jueves, 3 de mayo de 2012

Conversando sobre la Amistad (212)


Conversando sobre la Amistad (212)
La amistad entre la psicología y la literatura
La amistad  las distancia  y los rechazos se dan entre campos  disciplinarios Hay, por cierto, una afinidad especial entre psicología y literatura. El Ulises de Homero y de Jcyce y el Itaca de Kavafis  son partes   de la cotidianidad y se expresan en  las entrevistas psicológicas y la psicoterapia, como el ser fáustico, hamletiano  quijotesco…
Veamos el testimonio  de Brigitte Aubel psicóloga  social con formación literaria  y muy conciente de la proximidad de la literatura con  lo más recóndito y esencial del  ser humano.

Relación Literatura y Salud
Todo lo que en este escrito pueda decir está teñido por una larga relación de amor a la literatura. Desde el primer día que tomé contacto con el primer libro que llegó a mis manos, que me fue regalado amorosamente por una de mis abuelas, un lazo invisible me unió a los libros. Una larga relación de amor que surge a partir de un gesto amoroso.

Me acuerdo muy claramente cómo fue que llegaron a mis manos los dos primeros libros, de sus páginas con ilustraciones en colores que fueron las que primero visité -una y otra vez- mucho antes que me dispusiera a pasear mis ojos sobre las palabras, desentrañando con ellas los secretos que luego se fueron revelando. Digo secretos porque hay mucho de intimidad en la lectura, las voces que van surgiendo al leer las historias de los personajes, son también las propias voces, voces la mayoría de las veces sin sonido audible, distintas unas de otras, que van compartiendo vida y pensamientos conmigo, cosas que los distintos personajes no conocen entre sí, pero que yo lectora cómplice conozco.

lectora cómplice conozco.

Después de eso, mi primer libro “de verdad” un libro de grande, con muchas páginas, con pocas ilustraciones y en dibujo en blanco y negro. Un libro de aventuras de un grupo de amigos y amigas casi adolescentes. Aventuras de grandes para mi que era una niña. Recuerdo que lo llevaba a todos lados a dónde iba, en mi mano, en mi bolsón de colegio, bajo mi almohada. Con él aprendí a disfrutar de las palabras - sigilosamente, es una de las palabras que recuerdo-, a releer párrafos, capítulos completos, por el puro gusto de pasar de nuevo a través de las palabras a imágenes, sucesos y paisajes remotos. Evoco también la libertad de los personajes de esa historia, iban a sus casas a buscar cobijas y alimentos, a avisar que estaban en un castillo abandonado para fotografiar el nacimiento de las crías de un águila.

Me gustaban los libros de aventuras, me gustaba la libertad de deambular, la curiosidad y el deseo de explorar qué había en ellos. Las complicidades entre dos o tres amigos o amigas, para arriesgarse a lo prohibido, a lo que estaba más lejos de los confines de la niñez.

Recuerdo las aventuras que inspiraron las páginas leídas, a las que me acompañaban mis amigas y amigos de la niñez, excursiones secretas a la orilla del rio Coyhaique, a las piedras del medio del rio, a recorrer sus orillas, a resbalar sobre sacos las montañas de virutas del aserradero cuando sus trabajadores ya habían terminado su jornada, de los costoso que era sacarse las virutas del pelo para que nadie se enterase de la hasaña, a los patios escolares a los que estaba prohibido visitar, a las edificaciones abandonadas del colegio a raiz de un incendio en las que se guardaban libros de cursos de años pasados y en los que nos entreteníamos en agregar anotaciones positivas.
Así es como comienza mi relación con la literatura, con los libros y de paso con la humanidad, quizá sea muy liviano decir de paso, puesto que imagino, es el deseo de contar historias de nosotros y nosotras los humanos y su entorno lo que mueve a los narradores a escribir. Aún en la poesía más solipsista hay un deseo de dar cuenta al menos de la propia existencia humana.

No creo que haya descripciones tan amplias y tan detalladas de un ser humano en particular como en la literatura. Un cuento de Bukovsky nos permite ponernos en el pellejo y en el corazón de un asesino pedófilo como ningún otro texto lo haya hecho jamás, ningún otro nos deja al descubierto la humanidad del asesino, al mostrarnos sus pensamientos y emociones en el relato en primera persona, como si se tratara de la propia lectora o lector.

Brigitte Aubel Chacón