martes, 8 de marzo de 2016

Gabriela en el día de la mujer

8 de marzo
Recordando a Gabriela en el día de la mujer

GABRIELA  MISTRAL

 LA MUERTE NIÑA

DE

Gabriela Mistral como figura emblemática en la búsqueda de un nuevo paradigma.

(Centro Carlos Mondaca, La Serena.1985)

(FRAGMENTO)

……
Su pasión ética, su forma de hacer política, su capacidad de relacionar, tiene su expresión en su Decálogo del Jardinero: “Para que las mujeres pobres que no pueden  comprar perlas, rubíes y amatistas, tengan  en la rosa,  el jazmín y las violetas perlas, rubíes y amatistas para adornar su pecho y sus manos…”

En estos decálogos inspirados, Gabriela  es propositiva,  afirmativa, enfática. Veamos otra dimensión de su obra,  aparentemente en las antípodas,  donde el agua viva entra al océano en que la muerte, nuestra única certeza,  se mueve en un mundo ambiguo de juego, de locura, de especulación metafísica, de dramaticidad existencial. Es el poema” La Muerte Niña”,  de Tala.

La Muerte Niña
En esta cueva  nos nació
Y como nadie pensaría,
Nació desnuda y pequeñita
Como el pobre pichón de cría

¡Tan entero  que estaba el mundo!
¡tan fuerte que era al mediodía!,
¡tan armado como la piña.
Cierto del Dios  que sostenía!

Alguno nuestro lo pensó
Como se piensa villanía;
La Tierra se lo consistió
Y aquella cueva se  le abría

De aquel hoyo salió de pronto,
Con esa carne de elegía;
Salió tanteando y gateando
Y apenas se la distinguía.

Con una piedra se aplastaba,
Con el puño  se la exprimía.
Se balanceaba como un junco
Y con el viento se caía

Me puse yo sobre el camino
Para gritar a quien me oía:
“Es una muerte  de dos años
que bien se muere todavía”

Recios rapaces la encontraron
A hembras fuertes cruzó la vía:
La miraron Nemrod y Ulises,
Per ninguno comprendía...

Se envilecieron las mañanas,
Torpe se hizo el mediodía;
Cada sol aprendió su ocaso
Y cada fuente su sequía.

La pradera aprendió el otoño
Y la nieve su hipocresía,
La bestezuela su cansancio,
La carne del hombre su agonía.

Yo me entraba por casas y casa
Y a todo hombre le decía:
“Es una muerte de siete años
Que bien se muere todavía”

Y dejé de gritar mi grito
Cuando ví que se adormecían.
Ya tenían no sé qué dejo
 y no sé qué melancolía …

Comenzamos a ser los reyes
Que conocen postrimería
Y la bestia o la criatura
Que era la sierva nos hería

Ahora el aliento se apartaba
Y ahora la sangre se perdía,
Y la canción de las mañanas
Como cuerno se enronquecía

La Muerte  tenía treinta años
Y ya nunca más moriría,
Y la segunda Tierra nuestra
Iba abriendo su Epifanía.

Se lo cuento  a los que han venido,
Y se ríen con insanía
“ Yo soy  de aquellas  que bailaban
cuando la muerte no nacía”

¿ Es una historia de locas? ¿ Es  una narración críptica en que  subyace un metarelato al modo como pueden trazarse surcos de racionalidad en los delirios más nebulosos.?

Es claro, la mujer apasionada, la comprometida social y espiritualmente, la maestra, la mística y la estadista, dejaron su  lugar visible, no así la artista, la del agua viva en la palabra. Allí, desde la desnudez de toda imagen,  de  las estructuras  convencionales del sentido, como en los antiguos  palimpsestos, podemos,  a lo mejor, seguir una escritura, se abre la hipótesis de un mensaje ético.

 La mujer que en su Desolación  hablaba, exigía atención a Dios, aquí, en que  aparentemente “Tala” está  en sentidos habituales, parece mantenerse en el sentido común del bien y el mal. El mal  es lo tanático,la muerte, lo destructor.

 La hablante  es una consciencia ética que remeda a los profetas, que parece clamar en el desierto, que a lo mejor reverbera  el contacto  de Gabriela en su niñez con la abuela paterna que la introducía al  dramatismo del Antiguo Testamento.

Es la caída  ontológica, es el término de la utopía, de la canción de las mañanas,  del bailar cuando la muerte  no nacía, es el inicio de la segunda Tierra,  fuera del Paraíso  De alguna manera, puede asociarse con la cita de Carlos Mondaca: “Todo el mundo fue mío /mas qué sombra me quitó del camino “.

Es la denuncia de los que no ven el mal,  lo dice quien legó unas palabras vivas sobre los piecesitos de niños” como  os ven y no  os cubren, Dios mío”
 El crecimiento de lo destructor, lo asociable a la muerte, el mundo pasivo, sin intervenir,  perdiéndose la  ocasión para actuar mientras la muerte era  niña.

Mal de la humanidad.

Falencia en el desarrollo personal que no atiende al llamado  de la consciencia ética.

En otro plano, una incursión en la integración entre  lo irreal,  la muerte como entidad que nace y se desarrolla, que evoluciona  desde la fragilidad vital a la omnipotencia ,y  una trama  propia del análisis transaccional en que hay  un victimario, la muerte, un rescatador fallido, el hablante, una víctima potencial,  todos nosotros.