lunes, 28 de diciembre de 2015

Para Fábulas y Para Mitos 22

 Para Fábulas y Para Mitos 22

A  BUSCAR  AL VIEJO   DEL    SACO

Los niños se propusieron encontrar al viejo del saco.
Podía venir si uno no se entraba a la hora. Si ponía la mano en determinadas palabras. También, si se demoraba en la comida, aunque fuera de cochayuyo o acelga. Había mucho que saber sobre él. ¿ Usaba algun loro para averiguar lo que pasaba? Eso, preguntaba Juanita, la hija del señor de la cantina. Su padre tenia un loro que avisaba la vecindad de carabineros. Vivía de allegado y ella lo quería mucho.
La curiosidad de Carlos, cuyos padres tenían la paquetería de la plaza ,se refería al saco mismo. Cómo estaba hecho. Cómo lo podria cerrar para que no se arrancaran los niños, dejándolos respirar. El hermano mayor, alejado de estas cosas desde que trato de conocer al Viejo Pascuero y descubrió doce diferentes en la cuadra, le habia recordado las bolsas enrejadas, pero habia mas problema: ¿No le importaría al Viejo que las demás personas lo vieran? El inspector podía pedirle patente, por ejemplo.
Mecedes, cuya madre vivía apurada, poniendo inyecciones, quería resolver dudas de horario. Si el Viejo supiera, al mismo tiempo, de un niño que no está comiendo, de otro que dice garabatos y de un tercero que pasa mucho tiempo en la calle, ¿ A cuál se llevaría primero?.
Pensaron en el mejor plan posible, mientras se columpiaban. Juanita abrió el camino. Yo le preguntaría al señor que hace de loro en mi casa, dijo ella. Él tiene que saber del viejo, si el del saco usa loros,los loros deben conocerse entre ellos.
Los niños la acompañaron. El señor loro tomaba tranquilo un mate amargo.No trabajaba. Era tan bueno para hablar con los compadres y los guata de leche. Para qué perder tiempo. Además, los allegados simpre vienen de lejos y saben muchas cosas.
El allegado nunca había hablado del viejo. Podía ser de esos que no creen en nada. Contaban que había sido canuto.
El allegado se dió el gusto de hacer la broma de costumbre, pidiendo a ´Carlos que tomara el primer mate, el del tonto, antes de contestar. Mercedes pensó que podía estar medio enamonado, pero no era así: el loro sólo tomaba tarde en la noche, para poder vigilar la llegada de los verdes.
Espero que sus papás no se quemen con lo que les voy a decir, dijo el allegado. ¿Es pura patilla la cuestion del viejo? Preguntó Carlos, asociando vagamente lo presente y lo acontecido a su hermano con el Pascuero.
Vengo de lejos, dijo el allegado; nada de lo que se dice es pura patilla.
¡Ya salió el canuto! comentó Juanita, en tono cariñoso. No soy canuto, dijo el allegado. Con lo que tomo ... aunque lo de ellos tampoco es patilla. Cada uno tiene su ley. La mía es la del loro. ¿Más mate? Hizo una pausa. Una cosa es preguntar si es cierto que hay un viejo. Yo les podria decir que sí, y que lo conozco muy bien. La otra, es si se lleva a los niños. La verdad es que casi nunca se lleva a los niños. ¡menos mal! En cambio, muchas veses se lleva a los grandes… ¿ Y cómo es el saco? Preguntó Carlos.
Tambien tendríamos que entrar a tallar ahí, Carlitos.  No tiene saco el viejo.
¿ Y cómo se lo lleva?  Preguntó la Mecedes. Mi mamá no carga al hombro un enfermo grande ni a cañón, y tiene harta fuerza.
No necesita saco, explicó el señor loro. Todos tenemos un saco, y el viejo lo puede usar.
¿Y a quien se lleva primero? Insistió la mercedes. ¿Se podría llevar a mi mamá , por ejemplo, si pone mal la inyección?
Cada uno sabe cuando lo puede llevar el viejo, dijo el loro. Es uno el que sale con él. El que lo busca. Yo me voy todas las noches a terminar mi trabajo de loro. Me voy con el viejo, en mi saco.
El allegado se fue a dar una vuelta a la esquina.