Formación 35
El
trabajo con otros niveles de conciencia. 1
La revisión de las últimas veinticuatro horas y la
preparación de las próximas se centran en los contenidos de la conciencia, en
las representaciones de afectos, sensaciones, fantasías, ideas, conductas...
Trabajamos, también, sobre la otra gran vertiente de la actividad de la
conciencia, lo que distingue el sueño de la vigilia o el estado de estupor, el
nivel de conciencia. Se distinguen alrededor de veinte diferentes "estados
de conciencia", incluyendo la conciencia lúcida, la del dormir sin soñar,
la del sueño, la obnubilación, el estado delirioso, el delirio, el coma. En el
enfoque humanista y transpersonal se hace hincapié en los llamados estados
alterados de conciencia cuyos vértices más señeros son los trances místicos y
la meditación. En nuestro trabajo intentamos una apertura hacia el asumir
posibilidades de desarrollo de la salud integral al cultivar la razón, la
capacidad reflexiva, junto al entrar en el mundo de los sueños y de los ensueños
y de hacerse cargo, cotidianamente, de practicar la relajación.
Es la tercera fase del trabajo individual. Para la
mayor parte de las personas tiene ventajas el hacer la relajación a
continuación de la revisión del día pasado y de la anticipación del próximo.
Dentro de la autonomía, la creatividad y el espíritu de investigación esperado,
caben toda clase de innovaciones, incluyendo el hacer más de una experiencia de
relajación al día o condicionar su repetición alas necesidades de mantener un
estado de equilibrio emocional, centrado en la vivencia de serenidad.
La fase de motivación está nucleada en el tener
presente que la relajación es un estado de conciencia "natural",
orgánico, que se presenta, con frecuencia, en forma espontánea, al conciliar el
sueño o al despertarse, en los baños de sol, al escuchar música o sentir el
murmullo suave del viento, mirando el fuego, el atardecer o el mar, después de
hacer el amor.. Interesa, igualmente, recordar su papel en el avance en la
dirección de la salud integral. Al practicar la relajación estamos,
conscientemente, suspendiendo el fluir de contenidos en nuestra conciencia,
acercándonos a los bordes de nuestra separatividad, quedándonos en un estado de
contemplación, de continuidad con lo más allá de nosotros, con una especie de
hibernación de nuestro yo empírico. Es el meollo de la ecología del yo, un
ejercicio de desapego de sí mismo. Con la relajación, por cierto, acortamos
distancia con nuestros mundos inconscientes, abrimos camino a la actualización
de nuestros potenciales creativos. En los planos psicofisiológicos de la salud
integral, compartimos un gran medio para alcanzar armonía, subir el umbral de
emergencia de la irritabilidad, la ansiedad y la angustia.
Habitualmente iniciamos la relajación cerrando los ojos, respirando con la nariz, la lengua
apoyada en el labio inferior practicando la respiración abdominal, la
espiración prolongada. Luego se va llevando todo el cuerpo a un estado de
distensión paulatino, empezando con las extremidades inferiores. A
continuación, se profundiza la relajación en tres partes, la boca, los ojos y las manos. Se prosigue
llamando la atención sobre el latido del corazón, la presencia del aire, a
nuestro alrededor, en el tracto respiratorio. En ese momento, habitualmente, se
evoca una imagen asociada con el estado de conciencia buscado. Es diferente
para cada persona. A veces requiere un período de investigación para optar
entre escenas llenas de un sentir plenitud y sosiego al borde del mar, en
bosques, en montañas, junto a un sauce y un arroyo, ante una chimenea familiar,
escuchando música, compartiendo caricias.
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