Lo Cotidiano y lo Universal 27
En la ecología del yo entran sus proyecciones en la dinámica grupal y comunitaria.
A mayor desarrollo personal, más integración del amor y el
desapego y menor tendencia a la posesividad de los logros y a responsabilizar a los otros de los
fracasos. Esta fábula de Iriarte abre caminos jóvenes
de todas las edades.
LA MÚSICA DE LOS ANIMALES
Iriarte
Cuando se trabaja una obra entre muchos, cada uno quiere
apropiársela si es buena, y echa la culpa a los otros si es mala
Atención, noble auditorio,
que la
bandurria he templado,
y han de dar
gracias cuando oigan
la jácara que
les canto.
En la corte
del león,
día de su cumpleaños,
unos cuantos animales
dispusieron un sarao;
y para darle
principio
con el debido
aparato,
creyeron que una academia
de música era del caso.
Como en esto de elegir
los papeles adecuados
no todas veces se tiene
el acierto necesario,
ni hablaron del ruiseñor,
ni del mirlo
se acordaron,
ni se trató de calandria,
de jilguero ni canario.
Menos hábiles cantores,
aunque más determinados,
se ofrecieron a tomar
la diversión a
su cargo.
Antes de llegar la hora
del canticio preparado,
cada músico
decía:
«¡Ustedes verán qué rato!»
Y al fin la capilla junta
se presenta en el estrado,
compuesta de los siguientes
diestrísimos operarios:
los tiples
eran dos grillos;
rana y cigarra, contraltos;
dos tábanos, los tenores;
el cerdo y el burro, bajos.
Con qué agradable cadencia,
con qué acento
delicado
la música
sonaría,
no es menester ponderarlo.
Baste decir que los más
las orejas se taparon,
y por respeto al león
disimularon el chasco.
La rana, por los semblantes,
bien conoció, sin embargo,
que habían de ser muy pocas
las palmadas y
los bravos.
Salióse del corro, y dijo:
«¡Cómo desentona el asno!»
Éste replicó: «¡Los tiples
sí que están desentonados!»
«¡Quien lo echa todo a perder
-añadió un grillo chillando-
es el cerdo!» «¡Poco a poco!
-
respondió luego el marrano-:
nadie desafina
más
que la cigarra, contralto».
«¡Tenga modo y hable bien!
-
saltó la cigarra-; es falso:
esos tábanos tenores
son los autores del daño».
Cortó el león la disputa,
diciendo:
«¡Grandes bellacos!
¿Antes de empezar la solfa
no la estabais celebrando?
Cada uno para
sí
pretendía los aplausos,
como que se debería
todo el acierto a su canto;
mas viendo ya que el concierto
es un infierno abreviado,
nadie quiere parte en él,
y a los otros hace cargos.
Jamás volváis a poneros
en mi presencia: ¡mudaos!,
que, si otra
vez me cantáis,
tengo de hacer un estrago».
¡Así permitiera el cielo
que sucediera
otro tanto
cuando, trabajando a escote
tres escritores o cuatro,
cada cual
quiere la gloria,
si es bueno el libro u mediano,
y los compañeros tienen
la culpa, si sale malo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario