Revista Co incidir 34.
Diciembre 2016
Saludo Inicial
Patricio Alarcón Carvacho
COEXISTENCIA Y EDUCACIÓN
COEXISTIR O NO
COEXISTIR: ESE ES EL DILEMA A RESOLVER PARA UNA VIDA PERSONAL Y PLANETARIA
SALUDABLE Y FELIZ.
“Ser o no ser”, existir o no existir, es
la mitad del dilema o del camino, la otra mitad requiere necesariamente del surgimiento
pleno-real-amoroso-integrativo del otro.
Por ello el verdadero dilema, cuya
resolución abre la puerta a la felicidad y la salud: es coexistir o no coexistir, o su equivalente coexistir
o pseudocoexistir.
Si la educación fuera un dominio de acciones
que facilitara la disminución, del
espesor que separa a cada ser de sí
mismo, y actualizara la capacidad de
hacer a existir a al otro, también
“separado de sí mismo por todo el espesor del mundo”. La educación sería el
lugar-tiempo, en que se encontraran cotidianamente, dos existencias al desnudo,
en la transparencia y perfección de su “ser profundo”, que tiene por vocación,
responder a la llamada de ser imagen y semejanza de Dios, de actualizar para sí
y con ello para el otro y el todo: el bien, la verdad, la belleza y el uno.
La pedagogía de la coexistencia tiene esa
finalidad projimológica, ser para hacer ser, existir para el coexistir y coexistir
para existir, cuya simultaneidad y recursión es imprercindible, para que no
se convierta en un pseudoexistir y en un psudocoexistir. Nada puede ser desde
la desconexión o desde la negación
hologramática.
Esta projimología, ha sido expresada de
mil modos y en mis momentos, la más reconocida es “amate a tu prójimo como a ti
mismo”, que para hacer explícita la circularidad causal, podría también
expresarse como: ámate a ti mismo para que puedas amar a tu
prójimo y ama a tu prójimo para que puedas amarte a ti mismo.
En el coexistir, incluido el que ocurre
en el contexto educativo[1], la projimología puede
describirse como la actualización de la
capacidad de explicitar amor al otro. Está descripción está sustentada en
la convicción de que el amor es un
componente originario y propio de nuestra primera naturaleza, tanto el alma como el cuerpo son ríos, que dirigen sus aguas exclusivamente hacia la
vida y por ello hacia el amor. La homologación de amor y vida, que también podría hacerse con los otros procesos,
propios del coexistir, permite liberarse
de desconexiones, fragmentaciones y de infra y supravaloraciones, que se hacen
del amor, según el interés
témporo-espacial-cultural-emocional-económico-etcétera. Liberación que
permite por ejemplo, sostener sin pudor, que el objetivo primordial de la
educación es el amor y su principal
didáctica o metodología es la projimología.
Porque quién aprende a amar, en consecuencia sabe amar la vida propia y del
otro y por tanto sabe coexistir en co-salud y co-felicidad. La projimología
referida al cómo lograr el objetivo o
qué, planteado para la educación,
finalmente resulta ser un saber ya sabido, la tarea de la educación es sólo
mantener intacta o volver a recordar la capacidad de amar (desde la recursión
de la mismidad y la otredad) que le es natural y propio a todo niño-hombre y
niña-mujer[2].
Si el espacio-tiempo educativo, después
de todos los procesos de liberación-humanización[3],
convirtiera, cada patio, cada sala, cada pueblo, cada país, cada continente,
cada planeta en un lugar de convivencia
projimólogica, el fluir de la vida se haría por fin congruente con su
sentido originario: la felicidad plena y permanente.
[1] Entiéndase, en leguaje maturanesco , contexto
como un dominio de acciones y educativo; redes
de conversaciones, que en su fluir transforman en la coexistencia.
[2] Se intenta con esta integración, explicitar el
continuo fluir y conexión de la vida y lo que conocemos como edades, sobre lo
cual solemos tener la tendencia de percibirlas como, lineales, separadas y en
ocasiones degenerativas.
[3] Es sólo otra reiteración, de la inseparabilidad
necesaria de todo, para el todo sea, en este caso entre libertad y humanidad.
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