Multiversidad sin Fronteras 29
Esperanza 4
María Zambrano 2
La
objetividad y sus crisis
Como no encontramos nada a nuestra
medida, nos es es necesario hacerlo, construir un mundo habitable y que en
cierto modo supla lo que nos falta, y haga a la vez soportable nuestra
condición de seres nacidos prematuramente. Cuando se ha logrado, cuando se ha
levantado por fin una serie de conveniencias y una serie de idealidades,
estamos viviendo bajo seguro, a pesar de la angustia e inquietud que lleva
consigo aun la más feliz de las vidas.
Pero si tal cosa puede llegar a suceder,
si es posible este “universo el mismo para todos” -según decía Heráclito- en el
que nos encontramos cuando salimos del oscuro rincón de nuestros sueños, es
porque somos capaces de elevar la confusa y hasta enemiga realidad, a objeto.
Toda objetividad histórica es posible por la objetividad anterior a todas, por
la capacidad que el hombre tiene de transformar lo que le rodea en objeto. Es
decir, de sostenerlo y limitarlo.
Reconocer algo como objeto es detenerse
ante ello; quedar hechizado, prendido, darle crédito; quedar, en cierto modo,
en modo, enamorado. No podría haber realidad afirmada en objeto, con esa
especie de invulnerabilidad transparente que tienen los objetos, si no hubiese
este género de amor hacia la realidad que es capaz de atravesar el fracaso. Pero sin duda, la confianza primera
que hemos señalado ha sido alguna vez desmentida, lo sigue siendo. Muchas cosas
nos engañan. Engaño que es la experiencia necesaria para que algo se transforme
en objeto. El objeto, quiere decir, según es sabido, algo frente a nosotros,
algo que tiene independencia, que se ha desprendido de nosotros y existe desde
sí mismo.
Al despertar del engaño producido por
las apariencias es cuando realmente encontramos los objetos, cosa que, como se
sabe, no todos los hombres ni todas las culturas han sabido ni querido hacer.
Grecia es también esto nuestro origen, pues sus pensadores elevaron la realidad
a objeto, más allá de las fantasmagóricas apariencias, en vez de relegarla
definitivamente al reinado de las sombras. La historia de este proceso, tan
dramático y aun conmovedor, por ser uno de los mayores actos de generosidad que
el hombre haya realizado en su historia, es en realidad, la historia de la
Filosofía griega desde Parménides a Plotino.
Objeto es algo frente a nosotros, algo,
por tanto, que nos limita ante lo cual tenemos que quedar detenidos. No podría
existir sin un cierto enamoramiento que es siempre un detenerse y un
aniquilarse a sí mismo para dejar sitio a lo que no podría existir para
nosotros en toda su plenitud, si no fuera por esta especie de vacío que hacemos
negándonos; que no podía estar ahí como está, si irrumpiese en ello. Así como
en esa esclavitud de que hemos hablado tenemos la realidad, esta realidad más
invulnerable y transparente que es un objeto, se nos hace presente por una
cierta esclavitud. Se trata de la relación entre amor y conocimiento, sobre lo
cual poco se ha dicho desde Platón. Y en definitiva, lo que él nos dice vendría
a ser que el enamorarse de un ser concreto, de un semejante, sería la
experiencia necesaria para llegar a encontrar las ideas, el conocimiento de la
verdadera realidad: la realidad invulnerable.
Y parece ser de esta manera. Es
el género de amor que funda las ideas -ideas que nos dan la máxima
objetividad-, un amor formado en un fracaso de la realidad inmediata, y que
ante él no sucumbe sino que se afirma y extrema y quiere encontrar una realidad
que no puede ser vencida, a cubierta de todos los riesgos, aun de los que
pueden sobrevenirle a causa de nuestra condición. A no ser por este amor,
¿habría objetos, habría ideas también, trasuntos de la realidad cuando nos
falla? No nos ha bastado con la realidad encontrada en la primera confianza y
hemos descubierto la idealidad donde la realidad se hace invulnerable,
invencible, donde ya a salvo de contradicción nada le amenaza…Mas, esto que es
el nacimiento no sólo de la Filosofía, sino de la “idea”, de la idealidad, no
puede ser aquí desenvuelto. Solamente hemos de dejar apuntado que lo que el
hombre moviliza para engendrar la objetividad es religioso, como lo que hay en
la base y fundamento de todo nuestro apego a la realidad y a la transformación
que la hacemos padecer crear nuestro mundo.
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