E l Arte de Vivir 44
Destellos de la Vida
Cotidiana
Revista Co Incidir 10
Sexta parte
Draco
Maturana
JUICIO Y PROCESO AL TRAUCO
Por desgracia, tenemos un solo vocablo para designar el
amor. Los griegos tenían tres: Eros, Phylía y Agapé. Eros comanda el
deseo, pasión insaciable que crece con la distancia, nunca se satisface y
pronto se aburre. Phylía es un grado más elevado y crece con la
presencia de los amigos. Agapé es la forma más noble; es el amor que
comparte todo y busca la dicha en cada momento. Es fruto de la voluntad.
Proceso judicial al Trauco
Hay historias que, ya sea por el hecho
de ser entretenidas, o por parecer fantásticas, vuelan de boca en
boca en versiones que no son muy coincidentes. Casi siempre sucede que, si
alguien quiere encontrar el origen exacto de ellas y saber, con un impulso de
cronista, cuánto hay de verdad o si se trata de un mito formado por el
tiempo y la imaginación de los narradores, rápidamente se encuentra en un
laberinto con muchas salidas. En esa situación me encontré cuando me pidieron
que contara la historia del juicio al Trauco.
Esta historia desde siempre me pareció
sorprendente y digna de no ser olvidada. Me pareció increíble, aún en éste archipiélago
maravilloso y lleno de fantasías. Algo de otro tiempo y no de un ayer cercano.
¡Un juicio al Trauco! ¡A un personaje mitológico! Que se trate de un
proceso formal, en que el acusado no se presenta cuando es citado a declarar
por el juez, y entonces el juez le nombra un "abogado de oficio" para
que lo defienda de la acusación de violación hecha en su contra. Algo así, creo
que debe ser único en nuestra parte del mundo.
Decidí partir por lo sano y buscar los
expedientes de ese juicio en el juzgado. Tal expediente no apareció por ninguna
parte. Finalmente alguien me informó que no lo encontraría, porque se lo
habrían prestado a un escritor que nunca lo devolvió. Poco a poco obtuve, de
diversas fuentes, detalles importantes, la suerte me permitió conocer a
algunos de los actores de la historia real, que desgraciadamente tenían sus
recuerdos bastante confusos por el tiempo. Sumando y restando dichos y
comentarios tuve la certeza de que el juicio había sido una realidad. Lo
más cercano, a una documentación oficial que encontré, fueron los
escritos de dos personas que habían tenido los expedientes en su mano. Uno
en la forma de un trabajo antropológico sobre el mito y un cuento escrito
por quién se dice nunca los devolvió. Todo esto me permitió escribir esto, que
es un cuento, no una crónica.
Lo que puedo asegurarles es que el
proceso existió, que tanto el juez, el abogado defensor de oficio y el
médico legista son personas reales que, en el día que escribo esto, están
vivas.
No hace mucho tiempo, en la mitad de
siglo pasado, la red de caminos internos de la isla grande era bastante
precaria y por ello muchas pequeñas comunidades, formadas por unos pocos grupos
familiares, estaban poco conectadas con los centros urbanos más grandes.
Esta historia comienza en una pequeña
comunidad al sur de Chonchi.
Un hecho sorprendente en un archipiélago
maravilloso.
“El tiempo está borrascoso y lleno de
ruidos inquietantes, esto lleva a la mujer, la madre, a hacer algunos ritos de
protección como dar hachazos en las cuatro esquinas de su casa. Vuelve, se
sienta junto a la cocina preocupada por los ruidos que escucha: a veces es como
si alguien diera hachazos en árboles cercanos, a veces parecen animales que
pasan corriendo. Alguien golpea la puerta, se inquieta.
Desconfiada, va a abrir, se tranquiliza pues ve junto a su puerta a una
mujer que, de tanto en tanto aparece, va y viene sin que la llamen, es
comadrona. Son amables con ella, aunque la miran con alguna sospecha,
temen que tenga algo que ver con brujos y magias. La niña que ha estado todo el
tiempo sentada en un rincón se levanta, dice voy a orinar y sale al patio. Poco
después llega el hombre, el padre, con el poncho mojado pues viene desde
"pueblo" y ha llovido. Recibe el mate, que ya ha pasado de mano en
mano entre las mujeres y pregunta ¿y la niña? Salió a orinar dice la mujer, no
hace mucho y no ha vuelto. El hombre da un gruñido mientras chupa la bombilla.
Los tres están en silencio, hay un ruido sordo de ráfagas de viento que se
rompe con un grito. ¡La niña! dice la madre, mientras el hombre devuelve el
mate, la mujer de visita, la comadrona, ya ha salido. Sigue el quejido hasta la
bodega galpón que está casi junto a la casa. Ahí está la niña medio en
cuclillas, afirmada en un saco de papas. Mira aterrada lo que ha salido de
entre sus piernas: un pequeño, ser deforme, lleno de pelos. La comadrona
no duda, saca de su bolsillo una tijera, corta el cordón, lo amarra
y le dice al hombre que ha llegado y está como una estatua en la entrada
de la bodega "hay que esperar la placenta, parece un hijo del
Trauco por lo deforme y peludo". Luego abriga con unos sacos al recién
nacido que se queja suavemente. El hombre vuelve a casa a buscar unas mantas
para abrigar a la niña mientras esperan la placenta. La madre,
prepara un caldo caliente, todos saben lo que tienen que hacer. Cada uno
encerrado en su silencio. Los ruidos que vienen del bosque, se hacen más
notorios e inquietantes: a veces parecen carreras de animales enredados en las
ráfagas del viento, otras, lejanos golpes de hacha que vienen de la
profundidad del bosque. Esto lleva a la mujer, que ha traído un caldo
caliente para la niña, a decir en voz alta: _Creo que es el Trauco que ronda enojado, hacen días
que está así_. Finalmente la niña ha expulsado la placenta y la llevan a
la casa. Cuando vuelven a buscar al nacido, éste ya no respira. Hay que
enterrarlo- dice el hombre-. No se puede - dice la comadrona. Nació vivo
hay que ir Chonchi y avisar.... -¿Por qué?- dice el hombre- . Ya está muerto,
¿a quién le va a importar?- . -Es la ley - insiste la comadrona- si no va
usté tendré que ir yo. Es mi obligación, pues estuve presente-.
La discusión se acaba con golpes en la
puerta. Es un par de carabineros de ronda que al ver luz en la casa se acercan.
Vienen cansados y mojados. Sin conversar están de acuerdo, les vendría bien un
descanso y algo caliente.
El carabinero de más edad, escucha lo
que le cuentan las tres personas de manera enredada. Él es de otro
lugar del país y no entiende mucho lo que pasa ni lo que le cuentan, pero se
siente investido de autoridad y con la obligación de mostrarla y ejercerla.
Dice con voz autoritaria:
- Tengo que hacer un parte con todo
esto. A ver, partamos por el principio. ¿Los nombres, edades, oficios de cada
uno?-
Mientras se entregan estos datos,
el carabinero más joven ha ido a la bodega, ve el nacido ya muerto y la
placenta semi-envueltos en un saco. Como es del campo, ya ha visto nacer
animales y personas por ello reconoce bien lo que ve.
Cuando vuelve a la casa, el carabinero
mayor ya ha anotado los datos que necesitaba y pregunta.
- ¿Quién es padre de la guagua?-.
Los tres adultos, contestan casi al
unísono:
- "El Trauco".
Desconcertado, no entiende la respuesta
y mira a su compañero, éste orgulloso de participar con su mayor conocimiento
del lugar, le aclara:
- Yo ya fui a la bodega y
miré al nacido, por lo deforme, de aspecto poco humano y lo peludo, a mí
también me parece que es un hijo del Trauco.
El carabinero mayor no quiere
mostrar su ignorancia, carraspea y continúa su interrogatorio:
- ¿Cuál es el domicilio de ese señor?
Su compañero responde
inmediatamente, y así le vuelve a mostrar que conoce muy bien el lugar y
sus gentes y no es un afuerino.
- Nadie lo sabe, anda por ahí por el
monte y viola a las mujeres, prefiere las jóvenes que aún no han conocido
hombre alguno. Éste parece ser el caso.
Después de anotar trabajosamente todo
esto, el carabinero mayor le dice al hombre,
- Va tener que ir Chonchi y denunciar la
violación de la niña y la muerte del nacido.
Después de un momento de pesado
silencio, se vuelve a las mujeres y dice tímidamente.
- ¿Tiene algo
caliente? Estamos cansados y con frío.
La mujer les sirve a cada uno un
gran plato del caldo que recién hizo para la niña, quién está dormida roncando
ruidosamente, ajena a toda ésta encuesta.
Después de conversar un rato, los
carabineros agradecen la comida y antes de seguir con su ronda, le recuerdan al
hombre que debe ir a pueblo y denunciar la violación y muerte del nacido.
El hombre, muy a contrapelo, acepta.
Al amanecer vuelve a ensillar el caballo
y parte lleno de dudas y oscuros pensamientos, no tiene nada de claro qué
molestias le traerá todo esto.
Las dos mujeres, quedan junto al fogón
mientras el día se abre. Toman mate y conversan, mirando de vez en cuando
a la recién parida. Vuelven una y otra vez sobre los rumores que han
escuchado de la presencia del Trauco en los alrededores. Para ayudar a pasar el
tiempo y porque ya se siente en confianza, la comadrona cuenta una aventura con
el Trauco que le ha pasado a su amiga Julia.
Julia vivía sola en medio de un pequeño
bosque, no tiene miedo, se las ha arreglado siempre bien sola. Una noche siente
que alguien se acerca a su cama y le dice -¡Cállate Julia o te convierto
en gallina!- y la usa como mujer. Cuando se va le dice: - si hablas te
convierto en gallina, vuelvo el domingo- y se va.
Julia queda furiosa. Piensa que es el
Trauco y no sabe qué hacer, odia la idea de que la escena se repita. No le
gusta sentirse usada. Va a la casa de una comadre, con más años, que sabe
mucho, le han pasado más cosas que a ella. Cuando le cuenta le contesta:
- Yo también creo que es el Trauco, sólo
conozco un remedio, desagradable pero funciona-.
Julia le dice de inmediato,
-No me importa, no quiero vivir
inquieta y asustada. No, no quiero. Explícame qué tengo que hacer.
Bien, le dice la comadre.
- No te va gustar pero, vivir tranquila
vale la pena. Mira, el domingo que dijo que volvía, embadurna tus sábanas con
caca, odia ese olor, se va ir y no volverá más... después lavas las sábanas y
¡Sanseacabó!
Pasó un tiempo y me volví a encontrar
con mi amiga y le pregunté:
- Oye Julia y ¿Qué pasó, funcionó el
remedio?..
- Claro- me contestó Julia- Volvió el
domingo, se metió en mi dormitorio, abrió la cama sintió el olor, se echó hacia
atrás con un ¡ughhhh! se dio vuelta para salir, se tiró un enorme peo, se fue
y no volvió nuca más.
El sol ya había comenzado a calentar. La
comadrona se levantó, se despidió con recomendaciones para cuidar a la niña y
partió a sus asuntos.
En la tarde el padre volvió con una
citación. En 10 días más tenían que ir todos donde el juez del crimen en
Castro.
Los rumores corren rápido en las
pequeñas comunidades. Poco a poco, comenzaron a llegar vecinos con sus
cuentos sobre el Trauco, todos parecían haberlo divisado en algún momento ese
último tiempo. Apareció el cura quién anunció que simplemente era una criatura
del demonio lo que la niña había podido expulsar porque, unos domingos atrás,
la había visto en la iglesia, cuando el repartió la bendición a
Urbi et Orbi y justamente lo hizo mirándola a ella.
Fuera de la casa hubo comentarios más
oblicuos, salpicados de risitas, entre dos mocetones de la vecindad. Uno le
dijo al otro ¿no serás tú el Trauco? y el otro le contestó ¿quién me lo dice?
Yo creo que es más probable que seas tú... La verdad es que ha estado
loba y escondida éste último tiempo... no será que el viejo la ha vigilado y se
la ha estado dejando para él...
Pasaron los diez días, todo el grupo fue
a la ciudad a presentarse al Juzgado. Allí le tomaron declaraciones que, con
matices eran coincidentes. Según ellas, la niña no había conocido hombre alguno
y el Trauco la había violado. La niña, además, dio una descripción del
violador: pequeño, feo, sólo recuerda los zapatos o calcetines verdes y un
sombreo muy raro, no se acuerda bien porque la durmió con la mirada. Estas
declaraciones se sumaron a las que ya habían hecho la comadrona y los dos
carabineros. Se las pasaron al secretario del Juez, quien los citó en dos
semanas más para confrontarlos con el acusado, para que lo reconozcan. Éste
sería citado para el mismo día.
Al día siguiente el Juez les impartió a
Carabineros de Chonchi una orden para buscar a un individuo pequeño, feo con
zapatos y calcetines verdes que se conoce por el nombre de Trauco y
citarlo para fecha indicada.
Los carabineros buscaron al personaje de
la descripción entregada. No lo encontraron, recibieron muchas indicaciones
inútiles que los hicieron caminar y caminar. De vez en cuando algunos
comentarios burlones y la pregunta: ¿No sería mejor preguntarle al padrastro?
Llegó el día del comparendo y el acusado
de violación no apareció. El juez nombró entonces a su secretario como
"abogado de oficio" para que defendiera al acusado. Éste,
inmediatamente, pidió postergación para poder investigar y tratar de
contactarse con su defendido.
El defensor casi no durmió esa noche.
Había nacido en la isla, conocía muy bien su gente, sus mitos, la importancia y
el significado profundo de ellos pero, el haber sido primero Normalista y luego
Abogado, lo llevaba a dudar de la concreción real de ellos. Esa noche su mente
fue un torbellino. Le seducía profundamente la idea de ser abogado defensor del
Trauco y creía de partida en su inocencia (... al menos en éste caso). Desde
chico les tuvo simpatía a los personajes de la fantasía local y exculpar al
Trauco le pareció de toda justicia. Pero ¿cómo luchar contra todas las
declaraciones tan consistentes? Todas aseguraban que el Trauco había
violado a la niña y era padre del pequeño monstruo. ¿Había alguna fisura en
todo esto?... la única persona que habría visto al violador era la niña, su
declaración era la clave. Ella tendría que cambiar su declaración pero, ¿por
qué lo haría?
Finalmente tomó la decisión de visitar
el lugar. Llegó hasta allí, habló con vecinos escuchó sus comentarios, visitó
los lugares cercanos.
Volvió con las manos vacías, sólo con
algunas insinuaciones maliciosas que no lo impresionaron y con un dato que no
imaginó cómo y para qué podría serle útil: la niña era una hija recibida de
regalo porque ellos no podían tener hijos... ¿esto eliminaría al padrastro como
posible padre de la guagua? alguien insinuó eso. Esa posibilidad era fácil de
aclarar. Esto lo llevó a otra idea ¿en caso de una violación habrá alguna
evidencia? pensó que era posible, si la niña era virgen en ese momento, ¿el examen
médico podría mostrarlo? ¿Podría indicar algo más? Por fin tuvo una idea
clara sobre qué hacer. Fue a conversar con quien sería el médico legista y le
planteó su problema. Éste comenzó por reírse y luego le dijo. No es fácil que
exista una clara evidencia de relaciones sexuales consentidas pero, claro puedo
ser vago en mis observaciones y tu aprovecharte de eso y de su natural
ignorancia y lograr que diga la verdad.
Eso le bastó al abogado del Trauco. Fue
donde el Juez y le pidió que ordenara exámenes al grupo familiar:
fertilidad del padre, examen ginecológico de la madre y de la niña. Él mismo se
encargaría de citarlos y de explicarles el porqué de los exámenes.
Con los dos adultos la conversación fue
breve, se trataba de comprobar si la pareja era fértil y que la niña era
adoptada.
La conversación con la niña fue mucho
más larga. Le explicó que el examen podía establecer si era efectivo que ella
había estado sólo una vez con un hombre o el Trauco o muchas veces. Luego
agregó muy lenta y claramente, tú ya hiciste una declaración, puedes cambiarla
si no es verdadera... Mentirle al Juez es un delito que puede costarte
ser enviada a un lugar para menores.
Piensa bien, estás a tiempo para cambiar
tu declaración. En un rato más vendrá el Actuario, es la ocasión para cambiar
algo si lo deseas.
Después de esto, el abogado, la dejó
sola. No pudo dejar de sentirse culpable de tenderle una trampa a la pequeña. Pero
¿si no había nada que ocultar?
Cuando entró el actuario ella pidió
cambiar su declaración. Ahora dijo, que había culpado al Trauco porque fue lo
que escuchó decir a todos los viejos y ellos siempre lo saben todo.
La verdad era que había sido usada como mujer ya muchas veces por su
padrastro y un par de vecinos. Cosa que le agradaba y aceptaba con gusto.
La trataban bien le decían cosas bonitas y le hacían cariño.
Cuando el juez leyó esta declaración
decidió declarar inocente al Trauco de la acusación por violación, cerrar
el proceso y abrir un nuevo expediente para aclarar bien la participación del
padrastro y otros.
El abogado defensor del Trauco, sonrió
satisfecho, había salvado al personaje mitológico de una acusación injusta… por
lo menos esta vez.
Lo que vendría después sería rutina sin
gran interés.
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