Draco Maturana
Seguimos
con la narración autobiográfica de
Draco Maturana y su perdurable
Dragón.
Draco seguirá
presente
El Dragón (2)
De
esa fiesta no recuerdo casi nada, sólo que la candidata ganadora fue la de
nuestra escuela con un nombre misterioso: Gloria Leguiso. Terminada la
fiesta acompañé a Danica hasta su casa, que era la casa sus tías.
Era muy tímida, como un pequeño animal salvaje, me permitía que la fuera
buscar a la salida de su escuela y la acompañara a donde debía ir, en general a
su casa pero, al menor gesto inusual, partía corriendo y me dejaba plantado
donde fuera. De ella supe muy poco, no mucho más que tenía una hermana menor y
que sus padres tenían pequeño comercio en la calle principal de
Antofagasta. Prefería hablar de sus estudios o de sus compañeras. Antes de que
me diera cuenta estábamos en los exámenes de fin de año y la vi poco o nada. Un
día desapareció y supe que había vuelto a su casa.
Debería
decir que fue mi primer amor acuciante e irrenunciable. Su partida me dejó un
enorme vacío. Terminaron mis exámenes y decidí buscarla, al fin del mundo si
era necesario. En éste caso el fin del mundo era su ciudad Antofagasta que se
encontraba a más de 1000 kilómetros al norte. No me era fácil pues, mi
capacidad económica, era muy parecida a cero. Tenía claro que necesitaba no
sólo un medio de transporte si no que, también, ¿cómo poder vivir allí unos
días?. Supe que, mi Escuela ofrecía diversas alternativas de trabajo de
vacaciones en empresas a lo largo del país. Fui a preguntar y encontré
que podría trabajar como obrero durante un mes en la empresa eléctrica de
la zona con base en ¡ Antofagasta ! No dudé y me inscribí para esa
"práctica de trabajo". No recuerdo cómo conseguí
pagar el pasaje del tren. Éste era un tren de trocha angosta que hacía ese
larguísimo viaje deteniéndose en todas las estaciones que existían y
algunos sitios donde no había nada pero, misteriosamente, surgía
alguien. El viaje duraba cerca de 22 horas. Como mi pasaje era de tercera
clase, no ofrecía sólo asientos de madera y buena parte del viaje
lo hice sentado en la pisadera de acceso al vagón que me correspondía. Todas
mis experiencias de viajes tenían que ver con sur-verde de nuestro país y nada
me preparó para la sequedad del Norte, su inmenso desierto salino, con
sus coloridos sorprendentes, rojos azules, naranjas, paisaje duro que imaginé
lunar, lleno de misterios y unas pocas veces roto por pequeñas manchas de
verdes y amarillos que contaban, gritaban ¡aquí hay agua!. Miré fascinado horas
y horas , casi sin dejar mi lugar en la pisadera, ese paisaje nuevo para mi,
cuyos colores cambiaban con las horas y los kilómetros... Soñé con, alguna vez,
caminarlo, sentirme descubriéndolo como si fuera el primer hombre en
recorrerlo. Al mismo tiempo, lo sentía como un laberinto infinito, voraz
capaz de devorar a cualquier incauto y lleno de huesos blancos de hombres que,
antes que yo, se había enamorado de esa belleza, buscando sueños ,
tesoros escondidos en ella y que habían desaparecido en empresas locas
(muchas leyendas hablan de ellos y de unos pocos afortunados que
allí encontraron la fortuna). También escuché otro tipo de historias: en
alguno de sus pequeños valles existía un sitio mágico donde confluían poderes
cósmicos y era visitado por extraterrestres, también relatos que contaban que
gentes e incluso vehículos completos que era abducidos y aparecían en
otro sitio y tiempo sin entender qué había pasado, ni recordar nada de su
experiencia . En algún momento subiendo una muy larga cuesta, el caminar
del tren fue tan lento que pude bajarme ( no fui el único) y caminar a su lado
dentro de ese desierto, luché con la loca tentación de adentrarme en él
... las montañas se veían tan cerca, sus colores tan nítidos en contraste
con las partes bajas donde la superficie con el calor parecía un dibujo
tembloroso, impreciso.
Sin
saber mucho cómo, sumergido en ese tiempo detenido y cambiante donde nada era
igual, lleno de imágenes poderosas que se fundían en algo que, ya sabía, no
podría recobrar, me encontré con el encanto roto, en una ciudad desconocida,
casi sin verdes y con un intenso olor a mar.
¿Cómo
fue para mi esa ciudad? ¿ en qué consistió mi trabajo, si aprendí algo
ahí.? No lo sé. Por alguna razón cada vez que deseo recordar algo de ese
tiempo, no encuentro una sola escena de trabajo, sólo me parece recordar actos
de espionaje, encantar con figuras de origami a su hermana menor y pagar
con ellas algún dato sobre su planes, lugares donde iría para lograr
encontrarme con ella "por casualidad". La verdad es que
no tuve mucho éxito. Siempre estaba con sus antiguas amigas de colegio,
que sospecho se divertían a costa mía, y me entregaban datos sobre sus
actividades futuras. Así y todo obtuve algunos momentos inolvidables . Estuve
con ella en un baile, ( yo no sabía bailar) y ella para mi placer, se divirtió
enseñándome... Creo que era un bolero que estaba de moda y se repetía una y
otra vez, " la última noche que pasé contigo/ he querido olvidarla/
Pero no he podido.."..... estar con ella en un baile, una cercanía
imposible con una mujer, fue una escena de sueño. En otra ocasión puse
llegar "por azar" a una playa donde ella había ido con sus
amigas y usar mi habilidades natatorias submarinas par aparecerme
a su lado entre las olas como un pequeño y juguetón dios del mar....
El
tiempo corrió rápido y me encontré con el fin de esta pequeña aventura, soñando
con encontrarla de nuevo en Santiago, pues ya sabía como encontrarla.
El
viaje de regreso fue muy diferente. El gerente de la empresa eléctrica donde
trabajé era ex-alumno de mi escuela y por esa simpatía frecuente con los
más jóvenes que comparten sus viejos anhelos, me cedió un pasaje en avión
que no usaría. Me quedé sin volver a atravesar lentamente ese desierto que
quedó instalado en mi fantasía.
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