E l Arte de Vivir 43
Destellos de la vida
cotidiana
Revista Co Incidir 10
Diciembre
Quinta Parte
Verónica Garay, psicóloga,
escritora, viajera incansable y amiga de guacamayos y murciélagos.
“EL TERAPEUTA DE REGRESO A CASA”
Los congresos a los que asistimos resultan ser en ocasiones
algo así como un paréntesis o pequeñas vacaciones necesarias, tras un largo
año de escucha. Los pasatiempos con
la poesía y el arte, resultan a la larga ser la verdadera puerta hacia aquellos
sueños que quedaron en el camino. Es así como un viaje a Centroamérica puede
significar varias cosas a la vez. Poesía, encuentros y conversaciones,
Guacamayos y Murciélagos, islas desconocidas y parajes hermosos.
Estuve antes de este viaje, sintonizando sin saber por qué
razón, con coloridos en diversas texturas de artesanías que publicaba una
página en internet. Le comenté a una colega acerca del mágico efecto que esos
colores, producían en mi persona. Sólo al llegar a esos mercados artesanales de
Chichicastenango, en Guatemala, pude experimentar de cerca lo que se venía
anunciando tras esos avisos coloridos. Si bien ya en alguna ocasión, la
artesanía mexicana me había llamado mucho la atención, estos tejidos variados y
multicolores resultaron tener de verdad un efecto sanador. Similar a los
mandalas, aquellos con los que había trabajado a través de la pintura que
hacían de ellos los pacientes, esta vez no podía resistirme a ciertos diseños
en particular, que se me aparecían en los mercados uno tras otro,
hipnotizándome por completo y llevándome a elegir más de alguno.
No podía entender tal contradicción en cuanto a esos
opuestos, la riqueza en el arte y su coexistencia con la pobreza reflejada en
una ansiosa persecución de los vendedores, con la insistencia casi molesta, de
verme en la obligación de adquirir sus mercancías. El regateo podía conseguir
diferencias enormes, entre una tasación inicial y el precio final puesto de
común acuerdo.
El arte reflejado en toda su dimensión cultural,
aparejado con los paisajes hermosos desde donde emergían esas obras, sin duda
era un punto de interés. La dimensión en que se experimentaba la temporalidad,
por otra parte, parecía ser un aspecto hasta ahora incomprensible desde su
percepción relativa. Fácilmente un par de días podían parecerme meses vividos
en un lugar que apenas conocía, y donde recién acababa de aterrizar. Y hasta
ahora mismo, que ya estoy de regreso en casa y atendiendo nuevamente a los
pacientes del hospital, a ratos parece que el tiempo vivido no es el real, y no
creo estar psicotizando, ¿o sí? …
Por último está ese poder que tienen ciertos lagos como
Atitlán o Calafquén, de activar los sueños y traernos de nuevo a la vida.
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