sábado, 11 de febrero de 2012

Conversando sobre la Amistad (130)

Conversando sobre la Amistad (130)
Purificación-miedo (9)
“El parto de los montes”. La huella en nuestras conversaciones de otra fábula atribuida a Esopo, transmitida por la tradición oral.
“El parto de los montes”. Los montes daban elocuentes señales de que iban a dar a luz y… al fin fue el parto de un modesto ratón. La moraleja apuntaba a los jactanciosos, pretenciosos, que pretenden dar cuenta de ser autores de algo extraordinario que termina siendo una banalidad. También es útil para advertir sobre grandes temores que no tienen verdadero sustento. Algo, tal vez, de actualidad.
Veamos algunas versiones de esta fábula
Se difundió la información de que los montes de una región del norte de Grecia estaban próximos a reproducirse, con grandes movimientos sísmicos y ruidos ensordecedores Huían multitudes hacia todos los puntos del horizonte. Se a acercaron , con alto riesgo de sus vidas, algunos gozadores sempiternos de novedades, unos pocos pirómanos y redactores de medios sensacionalistas.
Gran alivio en los fugitivos y decepción de los espectadores. Quien nació fue un modesto ratón qui n emprendió veloz carrera y no alcanzó a ser investigado o, incluso, entrevistado por algún interprete dotado.
De todos modos, un descendiente de un presunto observador dio la siguiente versión de lo ocurrido .
Todos estaban presas del pánico, Como si hubiera llegado Marte con sus hijos Fobos y Deimos, Temblaban con violencia de sismo. Los corazones parecián llevar el compás de los movimientos compulsivos de los brazos y las piernas. Todo se movía: el suelo, los olivos, las casas pobres , los templos, los palacios. En el horizonte, las montañas se estremecían. Se contraían,
Sí ,eran contracciones de parto Era claro que se trataba del parto de algún Dios. Seguramente un hijo de Zeus, al que la tierra, Gea, Gaia, cómplice, quiso ocultar de los terribles celos de Hera. Debía tratarse de un gigante. Alguien como Atlas, fuerte como Hércules…
Atención , se abrió la cumbre de la montaña , ya va a nacer…
No , no puede ser , salió corriendo un ratón, no, no es hijo de Dioses , yo alcancé a acercarme, nadie más. No me olvidaré de su gesto: me señaló a la gente que lo miraba, expectante y, luego, puso una mano en su cabeza , moviéndola de un amanera cuyo sentido era obvio. Luego, desapareció. Creo que fui el único que vió y entendió su gesto.

Hay otra versión de lo ocurrido
EL PARTO DE ELLA MISMA
La montaña empezó a sentir contracciones íntimas. Al principio, distanciadas, confusas, opacas. Luego, cada vez más cercanas, más nítidas, más brillantes hasta tomar en ritmo encantador…. Uno, dos, tres y la pausa amable, entera, comprensiva.

¿Recuerdas? La querían ayudar, palpándole la nieve, aquellos valles, las mesetas conocidas. Era tiempo de parto, aunque el sol se distraía y las amapolas enrojecían como siempre.

Urgencia en el respirar. Aquel sonido anhelante. El llamado de las entrañas se hacia presente creciendo, tibio, vivo.

Entonces, el tiempo se ensanchó y, relajándose, la montaña nació de nuevo, mientras, como un ratoncillo gris, se alejaban los años gastados.
Hay una cuarta versión, insidiosa, supuestamente proveniente del cosmos, donde se sostiene que el parto de los montes es el del ser humano,