Escribe Ximena Aranda
El mantel de Deborah
Llegó a la vieja casa
de la playa en El Quisco y se instaló abriendo ventanas para ventilar ese lugar cerrado por tantos meses. El
aire marino al parecer la llenó de energía así es que siguió abriendo y
ordenando, ahora le tocaba a los clósets.
Al abrir el del dormitorio principal, divisa en el estante de arriba, entre
cortinas y toallas viejas unos manteles doblados del tiempo de cuando vivían
los suegros. Ellos usaban la mesa del comedor en toda su extensión para recibir
a la familia y las visitas, ahora la gran mesa de roble esta achicada y puede a
lo más acoger a ocho personas.
Tiene tiempo y ganas
y decide sacarlos y también airearlos, no se usan desde que Deborah, su suegra
vivía y ejercía de dueña de casa. Son manteles
de hilo, grandes y pesados, toma uno blanco al azahar y al desplegarlo la
pieza se llena de letras y palabras, se había olvidado de él y se emociona. La
imagen de Deborah, su suegra, en la terraza al sol con los hombros descubiertos
y bordando en ese mantel se impone como si fuera ayer. Se sentó en la cama y
empezó a leerlo, porque no eran flores ni pájaros lo que Deborah bordaba sino
que escribía con puntadas gruesas y simples los acontecimientos que se
celebraban en la casa. Leerlo era abrir
un libro con la historia familiar de hacía más de cuarenta años atrás, más que
eso, era como asomarse a un diario de vida de Deborah porque solo consignaba lo
que le importaba “Lucho se recibe de médico; Nico vuelve de Europa; Nace Ruth nuestra
primera nieta; Se casan Max y Mónica, Camilo Mori retrata a mi madre; Nicha y
Oscar nos visitan; Llegan los sobrinos de Buenos Aires y así seguía año tras
año.
Las frases se iban
siguiendo en círculos concéntricos, un color para cada año, el verde para 1951,
el amarillo para 1952, a 1953 le corresponde el azul y el café a 1954 y así formando
un arco iris se narraron los hechos que a ella la afectaban desde que se inaugurara la casa. Sigue leyendo
y observa que la escritura se detiene en el rojo del último año, verano del 73….
Deborah era muy
reservada, comentaba pocas cosas, menos si afectaban a la familia, han pasado
más de cuarenta años para entender su gesto de relegar el mantel a un rincón y
no usarlo nunca más.
21, junio,2016
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