todos los estados posibles del hombre y de la mujer.
Se pregunta si existe un hombre más feliz
que otro, pero esa perogrullada es muy fácil de contestar. Es claro que el que
padece las enfermedades de la piedra y de la gota, y pierde sus bienes, su
honor, su mujer y sus hijos, y le condenan a la horca, es menos feliz en el
mundo que un sultán joven y vigoroso y que el zapatero de remendón de La
Fontaine (1). Lo que se quiso preguntar sin duda es cuál es más feliz de dos
hombres que gocen de igual salud y que posean iguales bienes de fortuna. Esta
cuestión la ha de decidir el carácter. El más moderado, menos inquieto y al
mismo tiempo más sensible es el más dichoso; pero por desgracia, el más
sensible es casi siempre el menos moderado. No es nuestra condición, es el
temple del alma el que nos hace felices, y esta disposición del alma depende de
nuestros órganos, y nuestros órganos se han formado sin que tengamos la menor
parte en su formación.
Algunos perros se ven acariciados, los
peinan, les dan a comer bizcochos y les destinan hermosas perras; pero hay
otros que padecen de sarna, los muelen a palos y los matan de hambre. ¿Depende
acaso de esos perros ser dichosos o desgraciados?
Comúnmente usamos las frases siguientes:
pensamiento feliz, rasgo feliz, clima feliz. Los pensamientos y los rasgos
felices que nos ocurren como rápidas inspiraciones los recibimos como la luz
que hiere nuestra vista sin que la busquemos. No están en nuestro poder, como
no lo está tener fisonomía dichosa, esto es, expresiva y noble, que es
independiente de nosotros mismos y muchas veces engañosa. Clima feliz es el que
la Naturaleza favorece, lo mismo que la imaginación y el talento
superior. ¿Quién puede darse el genio a sí mismo? ¿Quién puede, cuando recibió
algunos rayos de esa llama, conservarla siempre brillante?