Conversando desde la Amistad (30)
Palabras de un amigo
Antonio Elizalde
Querid@s
amig@s
A pocos días de cumplir mis 70 años y quizás debido
a que uno comienza a hacerse más sensible frente a lo vivido, he querido
compartir con Uds. algunas reflexiones respecto a lo que ha sido mi experiencia
de habitar lo humano. Además me aprovecho de las circunstancias debido a
que como los seres humanos le tenemos un extraño respeto a los 0, en mi caso
70, eso le da más solemnidad a lo
que pienso, siento y escribo.
He descubierto que después del regalo más grande de
todos cual es el amor incondicional que me ha entregado ya por más de cinco
décadas mi esposa María Eugenia, uno de los regalos más importantes y preciado
que he recibido en mi vida, , ha sido la amistad que Uds. me han brindado y que
atesoro, con mi obsesión de coleccionista, como mi segunda colección más
importante, pues la primera es mi familia nuclear, Mary, mis hijas e hijos, mis
nietos y nietas y mi bisnieto. Ahora, si uno pudiese hablar de una colección
mayor, mi familia extensa, Uds. bien saben que han sido incorporados a ella,
hace ya mucho tiempo.
Quizás en el futuro gracias al poder que nos
proporciona el instrumental informático podremos ir construyendo así nuestras
familias afectivas, agregando nuestros apellidos a aquellos que queremos, y
recibiendo los apellidos de aquellos que nos quieren. Y podríamos entonces
reemplazar los fríos números que hoy nos identifican en nuestras cédulas de
identidad por cálidos apellidos, y así podríamos al igual que en la
nomenclatura zoológica tener taxones, en este caso apellidos, que dan cuenta de
cuan rica ha sido nuestra experiencia humana. Ello porque iríamos agregando a
nuestra dotación inicial (los apellidos que nos dieron nuestros padres) los de
nuestros amigas y amigos más queridos, aquellos de las amistades profundas. Las
que se sienten cuando se experimenta aquel reencuentro, que incluso después de
un largo período transcurrido, nos hace sentirnos como si hubiese sido sólo
ayer esa conversación que el tiempo y la distancia habían interrumpido.
En mi caso, esto lo descubrí cuando recurrí a muchos
de Uds. para invitarlos a ser parte de los proyectos editoriales que he
impulsado en los últimos años. Hasta ese momento yo aún no era capaz de
reconocer el enorme capital social y "ético" (para ser más preciso y
seguir la nomenclatura propuesta por Adela Cortina) que había acumulado a lo
largo de mi vida. Fue cuando comencé a recibir vuestra generosa disposición y
entusiasta respuesta a las invitaciones hechas que descubrí tantos y tantas
amigas, que incluso llegué a quedar abrumado por las muestras de amistad
recibida.
Recordando y añorando tantos momentos vividos no
dejo de tener presente con "saudade" (que palabra más bella e
indefinible) vivencias profundamente sentidas. ¡Cómo olvidar aquellas
despedidas y reencuentros después de años e incluso décadas! ¡Cómo olvidar la
preocupación, la compañía, el "estar ahí" en los "no
lugares" en tantas circunstancias entre tantos viajes realizados! ¡Cómo
olvidar tantos lugares visitados y trayectos recorridos guiados por el
conocimiento experto provisto por la compañía de tu amiga o amigo lugareño!
¡Cómo olvidar tantas conversaciones sobre lo divino y lo humano donde he
aprendido tanto y que me han enriquecido con sus ideas, sentimientos y
experiencias! ¡Cómo olvidar los maravillosos ejemplos de compromiso vital y
entrega que he podido conocer gracias a Uds.! ¡Cómo olvidar la gratuidad,
generosidad, disposición, entrega, hospitalidad, confianza y sobre todo cariño
que me han brindado tanto a mí y como a los míos!
Por allí en algún momento escuché de alguno de Uds.
que las amistades no eran transitivas, y pienso que es posible que sea así en
la mayoría de los casos, pero en mi propia experiencia creo haber sido premiado
por la transitividad. Quizás ese es el profundo sentido que debía tener
mi pasada por el mundo. Pues lo que he podido aprender después de muchas
búsquedas respecto a lo que es mi vocación auténtica en cuanto ser humano, es
que ésta es la de ser un conector, creo que eso es para lo cual vine a este
mundo, a intentar construir vinculaciones, nexos, ligazones. Y de Uds. he
recibido ese aporte inapreciable de transitividad, de disposición a recibirme
no sólo a mí, sino que a toda la historia que llevo conmigo, con todos mis
afectos (y también defectos), con mis amistades y compromisos, con mis
convicciones y creencias, con mis debilidades y flaquezas, como es realmente el
querer cuando el aprecio es verdadero. Gracias amigos por quererme, por
ayudarme a ser un mejor ser humano y por soportar mis obsesiones y manías
(entre ellos mi irreverencia y humor ácido y sombrío).
Con todo mi afecto,
Antonio
P.D.
1. Disculpen el que esta carta sea colectiva, pero
como también debo seguir viviendo (esto es hacer otras cosas además de escribir
cartas) tuve que hacerlo así. He pensado en cada uno de Uds. en particular al
evaluar si los incluía o no, de modo que siéntanse privilegiados pues han sido
arbitrados y seleccionados entre “el millón de amigos” (de Roberto Carlos) y
los 3502 amigos que yo tengo en Facebook
2. Tuve dudas de llamar a estas notas, post
data o notas a pié de página, pues me cuesta salirme de mi papel de editor que
es lo que hago cotidianamente; como pueden ver ya estoy adquiriendo una real
deformación profesional.
3. Creo que si aprendemos a reírnos más de nosotros
mismos y a no tomarnos tan en serio, viviremos más tiempo, tendremos menos
achaques, transitaremos más diáfanamente entre la levedad y la pesadez del ser,
y seremos más felices.