sábado, 10 de mayo de 2014

Voces del Coraje de Ser (41)


Voces del Coraje  de Ser  41
 Por  un  angosto túnel…
 Toda la vida, cada vida humana,  es un angosta túnel  en  el misterio del ser. A veces,   se toma conciencia, de que es un túnel, de que  puede sentirse muy angosto… de que da la oportunidad  de tener coraje dentro del túnel de uno.
En el  número 36  de estas Voces  hablaban…unos poemas del libro de  Gilda Lara “Por el angosto  túnel”.
Ahora van los  prólogos de Carmen Varas y   Damaris Calderón.
Palabras necesarias

La obra Por el angosto túnel es una compilación de poemas alusivos a la relación del ser humano con la adicción al alcohol y la permanente tensión por dejarlo.
El hablante lírico transita, a través de elegantes y sutiles metáforas cargadas en ocasiones de una exquisita ironía, por un angosto túnel en el cual va encontrándose con sus fantasmas, trata de reconocerlos y elaborar estrategias para erradicarlos definitivamente de su existencia, desarrollando imágenes cercanas y cotidianas de la tragedia del alcohólico, sin más pretensión que aportar poesía en un mundo sombrío y solitario.
Se observa en el proceso escritural una fineza por buscar la fuerza y dramatismo de la voz poética, teniendo cuidado de no caer en lugares comunes y dramas sensibleros.
Poetizar el alcoholismo, los reiterados intentos por alejarse de dicha adicción, la conciencia de la caída y recaída, representan un desafío que la autora se atreve a asumir de manera pulcra, limpia y próxima al lector. Con un verso fluido, simple y profundo a la vez, va humanizando el encuentro dialéctico autor-lector en la experiencia de la lucha personal por vencerse a sí mismo.
En el conjunto de textos que componen Por el angosto túnel no se percibe sordidez ni tampoco mensajes reivindicatorios dirigidos a un público particular, más bien, los poemas presentados llegan a un público universal, testigo directo o indirecto del conflicto humano.
Lara Marchant con su poemario, constituye un aporte social significativo, en el que da cuenta de una situación que afecta a hombres y mujeres de todo el mundo.

Carmen Varas Guevara
Coordinadora Equipo Editorial
Ediciones Una Temporada en Isla Negra

Para atravesar el angosto túnel

La experiencia de la embriaguez, ha estado, desde muy antiguo, relacionada con la exaltación de los sentidos, de la vida y la muerte, con la poesía. En la antigua Grecia, el vino impulsa al ditirambo, a Arquíloco de Paros, a la lírica griega arcaica y a su teatro. En Roma los versos fesceninos siguen rezumando el olor a mosto de las viñas. En el oriente Li Po y Omar Kayan buscan su reflejo en el vino. Son muchos los poetas que han buscado (y fraguado) su rostro en la doble llama del alcohol. En los lares chilenos, también la lista sería nutrida, basta recordar a Jorge Teillier o a Tomás Harris, quienes apuraron también esas copas, esos vasos, en versos infinitos.
El poemario de Gilda Lara Marchant, se coloca, sin embargo, bajo un epígrafe de Baudelaire, que incita a la embriaguez, en cualquiera de sus formas: “De vino, de poesía, o de virtud, como queráis. Pero embriagaos”. Hay que distinguir entonces que aquí no se trata sólo de “la borrachera”, sino de la embriaguez y la poesía, del angosto y difícil túnel que atraviesa un hablante lírico, ya masculino, ya femenino, que hace que la experiencia devenga universal. De un hablante que parte del desamparo y la precariedad, (el frío, la calle) y va recorriendo un itinerario  que es también un descenso al concierto de infiernos de que hablaba Rimbaud y que cada quien atraviesa como puede: los amaneceres, las incertezas, la botillería, el bar, la resaca, el delirium tremens y sus metamorfosis, en una sed de vida, en una sed de mundo, que no sólo se apura, sino también se escribe.
Si bien la relación entre alcohol y literatura es de muy larga data, pocas son las mujeres, las poetas, que han escrito sobre ella, desde ella. Quizás por lo estigmatizante del tema y por una tradición que ha silenciado rigurosamente la voz femenina dentro del corpus social y escritural. Baste recordar que en la poesía simposíaca, la poesía del banquete, donde el vino era inspiración y tema y corría límpido en los salones como los versos, la mujer estaba excluida de participar en ellos y si sólo accedía a ese círculo poético era en su condición de hetaira.
Si bien el poemario de Lara Marchant se desplaza por distintos sujetos genéricos, quien reclama para sí la escritura y el epitafio de su vida, es una mujer, esa que escribe, la de rostro anónimo, como la mejor poesía, la que iba a la biblioteca a leer a los otros y no publicaba libro, la que se esconde bajo el pronombre de Ella pero tampoco, la que escapa, quedándose en sus versos, reclamando que escriban y no, un epitafio sobre su vida, que diga algo así como lo inconcluso, como lo  infinito de los puntos suspensivos.
Celebremos entonces esa travesía que realizó Ella,  Lara Marchant por “el angosto túnel”, que transformó en experiencia poética y que hoy recogemos y presentamos en este libro.

Damaris Calderón Campos