La Racionalidad integradora 19
La Integración de lo Poético y lo
Prosaico (3)
Ser humano: poético y prosaico
Leonard Boff
Uno de los más
inspirados poetas alemanes, Friedrich Hölderlin (1770-1843), dijo lo siguiente:
«El ser humano habita poéticamente la Tierra». Este pensamiento lo completó,luego,
un pensador francés, Edgar Morin: «El ser humano habita también prosaicamente
la Tierra». Poesía y prosa además de ser géneros literarios, expresan dos modos
existenciales de ser.
La poesía supone la creación
que hace que la persona se sienta tomada por una fuerza mayor que le trae
conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos nuevos. Bajo la fuerza de
la creación la persona canta, sale de la rutina y asume caminos diferentes.
Surge entonces el chamán que se esconde en cada persona, esa disposición
que nos hace sintonizar con las energías del universo, que capta el pulsar del
corazón del otro, de la naturaleza y de Dios mismo. Por esta capacidad se
descubren nuevos sentidos de lo real.
«Habitar poéticamente la
Tierra» significa sentirla como algo vivo, evocativo, grandioso y mágico. La
Tierra es paisajes, colores, olores, fascinación y misterio. ¿Cómo no
extasiarse ante la majestad de la selva amazónica, con sus árboles cual manos
tendidas hacia lo alto, con la maraña de sus lianas y enredaderas, con los
sutiles matices de sus verdes, rojos y amarillos, con los trinos de las aves y
la profusión de sus frutos? ¿Cómo no quedarse boquiabierto ante la inmensidad
de las aguas que penetran lentamente en la espesura y descienden mansamente
hasta el océano? ¿Cómo no sentirse lleno de temor reverencial al caminar horas
y horas por la selva virgen, como varias veces me tocó hacerlo con Chico
Mendes? ¿Cómo no sentirse pequeño, perdido, un bichito insignificante ante su
incalculable biodiversidad?
Habitamos poéticamente el
mundo cuando sentimos en la piel el frescor suave de la mañana, cuando
padecemos bajo la canícula del sol de mediodía, cuando nos serenamos al
atardecer, cuando nos invade el misterio de la oscuridad de la noche. Nos
estremecemos, vibramos, nos llenamos de ternura y nos extasiamos ante la Tierra
en su inagotable vitalidad, y al encontrarnos con la persona amada. Entonces
vivimos el modo de ser poético.
Lamentablemente son ciegos y
sordos y víctimas de la lobotomía del paradigma positivista moderno quienes ven
la Tierra simplemente como un laboratorio de elementos físico-químicos, como un
conglomerado inconexo de cosas yuxtapuestas. No, ella está viva, es Madre y
Pachamama.
También habitamos la Tierra
prosaicamente. La prosa recoge la cotidianidad y el día a día gris, hecho de
tensiones familiares y sociales, como los horarios y los deberes profesionales,
con discretas alegrías y tristezas disimuladas. Pero lo prosaico también
esconde valores inestimables. Se descubren tras una larga estancia en un
hospital, o cuando regresamos presurosos después de pasar penosos meses fuera
de casa. Nada más suave que el sereno transcurrir de los horarios y de los
quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de una navegación
tranquila por el mar de la vida.
Poesía y prosa conviven y se
alternan de tiempo en tiempo. Tenemos que velar por lo poético y lo prosaico de
nuestras vidas, pues ambos se complementan y ambos están amenazados de
banalización.
La cultura de masas ha
desnaturalizado lo poético. El ocio, que sería el momento de ruptura de lo
prosaico, ha sido aprisionado por la cultura del entretenimiento que incita al
exceso, al consumo de alcohol, de drogas y de sexo. Es una vivencia poética,
pero domesticada, sin éxtasis; un disfrute sin encantamiento.
Lo prosaico ha sido
trasformado en simple lucha darviniana por la supervivencia, extenuando a las
personas con trabajos monótonos, sin esperanza de gozar del merecido ocio. Y
cuando éste llega, resultan rehenes de quienes han pensado todo por ellas,
organizan sus viajes y les fabrican experiencias inolvidables. Y lo consiguen.
Pero como todo es artificialmente inducido, el efecto final es un doloroso
vacío existencial. Y entonces les dan antidepresivos.
Saber vivir con levedad lo
prosaico y con entusiasmo lo poético