Voces del Coraje de Ser 41
Por un angosto túnel…
Toda la vida, cada vida
humana, es un angosta túnel en el misterio del ser. A veces, se toma conciencia, de que es un túnel, de que puede sentirse muy angosto… de que da la
oportunidad de tener coraje dentro
del túnel de uno.
En el número 36 de estas Voces hablaban…unos poemas del libro de Gilda Lara “Por el angosto túnel”.
Ahora van los prólogos de
Carmen Varas y Damaris
Calderón.
Palabras
necesarias
La obra Por el angosto
túnel es una compilación de poemas alusivos a la relación del ser humano
con la adicción al alcohol y la permanente tensión por dejarlo.
El hablante lírico
transita, a través de elegantes y sutiles metáforas cargadas en ocasiones de
una exquisita ironía, por un angosto túnel en el cual va encontrándose con sus
fantasmas, trata de reconocerlos y elaborar estrategias para erradicarlos
definitivamente de su existencia, desarrollando imágenes cercanas y cotidianas
de la tragedia del alcohólico, sin más pretensión que aportar poesía en un
mundo sombrío y solitario.
Se observa en el proceso
escritural una fineza por buscar la fuerza y dramatismo de la voz poética,
teniendo cuidado de no caer en lugares comunes y dramas sensibleros.
Poetizar el alcoholismo,
los reiterados intentos por alejarse de dicha adicción, la conciencia de la
caída y recaída, representan un desafío que la autora se atreve a asumir de
manera pulcra, limpia y próxima al lector. Con un verso fluido, simple y
profundo a la vez, va humanizando el encuentro dialéctico autor-lector en la
experiencia de la lucha personal por vencerse a sí mismo.
En el conjunto de textos
que componen Por el angosto túnel no se percibe sordidez ni tampoco
mensajes reivindicatorios dirigidos a un público particular, más bien, los
poemas presentados llegan a un público universal, testigo directo o indirecto
del conflicto humano.
Lara Marchant con su
poemario, constituye un aporte social significativo, en el que da cuenta de una
situación que afecta a hombres y mujeres de todo el mundo.
Carmen Varas Guevara
Coordinadora Equipo
Editorial
Ediciones Una Temporada en
Isla Negra
Para
atravesar el angosto túnel
La experiencia de la
embriaguez, ha estado, desde muy antiguo, relacionada con la exaltación de los
sentidos, de la vida y la muerte, con la poesía. En la antigua Grecia, el vino
impulsa al ditirambo, a Arquíloco de Paros, a la lírica griega arcaica y a su
teatro. En Roma los versos fesceninos siguen rezumando el olor a mosto de las
viñas. En el oriente Li Po y Omar Kayan buscan su reflejo en el vino. Son
muchos los poetas que han buscado (y fraguado) su rostro en la doble llama del
alcohol. En los lares chilenos, también la lista sería nutrida, basta recordar
a Jorge Teillier o a Tomás Harris, quienes apuraron también esas copas, esos
vasos, en versos infinitos.
El poemario de Gilda Lara
Marchant, se coloca, sin embargo, bajo un epígrafe de Baudelaire, que incita a
la embriaguez, en cualquiera de sus formas: “De vino, de poesía, o de virtud,
como queráis. Pero embriagaos”. Hay que distinguir entonces que aquí no se
trata sólo de “la borrachera”, sino de la embriaguez y la poesía, del angosto y
difícil túnel que atraviesa un hablante lírico, ya masculino, ya femenino, que
hace que la experiencia devenga universal. De un hablante que parte del
desamparo y la precariedad, (el frío, la calle) y va recorriendo un
itinerario que es también un
descenso al concierto de infiernos de que hablaba Rimbaud y que cada quien
atraviesa como puede: los amaneceres, las incertezas, la botillería, el bar, la
resaca, el delirium tremens y sus metamorfosis, en una sed de vida, en una sed
de mundo, que no sólo se apura, sino también se escribe.
Si bien la relación entre
alcohol y literatura es de muy larga data, pocas son las mujeres, las poetas,
que han escrito sobre ella, desde ella. Quizás por lo estigmatizante del tema y
por una tradición que ha silenciado rigurosamente la voz femenina dentro del
corpus social y escritural. Baste recordar que en la poesía simposíaca, la
poesía del banquete, donde el vino era inspiración y tema y corría límpido en
los salones como los versos, la mujer estaba excluida de participar en ellos y
si sólo accedía a ese círculo poético era en su condición de hetaira.
Si bien el poemario de Lara
Marchant se desplaza por distintos sujetos genéricos, quien reclama para sí la
escritura y el epitafio de su vida, es una mujer, esa que escribe, la de rostro
anónimo, como la mejor poesía, la que iba a la biblioteca a leer a los otros y
no publicaba libro, la que se esconde bajo el pronombre de Ella pero tampoco,
la que escapa, quedándose en sus versos, reclamando que escriban y no, un
epitafio sobre su vida, que diga algo así como lo inconcluso, como lo infinito de los puntos suspensivos.
Celebremos entonces esa
travesía que realizó Ella, Lara
Marchant por “el angosto túnel”, que transformó en experiencia poética y que
hoy recogemos y presentamos en este libro.
Damaris Calderón Campos