sábado, 20 de febrero de 2016

Revista Co Incidir 24 Novena parte

Revista Co Incidir 24 Novena parte
Patricio Alarcón Carvacho y Domingo Bazán Campos 
ONTOEMPATÍA Y RELACIÓN EDUCATIVA: ALGUNAS IMPLICANCIAS PARA LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL 
Segunda parte 
2. La ontoempatía es en sí misma un motor de cambio social: 

“Más allá de breves y terroríficas iluminaciones,
los hombres mueren sin haber siquiera sospechado lo que era el otro”
Jean Paul Sartre 
Queremos ponernos ahora en el centro de la búsqueda de empatía en las relaciones humanas y educativas. Partamos señalando que, en la tarea ética y política de empatizar, no es 
suficiente retroalimentar el lenguaje del otro, no basta con reflejar las emociones del otro, no está completa la tarea con resonar energética o espiritualmente ante la presencia del otro. 
Se hace necesario y urgente incorporar en la coexistencia cotidiana la práctica consciente de reflejar el ser del otro. Llamaremos a esta competencia natural, entitativa y originaria: ontoempatía. 
¿Porque siendo propia del ser, se ha constituido en una práctica tan aislada? ¿Dónde y cuándo perdimos 


la capacidad de reflejar el ser del otro?, ¿quién nos rompió ese espejo óntico?, herramienta primordial y necesaria para poder existir y coexistir. 
¿Por qué siendo la condición o talento primordial para conocer, amar y convivir con el otro, se ha invisibilizado, pasando casi inadvertida? ¿Qué factor antinatural y posiblemente muy popular, ha alejado el ser de sí y de los otros?, ¿qué tipo de “ganancias” pseudoculturales-económicas-históricas y psicosociales, rondarán la oficialización de esta ceguera óntica? 
Existe información sobre estilos vinculares que avala la idea de que a los pueblos, en su infancia filogenética, les era natural y necesario ver y respetar al otro y lo otro en la esencia de su ser, del mismo modo que lo sería para los hombres y mujeres en su infancia ontogenética, donde la ausencia de “espesor del mundo”, el gozo lúdico de la presencia del otro, el asombro constructivista intacto y las emociones desnudas de pensamientos y creencias tormentosas y esclavizantes, permiten que el otro prójimo surja en cada espacio-tiempo, en la plenitud ontológica de su completud y perfección. 
¿Para qué, cómo y dónde revalidar y recuperar la ontoempatía? 
Conservar o reinstalar la ontoempatía permite el existir, permite que los interactuantes se perciban estando-siendo. Si la empatía como escuchar activo permite que el interactuante se sienta comunicado con el otro; la retroalimentación del contenido de los mensajes verbales, en el acto de la empatización mutua, hace que uno y otro sujeto se sientan comprendidos. El coexistir activo permite que el otro se sienta siendo, lo que necesariamente incluye el sentir y el pensar. La ontopedagogía podría ser entendida como el camino más corto, para comunicarse y construir intimidad. 
Ontoempatizar pone al otro en presencia-completa, lo convierte automáticamente en el “holoser” que es, surge con ello el coexistir pleno, aflora automáticamente en el “holoser” que es, surge con ello el coexistir pleno o verdadero, en oposición al pseudoexistir. También surge el amor en naturaleza original, el amor maduro, nutricio o real, que en oposición al pseudoamor, no sólo ve y refleja el ser, lo respeta y potencia a partir de esa identidad óntica. También abre la puerta a la libertad y con ello a la dignidad humana, porque como la ontoempatía no agrega ningún no-es al es, él que es se ve reflejado como un todo completo, difícilmente se movilizará hacia la otredad para esclavizarse desde la necesidad de ser completado o valorado. 
Sabemos, además, que el ser libre nunca es un estado sino un proceso, por lo que diremos también que la libertad nunca es a propósito de una persona sino
que es un problema relacional, 
entonces, parafraseando a Paulo Freire, entendemos que “nadie se emancipa solo, sino que con los otros”. En consecuencia, no existe el sujeto emancipado sino “en emancipándose”, a lo largo de toda la existencia, siendo también cierto que uno de los requisitos de la emancipación humana es el fortalecimiento de la ontoempatía en el co-existir. 
Quién puede “verse” ontológicamente a sí mismo, se le facilita el acceso a la felicidad, en contraste con la pseudofelicidad, puesto desde su completud, no requiere nada fuera de él para permitirse la plenitud y el gozo. Del mismo modo, el acceso a la belleza es otra abundancia ontológica de quién es devuelto desde la otredad como un todo completo y perfecto, dado que estas dos son características fundamentales de todo lo bello. 

Para neoempatizar, para reflejar al otro sin una pérdida o aumento de su ser, primero el que mira debe verse así mismo completo, liberado de toda necesidad o tentación de utilizar al otro para su pseudocompletación. He aquí el origen y sentido del existir, porque él, a su vez, para ser, requiere de otro que sea visto por él en la misma completud. Es esta simultaneidad recursiva, lo que hace imprescindible la coexistencia para poder acceder a la co-liberación, co-belleza, co-amor y co-felicidad ya señaladas. 
Entonces, la ontoempatización sólo es posible, en la simultaneidad tempo-espacial co-empatizadora de la mismidad y la otredad. La que se puede mutuamente recuperar con la práctica diaria de una intimidad coexistencial, que es precisamente el medio para actualizar y “quitar el espesor del mundo”, al ser de los interactuantes. Para eso existen las relaciones de amor, para adelgazar la capa de no-ser, que separa los seres de hombre y mujeres, socioculturizados. 
Desde esta perspectiva, se puede homologar amar con ontoempatizar, dado que son el medio para quitar toda co- distorsión o co-ceguera, que pone distancia ontológica entre el yo y el . Se llega a amar lo que se quiere comprender –en tanto pretensión auténtica de alteridad- y se comprende profundamente lo que se ama –en tanto alteridad convertida en acto coexistencial. 
De un lado al otro de esta dulce y esperanzadora tensión se encuentra la vida misma, al menos, la más sublime y potenciadora de las experiencias humanas. 

Obra entretenida, llena de simbolismo, se desarrolla en un entorno mágico, que hermana la leyenda con la historia y la mitología. Narra numerosas historias mantenidas por el espíritu colectivo donde el tema central es el Poder y todo el peso de su lado oscuro, sus odiosidades, sus disvalores, su horrorosa modificación de la existencia humana y de la naturaleza, en todos sus aspectos tanto materiales como espirituales. 
Sólo el poder que se alcanza con el desarrollo humano, el cultivo de las capacidades personales y el temple del carácter puede ser reconocido, aceptado y valorado. Su puesta en práctica denota su verdadera nobleza. 
Así mismo, el autor desarrolla otros temas importantes como el logro de la Misión y el heroísmo en todas sus manifestaciones. La amistad y la fidelidad hasta el sacrificio. El amor humano y por la naturaleza. La inclusión y su valor para las buenas relaciones humanas. 
Lo recomiendo, buena lectura de vacaciones.