Conversando
sobre la Amistad (212)
La amistad
entre la psicología y la literatura
La amistad las
distancia y los rechazos se dan
entre campos disciplinarios Hay,
por cierto, una afinidad especial entre psicología y literatura. El Ulises de
Homero y de Jcyce y el Itaca de Kavafis son partes
de la cotidianidad y se expresan en las entrevistas psicológicas y la psicoterapia, como el ser
fáustico, hamletiano quijotesco…
Veamos el testimonio de
Brigitte Aubel psicóloga social
con formación literaria y muy
conciente de la proximidad de la literatura con lo más recóndito y esencial del ser humano.
Relación Literatura y Salud
Todo lo que en este escrito pueda decir está teñido por una
larga relación de amor a la literatura. Desde el primer día que tomé contacto
con el primer libro que llegó a mis manos, que me fue regalado amorosamente por
una de mis abuelas, un lazo invisible me unió a los libros. Una larga relación
de amor que surge a partir de un gesto amoroso.
Me acuerdo muy claramente cómo fue que llegaron a mis manos los
dos primeros libros, de sus páginas con ilustraciones en colores que fueron las
que primero visité -una y otra vez- mucho antes que me dispusiera a pasear mis
ojos sobre las palabras, desentrañando con ellas los secretos que luego se
fueron revelando. Digo secretos porque hay mucho de intimidad en la lectura,
las voces que van surgiendo al leer las historias de los personajes, son
también las propias voces, voces la mayoría de las veces sin sonido audible,
distintas unas de otras, que van compartiendo vida y pensamientos conmigo,
cosas que los distintos personajes no conocen entre sí, pero que yo lectora
cómplice conozco.
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lectora cómplice conozco.
Después de eso, mi primer libro “de verdad” un libro de
grande, con muchas páginas, con pocas ilustraciones y en dibujo en blanco y
negro. Un libro de aventuras de un grupo de amigos y amigas casi
adolescentes. Aventuras de grandes para mi que era una niña. Recuerdo que lo
llevaba a todos lados a dónde iba, en mi mano, en mi bolsón de colegio, bajo
mi almohada. Con él aprendí a disfrutar de las palabras - sigilosamente, es una de las palabras que
recuerdo-, a releer párrafos, capítulos completos, por el puro gusto de pasar
de nuevo a través de las palabras a imágenes, sucesos y paisajes remotos.
Evoco también la libertad de los personajes de esa historia, iban a sus casas
a buscar cobijas y alimentos, a avisar que estaban en un castillo abandonado
para fotografiar el nacimiento de las crías de un águila.
Me gustaban los libros de aventuras, me gustaba la libertad de
deambular, la curiosidad y el deseo de explorar qué había en ellos. Las
complicidades entre dos o tres amigos o amigas, para arriesgarse a lo
prohibido, a lo que estaba más lejos de los confines de la niñez.
Recuerdo las aventuras que inspiraron las páginas leídas, a
las que me acompañaban mis amigas y amigos de la niñez, excursiones secretas
a la orilla del rio Coyhaique, a las piedras del medio del rio, a recorrer
sus orillas, a resbalar sobre sacos las montañas de virutas del aserradero
cuando sus trabajadores ya habían terminado su jornada, de los costoso que
era sacarse las virutas del pelo para que nadie se enterase de la hasaña, a
los patios escolares a los que estaba prohibido visitar, a las edificaciones
abandonadas del colegio a raiz de un incendio en las que se guardaban libros
de cursos de años pasados y en los que nos entreteníamos en agregar
anotaciones positivas.
Así es como comienza mi relación con la literatura, con los
libros y de paso con la humanidad, quizá sea muy liviano decir de paso,
puesto que imagino, es el deseo de contar historias de nosotros y nosotras
los humanos y su entorno lo que mueve a los narradores a escribir. Aún en la
poesía más solipsista hay un deseo de dar cuenta al menos de la propia existencia
humana.
No creo que haya descripciones tan amplias y tan detalladas de
un ser humano en particular como en la literatura. Un cuento de Bukovsky nos
permite ponernos en el pellejo y en el corazón de un asesino pedófilo como
ningún otro texto lo haya hecho jamás, ningún otro nos deja al descubierto la
humanidad del asesino, al mostrarnos sus pensamientos y emociones en el
relato en primera persona, como si se tratara de la propia lectora o lector.
Brigitte Aubel Chacón
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