El Arte de Vivir
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Alicia y Antonio
en el planeta del Sentido 6
Se han encontrado con el Asombro y la Integración y acaban
de conocer al Cuidado
Creo que es importante hablarles sobre el Cuidado. El no se toma el
cuidado de darse a cono…dice
la Integración o justamente muestra, al no hablar de sí misma , una
de sus características importantes , expresa el Asombro, llegando en ese
momento y saludando al
Cuidado con mucha calidez
En fín, dijo
la Integración, tratando de ser cuidadosa, les comunico algunas percepciones sobre el cuidado y un relato antiguo que tiene mucho sentido…, pero reconozco que me asombraría… si no afectara
su natural desapego.
Les cuento
Recordemos
lo esencial del Cuidado con esta nota de Leonard Boff que me llega por mi computador
ontológico.
El Ethos que
cuida
Cuando amamos, cuidamos, y
cuando cuidamos, amamos. Por eso el ethos que ama se completa con el ethos que
cuida. El «cuidado» constituye la categoría central del nuevo paradigma de civilización
que trata de emerger en todo el mundo. La falta de cuidado en el trato dado a
la naturaleza y a los recursos escasos, la ausencia de cuidado en referencia al
poder de la tecnociencia que construyó armas de destrucción en masa y de
devastación de la biosfera y de la propia sobrevivencia de la especie humana,
nos está llevando a un impasse sin precedentes. O cuidamos o pereceremos. El
cuidado asume una doble función de prevención de daños futuros y de
regeneración de daños pasados. El cuidado posee ese don: refuerza la vida,
atiende a las condiciones físico-químicas, ecológicas, sociales y espirituales
que permiten la reproducción de la vida, y de su ulterior evolución. Lo
correspondiente al cuidado, en términos políticos es la «sostenibilidad» que
apunta a encontrar el justo equilibrio entre el beneficio racional de las
virtualidades de la Tierra y su preservación para nosotros y las generaciones
futuras. Tal vez aduciendo la fábula del cuidado, conservada por Higino (+ 17
d.C.), bibliotecario de César Augusto, entendamos mejor el significado del
ethos que cuida.
«Cierto día, Cuidado tomó un pedazo
de barro y lo moldeó con la forma del ser humano. Apareció Júpiter y, a pedido
de Cuidado, le insufló espíritu. Cuidado quiso darle un nombre, pero Júpiter se
lo prohibió, pues quería ponerle nombre él mismo. Comenzó una discusión entre
ambos. En ésas, apareció la Tierra, alegando que el barro era parte de su
cuerpo, y que por eso, tenía derecho de escoger el nombre. La discusión se
complicó, aparentemente sin solución. Entonces, todos aceptaron llamar a
Saturno, el viejo Dios ancestral, para ser el árbitro. Este decidió la
siguiente sentencia, considerada justa: «Tú, Júpiter, que le diste el espíritu,
recibirás su espíritu, de vuelta, cuando esta criatura muera. Tú, Tierra, que
le has dado el cuerpo, recibirás su cuerpo, de vuelta, cuando esta criatura
muera. Y tú, Cuidado, que fuiste el primero en moldear la criatura, la
acompañarás todo el tiempo que viva. Y como no ha habido acuerdo sobre el
nombre, decido yo: se llamará «hombre», que viene de «humus», que significa
tierra fértil».
Esta fábula está llena de lecciones.
El cuidado es anterior al espíritu infundido por Júpiter y anterior al cuerpo
prestado por la Tierra. La concepción cuerpo-espíritu no es, por tanto,
original. Original es el cuidado «que fue el primero que moldeó al ser humano».
El Cuidado lo hizo con «cuidado», con celo y devoción, o sea, con una actitud
amorosa. Él es anterior, el «a priori» ontológico que permite que el ser humano
surja. Esas dimensiones entran en la constitución del ser humano. Sin ellas no
es humano. Por eso se dice que el «cuidado acompañará al ser humano todo el
tiempo que viva». Todo lo que haga con cuidado estará bien hecho.
El ethos que cuida y ama es
terapéutico y liberador. Sana llagas, despeja el futuro y crea esperanzas. Con
razón dice el psicoanalista Rollo May: «en la actual confusión de episodios
racionalistas y técnicos, perdemos de vista al ser humano. Debemos volver
humildemente al simple cuidado. El mito del cuidado, solo él, nos permite
resistir al cinismo y a la apatía, dolencias psicológicas de nuestro tiempo».