Para Fábulas y Para Mitos 22
A BUSCAR AL VIEJO
DEL SACO
Los niños se propusieron encontrar al viejo del saco.
Podía venir si uno no se entraba a la hora. Si ponía
la mano en determinadas palabras. También, si se demoraba en la comida, aunque
fuera de cochayuyo o acelga. Había mucho que saber sobre él. ¿ Usaba algun loro
para averiguar lo que pasaba? Eso, preguntaba Juanita, la hija del señor de la
cantina. Su padre tenia un loro que avisaba la vecindad de carabineros. Vivía
de allegado y ella lo quería mucho.
La curiosidad de Carlos, cuyos padres tenían la
paquetería de la plaza ,se refería al saco mismo. Cómo estaba hecho. Cómo lo
podria cerrar para que no se arrancaran los niños, dejándolos respirar. El
hermano mayor, alejado de estas cosas desde que trato de conocer al Viejo
Pascuero y descubrió doce diferentes en la cuadra, le habia recordado las
bolsas enrejadas, pero habia mas problema: ¿No le importaría al Viejo que las
demás personas lo vieran? El inspector podía pedirle patente, por ejemplo.
Mecedes, cuya madre vivía apurada, poniendo
inyecciones, quería resolver dudas de horario. Si el Viejo supiera, al mismo
tiempo, de un niño que no está comiendo, de otro que dice garabatos y de un
tercero que pasa mucho tiempo en la calle, ¿ A cuál se llevaría primero?.
Pensaron en el mejor plan posible, mientras se
columpiaban. Juanita abrió el camino. Yo le preguntaría al señor que hace de
loro en mi casa, dijo ella. Él tiene que saber del viejo, si el del saco usa
loros,los loros deben conocerse entre ellos.
Los niños la acompañaron. El señor loro tomaba
tranquilo un mate amargo.No trabajaba. Era tan bueno para hablar con los
compadres y los guata de leche. Para qué perder tiempo. Además, los allegados
simpre vienen de lejos y saben muchas cosas.
El allegado nunca había hablado del viejo. Podía ser
de esos que no creen en nada. Contaban que había sido canuto.
El allegado se dió el gusto de hacer la broma de
costumbre, pidiendo a ´Carlos que tomara el primer mate, el del tonto, antes de
contestar. Mercedes pensó que podía estar medio enamonado, pero no era así: el
loro sólo tomaba tarde en la noche, para poder vigilar la llegada de los
verdes.
Espero que sus papás no se quemen con lo que les voy a
decir, dijo el allegado. ¿Es pura patilla la cuestion del viejo? Preguntó
Carlos, asociando vagamente lo presente y lo acontecido a su hermano con el
Pascuero.
Vengo de lejos, dijo el allegado; nada de lo que se
dice es pura patilla.
¡Ya salió el canuto! comentó Juanita, en tono
cariñoso. No soy canuto, dijo el allegado. Con lo que tomo ... aunque lo de
ellos tampoco es patilla. Cada uno tiene su ley. La mía es la del loro. ¿Más
mate? Hizo una pausa. Una cosa es preguntar si es cierto que hay un viejo. Yo
les podria decir que sí, y que lo conozco muy bien. La otra, es si se lleva a
los niños. La verdad es que casi nunca se lleva a los niños. ¡menos mal! En
cambio, muchas veses se lleva a los grandes… ¿ Y cómo es el saco? Preguntó
Carlos.
Tambien tendríamos que entrar a tallar ahí, Carlitos. No tiene saco el viejo.
¿ Y cómo se lo lleva?
Preguntó la Mecedes. Mi mamá no carga al hombro un enfermo grande ni a
cañón, y tiene harta fuerza.
No necesita saco, explicó el señor loro. Todos tenemos
un saco, y el viejo lo puede usar.
¿Y a quien se lleva primero? Insistió la mercedes. ¿Se
podría llevar a mi mamá , por ejemplo, si pone mal la inyección?
Cada uno sabe cuando lo puede llevar el viejo, dijo el
loro. Es uno el que sale con él. El que lo busca. Yo me voy todas las noches a
terminar mi trabajo de loro. Me voy con el viejo, en mi saco.
El allegado se fue a dar una vuelta a la esquina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario