sábado, 8 de octubre de 2016

De Post Modernos a Post Egóticos

De post modernos a post egoicos(2)

El bosque de cambios no deja ver el árbol de la vida

Asistimos a un multitud de cambios que transcurren sin que se les asocie con el gran proceso de cambio histórico, el de la evolución.
No hay consciencia generalizada de lo que es el hallazgo cumbre del siglo veinte, el vislumbre de un recorrido que se inicia hace unos quince mil millones de años, el de la evolución de la realidad a la escala humana, la del universo cognoscible. De la explosión original, al nacimiento de la vida en la tierra, a la aparición del ser capaz de darse cuenta de su existencia... una evolución, un Curriculum Vitae, compartido. Una invitación a tomar responsabilidad en la participación intencional en los proyectos de vida, en la pro- yección de la vida...
Somos parte de un proceso de cambio, hemos sido protagonistas de una gran transformación en un pequeño punto del universo, asistimos, en forma paralela, como sonámbulos, a la compulsión por más y más cambios en nuestras vidas particulares.
 Es hora de preguntarse por el alcance de los cambios realmente existentes. Es imperativo introducir en nuestra revisión de consciencia personal, en nuestras conversaciones y creaciones, en la política local y más allá de ello, la temática del cambio en sentido integral, donde deben encontrarse los diferentes niveles de cambios, los en realiza- ción y los deseables, lo propio de la responsabilidad del individuo, la de la sociedad, lo que nos trasciende y nos sirve de continente para nuestra visión de la política.
El individuo es válido, la economía es necesaria, el pragmatismo es parte de nuestra condición, la técnica nos ha permitido tener algo cercano a una segunda corporalidad que nos permite un imaginario inimaginable hace no más de cincuenta de nuestros cien mil años de existencia como especie...
Sin embargo, en el vértigo de los cambios en instrumentos y en velocidades para el hacer, nos hemos distanciado de nuestra vocación de testigos del universo, de nuestra condición de “pastores del ser”, de colaboradores de la creación. Así, junto a la prodigalidad de acciones se alzan, dolorosas, nuestras dudas.
Al lado de la precisión del medio de comunicación, se vive la incapacidad de llegar al tú.
Junto a los grandes vuelos de un confín a otro del mundo se va haciendo irrespirable el aire de las ciudades.
 En posesión de pantallas llenas de posibles nutrientes para el conocimiento y el desarrollo de la consciencia, dejamos a un lado el mundo de la meditación, la contemplación, el diálogo profundo y la reflexión, anémicos, helándose fuera de nuestro cauce de vida rutinaria.
Hay que hacerse cargo de los cambios en curso, poniéndolos en el contexto de lo que somos y lo que queremos ser como especie. Es la hora de discriminar. El tiempo de reencantar la política, vitalizándola hasta conducirla a ser una política de promoción del ser humano, de los vínculos de cada ser humano, de la humanidad, de la naturaleza, de la tras- cendencia.
Para eso necesitamos entrar en la dialéctica de considerar conjuntamente el cambio histórico y el cambio evolutivo.
Más allá del tema norte- sur, capitalismo-socialismo, Estados Unidos y el mundo, modernidad- integrismo... El tema de fondo, en la fiebre de los cambios y de la exigencia de ponerlos en el centro de la vida,es el de abrir camino a los cambios, a las transformaciones, que permitan discriminar cuál es la evolución, que corresponde a la condición humana, a la escala humana.
En ese camino parece conveniente destacar, en primer término una gran negación que navega por toda la historia, la realidad de los límites humanos, el terreno de lo que está más allá de nuestras posibilidades de cambio. Lo que da perspectivas a nuestra tendencia a sentirnos omnipotentes. Nuestro telón de fondo.
 En segundo lugar, nos corresponde asumir las consecuencias, los problemas que se asocian a la vorágine de cambios que estamos viviendo. Las patologías de este desarrollo.
 Luego, en consonancia con los dos parámetros, la orientación del cambio “sano”, el que está de acorde con el juego entre nuestros límites y nuestras posibilidades, en el contexto de lo que presentamos como propuesta básica, la evolución humanizadora. La humanización como creatividad en la búsqueda de aprehender el sentido de la humanidad como conjunto y de cada ser humano en particular. A la necesaria vinculación de cada uno con uno mismo, con el otro, con su medio, con la humanidad y sus culturas, con la naturaleza y con el todo, con la trascendencia.



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