De post modernos a post
egoicos(2)
El bosque de cambios no
deja ver el árbol de la vida
Asistimos a un multitud
de cambios que transcurren sin que se les asocie con el gran proceso de cambio
histórico, el de la evolución.
No hay consciencia
generalizada de lo que es el hallazgo cumbre del siglo veinte, el vislumbre de
un recorrido que se inicia hace unos quince mil millones de años, el de la
evolución de la realidad a la escala humana, la del universo cognoscible. De la
explosión original, al nacimiento de la vida en la tierra, a la aparición del
ser capaz de darse cuenta de su existencia... una evolución, un Curriculum
Vitae, compartido. Una invitación a tomar responsabilidad en la participación
intencional en los proyectos de vida, en la pro- yección de la vida...
Somos parte de un
proceso de cambio, hemos sido protagonistas de una gran transformación en un
pequeño punto del universo, asistimos, en forma paralela, como sonámbulos, a la
compulsión por más y más cambios en nuestras vidas particulares.
Es hora de preguntarse por el alcance de los
cambios realmente existentes. Es imperativo introducir en nuestra revisión de
consciencia personal, en nuestras conversaciones y creaciones, en la política
local y más allá de ello, la temática del cambio en sentido integral, donde
deben encontrarse los diferentes niveles de cambios, los en realiza- ción y los
deseables, lo propio de la responsabilidad del individuo, la de la sociedad, lo
que nos trasciende y nos sirve de continente para nuestra visión de la política.
El individuo es válido,
la economía es necesaria, el pragmatismo es parte de nuestra condición, la
técnica nos ha permitido tener algo cercano a una segunda corporalidad que nos
permite un imaginario inimaginable hace no más de cincuenta de nuestros cien
mil años de existencia como especie...
Sin embargo, en el
vértigo de los cambios en instrumentos y en velocidades para el hacer, nos
hemos distanciado de nuestra vocación de testigos del universo, de nuestra
condición de “pastores del ser”, de colaboradores de la creación. Así, junto a
la prodigalidad de acciones se alzan, dolorosas, nuestras dudas.
Al lado de la precisión
del medio de comunicación, se vive la incapacidad de llegar al tú.
Junto a los grandes
vuelos de un confín a otro del mundo se va haciendo irrespirable el aire de las
ciudades.
En posesión de pantallas llenas de posibles
nutrientes para el conocimiento y el desarrollo de la consciencia, dejamos a un
lado el mundo de la meditación, la contemplación, el diálogo profundo y la
reflexión, anémicos, helándose fuera de nuestro cauce de vida rutinaria.
Hay que hacerse cargo de
los cambios en curso, poniéndolos en el contexto de lo que somos y lo que
queremos ser como especie. Es la hora de discriminar. El tiempo de reencantar
la política, vitalizándola hasta conducirla a ser una política de promoción del
ser humano, de los vínculos de cada ser humano, de la humanidad, de la
naturaleza, de la tras- cendencia.
Para eso necesitamos
entrar en la dialéctica de considerar conjuntamente el cambio histórico y el
cambio evolutivo.
Más allá del tema norte-
sur, capitalismo-socialismo, Estados Unidos y el mundo, modernidad-
integrismo... El tema de fondo, en la fiebre de los cambios y de la exigencia de
ponerlos en el centro de la vida,es el de abrir camino a los cambios, a las
transformaciones, que permitan discriminar cuál es la evolución, que
corresponde a la condición humana, a la escala humana.
En ese camino parece
conveniente destacar, en primer término una gran negación que navega por toda
la historia, la realidad de los límites humanos, el terreno de lo que está más
allá de nuestras posibilidades de cambio. Lo que da perspectivas a nuestra
tendencia a sentirnos omnipotentes. Nuestro telón de fondo.
En segundo lugar, nos corresponde asumir las
consecuencias, los problemas que se asocian a la vorágine de cambios que
estamos viviendo. Las patologías de este desarrollo.
Luego, en consonancia con los dos parámetros,
la orientación del cambio “sano”, el que está de acorde con el juego entre
nuestros límites y nuestras posibilidades, en el contexto de lo que presentamos
como propuesta básica, la evolución humanizadora. La humanización como creatividad
en la búsqueda de aprehender el sentido de la humanidad como conjunto y de cada
ser humano en particular. A la necesaria vinculación de cada uno con uno mismo,
con el otro, con su medio, con la humanidad y sus culturas, con la naturaleza y
con el todo, con la trascendencia.
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